El derecho ciudadano a la Renta Básica. José Iglesias Fernández

La Renta Básica según San Pablo

 
San Pedro y San Pablo, Andrei Rublev, Russian Museum
San Pedro y San Pablo, El Greco, The Hermitage

 
El "derecho al bienestar" es la posibilidad de vivir como seres humanos y de criar los hijos para hacerlos miembros iguales de una sociedad superior a la nuestra: al paso que el "derecho al trabajo" es el derecho a continuar siendo siempre un esclavo asalariado, 
un hombre de labor, gobernado y explotado por los burgueses del mañana. El derecho al bienestar es la revolución social; 
el derecho al trabajo es, a lo sumo, un presidio industrial.Pedro Alexievich Kropotkin,

0) INTRODUCCION

    El debate sobre la indispensabilidad de conceder a todas las personas el derecho ciudadano a una renta básica (RB) es muy viejo, aunque se ha reavivado en los setenta e intensificado en los ochenta. La persistencia de unas altas tasas de desempleo que obligan a considerar al paro como un mal crónico, la ofensiva del capital contra su propio estado del bienestar amenazando las pensiones, los subsidios de paro, la sanidad, la educación pública, y todo lo que encuentre en su camino, más la tendencia al empobrecimiento de los sectores más débiles de las poblaciones, han obligado a una parte de la izquierda a repensar/retomar alternativas que estén más allá o más acá, por encima o por debajo, del sistema "social" de mercado.

    Lo habitual en una propuesta de esta naturaleza, que postula la concesión de una renta básica a todas las personas como un derecho ciudadano, incondicionalmente, sin contrapartida, y sin exigir nada a cambio,1 es que los poderes fácticos, que controlan y se benefician del sistema capitalista, se opongan a ella; diríamos que son los enemigos naturales con los que ya contamos. Lo que más sorprende en el debate es el tipo de aliados que estos poderes han encontrado por el camino, a lo largo de la historia.

    Entre los diversos grupos de aliados que se oponen a la concesión de este derecho destaca uno, para el cual el concepto de laboriosidad es el argumento esencial sobre el que construyen la oposición a la RB. Su premisa principal es que las personas, si no están obligadas, no quieren trabajar: sin el látigo, el negro no trabajará, decían los esclavistas; lejos de la vigilancia del amo, el siervo dejará los campos sin cultivar, decían los boyardos rusos (Kropotkin). Conceded el derecho ciudadano a una renta a las personas, y se fomentará la haraganería, dicen ahora los defensores de la dignidad del trabajo en el sistema capitalista.

    La visión que los laboriosos tienen del mundo es que las comunidades humanas han de vivir como si fuesen colonias de hormigas o termitas. La actividad humana ha de organizarse de manera similar a la de un hormiguero; cada persona un rol, cada rol un trabajo, la persona está integrada en la medida que desempeña su rol, en la medida que vive para el trabajo. En las sociedades actuales, el rol de las hormigas-propietarias del capital es decidir y apropiarse de la riqueza, mientras que el de las hormigas-obrero es la de trabajar (dignamente y socializadas, eso sí) a las órdenes de las anteriores. En medio están las hormigas que componen los ejércitos, los sistemas educativo, político y jurídico, los cuerpos policiales y de seguridad del estado, los medios de comunicación,2 todas ellas con roles dedicados a cuidar que el  "orden natural capitalista" se mantenga y reproduzca sostenidamente, que es la forma más "académicamente correcta"  de pronunciarla.

    Cuando hablan de la dignidad del trabajo, los laboriosos no parecen conscientes de la moral que subyace en su afán, en esa actitud por defender el trabajo compulsivo, el espíritu del mismo. Actitud que podríamos definir como síndrome del hormiguero.

    Dentro del grupo de los laboriosos, coinciden dos grandes resistencias mentales que se oponen a la RB, una de carácter sindical y la otra religiosa, pero ambas comparten y defienden unos valores en común. Estos dos tipos de resistencia se apoyan en:

    Para los que defendemos la RB, una de las primeras premisas que tenemos en común es que, en el sistema capitalista, lo que predomina es el trabajo asalariado, alienante y explotador, y no el libre ejercicio de todas las facultades de la persona. Pero, incluso en el supuesto de que el trabajo fuese un elemento de dignidad, a la hora de trabajar habría que cuestionarse el por qué, para qué, para quién y, además, por qué este tendría que ser objeto de imposición. En el supuesto de que el trabajo socializase, ¿socializa para qué/quien? ¿es qué no hay otros métodos y medios?

    Asimismo, existe ya una larga tradición contra este argumento de la dignidad del trabajo en el sistema capitalista, "donde el trabajo es la causa de toda deformación intelectual y orgánica”. Formando parte de esta oposición, a finales del siglo XIX Lafargue respondía defendiendo el derecho de cada persona a la pereza: "una extraña pasión invade a las clases obreras de los países en que reina la civilización capitalista... Esa pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo, llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su progenitura”. Y reaccionaba duramente contra "los curas, los economistas y los moralistas (hoy incluiría también a algún ecologista) por haber sacrosantificado el trabajo... por rehabilitar lo que Dios ha maldecido” (Pág. 91). Similarmente, Kropotkin gritaba, "¡Basta de fórmulas tan ambiguas como el  "derecho a trabajar"  o "a cada uno todo el producto de su trabajo" . Lo que ahora hay que proclamar es el derecho al bienestar para todos!” (Págs. 9-14).

    En este artículo, no nos vamos a parar a demostrar como el desarrollo del derecho a una RB, independientemente del trabajo y de toda contribución productiva en general, más bien conllevaría a reforzar la consecución del derecho al trabajo, y no a debilitarlo.3 Nos centraremos más bien en explicar esa resistencia mental,4 ese peso de la moral judeocristiana, esa actitud religiosa que, implícita o explícitamente, manifiestan los laboriosos religioso-sindicalistas contra el derecho ciudadano a una RB. Parafraseando a P. Rodríguez, no sólo tenemos una estructura mental conservadora para ser de derechas, sino que también la tenemos para ser de izquierdas.
 

1) SOBRE LA IDEOLOGIA DE LA DIGNIDAD POR EL TRABAJO

Cuando Dios creó el mundo, ¿para quién trabajaba?
El trabajo en la moral judeo cristiana

    Aún conociendo extraordinariamente el contenido del Antiguo Testamento,5 a San Pablo se le pasó por alto la idea de que, en el plan original que Dios diseña para la vida y la convivencia de las personas en el jardín del Edén, el hecho de trabajar no figuraba. Deducimos que el trabajar no podía estar en el citado plan por varias razones:

    Toda esta explicación religiosa de como fue concebido el hombre y esa parte de la tierra que se convierte en cuna de las primeras experiencias sociales de la persona, indica que los hombres y las mujeres que habitaron durante esa primera época en el jardín de Edén podían disfrutar de todos sus bienes sin esfuerzo, o trabajo en el sentido de tortura. Pudiera decirse que la sobrevivencia humana en el paraíso, todo ese primer plan original de Dios para las personas, estaba concebido, proyectado y garantizado como si se tratase de una renta básica.

    Es cuando los habitantes del paraíso caen en la tentación de transgredir el mandato de Dios, "de todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres ciertamente morirás”, cuando van a perder el bienestar que suponía vivir sin tortura, sobrevivir sin la necesidad de tener que trabajar. Es la transgresión del plan original de Dios lo que da lugar al pecado original, y con él, a la expulsión de las personas del jardín de Edén. De esta forma, la salida del paraíso se convierte en un castigo para sus habitantes, en una pérdida de aquella RB. A partir de ese momento, Dios condena a las mujeres al dolor del parto, y a los hombres a sudar el pan que han de comer todos, los unos y los otros. Siguiendo con el Génesis:

    Dicho esto, y  después de "hacerles al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y [vestirlos], los arrojó Yavé Dios del jardín de Edén a labrar la tierra de que había sido tomado”.

    Sin pretenderlo, pero adecuadamente, Balmes resume esta nueva situación del ser humano cuando dice que "el hombre ama las riquezas, la gloria, los placeres, pero también ama mucho el no hacer nada; esto es para él un verdadero goce, al que sacrifica a menudo su reputación y  bienestar. Dios conocía bien la naturaleza humana, cuando la castigó con el trabajo; el comer el pan con el sudor de su rostro es para el hombre una pena continua, y frecuentemente muy dura” (Balmes, Pág. 166). También San Agustín asegura en su teoría de la salvación que el hombre ejercía su voluntad libremente antes de la Caída, de forma que podía haberse abstenido tranquilamente de pecar, de transgredir el mandato divino.

    Es decir, para concluir esta parte, lo que se desprende de estos hechos es que el hombre, en un momento histórico, decide preferir optar libremente por la transgresión del plan original bíblico a cambio de perder la renta básica que disponía en el paraíso terrenal. Por lo tanto, a nadie debe sorprender que los laboriosos religiosos resientan y se opongan a la propuesta de devolver a los hombres y mujeres el derecho a esa renta básica. Aceptar esta concesión supondría para sus creencias el absolver a la humanidad del castigo bíblico impuesto por el propio Yavé Dios.

San Pablo, pilar de la moral cristiana

En nombre de nuestro Señor Jesucristo, os mandamos apartaros de todo hermano que vive desordenadamente y no sigue las enseñanzas que de nosotros habéis recibido. Sabéis bien como debéis imitarnos, pues no hemos vivido entre vosotros en ociosidad ni de balde comimos el pan de nadie, sino que con afán y con fatiga trabajamos día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros. Y no porque no tuviéramos derecho, sino por que queríamos daros un ejemplo que imitar. Y mientras estuvimos entre vosotros, os advertíamos que el que no quiere trabajar que no coma. Porque hemos oído que algunos viven entre vosotros en la ociosidad, sin hacer nada, sólo ocupados en curiosearlo todo. A estos tales les ordenamos y rogamos por amor del Señor Jesucristo que, trabajando sosegadamente, coman su pan. En cuanto a vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.. Y si alguno no obedece este mandato nuestro que por la epístola os damos, a ese, señaladle y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no por eso le miréis como enemigo, antes corregidle como hermano. Tesalonicenses II. 3, 6-15.
    San Pablo es el Apóstol por excelencia que va a establecer y difundir las bases de la moral cristiana.8 De aquí que tracemos la influencia que sus enseñanzas doctrinales van a tener en la moral occidental y, especialmente, en condicionar esa actitud tan extendida de considerar el trabajo asalariado como una actividad que dignifica a las personas. Manteniéndose fiel a la condena de Yavé Dios, San Pablo denostará la condición femenina y dignificará el trabajo como base de la expiación del pecado original. Lo que da pié a que, entre los oponentes a la concesión de la RB, haya quién le cite textualmente para defender esta oposición. (Riechmann, Pág. 31)

    Para San Pablo, sólo Dios es justo, pues es el que otorga justicia, e injustos los hombres, por estar sujetos al pecado original. Desde el momento de la expulsión del Edén por Yavé Dios, los hombres [gentiles y judíos] quedaron fuera del camino de la justicia; solamente alcanzarán la situación de justos cuando cumplan con la Ley de Dios: La justicia es una relación entre Dios y el hombre; la caridad es una relación que se da sólo entre los hombres. El hombre únicamente se podrá salvar por la fe en Jesucristo.

    La justicia social nunca entró a formar parte de su credo doctrinario, de su moral judeocristiana; si la justicia era divina, no podía ser social. Esto no quiere decir que se puso de espaldas a la realidad social en la que vivía, sino a que consideraba el trabajo como un elemento de redención contra el pecado humano. Las relaciones de esclavitud y servidumbre que se manifestaban en las Escrituras y durante su tiempo de vida, aparecían reconocidas en los preceptos que Dios entregó a Moisés.9 Más bien se puede decir que incluso tomaba partido, pues el Apóstol jamás se olvidaba en sus epístolas de recordar y encarecer a sus comunidades la obediencia que debían a las autoridades públicas, así como el espíritu de sumisión que los siervos habían de manifestar a sus amos:

    No parece que San Pablo se haya cuestionado las consecuencias que tiene la esclavitud10 para el ser humano, especialmente cuando el yugo de la servidumbre supone una relación de sometimiento entre personas creadas "a imagen suya, a imagen de Dios”. Para el apóstol de los gentiles son más peligrosos los falsos doctores que los propios ricos. Con los primeros es beligerante e intransigente, mientras que con los segundos es tolerante y comprensivo. Comparemos como define a uno y otro grupo:     Asimismo, aunque no encuentran que el hombre tenga que ser un esclavo por naturaleza, tampoco San Agustín y Santo Tomás condenan la esclavitud. Es más, la justifican y defienden en relación con el pecado original: "Quien quiera que haya cometido pecado es esclavo del pecado”:     Para los que buscan lograr un mundo de justicia, en el sentido social del término, y en el que la equidad es uno de los elementos que la caracteriza, las Divinas Escrituras no son de gran ayuda. Además, conviene destacar como los hechos que se narran, los preceptos que proponen, y las normas que se exhortan a las personas a cumplir en el Antiguo y el Nuevo Testamento, transcurren a lo largo de un período en el cual la base material y la organización social de todas aquellas sociedades está fundamentada sobre las relaciones de sujeción y dominio.

    Resumiendo, que la vida económica y social de aquella época se apoyaba en estas estructuras de sumisión. Jesucristo no dijo nada sobre el vasallaje que existía en estas sociedades clasistas; sobre sus formas reales de propiedad, de producción, y de apropiación de las riquezas. Si acaso insistió que su "reino no era de este mundo”.12 San Pablo no sólo respeta este silencio sobre lo temporal en el Redentor, sino que más bien exhortará en sus epístolas a que las poblaciones respeten a las autoridades públicas, y a los siervos a que sean fieles con sus amos.

    Hasta que aparezca la doctrina pontificia13 sobre la cuestión social ha de transcurrir un siglo de siglos durante los cuales la moral judeocristiana no se ha atrevido a decir más que, sólo ante Dios, todas las personas somos iguales. La BAC,14 en los comentarios que hace para introducir cada una de las escrituras, precisamente llama la atención sobre esta gran ausencia de sensibilidad ante la injusticia social. Es concretamente en la Epístola a Filemón donde destaca como esta carta "tiene un especial interés por referirse [aunque sea de una forma vaga e indirecta] al grave problema de la esclavitud”.

    De hecho, mi primer profesor de lo social abiertamente reconoce la existencia dentro del cristianismo de un divorcio histórico "entre religión y vida..., entre la postura de transcendencia (que) estima que nuestra vida sobrenatural se halla muy por encima de las contingencias de este mundo, (y) la postura encarnacionista, (que) cree que este mundo ha sido creado y redimido por Dios, cosa que evidentemente no niegan los otros, y que corresponde al cristiano vivir profundamente inmerso en el mundo, tratando de salvarlo, de colaborar con Cristo en este campo preciso”. En este sentido subraya: "me atrevería a decir que los cristianos han evolucionado a lo largo de la historia de una espiritualidad de alejamiento de este mundo a otra de compromiso temporal” (Alberdi, Págs. 12-13).15

    Por otro lado, en cuanto a la reprimenda que San Pablo hace a aquellos que viven de la ociosidad, sin hacer nada, sólo ocupados en curiosearlo todo, y a quién les ordena que, trabajando sosegadamente, coman su pan, observamos con cierta curiosidad que Asimov ni tan sólo menciona este aspecto que algunos laboriosos tanto peso le quieren dar. Para este investigador, para quién estas dos epístolas son posiblemente los escritos más antiguos que han sobrevivido del apóstol, la esencia de su contenido consiste en explicar y tranquilizar a los Tesalonicenses,16 que están muy inquietos y preocupados por el segundo advenimiento de Jesucristo (parusía), y  "por el tema de la resurrección y del juicio final” (Págs.429-435). En ningún momento le da importancia ni se refiere para nada a la tan manida frase del que no quiera trabajar que no coma.

    Para otro eminente especialista17 en textos paulinos esta frase no va más allá de una expresión subordinada a lo que es el objetivo central de la enseñanza epistolar. Destaca: "como quiera que el centro del la predicación paulina lo había constituido el anuncio apremiante de la Parusía de Cristo como desembocadura de todo un proceso de maduración humana, los Tesalonicenses creyeron ingenuamente que se trataba de algo inminente, de un acontecimiento en el cual ya no tomarían parte los miembros de la comunidad que habían fallecido en ausencia de Pablo. En definitiva, los Tesalonicenses eran griegos: la comunidad estaba formada, en gran parte, de ex-paganos, y no acababan de digerir el gran tema cristiano de la resurrección de la materia (parusía)” (Pág. 47).

    Por último, dada esta moral del trabajo en la sociedad capitalista, ¿a quien va resultar extraño que, en cierto campo de exterminio, los nazis colgaran a la entrada del mismo aquella máxima Arbeit macht Frei? El trabajo libera, el trabajo dignifica !!!

La función socializadora que implica el trabajo asalariado

Algunos se oponen vivamente al ingreso de existencia a causa de la idea de que no es posible recibir dinero sin trabajar. El fin del castigo original de Adán y Eva se resiente como una intervención diabólica. Estos olvidan que el trabajo como modo exclusivo de reconocimiento social, como la única forma de adquirir una identidad, es un fenómeno muy reciente, un producto de la asalarización. Los Maestros, los Nobles, no trabajaban; hubiera sido para ellos degradante el emplearse. Yoland Bresson
    Nadie niega que, en abstracto, "criar y socializar a cualquier ser humano exige trabajo” (Riechmann, 22). Pero, no con la interpretación que le da este autor, sino entendiendo el trabajo como la socialización de "una persona en sentido antropológico y educacional, (lo) que significa crear un entorno en el que ésta pueda aprender un idioma, reglas del pensamiento conceptual, un segmento de la historia de la comunidad, costumbres prácticas necesarias para la sobrevivencia y desarrollo, y reglas morales que regulen las relaciones con otros miembros de la comunidad... Sin embargo, la socialización desempeña también un papel restrictivo, algunas veces incluso paralizador. Al transferir una cultura específica a un individuo, la comunidad, (en este caso el capitalismo), impone casi siempre, de forma rígida y heterónoma, ciertas ideas y normas tradicionales a la mente todavía joven... una personalidad débil y conformista que teme la responsabilidad y termina por prestar pleno apoyo a los cabecillas y movimientos autoritarios” (Bottomore, Pág. 688).

    En la sociedad que vivimos, la actividad humana  "socializadora"  se convierte en trabajo, entendido como trabajo asalariado, y, por lo tanto, en alienación y explotación del ser humano. En el capitalismo, para el 99% de la población, socializarse supone alienarse en su modelo de producción y en sus modelos de consumo y ocio. Criar-criarse, implica para los sustentadores convertirse en fuerza de trabajo y encontrar un explotador a quién puedan venderla para mantenerse y reproducirse como tal fuerza de trabajo. Por lo tanto, sostener que "la satisfacción de las necesidades básicas (ha de estar) vinculada a la obligación de contribuir al trabajo socialmente necesario” (Riechmann, Pág. 31) es ignorar la naturaleza del trabajo asalariado y contribuir a justificar y defender la alienación y explotación que ejerce el capitalista mediante el mercado de trabajo. Además, si aceptamos que "la lucha entre capitalistas y trabajadores es también una lucha de ideas” (Guerrero (1997, Pág. 81) no nos debe extrañar el pesimismo que Veblen manifestaba ante los resultados de la socialización capitalista. Este último autor desconfiaba "de la manera en que la cultura capitalista socializaba a los trabajadores y los hacía promover intereses contrarios a los suyos propios”.18

    Con esta manera de pensar, entiendo que Riechmann se alinee con los defensores de la dignidad del trabajo y sea partidario de la opinión de San Pablo: quién no quiera trabajar que no coma.19 Comprendo que el paradigma que nos ayuda a interpretar la realidad a los izquierdistas como él nos llama, no concuerde con el de un ecologista como él se define.

    Volviendo a los laboriosos de la versión sindical, habría que destacar algunos aspectos y añadir determinados matices respecto a la función socializadora que tanto les preocupa. Como todos tenemos maître â penser,20 dos de los autores que más citan los laboriosos son A. Gorz y G. Aznar, también oponentes a la concesión de una RB. Aunque parten de posiciones diferentes entre ellos,21 el argumento central que utilizan es que tal renta no integraría social ni laboralmente a ningún perceptor de la misma en la sociedad capitalista. Para Gorz, la RB sólo significa un derecho concedido a los ciudadanos por ley, pero que en si mismo, no conlleva la participación ni cooperación voluntaria en las actividades de la sociedad. Sólo supone un medio de compensación por los efectos negativos del mercado de trabajo. Mientras que para Aznar, apoyar la RB "representaría un reforzamiento del dualismo social”, cuya insidiosa trampa hay que rechazar.

    Por consiguiente, ambos autores proponen la recuperación de la dignidad del trabajo y la de no renunciar a la idea de "que es prioritario dar trabajo a todos” (Aznar). La persona sólo adquiere y usa sus derechos económicos y civiles de ciudadano cuando desempeña un trabajo en el sector macrosocial, en el del capitalismo duro, para otros ciudadanos (Gorz). Únicamente esto confiere reconocimiento social a la persona, haciéndola que se sienta igual e integrada en la sociedad. Algo que, independientemente de los objetivos del empresario, responde a una necesidad social.

    Entonces, para Gorz y Aznar, es el acceso al trabajo asalariado que existe en el sector mercantil, y no la RB, lo que es esencial para estar integrado en la sociedad capitalista. La participación en el proceso productivo capitalista es un factor esencial de socialización y de pertenencia a comunidades y grupos formalizados, aparte de permitir al ciudadano cubrir con su trabajo sus necesidades básicas. "La única forma de asegurar que cada persona tenga participación en la riqueza, la renta, empleo y tiempo disponible es el asegurar ex ante que el futuro crecimiento de la producción y la productividad sea distribuida, precisando cuanto de ese crecimiento ha de ser i) dedicado a la reducción de la jornada, ii) la creación de nuevos puestos de trabajo y iii) el aumento de los salarios y de la RB”.(Gorz,  Pág. 184)

    Por ello, ambos autores son partidarios del reparto del trabajo, oponiéndose a cualquier concesión de una renta básica.

    La refutación de la RB por parte de Gorz y Aznar nos parece muy débil. Ellos parecen tomar lo que ocurre en el ámbito mercantil, con o sin dualización, como criterio positivo de valoración del trabajo. La aplicación de este criterio merece, por lo menos, una lectura crítica:

    Si bien es cierto que la concesión de una RB no asegura automáticamente la integración social del ciudadano (algo que no pretende), tampoco el hecho de trabajar para el sistema la garantiza. Afirmar que el trabajo asalariado es fuente de vida, de participación en el mundo, de autonomía, de reparto solidario, de estar presente en los lugares donde está el poder económico, de estar impregnado por el flujo de informaciones que inunda a la empresa, etc., es una visión ideal e ideologizada que hace Aznar del mundo del trabajo difícil de contrastar con la realidad. En cambio, es muy fácil comprobar como las personas que desempeñan su trabajo en el sector mercantil, en la esfera capitalista, practican un alto grado de individualismo (cultura yupi aparte), además de seguir alienados a un sistema de valores productivistas y consumistas. Ni el mercado integra socialmente. Ni los procesos de trabajo del capitalismo, rígidamente jerárquicos, eliminan la explotación o la precarización. Ni, finalmente, existen los mecanismos adecuados para que los trabajadores tengan la más mínima participación o gestión en todo lo relacionado con el proceso productivo. Entonces, dado que la dignidad del trabajo asalariado  es un concepto de derechas, con transfondo religioso, que contribuye a mantener este tipo de relaciones mercantiles, inhumanas y despersonalizadas, esperamos que los laboriosos (versión sindical y religiosa) se lo vayan repensando.

    Esto no impide reconocer que Gorz tiene razón cuando afirma que un ingreso del tipo RB "sitúa a sus beneficiarios bajo la dependencia directa del Estado”.22 Pero ¿no le coloca también cuando se beneficia de la protección social, de la protección legal y ciudadana, de la sanidad pública, la enseñanza gratuita y tantas otras prestaciones que el ciudadano recibe del mismo? ¿Está Gorz en contra del Estado del bienestar capitalista? La lucha contra una dependencia esterilizante del Estado habrá de llevarse en otras instancias.  Además, el trabajo asalariado como fuente del ingreso que propone Gorz, aunque sea en su "versión de izquierdas” (Pág. 72, 1986), ¿no sitúa a los ciudadanos bajo la dependencia directa de los capitalistas? Es curioso que, sobre estas cuestiones y las que comentaremos dentro de este epígrafe, los laboriosos pasen de largo, eso sí, mirando hacia la derecha.

    Por otra parte, Lunguhini, aunque también rechaza la RB por constituir una transferencia de los ocupados a los parados, opina, no obstante, que la propuesta de trabajar menos para trabajar todos aborda "el problema del paro sólo en el ámbito de la esfera capitalista de la producción, que produce mercancías y no bienes y servicios socialmente útiles” (Pág. 31). Es decir, el sistema no tiene en cuenta el producir para las necesidades sociales que no generen beneficios a los empresarios.

    En cuanto a la propuesta de Aznar de pedir a los trabajadores que reduzcan voluntariamente la jornada de trabajo, y sean compensados con una segunda nómina por la pérdida de los salarios, sin que ello suponga "un coste adicional para la empresa ni para las finanzas públicas” (Aznar, Pág. 113), plantea muchos interrogantes para las conquistas obreras ya logradas y para las futuras reivindicaciones. Por lo menos, algunas merecen un poco de reflexión:

    Primero, la hipotética solución al problema del paro se organiza a expensas del sacrificio salarial y la redistribución entre los trabajadores, y excluyendo explícitamente a las empresas. Esto supone desviar la lucha de clases, entre el capital y el trabajo, y podría hacer surgir un enfrentamiento entre los propios trabajadores. Tampoco pone en cuestión las relaciones de propiedad, así como la naturaleza explotadora y alienante de las actividades de la empresa capitalista.

    Segundo, no se enfrenta a las privaciones mencionadas de las personas que continúan excluidas del mercado de trabajo; los pobres y los marginados. Excepto el subsidio de desempleo, que quedaría compensado por la segunda nómina, tampoco esta remuneración substituye, o engloba, a ninguna de las otras prestaciones sociales concedidas por el Estado. No simplifica, sino que introduce un subsidio más, condicionado al ingreso en el mercado de trabajo. Los que no hayan trabajado, o los que no puedan trabajar, jamás podrán percibir la segunda nómina.

    Tercero, la segunda nómina también supone una transferencia de las personas ocupadas a tiempo completo a las ocupadas a tiempo parcial. En palabras de Aznar se trataría de "embargar la riqueza colectiva a través de la fiscalidad, y redistribuirla después” (Pág. 103). En el fondo, con sus debidos matices, se trata de poner en marcha un mecanismo de redistribución similar al que exigiría la implantación de una RB, solo que limitado a las personas que han conseguido una ocupación en el mercado de trabajo.

    Cuarto, habría que preguntarse también por los problemas que podrían generar los esquemas de reparto de trabajo de Gorz y Aznar en el caso de que no hubiese trabajadores suficientes que deseasen voluntariamente reducir su actividad laboral. O que les sucedería a los trabajadores que, estando parados, no tienen derecho a la percepción de un subsidio de desempleo, con lo cual no podrían aportarlos para completar el segundo cheque. Últimamente, el propio Aznar comienza a repensar su propuesta del reparto del empleo, debido a que se da cuenta perfectamente que el paro, especialmente el de larga duración, se está convirtiendo en un proceso de exclusión social que no tiene salida, y  que los cambios en el empleo "están transformando el tipo de relaciones dentro de la empresa. Y que las empresas del 2005 tendrán  muy poco parecido con las actuales” (Pág. 14). Las mutaciones, como él las llama, le llevan a reconsiderar la posibilidad de volver a recuperar ámbitos que antes despreciaba, tales como el de los servicios personales.23

    Por consiguiente, nos parece que la implantación de una renta básica implica una reforma mucho más amplia, general, y radical que la propuesta del reparto del trabajo. Pero sería un gran error contemplar ambas reivindicaciones, reparto del trabajo y reparto de la renta, como dos esquemas compitiendo entre si. Las condiciones a las que parece encaminarse la sociedad moderna van a exigir la existencia de múltiples fórmulas para gestionar la nueva situación estructural del mercado de trabajo y las transformaciones que las mismas implican respecto a la distribución del producto social. Una sociedad rica, que pretenda adentrarse en el siglo XXI en condiciones que respeten mínimamente las condiciones de vida de la mayoría de la población, muy probablemente tendrá que disminuir substancialmente la jornada de trabajo, aunque sólo sea para compensar los aumentos logrados en la productividad en los últimos veinticinco años. Simultáneamente, tendrá que conceder el derecho a la percepción de ciertas rentas, recurriendo a procedimientos ajenos al mercado de trabajo, como propugnan los defensores de la renta básica.
 

2) SOBRE LA IDEOLOGIA DEL EMPLEO

Y algunas voces salidas del medio de la multitud respondieron: Levantad un estandarte distinto en torno del cual se reúnan todos los que por medio de útiles trabajos mantienen y conservan la sociedad, y entonces conoceréis al enemigo que os devora. Levantado, en efecto, el estandarte, se halló esta nación repentinamente dividida en dos cuerpos desiguales, y de aspecto que formaba contraste: el uno, innumerable y casi total, ofrecía en la pobreza general de los vestidos y en los rostros morenos y descarnados, los indicios de la miseria y del trabajo; el otro, grupo pequeñísimo, fracción imperceptible, presentaba en la riqueza de sus vestidos cargados de oro y plata y en la lozanía de sus rostros los síntomas de la holgazanería y la abundancia . Conde Volney24
    Los laboriosos cuentan con otro poderoso argumento para defender el empleo asalariado. Partiendo del hecho de que quiénes no son propietarios del capital están obligados a vender su fuerza de trabajo para obtener los ingresos necesarios para subsistir, deducen que estas personas han de trabajar para poder vivir. Realidad que les lleva, no sólo a defender la necesidad del empleo asalariado, sino también el derecho al mismo. De paso, embellecen la forma del trabajo asalariado capitalista con aspectos complementarios, como son la dignidad que imprime a quién lo ejerce, o la capacidad de socialización/integración que adquiere el ciudadano de cara a cumplir con las exigencias del sistema.

    No somos los defensores de la RB los que ponemos en cuestión la necesidad de vender la fuerza de trabajo para sobrevivir dentro del capitalismo. La conversión del trabajo humano en mercancía es una de las bases fundamentales de la comprensión del sistema: "en el capitalismo,  la mayoría de la población no puede producir aquello que necesita para sobrevivir y se ve forzada a ganar la subsistencia mediante la venta de su habilidad para trabajar para aquellos que controlan los medios de producción. En esta sociedad, tanto las relaciones técnicas de producción, como las relaciones sociales (de clase) de producción están expresadas a través de los precios de mercado. La teoría del valor trabajo abstracto es la teoría del poder en la sociedad capitalista” (Cole and al.  Pág. 13). Todavía más elemental, los empresarios son los que deciden que producen, que fuerza de trabajo necesitan y que volumen emplean, decisiones que se toman al margen de la sobrevivencia material de los trabajadores. En cambio estos nada tienen que ver con la creación de empleos, y lo único que pueden ofrecer es aquello de lo que son propietarios: la fuerza de trabajo. Pero, contrario a los empresarios, los trabajadores no se pueden permitir ninguna  espera, ya que en la venta de su habilidad, de su persona como mercancía, reside su sobrevivencia.

    No obstante, a la imperiosa necesidad de vender la fuerza de trabajo no deben atribuírsele, sin más cualificaciones, virtudes que ignoran la naturaleza de explotación, alineación y dominio que contiene la compra de la fuerza de trabajo. De aquí que sea indispensable matizar la acérrima defensa del empleo asalariado que hacen los laboriosos, en línea con el pensamiento religioso, conservador y  burgués.

La defensa del empleo

Existe un rechazo  mental a querer admitir el fin del contrato social sobre el que hemos vivido: el pleno empleo salarial [lleva a] querer recuperar el pleno empleo tal como lo hemos conocido. Pero el empleo no es más que un modo convencional de integración de cada miembro activo en la sociedad. Es ese contracto de trabajo de duración indeterminada que ya no se puede extender a todos los que genera el paro y que al deshacerse multiplica las formas atípicas de trabajo que no corresponden a la norma... Hay que aceptarlo: el pleno empleo salarial se ha acabado, hay que proponer otro contrato social. Yoland Bresson
    Un buen ejemplo para analizar la dinámica del mercado de trabajo en el pensamiento conservador la encontramos en P.H. Wicksteed (1910). Este economista redefine la fuerza de trabajo como capacidad de esfuerzo humano y a los salarios como ganancias por la venta de estos servicios. Por lo tanto, el mercado de trabajo es reinterpretado como sigue: "El mercado de servicios o esfuerzos se ajusta a la ley general del mercado... (Esto quiere decir que) las condiciones para la formación del mercado de esfuerzo humano están presentes; lo mismo que cada mercancía tiene su propio mercado y su propio precio de mercado, así podemos esperar que cada tipo de esfuerzo humano forme sus propio mercado y las ganancias surgirán como precios de mercado” (Págs. 315-319).

    Adivinando la cara de sorpresa que pondrían los economistas de la época y otros posibles lectores por este cambio nominal de los conceptos,25 este economista explica porque prefiere hablar de oferta de esfuerzo humano en vez de oferta de trabajo, de contratante de estos servicios en vez de empresario, de energía almacenada en vez de instrumentos de trabajo, de capacidad de esfuerzo humano disponible en vez de paro o ejército de reserva, de precios de estos servicios en vez de salarios, de mercado de esfuerzo humano en vez de mercado de trabajo. Es decir, una vez que ha rebautizado todos los términos del mercado de trabajo, las conclusiones sobre el  "mercado de esfuerzo humano"  son las siguientes:

    Por el contrario, nótese que, para Marx, esta es una distinción crucial. Tanto que, de hecho, el primer capítulo del Capital lo abre dedicado a distinguir los dos factores importantes de las mercancías: el valor de uso y el valor (la sustancia del valor y la magnitud del valor). No es ajeno el que comience diciendo que "la riqueza de las sociedades en las que el modo de producción capitalista es dominante, se presente asimismo como una inmensa acumulación de mercancías, siendo su unidad una sola mercancía”. Esta mercancía unitaria y común a todas es la fuerza de trabajo. "Todas quedan reducidas a una misma clase de trabajo, trabajo humano en abstracto” (Pág. 38).

    No debe extrañar, por lo tanto, que Sir Lionel Robbins elogie en la Introducción del Common Sense la interpretación de Wicksteed y destaque como una de sus primeras contribuciones a la Economía teorética fue una aplicación del análisis Jeoviano a la crítica de la teoría del valor Marxiano, un artículo sobre Das Kapital que apareció en el periódico socialista, To-Day, en Octubre de 1884” (Pág. vii). La intencionalidad que subyace en el cambio de teorías  también aparece evidente.

    En cuanto a los laboriosos actuales, defensores del empleo, frecuentemente olvidan también que significa el empleo capitalista. Una de las razones de este olvido es el uso indistinto que hacen entre actividad humana y trabajo asalariado. Mientras el primer concepto pertenece al plano del deber ser, lugar virtual donde los defensores quisieran que ocurriese esta actividad, el segundo pertenece al plano del ser, lugar real donde transcurren los hechos económicos del sistema capitalista. Este es un tipo de olvido o confusión propio de aquellos que están mediatizados por el nivel de las apariencias, por lo que Marx define como conciencia invertida de las relaciones sociales capitalistas. Parafraseando a Marx, podríamos decir que "la ideología burguesa (sobre la dignidad del trabajo y su función socializadora) esconde lo que sucede bajo la superficie del proceso de intercambio, donde esta aparente (dignidad y socialización) desaparecen y dejan paso (a la alienación y la explotación)” (Bottomore, 382). Los laboriosos hacen una defensa virtual de estos aspectos, ya que la realidad se empeña en contradecir tales virtudes.

    En primer lugar, algunos de los economistas laboriosos26 ponen en duda que tal mercado exista, dado que "el trabajo como mercancía fue una idea de Marx. Quizá muchos de los que hablan del  "mercado de trabajo"  ni siquiera se percatan que para que exista tal mercado es necesaria la aceptación de esa idea marxista”. De ser esto así, esta duda plantearía un dilema a los economistas no marxistas, los de la  "economía vulgar" , que diría Marx:: O los laboriosos ignoran que existe tal mercado de trabajo y deciden no incluirlo en sus modelos económicos, decisión difícil de justificar, por lo que supondría de absurdo negar la realidad cotidiana del 99% de la población que depende de este mercado, o bien ignoran que tal tratamiento es marxista  y,  desvían la cuestión con algún tipo, de supuesto/excusa similar: "Pero aún aceptando que el trabajo humano es una simple mercancía que se compra y se vende, sujeta a un sistema de precios, ese  "mercado de trabajo"  deberá quedar vinculado a cierto sistema de valores, (incluyendo) el significado del trabajo humano”. Es decir, en ningún momento aclara si su vuelta a la valoración del   "mercado de trabajo"  supone que no hay más alternativa que utilizar los conceptos y la interpretación marxiana, o mira para otro lado.

    En segundo lugar, para los laboriosos la necesidad de ganarse el sustento por el trabajo convierte a este en un derecho fundamental  y  proporciona una especial dignidad a quien lo ejerce:

    De nuevo, el enfoque de Marx pone el contrapunto a estos planteamientos. Sobre el concepto de trabajo útil se manifiesta rotundo: esta "tesis la han hecho valer en todos los tiempos los defensores de todo orden social existente” (Pág.14, 1971).

    Pero, el problema de mayor magnitud que tienen los laboriosos con este tipo de análisis del mercado de trabajo es cuando tienen que abandonar el mundo de los supuestos establecidos, en el momento de enfrentarse a la pregunta, ¿que sucede cuando los trabajadores no pueden acceder a un empleo que les permita ganarse la vida y afirmar su dignidad? Porque el hecho es que no hay trabajo para quienes necesitan y quieren trabajar. Por ejemplo, en España:

    Por lo tanto, es obvio que no tiene sentido continuar manteniendo la ficción de la relación entre el empleo y la dignidad del trabajo, dos valores que la realidad del sistema capitalista demuestra que no son posibles para la lógica de su propio modelo de acumulación. ¿Cómo se puede reivindicar el derecho al trabajo, el orgullo, la dignidad, el ser útil, el derecho a meter la cuchara en la sopera, mediante un empleo al que no se tiene acceso? Posiblemente, la respuesta la encontraríamos en el síndrome del hormiguero que padecen los laboriosos, que les hace persistir con esa visión invertida de la realidad, en la defensa del mercado de trabajo asalariado como base de la dignidad humana, mercado que, por otro lado, niegan su existencia.

    Para enfrentarse a la pregunta que ellos mismos plantean, ¿ha llegado el final del pleno empleo?, los laboriosos propugnan  la conveniencia de establecer un nuevo pacto keynesiano para recuperar el empleo. Nada que objetar,  si bien dudamos de la capacidad de éste para satisfacer  las demandas de trabajo de la población. Coincidimos también en la pesimista evaluación  que Anisi hace acerca del futuro como consecuencia  de la falta de medios de la mayoría de la población para cubrir sus necesidades: "Sólo en pequeños reductos de lujo las grandes ciudades occidentales son habitables. El deterioro urbano, la criminalidad, la violencia, la tensión resultan lo habitual. Y todos los sufrimos... El hambre y la miseria de los pueblos más pobres próximos puede generar intensas corrientes de inmigración ilegal que tendrán que detenerse con sangre... Y tras el terrorífico deterioro humano viene el desastre ecológico y medio ambiental... La conveniencia vuelve a estar ahí, y el miedo racional debe estar presente. Quizá, para el  bien de todos nosotros y  de los que nos sigan (supongo que se refiere a las clases medias y a los capitalistas), quien tenga que entenderlo así lo entienda” (Anisi, Págs. 137-139).

    Pero no podemos por menos de discrepar radicalmente cuando se quiere utilizar el miedo como arma de persuasión, como la razón que impulse el  "nuevo pacto"  para la recuperación del empleo. Es decir, no sugieren una propuesta que contenga un sistema alternativo con principios socialistas o por la prioridad de la justicia, y en la cual se acabe con el sistema de empleo asalariado como base de dominio, alienación y explotación. No, para los laboriosos la preocupación se centra en evitar las consecuencias de un grave deterioro social, que incluso pudiera conducir a un levantamiento popular, a veces xenófobo, y que podría acarrear graves consecuencias para las clases instaladas en las comodidades y las prebendas que reciben del sistema capitalista. El sistema en el cual "los que producen las cosas necesarias para la vida, carecen de ellas; y a los que no las producen, les sobran” (France, Pág 233).

Una interpretación crítica

El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce... El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa a la valorización del mundo de las cosas.
El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía,
y justamente en la proporción en que produce mercancías en general. Karl Marx
    Como mecanismo de distribución de la riqueza que se produce entre el capital y el trabajo, el mercado de trabajo no sólo aliena y explota al trabajador, sino que, además, cumple la función de empobrecer a las poblaciones que dependen de la venta de la fuerza de trabajo como medio de sobrevivencia material. Cada vez más, el mercado de trabajo muestra ser el mecanismo idóneo mediante el cual la clase capitalista domina a sus poblaciones, las somete a la esclavitud industrial/financiera.

    El mercado de trabajo como mecanismo de empobrecimiento

    La marginación, la pobreza, el proceso de empobrecimiento que sufren grandes colectivos dentro de los países desarrollados, no se entenderá sino es a partir del análisis de la situación del mercado de trabajo.27

    En las economías capitalistas, la única posibilidad que tiene la mayoría de la población no propietaria de capital de acceder al mercado de bienes y servicios es que los sustentadores pasen previamente por el mercado de trabajo. Sólo posteriormente, con el salario ganado, las personas asalariadas podrán intercambiarlo por las mercancías destinadas a cubrir las necesidades materiales que exige la sobrevivencia.

    Y si no hay trabajo ¿qué? Esta es exactamente la pregunta clave a responder, dado que el mercado de trabajo demuestra ser un mecanismo de poder, un mecanismo para controlar a toda la población no propietaria. Su funcionamiento es bien sencillo. Quien no consiga vender su fuerza de trabajo, convertirse en persona mercancía, se convertirá en persona marginación.28 Es decir, en el momento que una persona se quede en paro, o que inicialmente no haya encontrado empleo, quedará marginada de la esfera productiva; primera marginación. Una vez marginada de los procesos de trabajo, sin poder ganar un salario, quedará marginada automáticamente de la esfera de consumo, del acceso a los medios de vida necesarios para existir; segunda marginación. Pero además, el paso por el mercado de trabajo es requisito indispensable para cualificarse para las prestaciones más importantes de la esfera del bienestar público: las pensiones y el subsidio de paro; quien no cumpla con la normativa básica exigida, en especial con los tiempos de cotización a la Seguridad Social requeridos, sufrirá la tercera marginación.

    Consecuentemente, quién que no encuentre un trabajo asalariado no existe. "El obrero... no pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase capitalista en conjunto, y es incumbencia suya encontrar quien le quiera, es decir, encontrar dentro de esta clase capitalista un comprador" (Marx, Pág. 28, 1968). En el capitalismo, donde el trabajo asalariado es la modalidad de trabajo dominante, la necesidad de existir obliga a la población sin otros recursos que la fuerza de trabajo a pasar por el mercado de trabajo. Este mecanismo de control simultánea la alienación y la explotación29 de la persona trabajadora, aspectos últimamente ignorados, con la distribución del producto social y el reconocimiento de los derechos sociales de la población no propietaria: "la creación y la crisis del Estado del Bienestar deben interpretarse en este contexto de génesis, expansión y consolidación del mercado como institución de poder" (Anisi, Pág. 22).

Trabajo asalariado, alienación y explotación

    Es bien sabido, especialmente por la gente de izquierdas, que el trabajo asalariado supone alienación y explotación. Ahora bien, uno pone en duda esta afirmación cuando escucha el tipo de discurso único y postmoderno que realizan los partidos socialdemócratas y sindicatos, así como los artículos, estudios o informes de aquellos profesionales/académicos al servicio de estas organizaciones. Y a uno se le erizan los pelos cuando estos partidos/personajes se asoman al poder burgués parlamentario y desmantelan el Estado del bienestar o los sindicatos firman reformas como la de las pensiones o las del mercado de trabajo, todo en nombre de la defensa del empleo. Por lo tanto, no está de más volver a insistir y recordarles en que consiste el carácter alienante/explotador del mercado de trabajo.

    Por lo que respeta a la alienación, Marcuse señala como "los escritos que Marx produjo entre 1844 y 184630 consideran que la forma de trabajo en la sociedad moderna constituye la total alienación del hombre. Marx sostiene que la división social del trabajo no se lleva a cabo teniendo en cuenta las capacidades de los individuos, ni el interés del conjunto, sino que se realiza enteramente según las leyes de la producción capitalista de las mercancías. Conforme a esta leyes, el producto del trabajo, la mercancía, aquellos materiales que debieran estar al servicio de la vida, llegan a gobernar tanto su contenido como su meta, y la conciencia del hombre se convierte completamente en la víctima de las relaciones de la producción material” (Pág 7).

    De este modo, "la proposición materialista que constituye el punto de partida de la teoría de Marx afirma, en primer lugar, un hecho histórico, que denuncia el carácter materialista del orden social dominante, en el cual una economía no controlada rige por encima de todas las relaciones humanas. Al mismo tiempo, la proposición de Marx es de carácter crítico e implica que la relación dominante entre la conciencia y la existencia social es una relación falsa que debe ser superada antes que la verdadera relación pueda manifestarse” (Pág. 8).

    "Marx explica la alienación del trabajo tal como ejemplificada, primero, por la relación del obrero con el producto de su trabajo y, segundo, por la relación del obrero con su propia actividad. En una sociedad capitalista el obrero produce mercancías. La producción de mercancías en gran escala exige capital, grandes acumulaciones de riqueza usadas exclusivamente para promover la producción de mercancías. Las mercancías son producidas por empresarios privados independientes, con el propósito de venderlas y obtener ganancia. El obrero trabaja para el capitalista, a quien somete, mediante el contrato de salario, el producto de su trabajo. El capital es el poder para disponer de los productos del trabajo. El obrero se convierte en mercancía, que resulta más barata a medida que produce mayor cantidad de mercancías. Cuanto más produce el trabajador, mayor llega a ser el poder del capital y menores los medios del que dispone el obrero para apropiarse de los productos de su propio trabajo. El trabajo, de esta manera, llega a ser víctima de un poder que el mismo ha creado” (Pág. 13).

    "El trabajo separado de su objeto es, en último análisis, una alienación individual respecto de los otros hombres; los individuos son aislados y puestos los unos contra los otros” (Pág.19). "En cuanto desenmascaramos su carácter mistificador, las condiciones económicas se muestran como la negación completa de la humanidad. El modo de trabajo pervierte todas las facultades humanas, la acumulación de la riqueza intensifica la pobreza, y el progreso tecnológico conduce al dominio de la materia muerta sobre el universo humano” (Pág. 25).

    En cuanto a la explotación sólo "el trabajo vivo, la fuerza de trabajo, es el único factor que incrementa el valor del producto por encima del valor de los medios de producción. Este incremento en el valor transforma los productos del trabajo en componentes del capital. El trabajo, por lo tanto, reproduce no solamente su propia explotación sino también el medio para su explotación, a saber, el capital. La producción capitalista en una escala progresiva de incremento equivale al desarrollo, en la misma progresión, de la explotación” (Pág. 82).

    Finalmente, no es ocioso recordar aquí un párrafo, tremendamente vituperado, pero que todavía mantiene vigente su esencia: "la acumulación de capital significa el empobrecimiento cada vez mayor de las masas (Pág. 83). El contraste entre la abundante riqueza y poder de unos pocos y la perpetua pobreza de las masas es cada vez más agudo. El nivel más alto del desarrollo de las fuerzas productivas coincide con la opresión y la miseria en su tope máximo. Las relaciones sociales propuestas por el hombre mismo niegan la posibilidad real de la felicidad universal. La transformación de esta sociedad mediante su negación llega a convertirse en la única posibilidad de liberación” (Pág.87).

Sobre los derechos y obligaciones

Decir que hay "derechos humanos" o "derechos del hombre" en el contexto histórico-espiritual que es el nuestro,
equivale a afirmar que existen derechos fundamentales que el hombre posee por el hecho de ser hombre,
por su propia naturaleza y dignidad; derechos que le son inherentes,y que, lejos de nacer de
una concesión de la sociedad política, han de ser por ésta consagrados y garantizados.
Antonio Truyol y Sierra
    Conviene comenzar precisando que los derechos no son obligaciones. Que ejercer un derecho supone la posibilidad de decir si, no, e incluso de abstenerse. Por ejemplo, ¿como puede existir el derecho al trabajo si el ciudadano no cuenta con la libertad, con los medios económicos para decidir si acepta o rechaza el sistema de trabajo asalariado de la clase capitalista? Sin la posibilidad de abstenerse o decir no, tal derecho no existe. Si las personas que no cuentan con otros medios, con otros recursos para sobrevivir, como no sea la venta de la fuerza de trabajo, habrá que concluir que tales personas no tienen otra alternativa que la obligación de trabajar, de encontrar un empleo asalariado. Con lo que, el derecho al trabajo queda convertido en un deber, en una obligación. Algunas personas confunden frecuentemente esta distinción entre derechos y obligaciones.

    Los laboriosos son uno de los grupos que confunde esta distinción. Hablan de trabajo cuando estamos en un sistema de trabajo asalariado; y hablan de derecho al trabajo cuando en el sistema capitalista sólo existe la obligación de trabajar; otra cosa es que los capitalistas te concedan un empleo. El mismo error comete la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando en su Artículo 23.1 establece que "toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo", sin tener en cuenta que el derecho que proclama no es nada menos que una obligación. Marx matiza bien esta situación del trabajador dentro del capitalismo: "el obrero, en cuanto quiera, pueda dejar al capitalista a quien se ha alquilado, y el capitalista le despide cuando se le antoja, cuando ya no le saca provecho alguno o no le saca el provecho que había calculado. Pero el obrero, cuya única fuente de ingresos es la venta de su fuerza de trabajo, no puede desprenderse de toda la clase de los compradores, es decir, de la clase de los capitalistas sin renunciar a su existencia” (Pág. 28, 1968).

    En este contexto de derechos y obligaciones, es indispensable mencionar el contenido de la Declaración. Es un documento compuesto por 29 artículos dedicados a los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de las personas. Partiendo del hecho de que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos”, así como que nadie ni nada puede hacer ninguna "distinción de raza, color, sexo, lengua, religión, opinión política o cualquier otra de origen nacional o social, de fortuna, de nacimiento, o cualquier otra clase”, enumera los derechos que toda persona tiene a la vida, a la libertad de expresión, asociación, reunión, participación en la gestión pública, pensamiento, conciencia, religión, a la educación , a la salud y la seguridad social, a la propiedad, a casarse, a que se respete su vida privada, domicilio y correspondencia, igualdad ante la ley, a que nadie pueda ser sometido a torturas, asilo político, al trabajo y la protección contra el paro, el descanso y el ocio, etc.

    Para no volver a recordar lo del síndrome del hormiguero, digamos que no deja de ser incoherente el rechazo de los laboriosos a la concesión del derecho ciudadano a una renta básica, cuando en todo este conjunto de derechos humanos enumerados, en ninguno se requiere pasar previamente por el mercado de trabajo para que las personas puedan acogerse a todos ellos.31

    Por último, aclarados los conceptos de derecho y obligación, queremos añadir y destacar que no estamos en contra del derecho al trabajo. Hay que respetar en todo momento la libertad de aquellas personas que desean poner en práctica el derecho a trabajar. Ahora bien, para que tal derecho pueda ejercerse, esta posibilidad ha de separarse precisamente de la obligación a trabajar que imponen las relaciones sociales en el capitalismo. Y una forma de garantizar este derecho al trabajo es la implantación del derecho ciudadano a una renta básica, de manera que cada persona tenga asegurada una cantidad que le permita sobrevivir al margen del mercado de trabajo, único medio para romper con la obligación de trabajar. "Esta posición que presentamos aquí no exige que el derecho al trabajo sea sustituido por un derecho a un ingreso, ni que esas prioridades se desplacen del primero al segundo derecho. Todo lo que exige es que no se dé ningún privilegio especial a una dimensión de la libertad sobre otra, ni que individuos con gustos diferentes sean tratados discriminatoriamente” (Van Parijs, Pág. 158).
 

3) CONCLUSIONES

En una economía mundializada como la actual, donde el dominio del capitalismo es tan total y absoluto,  éste sistema bien podría parafrasear aquel dicho de Luís XIV diciendo: "El  mundo soy yo”.
    Para finalizar este trabajo, dos conclusiones y una propuesta.

    Una. En el capitalismo, cualquier ideología es una imagen invertida de la realidad. La visión que los laboriosos tienen y mantienen sobre la dignidad del trabajo, el empleo asalariado, la socialización de la persona en los procesos productivos, el derecho al trabajo, etc., es una inversión, una idealización de la realidad de las relaciones sociales en el capitalismo. El empeño ideológico que ponen en negar que el trabajador es una mercancía se fundamenta en que tal realidad implicaría para los laboriosos tener que asumir que "los pensamientos de las clases dominantes son, en todas las épocas, los pensamientos dominantes, es decir, que la clase, que es la potencia dominante de la sociedad, es igualmente su potencia espiritual. La clase que tiene a su disposición los medios de producción material dispone igualmente de los medios de producción espiritual. Los pensamientos dominantes no son más que la expresión ideológica de las relaciones materiales dominantes concebidas bajo la forma de pensamiento; por tanto, son las relaciones que hacen de la clase una clase dominante; en consecuencia, son los pensamientos de su dominio” (Marx/Engels, Pág. 50). Es decir, para los laboriosos supondría tener que reconocer que el discurso sobre la laboriosidad forma parte del pensamiento dominante.

    Dos. De igual manera, oponerse a la concesión de la renta básica utilizando como argumentos la dignidad y la función socializadora del trabajo, la relación entre empleo asalariado y el derecho al trabajo, es un rechazo que se apoya:

    Es decir, que el discurso de los laboriosos, en sus versiones religiosa y sindical, no consiste ni va más allá de una toma de posición ideológica conservadora/religiosa que "harían bien en pensársela dos veces”. Incluyendo, claro está, al propio autor de estas dos frases (Riechmann, Pág. 30).

    Sobre la tan gastada argucia de que la RB es una medida que potencia  la haraganería, ¿por qué los laboriosos no tienen en cuenta la observación que hace uno de sus pensadores?: "El perezoso goza en su inacción, pero bien pronto su desidia disminuye sus recursos, y la precisión de atender a sus necesidades le obliga a un exceso de actividad y de trabajo" (Balmes, Pág. 170).

    O la de Kropotkin: "En cuanto a la haraganería de la inmensa mayoría de los trabajadores, los únicos que discursean acerca de ella son los economistas y los filántropos... Habladle de ella a un industrial inteligente y os dirá que si los trabajadores simplemente se propusiesen ser haraganes lo único que quedaría por hacer sería cerrar todas las fábricas; porque ninguna medida de castigo, ningún sistema de espionaje podrían hacer algo contra ella... De modo que cuando se habla de la posible haraganería, hay que tener bien presente que se trata de una minoría, de una ínfima minoría en la sociedad. Antes de legislar contra esa minoría, ¿no sería más urgente conocer el origen de la misma?". Frecuentemente, lo que se comprende mal, mal se corrige” (Págs. 113-114).

    Tampoco está tan claro que las hormigas sean tan laboriosas ni tan insolidarias. Dice el entomólogo Cesare Baroni que, en general, "el 70% del tiempo las hormigas no hacen nada. No sabemos si duermen, pero el hecho es que se pasan la mayor parte de su tiempo sin hacer nada, al menos nada que podamos reconocer”. Esto no anula el hecho de que algunas especies "como las Catagliphys, mueran literalmente de estrés. Es decir que ese 30% de actividad que realizan, básicamente en busca de alimento, lo llevan a cabo tan frenéticamente que las mata”. Con esta afirmación, el investigador italiano desmonta algunos tópicos, como el de la laboriosidad, vigente desde la Biblia y La Fontaine. A su vez, con otro ejemplo, destaca el de la solidaridad; "las obreras ofrecen alimento a sus hermanas. Ese altruismo tiene explicación: al dar energía a una hermana, que tiene tres cuartas partes de material genético idéntico -más que madre e hija, que comparten la mitad- la hormiga está favoreciendo especialmente la continuidad de sus propios rasgos” (Antón, Pág. 37).

    Acabamos estas conclusiones apoyándonos en otro ecologista que, con argumentos diferentes, desmitifica el culto al trabajo. Dice: "hay que dejar de mendigar trabajo en general, pensando ingenuamente que el sistema actual puede ofrecer de verdad situaciones de pleno empleo asalariado... Si pedir al actual sistema pleno empleo asalariado es pedir peras al olmo, será mejor admitirlo y exigir, en consecuencia, la reconversión de los cuantiosos recursos destinados a paliar los efectos del paro y sus secuelas, no sólo hacia el reparto del trabajo asalariado, sino a facilitar medios que permitan a las personas resolver directamente sus problemas de intendencia mediante formas de actividad (individuales, familiares o cooperativas) que escapen a la lógica empresarial capitalista y desengancharse así lo más posible de ese trabajo asalariado que el sistema les escatima” (Naredo, Pág. 71).

    En nuestra propuesta, un mecanismo adecuado para desengancharse consiste en reconocer a cada uno de los ciudadanos el derecho a disponer de una renta básica, una renta de existencia que permita a cada persona decidir antes de pasar por el mercado de trabajo, por que caminos y con que medios buscará unos ingresos por su actividad. Esta es la cuestión de fondo. Que las personas que deseen ejercitar el derecho al trabajo asalariado puedan practicarlo, pero, para ello, se ha de eliminar todo elemento que introduzca exigencia, que todo se convierta en una imposición. Y la condición para conseguir esta situación de poder decidir consiste en el reconocimiento del derecho ciudadano a una renta básica, con el cual se reduce (en el capitalismo) tal dependencia, tal obligación. Para los que reclamamos este derecho ciudadano:

    "Es necesario señalar cual es el obstáculo principal con el que chocan nuestras sociedades: el dogma del pleno empleo a tiempo completo, fijado, codificado, rígido" (Bresson, Pág. 88).
     Que "la renta básica no debe sólamente consagrar la libertad negativa de no trabajar; debe también potenciar la libertad positiva de la iniciativa" (Ferry,  Pág. 96).
    "Hay que aceptar y esperar que (sea) cada persona (quien) consiga encontrar su propia ocupación, encontrar su identidad, posiblemente sin empleo, pero no sin actividad. La renta de existencia es la que proporciona esta libertad, libertad que cada uno aprenderá a utilizar, aprenderá a gestionar su tiempo, toda su vida, libertad que le convertirá en un ser consciente, responsable, solidario, participativo” (Bresson, Pág. 101).
    Y que, finalmente, "la renta básica será a la Europa social lo que el sufragio universal será a la Europa política” (Ferry,Pág. 79).
 

4) APENDICES

Apéndice 1.  Sobre algunas preguntas que me preguntan, y me pregunto

Jorge Riechmann (JR). Leo las objeciones que me hace en su artículo "Sobre el comer, holgar, y liberarse”. Abordaré algunas sólamente, ya que el artículo de Daniel Raventós y Rafael Gisbert Sobre el subsidio universal garantizado: notas para continuar con razones, responde puntualmente a cada una de las objeciones expresadas por JR.

    Una. Me pregunto que quiere decir ser de izquierdas, o izquierdista,  en esa frase de JR que dice: "los puntos que comparto con estos izquierdistas" (Pág. 20).

    Dos. Me pregunto hasta donde existe una moral en el sentido que, cuando JR habla "de las cuestiones morales de fondo” (Págs. 22-24), hemos de entender que la suya es la única moral. Si su particular moral es efectivamente la única moral, ¿hemos de considerar que, cuando y cuantos disentimos de sus opiniones, lo que decimos es inmoral, somos nosotros mismos inmorales, o quizá amorales? Mi posición es la de que existen/coexisten, varias morales, de manera que:     La moral de la sociedad capitalista es la suma o combinación de las dos morales: el trabajo, en abstracto, es digno, aunque a la mitad de la población la tenga  "haraganeando"  porque no necesita de la fuerza de trabajo que potencialmente podría aportar cada una de esas personas. Esta moral es la que permeabiliza el pensamiento único adoptado por lo laboriosos, entre otros colectivos, con la cual defienden la dignidad del trabajo (asalariado), y colaboran para que la gente se aferre a la idea de que trabajar (asalariadamente) es digno, noble y bueno.

    Tres. Me pregunto, pero no tengo respuesta, por qué JR comparte con San Pablo esa idea de que trabajar es digno, a la vez que, como sindicalista, se empeñe como el Apóstol en ponerse de espaldas al poder capitalista que domina el mercado de trabajo. También me pregunto hasta donde está de acuerdo con todas esas expresiones que San Pablo vierte sobre la condición femenina, o el servilismo que proclama que se ha de rendir a los que controlan las estructuras de poder (Véase Anexo 2). ¿Qué valor laico se le puede otorgar a las opiniones de una persona como San Pablo, que denigra la condición de la mujer y exhorta a la servidumbre humana?

José A. Tapia Granados (JATG). Leo los comentarios que me hace en su artículo "Renta Básica, utopía  y posibilismo”. Haré algunas observaciones a lo que él llama discrepancias:

    Para el resto de los aspectos que quedan por comentar de su trabajo, le recomiendo que antes lea mis artículos posteriores: La renta básica: un programa de implantación, Capitalismo, pobreza y el derecho ciudadano a una renta básica, además de La renta básica según San Pablo.

Alfons Barceló (AB). Finalmente, me queda por comentar el contenido del artículo Sobre el subsidio universal garantizado, contenido que me desconcierta, pues me pregunto si el autor es la misma persona que escribió el libro Filosofía de la economía: leyes, teorías y modelos.32  De todas maneras, voy a comentar tres incongruencias del trabajo. Es obvio que las restantes quedan para quién esté interesado en las mismas:

    Una. Queda bien patente el desacuerdo de AB con la propuesta de conceder el derecho ciudadano a percibir una RB; es una actitud positiva que pertenece a las reglas del debate. Lo que resulta incongruente con su saber es que los argumentos que expresan aquellos autores que la defienden los haya catalogado como "consignas de agitación y propaganda” sin más razones que las del tajante  "yo opino"  (Pág. 1). Espero que su forma de enseñar no sea exactamente como su forma de debatir.

    Dos. Si, como opina AB, la Renta Básica "le parece una consigna demagógica y poca seria”, es nuevamente incongruente que considere "interesante realizar un experimento social para ponerla a prueba”. Dice, "se podrían seleccionar un par o tres de pequeños municipios y ensayar la medida durante diez años a fin de ver cómo iban reaccionando las personas afectadas, cómo se alteraban los lazos familiares, el tejido productivo de la zona, el precio de los jornales, etc.” (Pág. 1). En si misma, la propuesta ha de ser o no defendible, independientemente del ámbito geográfico o del volumen de población a la que pretenda beneficiar. No puede ser una consigna demagógica y poco seria a nivel de Estado, y, sin embargo, conceder que es interesante a nivel de municipio. Abundando un poco más en este aspecto, no deja de ser incoherente que, por una parte, encuentre conveniente conocer que puede aportar la propuesta de una Renta Básica a la ciudadanía en un momento ex post, mientras que, por otro, y sin tener idea de sus consecuencias reales, la esté vituperando ex ante. Por lo tanto, ¿no sería más aconsejable comenzar por conocer cual es el potencial real distributivo de esta propuesta y posponer el juicio/prejuicio para cuando disponga de los resultados?

    Tres. Para ser solidarios, para practicar y desarrollar eso que AB llama "potentes lazos de fraternidad, sin erosionar el modélico principio de la ayuda mutua” no hace falta ser, ni hermanos, ni primos. Simplemente se requiere defenderlos desde el argumento de la justicia no contributiva. Referente a este proyecto de justicia, no seré yo quien le recuerde al autor el ingente número de trabajos escritos en defensa de este concepto. Lo que sí me pregunto es por las razones que tiene AB para posicionarse en amparo de una noción tan conservadora como la de justicia meritocrática. Se dice popularmente que  "se han de respetar todas las opiniones" , y así hay que comportarse. Ahora bien, tengo que manifestar que a mí me resulta más agradable y estimulante leer aquellos trabajos plenos de argumentos, como los de su libro, que las aburridas e insulsas opiniones que frecuentemente se emiten, como las de su artículo.

Barcelona, otoño de 1997.
Apéndice 2. Aspectos morales y dogmáticos en San Pablo

    Para entender la autoridad y la personalidad de San Pablo, tanto dogmática como moral, nada mejor que leer directamente sus propios textos. Para ello, hemos seleccionado algunos fragmentos relacionados directamente con los temas que estamos abordando en el artículo: autoridad, esclavitud, trabajo, mujer, etc.

Aspectos morales

    Sobre el respeto a la autoridad

    Sobre la esclavitud y la servidumbre     Sobre la condición femenina     Sobre el trabajo     Sobre las epístolas a los Tesalonicenses

    En la exhortación moral de SP a la santidad, a la caridad y al trabajo de los Tesalonicenses, en lo tocante a la laboriosidad dice:

Aspectos dogmáticos La pobreza según los evangelistas

    San Mateo

    Reflexión: Si todos lo ricos decidiesen conjuntamente vender sus riquezas, ¿quiénes las comprarían? Por otra parte, si las regalasen directamente a los pobres, estos se volverían ricos, con lo cual las intentarían regalar nuevamente para escapar de la imposibilidad de entrar en el reino de los cielos.     San Marcos     San Lucas     San Juan

    San Juan es más preciso en lo del ungüento de Betania e indica que la mujer es María, la hermana de Marta e hijas de Lázaro. Ocurre en casa de este, y el que critica tal derroche es Judas Iscariote. 12, 1-8.

    La frase pobres siempre los tendréis con vosotros es similar a la de los otros evangelistas.

La pobreza según otros apóstoles y evangelios

    Santiago

    El evangelio armenio de la infancia     Ammonio     Valentino
                                                                                             Barcelona, verano de 1997.


Notas:

1. Para un desarrollo del tema, véanse los trabajos de D. Raventós y R. Gisbert, y J. Iglesias Fernández.
2. Por el papel que ejercen manteniendo a las hormigas-obrero integradas, las hormigas-contertulio se han convertido en un instrumento muy útil para el hormiguero capitalista. Se caracterizan por haber renunciado a dar razones y argumentos para dedicarse a opinar. Ni forman, ni informan. Sólo desinforman y hacen de coristas de los poderes fácticos.
3. Este aspecto está ampliamente argumentado en J.M. Ferry. L'allocation universelle, Caps. 6-7.
4. "Lo que es, dice o hace la Iglesia católica nos incumbe en alguna medida a todos, ya que resulta imposible sustraerse a su influjo cultural tras casi dos milenios de predominio absoluto de su espíritu y sus dogmas en el proceso de conformación de mentes, costumbres, valores morales y hasta legislaciones... No sólo tenemos una estructura  mental  católica para ser creyentes sino que también la tenemos para ser ateos” (Rodríguez, Pág. 8).
5. Antes de continuar con la lectura de este epígrafe, conviene recordarle al lector como varios "análisis científicos han demostrado que buena parte de los libros legislativos, históricos, proféticos o poéticos de la Biblia son el producto de un largo proceso de elaboración durante el cual se fueron actualizando documentos antiguos añadiéndoles datos nuevos e interpretaciones diversas en función del talante e intereses de los nuevos autores/recopiladores” (Rodríguez, Pág. 23).
6. Es bien conocido y citado como la palabra trabajar viene del latín, tripaliare, que significa tortura.
7. En el sentido de esfuerzo humano y no de trabajo asalariado, concepto este que implica una relación de alienación y explotación,       característicos del modo de producción capitalista..
8. Según Rodríguez, "el cristianismo en los tiempos de Pablo aún no existía como una religión nueva -eso es diferente del judaísmo-  y, probablemente, Pablo no tuvo la intención de apartarse de los judíos sino que, por el contrario, buscó ampliar el Israel bíblico con el ingreso de los gentiles; pero, en poco tiempo, la dinámica de las comunidades fundadas por él, de la mano de los paganos por él convertidos, desembocó en la aventura de inventar el cristianismo tal como lo conocemos” (Pág. 107).
9. "Seis días trabajarás, pero el séptimo será consagrado a Yavé. No harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu familia, ni tus siervos, ni tu ganado, ni el extranjero que esté dentro de tus puertas” (Cuarto mandamiento del Decálogo). Curiosamente, para Dios lo importante es que se cumplan los preceptos, pasando por alto la relación de servidumbre que practicaba el pueblo elegido: siervos, esclavos, mano de obra  "extranjera" . A J. Riechmann le ocurre lo mismo; en todo su artículo, cuando habla de trabajo, del mercado de trabajo,  no menciona para nada la relación de dominio, alienación/explotación, que conlleva el trabajo asalariado.
10. Como con todo su pensamiento, existe un debate en torno a si hemos de darle más peso al texto o al contexto  en lo relacionado con la aptitud de San Pablo con respecto a la esclavitud.  Un esbozo de esta polémica está enumerada en Eichholz, Págs. 386-392.
 11. Con San Ambrosio y San Jerónimo, San Agustín es uno de los tres Doctores más importantes de la Iglesia Occidental. En San Pablo, no sólo encontró consuelo para su conversión, sino también una base de doctrina para sus reflexiones sobre la filosofía de la historia y la teoría de la salvación: tanto su doctrina de la predestinación y elección, como la de la condenación de los niños no bautizados, es paulina en su origen. (Russell, Cap. IV)
12. Esta afirmación mía no la compartiría E. Miret Magdalena, quién nos habla de un Jesús, político, de un "Jesús que tuvo”, dice, "ideas políticas y las defendió: precisamente las que se derivan de una defensa de determinados derechos humanos básicos, que él propugnó, a pesar de la enemiga que tuvo por parte de los romanos y de las complacientes clases dirigentes judías”. (AA. VV. Pág. 51).
13. En los Documentos Sociales de la Biblioteca de Autores Cristianos, se destaca a la Inmensa pastorum   de Benedicto XIV (20 de Diciembre de 1741) como la primera encíclica relacionada con el tema social. Y posiblemente sea la Rerum novarum  de León XIII (15 de Mayo de 1891) el texto más citado como punto de partida del compromiso pontificio con el mundo del trabajo.
14. Biblioteca de Autores Cristianos. Sagrada Biblia, Epístola a Filemón, Comentario de presentación, Pág. 1310. En ese momento, San Pablo no parecía tener en cuenta el pasaje sobre la "confianza en la Providencia". Aquel que dice: "Mirad los lirios como crecen.... no andéis buscando que comeréis... buscad el reino de Dios y los demás se os dará por añadidura... " Lucas, 12, 22-34
15. Conviene recordar que, para legitimar sus respectivas posiciones, los encarnacionistas apoyan su propuesta de intervención de los cristianos en el mundo en la doctrina social pontificia, mientras que los transcendentalistas encuentran en las sagradas escrituras  las razones doctrinales para la no injerencia.
16. Según Rodríguez, "la mitad de las catorce epístolas de Pablo que se incluyen en el Nuevo Testamento son pseudoepigráficas, es decir, escritas por personas ajenas a Pablo, aunque firmadas con su nombre. Desde el siglo pasado, los eruditos en exégesis bíblica han demostrado la falsedad de la autoría paulina de la epístola A los Hebreos, de las dos A Timoteo, de la de A Tito, de la segunda A los Tesalonicenses y han manifestado muy serias dudas acerca de la supuesta autenticidad de las epístolas A los Colosenses y A los Efesios” (Pág. 96).
17. José María González-Ruiz. El evangelio según San Pablo. Marova, 1977.
18. Citado por Diego Guerrero.
19. En "El subsidio universal garantizado: notas para continuar con razones”, D. Raventós y R. Gisbert responden puntualmente a las objeciones  que nos hace  J. Riechmann. Para evitar repeticiones, y dado que apoyo totalmente los argumentos tan precisos de los primeros autores, no responderé al  artículo de Riechmann sino de forma ocasional.
20. En  mi caso, yo me siento deudor de todos aquellos que han contribuido a enriquecer, entre otras, las corrientes de pensamiento anarquista, socialista y comunista.
21. "On the difference between Society and Community, and Why Basic Income Cannot by Itself Confer Full Membership or Either". Págs. 178-184, Arguing for Basic Income, Trab. cit.  "Trabajar menos para trabajar todos".  HOAC 1994.   Esta parte del trabajo es un resumen de mi articulo "Del reparto del trabajo al reparto de la renta”. mientras tanto, Núm. 61.
22. Jacques Riguadiat. "Du RMI au revenue d’existence”, Pág. 29, alternatives economiques, Núm. 116, abril 1994,
23. Modelo actual de creación de empleo en los Estados Unidos.
24. Conde Volney. Las ruinas de Palmira. Pág. 98. Editorial Petronio, 1970.
25. Véase el Cuadro 1 sobre la utilización de los conceptos relacionados con el Mercado de Trabajo por algunos de los principales economistas.
26. Las frases entrecomilladas de esta parte están extraídas del Capitulo 3 del libro de D. Anisi, excelente representante de esta forma de pensar.
27. Este epígrafe está tomado de mi artículo "Y si no hay trabajo, ¿qué?”. ESK-CUIS, 1996.
28. Para un desarrollo de estos conceptos véase José Iglesias Fernández, "Capitalismo, marginación, pobreza", en La reestructuración del capitalismo en España 1970-1990, Miren Etxezarreta (Coord), FUHEM-Icaria 1991.
29. Al mercado de trabajo, la población no propietaria entra y sale como una mercancía; alienación. Durante ese tiempo, produce para el capital más valor del que necesita para mantenerse y reproducirse; explotación. Ver epígrafe siguiente.
30. Particularmente los Manuscritos: economía y filosofía, y la  Contribución a la Crítica de la Economía Política.
31. Otros dos documentos históricos anteriores, como la Bill of Rights de 1689 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1798, tampoco exigen que los derechos que en ellos se mencionan estén sujetos a un paso previo por el mercado de trabajo.
32. Alfons Barceló. Viento Sur, Pág. 107-112. Diciembre de 1995 y Fuhem-Icaria 1992 respectivamente.



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