Manifiesto en defensa del voto por la abstención

José Iglesias Fernández


Escrito poco antes de las elecciones del 14 de marzo, y revisado después por su autor, este artículo no llegó a nuestra redacción a tiempo de ser publicado en el número anterior [El Viejo Topo, número 191], correspondiente al mes de abril. En él se polemiza con la breve nota de opinión, firmada por el director de esta revista [Miguel Riera], en la que, a juicio de José Iglesias, se invitaba a los abstencionistas a votar para desalojar al PP del poder. Iglesias da aquí sus razones para no votar, y reivindica a no hacerlo.

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En período electoral…

El ritual se repite puntualmente. Siempre que la política oficial entra en período de elecciones oímos las correspondientes campanadas llamando a votar. Desde la propaganda institucional, que nos insta y nos presiona a acudir a las urnas, hasta la propaganda de los que participan directamente,[1] y que nos repiten las promesas de todas las elecciones anteriores:
trabajo para todos, contratos indefinidos, buenos salarios y mejores pensiones, protección a los menores y los viejos, vivienda social, transporte público, reducción del paro, igualdad de género e incorporación de la mujer al mundo del trabajo, mano dura con los maltratadores, centros sanitarios y reducción de las listas de espera, guarderías, becas y comedores escolares, reducción de impuestos, ayuda a domicilio, servicios sociales, agua para todos, una gran batería de ayudas a la familia, educación/formación de calidad, etc. Como no hay memoria, y aquí está el triunfo del sufragio universal burgués, unos 34,6 millones de ciudadanos seremos convocados y acudiremos puntualmente para ejercer nuestro derecho al voto.

Una llamada al “no voto”…

Ahora bien, si esta vez me paro a escribir sobre el derecho a la abstención, es porque me llama la atención una convocatoria a los abstencionistas que hace El Viejo Topo, prestigiosa revista de izquierdas; una llamada, eso sí, respetuosísima.[2] Como abstencionista que soy, y ante tal interpelación directa, me siento obligado a explicar mi postura política, a dar las razones de mi voto abstencionista. Es un tema al que hace tiempo quería dedicarle una cierta consideración, y aún que no es el caso del buen proceder de esta revista, es muy frecuente oír frases de condena durante el período de elecciones contra las personas que tenemos nuestras razones para practicar la abstención.

De la reclamación del voto que hace el director de la revista, destaco la parte que más me impulsa a contestarle. Es ante la preocupación de que IU siga debilitándose en el marco de la política oficial, que nos pide a los abstencionistas el voto para esta coordinadora. Si mal no entiendo, nos solicita el voto para “sujetar al social-liberalismo y al menos mantenerlo en posiciones más tradicionalmente socialdemócratas… Así que hay que cuadrar el círculo. Y la fórmula de la cuadratura la tienen, esta vez más que nunca, los abstencionistas. Los escépticos, los dolidos, los desencantados. Los irremediablemente descreídos… Abstenerse es una decisión tan legítima como votar. No será en esta revista donde se critique a quien, tras reflexionar seriamente, decida pasar del voto. Pero sí nos atrevemos a pedir algo: que no se tome el asunto a la ligera. Meditemos, todos, sobre lo que significa un triunfo arrollador del PP. Sobre sus consecuencias. Y después, actuemos en conciencia. ”.[3]

Algunas de mis razones para la abstención…

Comenzaré por recordar que si los diputados, los senadores y los ediles de cualquier cámara u ayuntamiento pueden legítimamente abstenerse cuando votan, ¿por qué no lo puedo hacer yo? Introduzco estos ejemplos para señalar algunas personas que, por una razón u otra, no acuden a votar o practican la abstención cuando la juzgan oportuna, sin que por ello nadie los considere abstencionistas.[4] Recuerdo esta práctica porque se da la circunstancia de ser estas personas las que más despiadadamente nos critican o nos presionan a ‘cumplir con nuestro deber de ciudadanos’. Ahora bien, dicho esto, ¿cuáles pueden ser mis razones de fondo?:

Primera. Algunas personas, acogiéndonos a la Constitución,[5] nos negamos a participar en el voto. Esta establece que el ejercicio del voto es un derecho, no una obligación, no un deber como se nos recuerda. Este es un matiz que le cuesta entender a mucha gente. Es decir, abstenerse es parte del sufragio universal. Me explico. Tanto cuando me abstengo, como cuando participo, estoy haciendo uso de este derecho. En el ejercicio de este derecho yo puedo votar abstención o votar participación. Y si voto participación, puedo votar si, no, en blanco,[6] y marcar la papeleta con la intención de que mi voto quede nulo. Visualicemos todas las posibilidades que la Constitución me permite para ejercer el derecho al voto.

Opciones a la hora de votar

Por tanto, insisto en repetir, no hay que confundir derecho con obligación; votar es un derecho no un deber y únicamente el voto a la abstención me garantiza el ejercicio de este derecho. Es decir, ¿como podría ejercer el derecho de elección si no contase con la libertad de poder decidir entre abstención y participación, si forzosamente estuviese obligado a ir a votar?

Por otro lado, cuando decidida participar, quiero votar a un programa de izquierdas. Tanto el concepto de izquierdas como el programa me toca decidirlo a mí ¿Es esto pedir peras al olmo? Sin embargo, sin más cautela, se me pide que renuncie al anterior y comprometa el voto con un programa socialdemócrata, eso en el mejor de los casos. Así que la cuestión es: ¿por qué he de renunciar y devaluar el potencial de izquierdas que tiene mi voto? ¿He de hacerlo en consideración al criterio tan manido del voto útil, o del temor al PP, como tanto se está insistiendo en estas elecciones?

Segunda. Además de tener el derecho a la abstención, puedo tener otras razones para estar en desacuerdo con el sufragio universal tal como está establecido. ¿Cuáles? Puede ser que no quiero que los partidos me representen, o que no me convence el sistema de reparto de escaños,[7] o que las papeletas sean cerradas, o tener que elegir siglas y no personas, u otras miles de objeciones. También puedo estar en desacuerdo con un sistema democrático que no me permite votar al poder ejecutivo, al judicial, al defensor del pueblo, al jefe del Estado, a los principales gestores de otras entidades estatales y para estatales, como las Diputaciones, el Consejo de radio y televisión, las cajas de ahorro, o decepcionado con otros aspectos, como la financiación de los partidos, el sistema que rige el aumento de salarios y pensiones de sus señorías, y demás.

Los que tanto hablan de libertad de expresión supongo que me reconocerán alguna forma de poder testificar mi rechazo, de manifestar algún tipo de incredulidad sensata ante el ejercicio de tanta democracia representativa e indirecta. Y a poder negarme a participar en tal farsa, ya que la abstención es, para mí, una forma de resistencia a una política de escaparate y fanfarria. No nos engañemos, en esta democracia los ciudadanos no pintamos nada; son los partidos con mayoría parlamentaria, en connivencia con el Rey, quienes eligen la casi totalidad de los poderes del Estado, de los poderes que a mí me afectan y constriñen.

Tercera. Neutralizar al PSOE en el Gobierno, o a “los despropósitos de algunos de sus barones”, pienso que no son razones de peso para, más allá de las tácticas de un partido o coordinadora, cambiar el análisis político que hacemos los abstencionistas activos. Claro que estamos totalmente de acuerdo con que la política filo fascista que practica el Gobierno del PP es aberrante, muy preocupante para los ciudadanos, aunque no para los empresarios y banqueros. Pero tampoco debemos olvidar y perdonar la más imperativa política neoliberal (en lo económico) y conservadora (en lo político) que practicaron todos los gobiernos del PSOE: en vivienda, ley Boyer; en seguridad ciudadana, ley Corcuera y los GAL; en pensiones, firmaron los Pactos de Toledo, en materia laboral, hubo que responder con cuatro huelgas generales; en ética política, “sólo los tontos no se hacen ricos” (Solchaga dixit): por tanto, los de filesa, los roldanes y los marianos rubios eran los listos; es decir, generalizaron la corrupción, el amiguismo, el enchufismo, el invento de la pinza para desacreditar y hundir a Julio Anguita, el “OTAN de entrada NO”, etc.

En fin, que podríamos seguir enumerando el talante y los modales de cómo las gastan los gobiernos del PSOE, pero creo que los ejemplos son suficientes como para no olvidar ni perdonar. Tampoco vemos en el programa de IU, ni en el comportamiento de muchos de sus dirigentes, la suficiente garantía de que IU no sea fagocitada por el PSOE y arrastrada a apoyar, con la misma dureza y severidad, los mismos programas neoliberales que ya están pregonando los del PSOE,[8] si llegasen al gobierno con la ayuda de los comunistas, los ‘carods’ y tantos otros que ven la posibilidad de tocar poder burgués.

Cuarta. Buena parte de los votantes olvidan, o no saben, que hay muchas maneras de hacer política, de ser y estar en la política. Unas modalidades defienden o se oponen al sistema capitalista desde dentro de sus propias instituciones; y otras no sólo están en contra del sistema, sino que también están en contra de sus instituciones.

El hábito electoral de los que participan se debe a argumentos coyunturales; se fijan más en el comportamiento de un partido o en su programa para otorgar o cambiar la dirección de su voto en un momento dado. Mientras que la actitud de no votar de los abstencionistas se debe más a que nuestros argumentos son estructurales; no nos apoyamos tanto en el comportamiento del partido o el programa, que forzosamente han de dar apoyo al desarrollo y protección del sistema en general, sino que partimos de la naturaleza perversa del propio sistema y de la superestructura que lo protege.

Son muy pocas las personas u organizaciones que admiten que muchos de los que practicamos el voto de la abstención estamos entre estas últimas variantes. Es decir, nos abstenemos porque no queremos “ser comparsas al servicio de los que manejan el miedo, manipulan las mentes, y no se enfrentan al sistema, que se sitúa y está por encima de los gobiernos”.[9] Hasta ahora, no vemos otra preocupación en los partidos, como no sea la de llegar al gobierno, no para transformar la sociedad capitalista, sino para gestionarla de acuerdo con las necesidades y exigencias de la lógica de acumulación de este sistema. Los programas sólo hablan de lo que harán en el futuro para dar bienestar a la gente, pero sin la gente, y desde luego, sin tocar el estatus quo de los poderosos, sin enfrentarse a las estructuras de poder y propiedad privada que rige la sociedad capitalista. Si repasamos la acción de gobierno del PSOE, pero también del resto de los gobiernos socialdemócratas europeos desde los ‘80,[10] comprobamos que la situación se ha agravado más, ya que estos gobiernos se convirtieron ellos mismos en parte del problema, y no de la solución.

La vía parlamentaria exige y consume un montón de energía social y política que poco sirve para la transformación social.

Quinta. Aunque de menor importancia, tampoco estoy por apoyar siglas políticas que no tienen escrúpulos para mezclarse con las del PP cuando firman conjuntamente leyes como la antiterrorista, la de inmigración, la reforma de las pensiones públicas, etc. O, a nivel de Cataluña, ámbito en el que yo tendría que votar, partidos que lo mismo participan en el colectivo Aturem la guerra y denuncian las empresas multinacionales que están beneficiándose de la especulación urbanística o la venta de armas, pero que después hacen la vista gorda, apuestan y participan con el PP en la gestión del Forum de las Culturas, y dónde estas mismas empresas están financiando este acontecimiento.

No veo porque en política, como en cualquier dimensión de la vida, no hay que ser consecuente, estar a las duras y a las maduras. Sí el PP es siniestro para asuntos de gobierno, también lo es cuando participa en los acontecimientos culturales, deportivos, lúdicos y demás. Otra razón para defender la abstención en las urnas. Otra razón para resistir ante tanta hipocresía personal e institucional.

A modo de síntesis. Es casi seguro que tendremos que volver en las próximas elecciones a defendernos del estigma del abstencionista que nos están endorsando permanentemente. Lo cierto es que muy poca gente entiende y reconoce que existe vida política fuera de las paredes del sistema parlamentario burgués. Una vida política en la que participamos activamente, seguro que bastante más que quien vota una vez cada cuatro años. Si esto es así, ¿cómo conseguir que, elección tras elección, no nos repitan que debemos votar?, ¿cómo hacer entender que los derechos no son deberes? ¿o que abstenerse es tan políticamente correcto cómo participar?[11]

Desde nuestra opción política, vamos a continuar con nuestra manera de pensar y actuar. Deducimos y sostenemos que las elecciones únicamente sirven para cambiar o prolongar el mandato del partido (o la coalición de partidos) que está en el gobierno, y casi muy poco para incidir en los programas; por el contrario, si fuese posible,  estos proyectos no continuarían siendo tan similares. Es decir, respetamos a los que sólo quieren un cambio de gobierno, pero a nosotros no nos sirven las elecciones porque entendemos la política como la manera de participar en el diseño de programas y colectivos cuyo objetivo fundamental son la defensa abierta de valores no capitalistas y de mecanismos idóneos para transformar la sociedad. ¿Tan difícil es esto de distinguir? Pues parece que sí…

Algunas expresiones que no comparto del texto…

I. Me cuesta entender y aceptar porque un abstencionista ha de ser necesariamente “un escéptico, un dolido, un desencantado, un descreído”, y posiblemente todas las cosas a la vez. Sea o no todo esto una persona que decide no votar, no debemos concluir que la que participa, por el hecho de hacerlo, ya es un entusiasta, un apasionado, un impetuoso, un encandilado, un encendido, un no va más de las virtudes políticas. No estaría de más añadir algún tipo de matiz previo, antes de ponerse a clasificar a las personas abstencionistas de esta manera.

II. Ante la expresión que dice “tras reflexionar seriamente” me pregunto: ¿por qué hemos de presuponer que todas las personas que se abstienen no reflexionan, mientras que las que votan sí lo hacen, y además, seriamente? Cabe añadir que la reflexión, de por sí, siempre es una reflexión que puede no gustarnos, pero no por ello deja de ser seria.

III. Y ante otra que dice “actuemos en conciencia” pensamos que las abstenciones políticas, tanto activas como desencantadas y apáticas, tienen una explicación o unas raíces que no se pueden obviar. Las primeras tienen sus razones ‘reflexionadas seriamente’ al margen de la política oficial; las segundas puede que sean la consecuencia precisamente de esa misma política oficial de la cual son responsables en buena parte los propios partidos. Así que, porque alguien opine que el PP es peor que el PSOE o viceversa, y nos proponga de una forma acrítica que IU puede ser esa alternativa razonable, es una opinión a respetar pero que no es necesariamente la única. Mis razones para ello vienen de lejos (de un silencio que diría el cantante), y van para ese mismo lugar.

Desde las viñetas de El Roto…

Durante estas elecciones, este humorista que utiliza la ironía como soporte de sus reflexiones, ha dedicado una serie de viñetas al tema del voto. En todas ellas aparece un personaje al que hace hablar: supongo que es su alter ego. Y supongo también que Andrés Rábago las ha ido publicando de acuerdo con el orden que han aparecido en su cabeza. Ahora bien, puede que no sea así, pero yo las ordeno de acuerdo con mi manera de interpretarlas. En todas ellas aparece un personaje (P) que dice:

(P). ¡Tengo tantas ganas de votar que voy a acudir por urgencias!

(P). A los que llegan: “recordad, sin nuestros votos no sois nadie”.

(P). ¿¡Cómo expresar en un voto todo lo que pienso!?

(P). ¡Cedednos el voto a nosotros, que tenemos más olfato! (En esta viñeta, es un perro el que habla)

(P). ¡Señor, ¿por qué siempre gobiernan los peores?! ¡Porque tú los votas, so bobo!

(P). Antes votaba por lo que esperaba que hicieseis; esta vez votaré por lo que vi que hicisteis.

(P). ¡Por el Prestige, por Irak, por la burbuja inmobiliaria, por la contrarreforma educativa, por las mentiras! ¡Fue por Uds.!

(P). Proclamación de resultados (dos brazos, revestidos con casulla, alzan el voto al cielo)

(P). El desastre electoral fue debido a una avería en el servicio de manipulación; nuestros técnicos están intentando arreglarlo.

(P). Hubo que echarlos: habían entrado a nuestro servicio, pero se estaban convirtiendo en amos.

¿Qué podemos deducir en conjunto? Qué tanto insisten los políticos en la utilidad del voto que el ciudadano ya no puede esperar al día de las elecciones. Incluso piensa que tiene cierto poder sobre los políticos cuando les recuerda que sin su voto no son nadie. Pero cuando se sienta a decidir, el votante se da cuenta que la cuestión no es tan fácil, porque todos los políticos siempre lo han engañado, o él se ha equivocado y han salido los peores. Los políticos no se rinden, recordándole que ellos tienen más olfato. Ahora bien, a pesar de todos los desastres y de todos los incumplimientos, su decisión final es continuar votando; penaliza a los políticos que se habían convertido en amos para sustituirlos por otros que, con el ejercicio del poder, se irán convirtiendo en amos nuevamente. En las próximas elecciones posiblemente echará del gobierno a los políticos que acaba de elegir para dar paso a los que ahora acaba de echar. No olvidemos que los técnicos del servicio de manipulación están diariamente activos. La función de estos especialistas es doble: convencer a los ciudadanos para que sigan ejerciendo el ‘derecho al voto’, y mantener activa la lógica del sufragio universal adaptada a la democracia burguesa. Es decir, resumiéndolo con palabras del propio El Roto, se trata de acabar de “¡perfeccionar las democracias, eligiendo los gobernantes a los electores, y no al revés!”, como se hace de momento. ¡A todo llegaremos!

Una petición, con un recuerdo para César Vallejo…

“Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: <<No mueras, te amo tanto!>> Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.

[Más tarde], acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, todos los hombres de la tierra… les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar…”.[12]

Y entonces, dirigiéndose a todos, tomó la palabra y les dijo: en nombre de aquellos que dieron incluso la vida por su manera de participar en política, pedidme que sienta, que pregunte, que busque, que piense, que actúe, que realice, que anhele, que ame, es una forma de no morirse definitivamente en esta sociedad de muertos, … pero, por favor, os ruego que no me pidáis que vote.



Barcelona, manifiesto escrito unos días antes de las elecciones de marzo del 2004


[1] Para llegar a tener posibilidades de que un partido te incluya en los primeros puestos de la lista electoral hay que tener las cualidades que se le exigen a un robot: capacidad de asimilar y responder siempre con el programa. “Pregunte lo que pregunte” Asimo (advanced step in innovative mobility), un robot de la última generación construido por Honda, “siempre le va a contestar lo previsto por su amos, como haría cualquiera de nuestros políticos en campaña”. Señor Kenichi, ingeniero jefe de Honda. La Vanguardia, marzo del 2004.

[2] Sorprende encontrar este correcto reconocimiento de nuestra posición política ante el sufragio universal: “Nuestros lectores, evidentemente, están más que formados para decidir lo que deben hacer, si votan o no votan, a éste o aquel”. Miguel Riera. “Del voto y el no-voto”. El Viejo Topo. Núm. 191. marzo 2004.

[3] Miguel Riera. Trabajo citado.

[4] La Constitución también le reconoce al Rey y a la familia real el derecho a abstenerse.

[5] Art. 23.1 Los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal.

[6] Parece ser que José Saramago llama al voto en blanco en su próximo libro Ensayo sobre la lucidez. Según nos informa la periodista, parece ser que Saramago se queja de que “la democracia está bloqueada… tan sólo es un ejercicio formal… una forma de quitar y poner gobiernos, pero que no podemos derribar el verdadero poder: las estructuras económicas y financieras… Los gobiernos son comisarios políticos del poder económico…”. Margarida Pinto. El País. 31 marzo del 2004. Aunque no dice nada nuevo, está bien que escritores de la popularidad de Saramago descubran en que consiste la democracia burguesa y la denuncien.

[7] Esto hace que no todos los votos tengan el mismo peso político; con un reparto proporcional, IU hubiera tenido 17 escaños en vez de 5, de acuerdo con la elecciones generales del 2004. Y los partidos minoritarios se repartirían 19 escaños entre ellos, con lo cual podrían estar representados en el Congreso. Aquí es dónde hay que poner el acento de la crítica, no disparar en el sentido erróneo. Véase Cuadro Resultado de la Elecciones al Congreso 2004.

[8] José Luis Zapatero está anunciando que, si gana las elecciones, nombrará ministro de Economía a Miguel Sebastián, ex director del Servicio de Estudios del BBVA, un guiño para asegurar la tranquilidad de los banqueros y empresarios y captar el voto de estos. Con un nombramiento como este a un ministerio tan importante, ¿quién puede esperar programas socialdemócratas, y menos de izquierdas, de tan adepto representante del capital financiero? (Ahora sabemos que este ministerio será ocupado por Pedro Solbes, personaje de la misma escuela neocon que el anterior).

[9] Eduardo Haro Tecglen. “Los que no pueden votar”. El País. 6 marzo del 2004. Un buen ejemplo de los manipuladores del miedo y de las mentes lo daban, los columnistas de los principales periódicos el día anterior a las elecciones, y los contertulios de la mayoría de las emisoras de este país, en la mañana del día del voto: se parecían a los perros del poder ladrando y presionando a las ovejas para que entrasen en la majada.

[10] Por citar algunos, recuérdense los gobiernos de Felipe González y las reestructuraciones industriales, los de Toni Blair y sus políticas del workfare, los de Gerhard Schröder y sus reformas laborales y sociales. Otro buen ejemplo es el debate mantenido dentro de los verdes alemanes: los fundis advertían del peligro de integrase en el gobierno socialista, mientras que los realos presionaban por la participación; los realos ganaron y arrastraron a los fundis a la incorporación en el gobierno del canciller; el resultado que ahora comprobamos es como todo el partido verde ha acabado apoyando la guerra, la venta de armas, las medidas antisociales que exige el Presidente socialista, y todo lo que venga a partir de su entrada en el gobierno.

[11] De hecho hay quien propone que se incluya y se contabilice el voto abstencionista y los votos sin efecto en la distribución proporcional y se les asigne los escaños que les pertenezcan, dejando estos asientos vacíos en la correspondiente cámara: esta medida sería bastante más democrática, pues el Congreso (o la cámara de turno) reflejaría la voluntad de todos los ciudadanos con derecho a voto. De acuerdo con esta últimas elecciones al Congreso, 80 escaños vacíos serían asignados a los abstencionistas y 9 a los blancos y nulos. Véase Cuadro Resultado de la Elecciones al Congreso 2004.

[12]César Vallejo. España, aparta de mí ese cáliz. p. 46, Clásicos del siglo XX. El País 2003.

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