Hay dos lados, escoja usted con quién está
Uno de nuestros refranes nos advierte que no hay peor cuña que la de la misma madera, proverbio que aplicado a los tiempos que corren nos recuerda que, en el capitalismo, los que van a servir al poder con más ahínco y servidumbre son los gobiernos de izquierdas. Las socialdemocracias europeas nos proveen de miles de ejemplos, que nos ponen los pelos de punta cada vez que recordamos su paso por los poderes del Estado. Especialmente a partir de la crisis económica del 73, pudiendo destacar los gobiernos de Mitterand y Lionel Jospain en Francia, o más recientes como el de Tony Blair en el Reino Unido, Gerdhard Schröder y sus pulcros green boys en Alemania; en casa los de Felipe González y, en Catalunya, el actual tripartito, compuesto por socialistas, nacionalistas republicanos y eco socialistas.[1] Este último, aún no ha pasado el año y ya nos está amenazando a la población catalana con una batería de políticas antisociales,[2] entre ellas, la idea del famoso copago de un euro por cada visita que cualquier ciudadano de esta comunidad necesite hacer al médico de la Seguridad Social (SS).[3]
Según el Informe de Desarrollo Humanoíndice de desarrollo humano. Este índice está compuesto y mide los avances en el PIB per capita, la esperanza de vida, y la educación.[4] En cierta manera, se entiende que ocupemos este lugar porque:
El aumento de la esperanza de vida está en función de muchas variables, pero una muy importante es el gasto público que se dedica a la salud, tanto en términos de la prevención de enfermedades como de la atención sanitaria a las mismas cuando se manifiestan. Pues bien, a pesar del comportamiento de estas dos variables, todavía estamos muy lejos de ocupar los 10 primeros puestos del ranking, nivel que se correspondería con el que nos adjudican las entidades internacionales cuando se habla del desarrollo de España.
Por tanto, si la esperanza de vida es una de las dos variables que nos mantiene dentro de los 20 primeros puestos en el nivel de desarrollo humano alto, alarma oír al Govern de Catalunya que quiere aplicar una forma de copago para reducir el déficit de la sanidad que dicen padece este balance. Es decir, el conseller de Economía ha anunciado que los usuarios de la sanidad pública tendrán que pagar un euro por visita al médico de cabecera. Está firmemente obsesionado con que los usuarios paguen más, directa o indirectamente, por la factura sanitaria. Pero esta medida, ¿no degradaría la atención sanitaria y, con ello, la esperanza de vida de la población y ese puesto de España en el Indicie de desarrollo humano alto?[5]
Así mismo, la ONU recomienda a las naciones de la Unión Europea aprovechar las ventajas de la oleada de inmigrantes para paliar el envejecimiento y la baja natalidad europea. Para disponer de esta aportación humana, habría que cambiar la ley de inmigración, reconocerles derechos, deberes y remunerarlos como a los trabajadores autóctonos. De esta forma contribuirían, como cualquier otro ciudadano, a la financiación de la factura sanitaria, pero también al crecimiento económico y al sostenimiento fiscal del Estado del bienestar.
Ahora cifras sobre la realidad sanitaria de Catalunya. Según el miembro del comité de expertos que asesora a la Generalitat, Vicenç Navarro, con datos extraídos del Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat), informa que esta comunidad destinó a sanidad un 30% menos que la UE desde 1991. Y menos que la mayoría de las comunidades autónomas españolas; es decir, ha dedicado al gasto sanitario menos que muchas de las autonomías más pobres. Lo curioso y relevante, por no decir escandaloso, es que, durante este período, el porcentaje del PIB destinado a salud fue muy inferior a lo que el desarrollo de Catalunya permitía. Entonces, ¿a dónde ha ido a parar la riqueza producida durante este período, si Catalunya es una de las comunidades con más alto desarrollo de España?
Comunidades | Población protegida | Euros per cápita |
Cantabria | 519.363 | 1.127,98 |
La Rioja | 267.860 | 1.063,91 |
Navarra | 553.555 | 1.060,59 |
Extremadura | 1.001.864 | 1.003,54 |
Asturias | 1.038.038 | 994,20 |
País Vasco | 2.057.407 | 990,59 |
Castilla y León | 2.309.353 | 979,72 |
Castilla-La Mancha | 1.687.141 | 972,21 |
Aragón | 1.156.511 | 954,71 |
Galicia | 2.594.936 | 917,79 |
Media española | 39.647.509 | 903,06 |
Murcia | 1.161.531 | 900,49 |
Canarias | 1.752.174 | 893,36 |
Catalunya | 6.325.266 | 884,66 |
Madrid | 5.181.717 | 881,89 |
Andalucía | 7.014.695 | 877,38 |
Comunidad Valenciana | 4.146.926 | 789,08 |
Baleares | 879.172 | 772,14 |
Países | Cifras del 2000 en % | Cifras de 1991 en % |
Suecia | 8,4 | 8,6 |
Francia | 8,2 | 7,6 |
Alemania | 8,1 | 7,9 |
Unión Europea – 15 (media) | 7,2 | 7,1 |
Reino Unido | 6,7 | 6,2 |
Portugal | 6,6 | 5,4 |
Italia | 6,1 | 6,7 |
España | 5,8 | 6,0 |
Catalunya | 5,1 | 5,0 |
Fuentes: Eurostat, Idescat, Ministerio de Sanidad y Consumo y comunidades autónomas
Lo primero que los ciudadanos hemos de recordar al Gobierno entrante son las promesas que han hecho como candidatos para mejorar el bienestar de la población, abordando todos aquellos problemas sociales pendientes, y asumiendo la nueva financiación o las cargas financieras que deja el Gobierno saliente. Por tanto, no vale que el Gobierno entrante esté después acusando permanentemente al Gobierno anterior para justificar la imposibilidad de aplicar políticas a las carencias actuales. Tampoco la función del Gobierno entrante es la de criticar como cuando estaba en la oposición pues esta es la función del Gobierno saliente, sino la de dedicarse a gobernar. Por tanto, las promesas hay que cumplirlas.
Lo segundo que los usuarios de la sanidad pública hemos de recordar al Gobierno, así como a una serie de colectivos y entidades, (políticos, médicos, mutuas, trabajadores sociales, opinión pública en general) es que los servicios de la Seguridad Social (prestaciones, sanidad y asistencia social) no son gratuitos: las pensiones se pagan con cotizaciones (invalidez, jubilación, viudez) y los otros dos con impuestos. En el capitalismo, nada es gratuitoconsejera de Salud, diciéndole “que los ciudadanos ya pagan la sanidad”. Una advertencia que debiera también extenderla a su consejero de Economía y a la comisión de expertos nombrada por la Generalitat para estudiar la financiación de este servicio público, que sí son tan sabios como dicen, no haría falta que se lo recuerden los ciudadanos de a pie.
Ahora bien, ¿qué el dinero que se dedica a la sanidad pública no es suficiente? Entonces, estamos de acuerdo en que el déficit ha de ser abordado y corregido. Pero aquí es donde comenzamos a discrepar con que la medida sea el copago de un euro por consulta médica. Antes, bastante antes, habrá que revisar las prioridades del gasto público o la posibilidad de otras fuentes de financiación,[6] aportando al erario público quién más ingresa y no quién más necesita. Aquí cabe recordar a nuestros gobernantes que, un gobierno que pomposamente pretende dárselas de progresista, más bien debiera asignar los recursos públicos aplicando la regla que Etiènne Cabet estableció para Icaria en 1840: “atender primero lo necesario, después lo útil, y por último lo agradable”.[7] Por otro lado, ahora sabemos que le economía catalana, de acuerdo con sus tasas de crecimiento económico, podía haber dedicado bastantes más recursos para no encontrarse con la deuda actual de la sanidad pública de esta autonomía. ¡Quiénes han recibido esta riqueza que paguen la sanidad pública!
lo superfluo, como el Forum, y no por lo necesario, cuando tenemos tales carencias como la salud, la educación y el transporte público, por no destacar la necesidad de vivienda social?
En los últimos 30 años, la economía española está experimentando una tasa media de crecimiento del 2,5%. ¿A dónde va este dinero? Algunos ejemplos nos pueden dar una pista:
Sólo Hacienda sabe lo que declaran o dejan legalmente de declarar.
Con todas estas políticas, entonces, no es de extrañar que el número de ricos en los dos / tres últimos años haya aumentado, a la vez que no deja de crecer el número de personas o familias pobres.[14]. Crecen las rentas y descienden las cargas fiscales de las personas y entidades con mayores ingresos. Estos ejemplos son indicadores de una pésima distribución de la renta en nuestro país, tendencia que está, como vemos, recetada por dos de los grandes organismos del capitalismo: el FMI y el BM. Todas estas razones y actitudes nos lleva a preguntar a quién corresponda:
¿Quién es el usuario habitual de la sanidad pública, las personas del primer grupo o las del segundo?
Y, en una sociedad que pretenda ser, no ya justa, que esto es imposible en el capitalismo, pero sí solidaria, ¿quién debe financiar el déficit de la sanidad pública, la personas del primer grupo o las del segundo?
Sin embargo, llama la atención que el comité de expertos esté pensando más en medidas de tipo tasas e impuestos indirectos que en impuestos a las rentas más altas, que sería lo progresista en un gobierno de izquierdas. Piensan más en que el usuario que acuda al médico de cabecera, o a las urgencias de los hospitales, o por cada receta, o cuando se vacune por viajar al extranjero, abone una cantidad por estas atenciones sanitarias. También piensan en aplicar un impuesto indirecto a productos como el alcohol, el tabaco, o el ya en vigor en Catalunya: al consumo de gasolina.
A nivel de Estado, al ministro neocon de economía señor Solbes se le ocurre la brillante idea de que los jubilados con pensiones más altas contribuyan a financiar la asistencia sanitaria en vez de pensar en que sea costeada vía el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) y el Impuesto de Sociedades; es decir, por aquellas personas y empresas que son las que ingresan la parte más sustancial de la riqueza producida. No está de más considerar su argumento: “Que una persona esté jubilada, cuando tiene una pensión muy alta, no le excluye de tener que pagar impuestos. Por lo menos, no tiene que pagar menos que alguien que tiene un sueldo inferior y que paga más por el hecho de estar en activo”.[15]. El ministro neocon no quiere recordar que cuando este jubilado con pensión alta estaba en activo ya contribuía a la SS con una cuota mayor que el citado activo, diferencia que servía para mantener una SS solidaria. Y lo que tampoco quiere recordar es que, a nivel de impuestos, también aportaba más en términos absolutos al erario público para contribuir a pagar la sanidad pública de los entonces usuarios. Y lo que, finalmente le cuesta plantearse es esa regla que insiste en aplicar un copago al jubilado que más gana, y no un impuesto directo a la persona activa que más ingresa. Señalábamos anteriormente la necesidad de volver a tipos de impuesto a las rentas elevadas por encima del 50%, al menos hasta que desaparezcan algunos déficits sociales.
Parece ser que la “deuda acumulada de la sanidad pública a finales del 2003 era de 2.193 millones de euros y el déficit anual de unos 500 millones”.[16]. En efecto, como dice el president P. Maragall, “algún tipo de medida habrá que poner”. Y, como añade el conseller en cap J. Bargalló, “el
debate es bueno si se hace de forma sensata”.
Una forma sensata de comenzar el debate para tomar medidas nos parece que sería, además de las aportaciones desde el sistema impositivo, repasar
algunas otras partidas del gasto público, no solamente las del gasto sanitario. Por ejemplo, es curioso que nadie menciona la deuda acumulada que origina cada
año otros servicios públicos, como pueden ser la de [17] la propia Generalitat, el Parlament de Cataluña, los Mossos d’Escuadra, las televisiones, las radios y otros medios de comunicación públicas de ámbito autonómico, por poner algunos ejemplos; estas entidades tienen ingresos y gastos asignados en el presupuesto, pero que nadie habla de si tienen déficit o no. Sí hubiera que temporalmente aplicar una política de austeridad en el gasto público ¿por qué no empezar por reducir o suprimir las ayudas que reciben del Estado los propios partidos?
También tendríamos que preguntarnos por las ayudas públicas que reciben entidades y sectores económicos privados, como es la prensa y los medios de televisión, las PYMES,[18] las iglesias, los clubes deportivos, las fundaciones privadas, el sector agrícola y ganadero, los de la pesca y los frutos secos, el sector del transporte privado (autobuses y taxis), etc.[19]. Podemos observar que si planto viña, o avellana, o fruta, o aceite, o cualquier otro producto agrícola, cuando caen los precios o aparece una mala cosecha, me han de subvencionar. Cómo ha subido el precio del petróleo ya se anuncian subvenciones a los transportistas, los taxistas, los agricultores, etc., como si estas personas no fuesen también usuarias de la sanidad pública.[20]. O, cómo los propietarios de pisos vacíos no ofertan este producto, ya se anuncia la concesión de unos 6.000 euros anuales para estimularlos a que los pongan en alquiler; no se les ocurre a nuestras autoridades o a los comités de sabios, poner un impuesto y penalizar este ‘ocultamiento’ de riqueza.
En definitiva, que suprimiendo buena parte de estas ayudas a entidades y actividades mercantiles privadas, seguro que el erario público dispondría de bastante más dinero que el que se necesita para cancelar, no únicamente la deuda sanitaria, sino el del déficit total del presupuesto autonómico de Cataluña. Una parte de las políticas de reasignación del gasto público para eliminar el déficit de la sanidad pública la podemos extraer de algunos ejemplos del gasto público español y catalán que aparecen en prensa:
Volvemos a repetir, ¿por qué para estas fanfarrias no se cuestiona el gasto que suponen y, en cambio, el gasto en sanidad pública y otros servicios de interés colectivo y socialmente redistributivo se pone en tela de juicio, precisamente por parte de esta mismas fuerzas políticas? La ciudadanía tendrá que ir aprendiendo a castigar con la abstención del voto [28] este tipo de comportamiento de los partidos contra el bienestar público.
¿Por qué esta protección de RTVE, de tantos sectores privados, o a los despliegues militares, y no a la sanidad pública? ¿Por qué los gobernantes están tan ‘sensibilizados’ a escuchar y poner en práctica las sugerencias de las entidades patronales y bancarias? ¿Por qué los comités están compuestos por ‘sabios’, y no los ordinarios ciudadanos relacionados y conocedores del tema? ¿Por qué hay dinero público para todas estas políticas industriales y no para las sociales? Es decir, ¿por qué se han de dedicar “6.000 millones de euros para acabar con el histórico déficit de infraestructuras que padece Catalunya”, como propone el señor Valls, presidente de la Cámara, y no acabar con el de la sanidad pública que sólo asciende a 2.193 millones de euros?
Decíamos anteriormente que las prioridades del gasto público las deciden los Gobiernos. Pero, ¿quién decide las prioridades de los Gobiernos? Quizá sea que no prestamos la debida atención a lo que nos dicen los propios gobiernos de turno. El de Aznar, no lo ocultaba, decía que era neoconservador, por tanto podíamos saber quienes eran los beneficiarios de sus políticas; el de Zapatero tampoco lo omite, acaba de decir que adopta el republicanismo porque le permite recuperar la ideología del liberalismo radical; tampoco se nos oculta quienes van a ser los beneficiarios, aparte de haber nombrado un asesor y un ministro de Economía y Hacienda de talantes neopluscon. Cualquier día sabremos en que zona del espectrum se sitúa el de Bargalló / Maragall; pero a juzgar por los días que llevan gobernando comenzamos a pensar que los beneficiarios son los mismos que se han beneficiado de los Gobiernos Aznar y se benefician del de Zapatero.
Más que empezar por mi opinión sobre el republicanismo, mejor dar prioridad a la de un sociólogo, si más no, afin a los socialdemócratas. “En España vuelven a descubrir que la fuerza del cambio radica en la sociedad; por eso se llaman socialistas y no estatistas que basan la política de igualación social en la intervención del Estado. Como nuevas señas de identidad se agarran a los derechos humanos, con énfasis especial en los de la mujer, y a la defensa de las minorías discriminadas. Es bueno para desatascar la sociedad de los viejos prejuicios, pero, realizadas las reformas legales pertinentes, esta política se agota pronto. La UCD no pudo vivir largo tiempo de la primera modificación importante en esta dirección, la ley del divorcio, que contó también con la oposición de la Iglesia. En otra ocasión pondré de relieve cómo “el socialismo de los ciudadanos”, o las referencias al “republicanismo” son salidas coyunturales que sólo enmascaran la cuestión esencial de que falta una política, verdaderamente innovadora, en educación, empleo, sanidad y pensiones”.[33]
Yo añadiría que el republicanismo, como ideología y práctica política, no es más que retornar a la propuesta de descubrir la sabrosa sopa de ajo. Como ejemplo, no está de más recordar como la Constitución Española ya reconoce, a nivel formal, casi todos los derechos que bajo el republicanismo demócrata burgués se pueden enumerar y exigir. Queda, eso sí, conseguir que se lleven a la práctica algunos de ellos, o que se respeten otros, de manera que ningún ciudadano quede discriminado de ninguno de los derechos de la primera> y segunda generación. Sabemos y reconocemos que esta intención, para el que tiene un espíritu burgués, puede ser un objetivo loable; de hecho, son muchas las personas, partidos e instituciones que desearían como finaidad darle un rostro humano, pues un alma es imposible, al capitalismo.
Ahora bien, hemos de saber que el republicanismo no cuestiona el dinero que se gasta en armamento ni los privilegios de los mandos militares; ni cuestiona las subvenciones que se dan a la Iglesia o las prebendas que goza la jeraquía eclesiástica; y mucho menos cuestiona la lógica de acumulación de riqueza del sistema capitalista; es decir, en ningún momento se enfrenta a los tres estamentos fundamentales del sistema; Ejército, Iglesia y Capital. El republicanismo es totalmente complaciente con los poderes (superestructura) y la base material del capitalismo.
Por tanto, aceptar el republicanismo supondría para los anticapitalistas quedar maniatados, ya que nos pondría un límite a la acción política liberadora, aquella que tiene como objetivo la transformación total del sistema. Los anticapitalistas hemos de oponernos al reformismo burgués en la versión republicanista.
Las clínicas privadas huelen negocio en la política del copago y a una manera de continuar con la privatización del servicio sanitario. “La Unió Catalana d’Hospitals (UCH), que agrupa a 93 centros sanitarios catalanes privados y concertados, plantea desde la posibilidad de cobrar las comidas que se sirven a los enfermos hospitalizados, a gravar no sólo el consumo de tabaco o alcohol, sino también el de otras actividades que pueden generar atención sanitaria, como los deportes de riesgo”.[34]. ¡Cuidado con este tipo de sugerencias! Pues atendiendo este tipo de criterios, se comienza por hacerle pagar al ciudadano que ha sufrido un percance practicando rafting, para ampliar el copagoa los conductores y pasajeros de automóviles y autobuses, a los trabajadores por hora trabajada,[35] y hasta a las visitas de familiares y amigos a los centros sanitarios.
Una cuestión es evidente y de sentido común: nada es gratis, todo servicio tiene un valor económico y alguien, de una manera u otra, lo debe pagar. Un servicio público como es la sanidad debe ser sufragado bien mediante tasas o precios públicos por parte de quien lo utiliza, bien mediante impuestos por el conjunto de la sociedad. Determinar quiénes y en que medida deben pagar los servicios públicos es uno de los principales problemas de la política actual, algo estrechamente dependiente de la política económica que se ha escogido y, sobre todo, de las ideas de justicia y equidad social que se defienden. Algo, en definitiva, que distingue a la derecha de la izquierda, a los conservadores de los progresistas, para utilizar términos que hoy en día están algo devaluados pero que aún sirven para que nos entendamos”.[36]
Leyendo este párrafo, tengo la sensación de que, en materia social, hemos retrocedido cien años. Estas observaciones bien hubieran podido formar parte de un tipo de argumentos progresistas para justificar la implantación del estado del bienestar en la sociedad capitalista. Por aquellas fechas, buena parte de la izquierda pensaba que principios como la justicia, la equidad, la solidaridad, el bien común, o disfrutar de derechos como la sanidad, la educación, la protección social, etc., sólo podían disfrutarse en una sociedad alternativa al capitalismo Este mismo debate que surge hoy en torno al desmantelamiento del estado del bienestar es una buena demostración de que este sistema no garantiza a los ciudadanos ningún tipo de seguridad que no sea previamente adquirida en el mercado. Como decíamos al principio, y este columnista lo corrobora, en esta sociedad nada es gratuito, todo hay que comprarlo, todo está mercantilizado y mediatizado por el dinero. Los valores sociales y los derechos humanos se han convertido en papel mojado, u objeto de compra / venta..
Esto no impide reconocer que, tratándose de dinero público, las políticas públicas no vengan precedidas de un estudio del tema en cuestión. En este caso, un estudio que indique como aumentar los ingresos y como racionalizar muchos de los gastos de la sanidad catalana sin perjuicio para los colectivos que son beneficiarios de estos bienes públicos: se trata de mejorar, no de restringir más el bienestar colectivo.
A priori, tampoco habría que descartar un informe de una comisión técnica representativa de todos los miembros de la sociedad, que exprese los intereses colectivos o, en términos más generales, el bien común. Un informe en el cual, “los políticos sean conscientes de sus decisiones y vean los pros y los contras de cada alternativa y como se puede mejorar y mitigar las consecuencias de las mismas”.[37]. Pero, a juzgar por los miembros seleccionados para componer el comité, no parecen personas ajenas a muchos de los intereses empresariales que ven en la privatización de la sanidad una fuente de suculentos beneficios. Lo cual, el informe no será ni tan técnico, ni estará desprovisto de su correspondiente carga ideológica; lo que en buena medida, los supuestos sabios estarán suplantando el rol político que han de ejercer los representantes políticos de la población.
De acuerdo con el contenido de artículos y apariciones en diversos medios de comunicación, o la entidad en la que trabajan, o la pertenencia en algún momento a partidos políticos, calificaremos a sus miembros con una sigla: conservador(C), progresista (P), en algún lugar del amplio espectro de la izquierda (I), o pendientes de clasificación (?).
Joan Ramón Laporte: catedrático de Farmacología y director de la Fundación Instituto Catalán de Farmacología. (C)
Santiago Marimón: especialista en gestión sanitaria y económica de la salud y director de Sistemas y TIC del Consorcio Hospitalario de Cataluña. (C)
Gabriel Masfurroll: economista y presidente del grupo hospitalario United Surgical Europe. (C )
Jordi Mercader: ingeniero y vice-presidente de La Caixa y de Aiguas de Barcelona. (C)
nMercé Sala: economista y consejera delegada de TEMOINSA. (P)
Adolfo Todó: economista y director general de Caixa Manresa. (C)
Josep Maria Via: presidente y consejero delegado deGesaworld, empresa especializada en gestión sanitaria. (C)
Vicenç Navarro: catedrático de Políticas Públicas y ex asesor de la UNICF y la OMS. (I)
Julián García Vargas: economista y ex ministro de las carteras Sanidad y Consumo y de Defensa. Consejero del grupo EXCEM. (I)
Anna Cabré: catedrática de Geografía Humana y presidenta de la Asociación de Geógrafos Españoles. (C)
Guillem López Casasnovas: economista y miembro del Consejo Asesor de la Modernización Pública de la Generalitat. (C)
Eduard Jaurrieta: director médico del Hospital Universitario de Bellvitge y presidente de la Asociación Española de Cirujanos. (?)
Miquel Vilardell: Presidente del comité; catedrático en Medicina y Cirugía y presidente de la sociedad catalana y española de Medicina Interna. (?)
Joan Viñas: rector de la Universidad de Lleida y secretario general del comité ejecutivo de la Asociación de Facultades de Medicina Europeas. (?)
Decíamos que lo normal y pertinente hubiera sido que el comité estuviese compuesto y representase a todos los intereses afectados: usuarios y asociaciones de consumidores, movimientos vecinal y social, sindicatos de la sanidad, médicos, sanitarios, farmacólogos, entidades relacionadas con los servicios y tecnologías afines, estudiosos, etc. Sin embargo, no parece que los 14 miembros nombrados representen este abanico de intereses cruzados. Es decir, da la impresión que el gobierno de la Generalitat ha buscado que el informe que salga de los supuestos expertos legitime su propia visión política de la sanidad pública; y no precisamente una visión ecologista, nacionalista i d’esquerres de debó, anunciada en las elecciones. Algunas de las medidas que proponen anuncian una línea bastante conservadora.
Leí un día ya lejano a cierto escritor y columnista expresar que estábamos padeciendo una imponente ola de rojería monárquica.[38] Yo añadiría que no sólo existe una fuerte conversión de una buena parte de la izquierda a la monarquía constitucional, sino que se ha puesto de moda acogerse ideológicamente a un republicanismo, que como el propio asesorado presidente Zapatero dice, es una manera de buscar refugio o remozar la pasión por el liberalismo en su versión radical. Políticamente, los votantes no van entender exactamente en que consiste este segundo gran giro a la derecha,[39] de corte liberalismo radical, hasta que no comprueben socialmente el deterioro del estado del bienestar en sus propias vidas. Y para entonces ya será tarde: muchos de nuestros conciudadanos no son conscientes de que los derechos que no se defienden, se pierden. Pero volviendo al tema, el copago sería una buena expresión de lo que nos espera a las poblaciones de es tipo de ideologías descaradamente conservadoras.
Así que, volviendo a las enseñanzas de nuestro admirado viejo niño republicano, reflexionemos sobre sus argumentos sobre el copago
“Una palabra fea, desagradable y traidora se infiltra: copago. Significa pagar juntos, y se refiere a las medicinas de la Seguridad Social. El euro catalán, ahora disimulado, a la espera, que habría de darse en cada visita médica. La defienden bravos economistas, fieles escritores, legendarios hombres sociales. No tienen razón. Su argumento es que se trata de un despilfarro: la persona abusa de todo lo gratuito. Y arruina al Estado, que dicen que somos todos, con medicaciones inútiles.
Primero, el ciudadano no se receta, sino que lo hace un médico acreditado y asalariado de la Seguridad Social: si da más de lo debido, será él quien tendrá que dar cuentas. Segundo, el ciudadano viene pagando para ello y para sus pensiones futuras o presentes, una parte de su sueldo, y otra la paga el su empresario: ya está. Es tan antiguo como las mutuas, que se suprimieron con la Seguridad Social de Franco. Cuando se dice que se privaticen pensiones y seguros médicos, se supone que lo que pague el individuo se atesora en los bancos para atender a todos cuando lo necesiten: sin copago. Tercero, si se pone una cantidad más de copago, pasará como con los impuestos indirectos: que cada uno paga lo mismo sea cual sea su ingreso, y será injusto. Cuarto, en la compra de los medicamentos, salvo en jubilados, hace tiempo que se abona una parte, y se consideró que era una disuasión del abuso.
Así que, si se siguen reclamando disuasiones, habrá un tiempo en que el enfermo pague la totalidad del producto; y en un estado del absurdo quizá se obligue a pagar más al afiliado que al espontáneo. Es parte de la destrucción de lo que llaman Estado del bienestar, una promesa del capitalismo –como la civilización del ocio, ¿se recuerda?-, para enfrentarse con los países comunistas, o las promesas comunistas y las socialistas de cuando eran marxistas o emparentados. Desaparecidos los comunistas –o en vías de destrozo: la creación de la miseria en Cuba- o los socialistas reales – la muerte de Allende y el triunfo de Pinochet; la conversión del venezolano Chávez en terrorista-, el sistema no necesita luchar contra la concurrencia, o no tiene competencia. No es que ni siquiera se piense en nacionalizar los laboratorios, incluyendo las farmacias: es que se va quitando lo conseguido. Con luchas, revoluciones, barricadas”.[40]
Torredembarra, verano del 2004