La cultura de las rentas básicas. Historia de un concepto
José Iglesias Fernández


Precursores: términos, conceptos, justificación, financiación, etc.

Los peligros que amenazan a nuestra civilización no provienen de la debilidad de las fuentes de producción.
De lo que padece y ha de morir, si no se remedia, es de la distribución injusta. Henry George

Génesis. (Isaías y San Pablo) De los libros Génesis, Isaías y las cartas de San Pablo. La Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1957.

 

biblia    Aún conociendo extraordinariamente el contenido del Antiguo Testamento,[1] a San Pablo se le pasó por alto la idea de que, en el plan original que Dios diseña para la vida y la convivencia de las personas en el jardín del Edén, el hecho de trabajar no figuraba. Deducimos que el trabajar no podía estar en el citado plan, al menos, por dos razones:

    Toda esta explicación religiosa de como fueron concebidos los seres humanos y esa parte de la tierra que se convierte en cuna de las primeras experiencias sociales de la persona, indica que los hombres y las mujeres que habitaron durante esa primera época en el jardín Edén podían disfrutar de todos sus bienes sin esfuerzo, sin tener que trabajar en el sentido de que fuese una tortura. Pudiera decirse que la sobre vivencia humana en el paraíso, todo ese primer plan original de Dios para las personas, estaba concebido, proyectado y garantizado como si se tratase de una renta básica en su versión de modelo débil.

    Pero es cuando los habitantes del paraíso caen en la tentación de transgredir el mandato de Dios, “de todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres ciertamente morirás”, cuando van a perder el bienestar que suponía vivir sin tortura, sobrevivir sin la necesidad de tener que trabajar. Es la trasgresión del plan original de Dios lo que da lugar al pecado original, y con él, a la expulsión de las personas del jardín de Edén. De esta forma, la salida del paraíso se convierte en un castigo para sus habitantes, con la pérdida de aquella RB. A partir de ese momento, Dios condena a las mujeres al dolor del parto, y a los hombres a sudar el pan que han de comer todos, los unos y los otros. Siguiendo con el Génesis:

     Sin pretenderlo, pero adecuadamente, Balmes resume esta nueva situación del ser humano cuando dice que “el hombre ama las riquezas, la gloria, los placeres, pero también ama mucho el no hacer nada; esto es para él un verdadero goce, al que sacrifica a menudo su reputación y  bienestar. Dios conocía bien la naturaleza humana, cuando la castigó con el trabajo; el comer el pan con el sudor de su rostro es para el hombre una pena continua, y frecuentemente muy dura”[4]. También San Agustín asegura en su teoría de la salvación que el hombre ejercía su voluntad libremente antes de la Caída, de forma que podía haberse abstenido tranquilamente de pecar, de transgredir el mandato divino.

    Es decir, lo que se desprende de estos hechos es que el ser humano, en un momento histórico, decide preferir optar libremente por la trasgresión del plan original bíblico a cambio de perder la renta básica que disponía en el paraíso terrenal. Por tanto, a nadie debe sorprender que los laboriosos religiosos resientan y se opongan a la propuesta de devolver a los hombres y mujeres el derecho a esa renta básica. Aceptar esta concesión supondría para sus creencias el absolver a la humanidad del castigo bíblico impuesto por el propio Yahvé Dios.[5]

Isaias    Isaías pone más el acento en la esperanza que en el castigo, en la idea de que los seres humanos recuperarán el paraíso del Génesis, gracias a la misericordia de Dios. El hombre, los hombres, al menos los del pueblo escogido, volverán a gozar de la presencia de Yahvé cuando Dios vuelva a convertir el Edén en el lugar donde se “juzgará en justicia al pobre y en equidad a los humildes de la tierra... el tirano y el impío serán juzgados por decreto... [Será un mundo de paz] donde el lobo habitará con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará... No habrá más daño ni destrucción en todo mi monte santo, porque estará llena la tierra del conocimiento de Yaveh, como llenas las aguas del mar”.

pablo    Si Isaías abre la puerta de la esperanza a un mundo con RB, San Pablo la cierra de golpe. Es bien conocida, y mucho más repetida por los defensores del trabajo compulsivo, la exhortación que hace a los Tesalonicenses para que persistan en la actividad laboriosa: “En nombre de nuestro Señor Jesucristo, os mandamos apartaros de todo hermano que vive desordenadamente y no sigue las enseñanzas que de nosotros habéis recibido. Sabéis bien como debéis imitarnos, pues no hemos vivido entre vosotros en ociosidad ni de balde comimos el pan de nadie, sino que con afán y con fatiga trabajamos día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros. Y no porque no tuviéramos derecho, sino por que queríamos daros un ejemplo que imitar. Y mientras estuvimos entre vosotros, os advertíamos que el que no quiere trabajar que no coma.[6] Porque hemos oído que algunos viven entre vosotros en la ociosidad, sin hacer nada, sólo ocupados en curiosearlo todo. A estos tales les ordenamos y rogamos por amor del Señor Jesucristo que, trabajando sosegadamente, coman su pan. En cuanto a vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.. Y si alguno no obedece este mandato nuestro que por la epístola os damos, a ese, señaladle y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no por eso le miréis como enemigo, antes corregidle como hermano”. (Tesalonicenses II. 3, 6-15).

    San Pablo es el Apóstol por excelencia que va a establecer y difundir las bases de la moral cristiana.[7] De aquí que tracemos la influencia que sus enseñanzas doctrinales van a tener en la moral occidental y, especialmente, en condicionar esa actitud tan extendida de considerar el trabajo asalariado como una actividad que dignifica a las personas. Manteniéndose fiel a la condena de Yavé Dios, San Pablo denostará la condición femenina y dignificará el trabajo como base de la expiación del pecado original. Lo que da pié a que, entre los oponentes a la concesión de la RB, haya quién le cite textualmente para defender esta oposición. (Riechmann, Pág. 31)

    Para San Pablo, sólo Dios es justo, pues es el que otorga justicia, e injustos los hombres, por estar sujetos al pecado original. Desde el momento de la expulsión del Edén por Yavé Dios, los hombres [gentiles y judíos] quedaron fuera del camino de la justicia; solamente alcanzarán la situación de justos cuando cumplan con la Ley de Dios: La justicia es una relación entre Dios y el hombre; la caridad es una relación que se da sólo entre los hombres. El hombre únicamente se podrá salvar por la fe en Jesucristo.

    La justicia social nunca entró a formar parte de su credo doctrinario, de su moral judeocristiana; si la justicia era divina, no podía ser social. Esto no quiere decir que se puso de espaldas a la realidad social en la que vivía, sino a que consideraba el trabajo como un elemento de redención contra el pecado humano. Las relaciones de esclavitud y servidumbre que se manifestaban en las Escrituras y durante su tiempo de vida, aparecían reconocidas en los preceptos que Dios entregó a Moisés.[8] Más bien se puede decir que incluso tomaba partido, pues el Apóstol jamás se olvidaba en sus epístolas de recordar y encarecer a sus comunidades la obediencia que debían a las autoridades públicas, así como el espíritu de sumisión que los siervos habían de manifestar a sus amos:

     No parece que San Pablo se haya cuestionado las consecuencias que tiene la esclavitud[9] para el ser humano, especialmente cuando el yugo de la servidumbre supone una relación de sometimiento entre personas creadas “a imagen suya, a imagen de Dios”. Para el apóstol de los gentiles son más peligrosos los falsos doctores que los propios ricos. Con los primeros es beligerante e intransigente, mientras que con los segundos es tolerante y comprensivo. Comparemos como define a uno y otro grupo:

     No sólo es imposible que a San Pablo se le ocurriese pensar en una RB, lo grave es que, a lo largo de los siglos, condicionó la mente de muchos pensadores a considerar que, cualquier derecho que propusiese liberar al ser humano del trabajo asalariado, era muy negativo.

Platón (nacido por el 427-347 a.C.). The Republic. Penguin Books. England 1968. Michael B. Foster. “Plato to Machiavelli”. Masters of Political Thought. Vol. I, Harrap & Co. Ltd. London 1963.

platon    Términos: mechanical arts and fire as the means of life; justice and reverence to all

    Términos en castellano: artes mecánicas y el fuego como medios de vida; justicia y reverencia para todos

    Justificación: “La Justicia es, para Platón, a la vez  una  parte de la virtud humana y el ligamen entre las personas y el estado”. La misma cualidad  hace que el ser humano sea bueno y social. Esta identificación es el principio de partida y fundamental de la filosofía política de Platón... (p.45)

    Esto queda ilustrado en un mito que Platón pone en la boca de Pitágoras, el sofista:

    “Érase una vez una época en la que únicamente había dioses, no existían las criaturas mortales. Pero cuando llegó el tiempo en que dichas criaturas también debieron ser creadas, los dioses las formaron a partir de tierra, de fuego y de las diversas mezclas que de ambos elementos había en el interior de la tierra; y cuando estuvieron a punto de llevar dichas criaturas a la luz del día, ordenaron que Prometeo y Epimeteo las equiparan, y que les distribuyeran separadamente sus propias habilidades y poderes”.

    Epimeteo le dijo a Prometeo: “Déjame distribuir y tú inspeccionas”. La propuesta fue aceptada, y Epimeteo distribuyó. Hubo algunos seres a los que dió fuerza sin ligereza, mientras que equipó a los más débiles con destreza; algunos fueron armados y otros no; y legó a los últimos otros medios de supervivencia, haciendo a algunos grandes, siendo el tamaño su protección, y a otros pequeños, cuya naturaleza les permitiría volar en el aire o amadrigarse en la tierra; esa sería su vía de escape. Así los compensó, con el objetivo de evitar la extinción de ninguna raza. Y cuando los hubo proveído para prevenir la destrucción entre ellos, maquinó el modo de protegerlos contra las estaciones del cielo; vistiéndolos con pelo tupido y piel gruesa, suficiente como para defenderlos del frío invierno y capaces de resistir el calor estival, de forma que pudieran tener un lecho propio cuando quisieran reposar; también los surtió con  pezuñas y pelo, y piel dura y callosa bajo sus pies. Entonces les proporcionó un surtido de alimentos: hierbas del suelo a unos, a otros frutas de los árboles, y a otros raíces, y a otros de nuevo les dió otros animales como alimento.Y dispuso que algunos tuvieran pocos descendientes, en cambio sus víctimas eran muy prolíficas; y así es como las razas serían preservadas.

    Así hizo Epimeteo, quien, no siendo muy inteligente, olvidó que había distribuido entre los animales irracionales todas las cualidades que tenía para repartir, y cuando llegó al hombre, que estaba todavía desproveído, quedó terriblemente perplejo. Mientras duraba su confusión, Prometeo apareció para inspeccionar la distribución, y opinó que el resto de animales estaban proveídos convenientemente, pero que únicamente el hombre iba desnudo y descalzo, y no tenía ni lecho ni medios de defensa. La hora convenida se aproximaba, en la que el hombre debiera salir a la luz del día; y Prometeo, no sabiendo qué tramar para su protección, robó las artes mecánicas de Hefaesto y Atenas, y con ellas el fuego (no hubieran podido ser adquiridas ni usadas sin el fuego), y se las concedió al hombre. Así el hombre tendría la sabiduría necesaria para el mantenimiento de su vida, pero carecía de buen criterio político; ya que éste se encontraba bajo el influjo de Zeus, y el poder de Prometeo no le permitía penetrar en la ciudadela del cielo, donde Zeus residía, el cual tenía además unos centinelas terribles; pero entró a hurtadilas al taller común de Hefaesto y Atenas, donde solían practicar sus artes preferidas, y se llevó el arte de Hefaesto de forjar el hierro, y también el arte de Atenas, y se los concedió al hombre. Y de esta forma el hombre fue surtido con los medios de vida. Pero se dice que luego Prometeo fue perseguido por hurto, a causa de la pifia de Epimeteo.

    Ahora el hombre, teniendo una parte de los atributos divinos, era el único animal que podría tener algún dios, puesto que era de su misma naturaleza; y al que le dedicaría altares e imágenes. No tardó mucho tiempo en inventar palabras y nombres; y también construyó casas y vestimentas y zapatos y camas, y se proveyó de sustento de la tierra. Provistos de esta forma, los hombres vivieron en un principio dispersos, y no había ciudades.[10] Pero la consecuencia fue que fueron atacados por las bestias salvajes, ya que eran absolutamente débiles  a su lado, y sus habilidades sólo bastaban para proporcionarles los medios de vida, y no les permitían llevar a cabo la guerra, y sus habilidades sólo bastaban para proporcionarles los medios de vida, y no les permitían llevar a cabo enfrentamientos con los animales: hasta ese momento, tenían comida, pero no el arte de gobernar, del cual formaba parte el arte de la guerra. Un tiempo después, el deseo de auto-preservación los agrupó en ciudades; pero una vez que estuvieron juntos, sin artes de gobierno, se trataban mal los unos a los otros, así que estuvieron de nuevo en proceso de dispersión y de destrucción. Zeus temió que la raza en su totalidad fuera exterminada, y les envió a Hermes, que estableció el  respeto y la justícia como  principios de reglamento en las ciudades y como lazos de unión y de concilación. Hermes perguntó a Zeus cómo debería impartir justícia y el respeto entre los hombres: “¿Debería distribuirlas como se distribuyen las artes, o sea, a únicamente unos pocos hombres, una persona hábil que supiera suficiente de medicina o cualquier otro arte por cada muchos individuos que ignoraran ese arte? ¿Debe ser este el modo en que yo distribuya la justícia y el respeto entre los hombres, o debo darselas a todos?” “A todos”, dijo Zeus; “A mi me gustaría que todos tuvieran una parte, ya que las ciudades no pueden existir, si sólo unos cuantos tienen estas virtudes, igual que pasa en las artes. Y además, haz una ley por dictamen mío, que diga que quien no sea reverente o justo debe ser asesinado, puesto que es una plaga para el estado”. (pp. 44-45)

Anaximadro de Mileto (cerca del 590 a.C.)

anaximandro

1) En Giorgio de Santillana. The origins of scientific thought. A Mentor Book. New York 1961

    Según De Santillana, “los Jónicos no intentaban proponer un sistema científico, dado que a ninguno de ellos alguien les había explicado lo que era o debía ser la ciencia. Lo que afirmaban era que existía un orden de las cosas, que este orden era el de la justicia y la reciprocidad, en el mismo sentido que operaba entre las personas, y que nadie mejor que estas para entender y aplicarlo a la naturaleza… La frase única que se preserva de Anaximandro de Mileto, que incluimos abajo, y que podemos considerarla como el primer libro griego sobre la ciencia, dice”:

    Aquello, del cual todas las [personas] y cosas tienen su origen, es a su vez la causa de su finitud, y cada una de ellas ha de pagar un atonement, una contribución a cada una de las otras para compensar las injusticias mutuas que van apareciendo con el paso del tiempo.” (pp. 21-22)

2) En Bertrand Russell. History of Western Philosophy. Allen & Unwin Books. London 1965

    “La metafísica de Heráclito, como la de Anaximandro, está dominada por la concepción de una justicia cósmica, que previene la tensión entre opuestos y el que acabe predominando totalmente el uno sobre el otro”.[11] (p. 62. B.R.) La frase que cita B. Russell es:

     Into that from which things take their rise they pass away once more, as is ordained; for their make reparation and satisfaction to one another for their injustice according to the appointed time. (p. 130)

3) En Ramón Valls Plana. La Dialéctica: un debate histórico. Montesinos Divulgación Temática. Barcelona 1981

    “La frase esboza dos movimientos. Uno, el ciclo nacimiento-muerte, como movimiento de generación y corrupción. Surgen las cosas desde lo indeterminado (ápeiron) como matriz universal a la que regresan. El otro movimiento es el de la retribución o justo pago entre las cosas determinadas. Ambos movimientos no se relacionan de manera explícita en el texto, pero se sugiere que el primero se lleva a cabo mediante el segundo. En otras palabras, la acción mutua entre las cosas es la ejecutora de una necesidad superior, la del nacer y el perecer desde el fondo indeterminado de la naturaleza y hacia él. Ambos movimientos, por otra parte, se describen con palabras tomadas de la vida ciudadana, ley u obligación, pago de deudas o de culpas, como si las primeras palabras de que se dispone para hablar de la naturaleza sean precisamente términos tomados de la vida ciudadana. Una vida ordenada por un código o ley y unos valores que deben prevalecer”. (pp. 13-14) R. Valls traduce la famosa frase así:

    De allí mismo de donde las cosas brotan, allí encuentran también su destrucción, conforme a la ley. Pues ellas se pagan mutuamente expiación y penitencia por su injusticia, conforme a la ordenación del tiempo.

Protágoras (nacido por el 490-480; muerto por el 420-411 a.C.). T.A. Sinclair. A History of Greek Political Thought. Routledge & Keegan London 1951.

    protagoras                                              Términos: decency (regard for others) and right

    Término en castellano: decencia (miramientos hacia los demás) y derecho

    Justificación: “Pitágoras no ha dejado ningún escrito que haya perdurado. La bondad política se basa en la bondad moral, y este descubrimiento fue uno de los pilares sobre los que Platón edificó su República. Por supuesto que tuvo numerosos principios que le guiaban, algunos de los cuales se evidenciaron en la elaboración de la constitución de Atenas en tiempos de Pericles. Por lo tanto, si Platón  elaboró  una constitución ideal, debemos estar seguros de que tenía en mente tres cosas, siendo las tres de extrema importancia:

1. Todas las personas son iguales ante la ley, y responsables de sus actos

                2. Las personas mejor dotadas y entrenadas son más útiles que las demás y merecen honor y promoción consecuentemente.

                3. Aquello que sea socialmente beneficioso es éticamente sano (p.60)

 Pero es bueno recordar que el trabajo de Platón es una dramática reconstrucción, casi una obra histórica, tan hábilmente escrita, que es fácil que nos engañemos a nosotros mismos y creamos que estamos leyendo un narración vivida al pie de la letra (verbatim).  Sin embargo no nos hace falta esta descripción para negar la evidencia; podemos como mínimo tener suficiente confianza en que el mito que cuenta Platón fue tomado del trabajo de Protágoras en la condición original de la humanidad”. (p.55)

"Protágoras no fue el primero que consideró el Hombre como el centro del cosmos,[12] pero inició una nueva línea de pensamiento al intentar solucionar algunos problemas de la teoría política a la luz de los orígenes de la realidad política... [Primeramente, dijo que] ‘sobre los dioses no puedo decir que existan o que no existan, dado que hay muchos obstáculos para alcanzar dicho conocimiento, en parte por la falta de certidumbre y, en parte, por la brevedad de la vida humana... [En segundo lugar], el Hombre es la medida de todas las cosas... [En tercer lugar], cada hombre tiene una parte de justicia y unas habilidades generales como ciudadano... (pp. 56-57)

“Tomando como base al mito de Prometeo, él lo adapta y lo expande libremente. Se percata de la condición miserable del hombre primitivo y las marcas sucesivas de civilización –religión, lenguaje, agricultura, elaboración del tejido, construcción, y los diversos medios que hacían la vida del hombre más tolerable. Pero el peligro representado por los animales salvajes proseguía, y no podía ser superado más que mediante la cooperación y la ayuda mutua; y todas las artes que el hombre había adquirido hasta entonces  no incluían  el ‘arte político’. Por tanto, los humanos no ‘jugaron limpio’ y el primer experimento de convivencia en ciudades fracasó.  Para salvar a la humanidad del exterminio, Zeus envió a Hermes para dotar a los hombres de decencia y justicia. De ello inferimos que, el entrenamiento en las artes políticas, sólo puede ser dado cuando las cualidades morales necesarias están presentes. Y esas dos cualidades, aprendemos a continuación, inducen a la paz en las ciudades y unen a los ciudadanos con lazos de amistad, pero no hacen de sí mismos una cura para la decencia y la justicia. Para ello la educación y el entrenamiento son esenciales. El mito incluye lo siguiente: ‘Hermes le pregunta entonces a Zeus de qué forma debe distribuir la justicia y la decencia entre los hombres, si debe seguir el mismo plan que en la distribución de las habilidades, es decir, una persona hábil en medicina que preste servicio a un cierto número de personas que ignoran dichos conocimientos, y de igual modo con las otras artes. ¿Debe poner la justicia y el derecho en el mundo de este modo o debe otorgarlos a toda la humanidad?’ ‘A toda la humanidad’, respondió Zeus, ‘todos ellos deben tener una parte. Si únicamente unos pocos las poseyeran, como pasa con las artes profesionales, no habría ciudades. Y establécelo como una ley dictada por mí, y que cualquiera que sea incapaz de regirse con justicia y decencia sea asesinado como si fuese una peste nacional’”. (pp. 58-59)

Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C.). Cayo Suetonio  (120 d.C.). Los doce césares. Sarpe. Madrid 1985.

augusto    Término: congiario.[13]

    Justificación: En cuantas ocasiones se presentaron dio testimonio a todos los órdenes de su liberalidad. Conducido a Roma por orden suyo el Tesoro real de Alejandría, derramó tal abundancia de numerario, que al punto bajó el interés del dinero y subió el precio de las tierras; más adelante, cuando el Tesoro público se vio aumentado con la confiscación de los bienes de los condenados, prestó gratuitamente, y por tiempo determinado, a los que podían responder por doble de su cantidad. Elevó el censo exigido para los senadores de ochocientos mil sestercios a un millón doscientos mil, completándolo, sin embargo, a aquellos que no lo poseían. Dio al pueblo frecuentes congiarios, pero sin que fuese siempre igual la cantidad; unas veces eran cuatrocientos sestercios por persona; otras trescientos, y algunas doscientos o solamente cincuenta. De estas liberalidades no excluía ni a los niños  de corta edad, aunque se acostumbrara no incluirlos en ellas hasta la edad de once años. En épocas de escasez se le vio también distribuir raciones de trigo, frecuentemente a precio muy bajo., y duplicar al mismo tiempo la distribución de dinero.

    “Lo que demuestra, sin embargo, que buscaba exclusivamente por este medio el bienestar del pueblo y no su favor, es que habiéndose suscitado quejas cierto día acerca del alto precio del vino, reprimió los gritos y dijo indignado: que al establecer su yerno Agripa muchos acueductos, había atendido suficientemente a que nadie tuviese sed. Otro día, habiendo recordado el pueblo la promesa que había hecho de un congiario, contestó que debían confiar en su palabra; pero como reclamase en otra ocasión la multitud algo que él no había prometido, censuróle en un edicto su bajeza y desvergüenza y declaró que no daría nada., aunque hubiese tenido antes intención de hacerlo. No mostró menor firmeza cuando, observando después del anuncio de un congiario que un gran número de libertos se habían hecho inscribir entre los ciudadanos, se negó a aceptarlos en una distribución que no se les había prometido, para que pudiese bastar la cantidad destinada a este uso. Una extraordinaria escasez obligóle, en cierta época, a echar de Roma a todos los esclavos en venta, a todos los gladiadores, a todos los extranjeros, exceptuando los médicos y los profesores, y hasta una parte de los esclavos en servicio. Cuando al fin tornó la abundancia. Concibió, según el mismo confiesa, el osado proyecto de abolir para siempre las distribuciones de trigo, porque la esperanza de tales distribuciones hacía descuidar el cultivo de las tierras. Renunció a su idea, convencido de que no dejarías sus sucesores de restablecer este uso con miras ambiciosas; pero desde entonces moderó el exceso, aunque conciliando el interés del pueblo con el de los cultivadores y negociantes”.(pp. 84-85)

    Otros cesares, especialmente al principio de sus reinados, buscarán el favor de la gente mediante la aplicación de los congiarios. Se dice que Nerón Claudio (37 d.C.- 68 d.C.) quiso governar de acuerdo con los principios de Augusto (dulzura y clemencia): para ello “abolió o disminuyó los impuestos demasiado onerosos… Hizo distribuir al pueblo cuatrocientos sestercios por persona. Aseguró a los senadores de elevada alcurnia, pero carentes de bienes, una renta anual… Estableció distribuciones de trigo mensuales y gratuitas para las cohortes pretorianas. El día en que fue a tomar la toga al Foro distribuyó el congiario al pueblo y el donativo a los soldados… [A su vez, aprovechaba cualquier fiesta para] distribuir al pueblo provisiones y regalos de toda clase: pájaros por millares, manjares con profusión, trajes, bonos pagaderos en trigo… De forma esporádica, Tito Flavio Domiciano (9 d.C. – 96 d.C.) también distribuiría congiarios entre la población, siempre aprovechando el motivo de una fiesta, celebración o victoria militar.

    Pero, como es habitual en esta clase de personajes, la benevolencia no durará mucho tiempo. Una vez consolidados en el poder, el absolutismo ilustrado de los césares comenzará realmente a mostrar su poder autoritario, y todo lo que al principio eran dádivas se convertirá en tiranía, avaricia, petulancia, opresión.

1516.  Thomas Moro (1478-1535). Utopía. Editorial Tecnos. Madrid 1987.

    moro                                                            Justificación.

    De la propiedad privada

    “Aunque la verdad, mi querido Moro (por decir lo que realmente pienso), me parece que dondequiera las posesiones son privadas, donde todos miden todas las cosas con el dinero, ahí apenas sí podrá lograrse que con una república marchen las cosas justa o prósperamente. (p. 42)

    “Porque si cada cual, en virtud de unos títulos reconocidos, acapara para sí todo lo que puede cualquiera sea la provisión existente, los pocos que se la reparten entera entre sí dejan en la inopia a los demás; y ocurre precisamente que los segundos se merecen mucho más la suerte de los primeros, puestos que son rapaces, deshonestos e inútiles; los otros, por el contrario, hombres modestos, sencillos y, por su trabajo cotidiano, más rentables para la república y para sí mismos. ¡Tan firmemente estoy persuadido de que si no se suprime de raíz la propiedad  no se pueden distribuir los bienes según criterio ecuánime y justo o disponer provechosamente los asuntos de los mortales! Sino que, si subsiste, subsistirá para la parte mayor y mejor con mucho de los hombres la ansiosa e ineluctable pesadumbre de la indigencia y de los infortunios. Así como confieso que esta pesadumbre puede aliviarse un tanto, sostengo que no puede suprimirse del todo. Vale decir, si se estatuyese que nadie tenga por encima de una determinada extensión de campo y que la cuantía de sus riquezas le esté a cada uno definida por la ley; si estuviera caucionado por algunas leyes que el príncipe no fuera arrogante; a todo esto que no se codicien las magistraturas ni se pongan en venta o se haga necesario  realizar dispendios en ellas, de otra suerte se presta la ocasión para resarcirse del dinero mediante el fraude y las rapiñas, y se crea la necesidad de dar ventaja a los ricos para estos cargos, los cuales mejor estuvieran administrados por hombres prudentes. (p. 43)

    Del tiempo de trabajo

    “Los utopienses no son bestias de carga. Estos dividen el día en veinticuatro horas iguales, destinan al trabajo seis horas no más: tres antes del mediodía, a continuación de las cuales tienen la comida; después y una vez que han reposado durante dos horas, dedicadas de nuevo tres horas al trabajo, concluyen con la cena. Contando la primera hora a partir del mediodía, van a acostarse a las ocho. Al sueño se reservan ocho horas. Lo que media entre las horas de trabajo y de sueño y de comida se deja al arbitrio de cada uno, no para que lo disipe en la molicie y la pigricia sino para que, libre de su oficio, lo invierta buenamente según su deseo en alguna ocupación”: letras, música, conversación, etc.

    “Aquí, empero, es preciso analizar más de cerca un extremo, para que no os llevéis a engaño. Porque es posible que pienses que, al trabajar únicamente seis horas, se seguirá alguna escasez de las cosas necesarias.[14] Lo que está tan lejos de ocurrir que ese tiempo no sólo es suficiente sino que sobra incluso para producir en abundancia cuanto se requiere así para el sustento necesario de la vida como para su comodidad. Esto lo veréis vosotros también si reparáis en la parte tan grande que la población, en otros países, pasa la vida inactiva. Lo primero, casi todas las mujeres, la mitad de la suma total; o, si en alguna parte las mujeres se dan al trabajo, son los hombres allí por lo general los que, en vez de ellas, roncan el día entero. Ítem más: de los que dicen sacerdotes y religiosos, ¡qué turba tan grande y tan ociosa! Añade los ricos todos, máxime los señores de los predios a los que vulgarmente llaman generosos nobles, entre los que has de incluir a su famulicio, esa jarcia, se entiende, de pelafustanes embroquelados. Agrega, finalmente, a los mendigos, robustos y sanos que pretextan una enfermedad cualquiera para su pereza… Toma razón ahora de qué pocos entre ellos desempeñan oficios necesarios, pues donde todo lo medimos con el dinero es necesario ejercer muchas artes fútiles y superfluas por completo, al servicio no más del lujo y de la sensualidad”. (pp59-60)

    De la distribución

    “Toda la ciudad esta divida en cuatro partes iguales. En el centro de cada una hay un mercado para todo. Se depositan allí, en casas especiales, los productos de cada familia, y se reparte cada especie por separado en almacenes. A ellos acude el padre de familias a buscar lo que él y los suyos necesitan, y sin dinero, sin ninguna compensación en absoluto, retira lo que buscare. ¿Por qué se le negará lo que sea, si sobra de todo y no reina temor ninguno de que alguien quiera recabar más de lo que es preciso? Pues, ¿por qué razón pensar que pedirá cosas innecesarias quien tiene por cierto que nunca le ha de faltar nada? Efectivamente, lo que vuelve ávido y rapaz es, en el reino todo de los vivientes, el temor de hallarse privado, o, en el hombre, la sola soberbia que tiene a gloria el sobrepujar a los demás en la ostentación de lo superfluo, tipo éste de vicio que no tiene absolutamente ninguna cabida en las instituciones de los utopienses”. (p.65)

    “En el campo, por el contrario, al estar más separados entre sí, comen todos cada uno en su casa, ya que a ninguna familia le falta nada para el sustento, como que de ellos proviene cuanto se come en la ciudad”. (p. 69)

    De la república utopiense

    “Os he descrito lo más verazmente que he sabido la estructura de la república, a la que yo con toda seguridad considero no sólo la mejor sino la única que por propio derecho puede recabar para sí el nombre de república. Porque en otros sitios, los que hablan por doquier del beneficio público se cuidan del privado; aquí, donde nada hay privado, llevan en serio la gestión pública. Con razón, por cierto, en uno y otro caso. En efecto, en otros sitios ¿quién desconoce que, si no provee privadamente de algo para sí perecerá de hambre, por muy floreciente que esté la república?; y por eso es la necesidad lo que induce a creer que ha de ocuparse de sí que del pueblo, esto es, de los otros. Aquí, por lo contrario, donde todo es de todos, ninguno duda que a nadie le ha de faltar nada privado (con tal que se atienda a que los graneros públicos estén llenos). Pues ni es cicatera la distribución de los bienes ni nadie es allí indigente o mendigo; no teniendo ninguno nada, son todos, sin embargo, ricos. Pues, ¿qué cosa puede haber más rica que, eliminada absolutamente toda preocupación, vivir con ánimo alegre y tranquilo, no medroso de su sustento, no vejado por las súplicas lastimeras de la mujer, no temiendo la pobreza para el hijo, no ansioso por la dote de la hija, sino estar seguro del sustento y la felicidad propios y de todos los suyos, de la esposa, de los hijos, de los nietos, de los bisnietos, de los tataranietos, y de toda esa larga serie de descendientes que se prometen los generosos? Y ¿qué decir de que se mira lo mismo por los que, incapacitados actualmente, han trabajado antaño que por los que trabajan actualmente?”.(pp. 128-129)

    “Por eso, cuando contemplo y medito sobre todas esas repúblicas que hoy florecen por ahí, no se me ofrece otra cosa, séame Dios propicio, que una cierta conspiración de los ricos que tratan de sus intereses bajo el nombre y título de república. Y discurren e inventan todos los modos y artes para, en primer lugar, retener sin miedo de perderlo lo que acumularon con malas artes; después de esto, para adquirirlo con el trabajo y fatigas de todos los pobres por el mínimo precio; y para abusar de ellos. Estas maquinaciones que los ricos han decretado que se observen en nombre del pueblo, esto es, también de los pobres, se hacen ya leyes”. (pp. 128-129)

    Del dinero y la avaricia

    “Y ¿qué decir de que los ricos arañan todos los días algo de la ración diaria de los pobres no sólo mediante fraude privado sino también mediante leyes públicas?”. (p. 130)

    “Sin embargo, estos hombres pervertidísimos, después de haberse repartido entre sí todo lo que hubiera alcanzado para todos, ¡qué lejos están de la felicidad de la república de los utopienses!  De la cual, al extirpar enteramente, junto con su uso, toda codicia por el dinero, ¡qué montón tan grande de molestias se ha cercenado!, ¡qué cosecha tan grande de crímenes se ha arrancado de raíz! Pues, ¿quién no sabe que los fraudes, los robos, la rapiña, las riñas, los tumultos, las disensiones, las sediciones, las muertes, las traiciones, los envenenamientos, refrendados más que refrenados por los suplicios diarios, expirarían al mismo tiempo que se acabase con el dinero? Con ellos perecerían, en el mismo instante que el dinero, el miedo, la preocupación, los cuidados, las fatigas, las vigilias. Más aún, la pobreza misma, única que parece necesitar de los dineros, decrecería ella también el punto si se aboliese el dinero de todo en todo.

    Para hacer esto más claro suponte un año estéril e infecundo en el que el hambre haya quitado de en medio a muchos miles de hombres. Sostengo abiertamente que, registrados al final de esta penuria los graneros de los ricos, se hubiera podido encontrar una cantidad de frutos tan grande que, de ser distribuida entre los que se llevó la escualidez y la enfermedad, nadie hubiera notado en absoluto aquella parquedad del cielo y de la tierra. ¡Así de fácil podría afrontarse el sustento si ese dichoso dinero, que por cierto fue gloriosamente inventado para que por medio de él se franquease el acceso al sustento, no fuese lo único que nos cierra el camino al sustento!”. (p. 131)

1525.  Juan Luis Vives (1492-1540). Del socorro de pobres (De subvencione pauperum). hacer Editorial. Barcelona 1992.

vives    Término: limosna caritativa pública

    Justificación. “Por cierto que es cosa fea y vergonzosa para nosotros los cristianos, para quien no existe más imperioso mandato que el de la caridad, y no sé si decir el único, topar en nuestras ciudades, a cada paso, con menesterosos y mendigos. Adondequiera vuelvas los ojos se te entran por ellos penurias, estrecheces y pordioseros que te obligan a largar la mano porque llenes la suya”. (p. 151)

    “Le preguntará alguno: ¿Cómo piensas que se puede socorrer a tanta multitud? Si alguna valía tuviese en nosotros la caridad, ella sería nuestra ley no dictada a ningún amante; ella haría todas las cosas comunes y no miraría las necesidades ajenas con otros ojos que los propios”. (p. 153)

    Beneficiarios y contraprestación. [Tendrían que recibir la limosna] “los pobres que viven en los hospitales, los que practican la mendicidad pública y los que soportan como pueden necesidades vergonzantes en sus casas, y aquellos que hayan caído de repente en alguna desgracia. Los mendigos vagos sin domicilio fijo, que gozan de salud, es una chusma infecta [que no debe recibir ayuda]... Ante todo se ha de decretar lo que impuso el Señor a todo el género humano, como por multa de delito, a saber: que cada uno coma su pan adquirido por su trabajo. De los mendigos sanos, los forasteros deben reexpedirse a sus pueblos de origen... A los indígenas se les ha de preguntar si saben algún oficio; los que no saben, se les ha de instruir. A los que malversaron su fortuna con modos feos y torpes, como el juego, rameras, lujos, gula, hay que alimentarlos... pero mándensele trabajos más molestos y déseles comida más tasada; no se les ha de matar de hambre, pero han de sufrir aguijones. Aquellos que aún no estuvieran destinados a ninguna obra o a ningún empresario, por un breve tiempo aliménteseles de las limosnas en aquella misma localidad, pero mientras tanto no huelguen por completo, no sea que por el ocio aprendan la desidia... Ni aun se ha de consentir que los ciegos estén o anden ociosos; son muchas las faenas en que pueden ejercitarse...A los enfermos y a los viejos señálenseles trabajos livianos, según su edad y el estado de su salud... A nadie le sea permitido regalarse con los bienes que se confirieron en otro tiempo para esa suerte de obra pía”. (pp. 155-163)

    “Propínense a cada uno los remedios adecuados: unos necesitan alimentos y reconstituyentes; otros trato benigno y afable, porque se amansen poco a poco como las fieras; otros han de menester instrucción. Los habrá que necesitarán castigo y coacción física, pero con tal tino se les debe aplicar este tratamiento enérgico, que con ellos no se exalten y exacerben más aún; y por todos los medios y hasta tal punto que fuere posible debe introducirse en sus almas aquella placidez y sosiego con que fácilmente vuelven el juicio y la salud mental... A los necesitados que se están en su casa se les ha de proporcionar trabajo de las obras públicas o de los hospitales; ni les faltará de otros conciudadanos, y si se demostrasen que sus necesidades son mayores que lo que alcanza la retribución de su trabajo, se les ha de añadir lo que se calcule que les falta... [En cualquier caso], infórmense los administradores de las limosnas, o a quienes el gobierno lo encargare, y hágase la limosna según exigiere la necesidad, porque no sea que, andando el tiempo, venga a suceder que personas pudientes, con perdón de su propio dinero, pidan que de lo que pertenece a los pobres se dé a sus criados, familiares, afines, robándoselo a los que lo necesitan harto más que ellos y comience la influencia a excluir necesidades, cosa que hemos visto suceder”. (pp. 165-167)

    Financiación. “Muy bien está lo que dices, replicará alguno; pero ¿de dónde se sacará el dinero para todo esto?... En otros tiempos, cuando aún hervía la sangre de Cristo, todos los fieles arrojaban sus riquezas a los pies de los Apóstoles para que ellos las distribuyesen según las necesidades de cada cual”. (p. 177)

    “Varones muy graves y otras personas interesadas en el bien de la ciudad excogitaron algunas medidas saludables: reducción de gavetas, entrega de campos comunales a los pobres para que los cultiven; distribución pública de algún dinero sobrante, cosa que hemos visto en nuestro días. Pero para ello se necesitan oportunidades como muy pocas se presentan en nuestro tiempo; por ello es preciso recurrir a remedios más duraderos”. (p. 152)

    “Hágase todos los años un conjunto de las rentas de los hospitales y, acumulando el valor de la mano de obra que hagan los que todavía tienen fuerza para ello, no solamente los réditos alcanzarán para subvenir a todos los asilados del respectivo establecimiento, sino que todavía existirá un sobrante para los de fuera, pues me dicen que las riquezas de los hospitales son tantas que, administradas con pulcritud, existe abundancia para socorrer todas las necesidades de los ciudadanos, ordinarias, imprevistas y extraordinarias... Los hospitales ricos y las personas acaudaladas den lo que les sobre a los dotados pobremente, y si estos no lo necesitaren, distribuyan sus sobras entre los pobres vergonzantes. Y cuando en sus localidades respectivas no hubiese con quién comunicar sus posibilidades, fuera bien que las enviasen a las vecinas, y aun a las alejadas, donde las necesidades fuesen mayores. Esta sí que es una obra específicamente cristiana”. (pp. 180-181)

    “Existe la costumbre de que cada uno de los que mueren suele dejar algo a los pobres. Debería exhortárseles a cercenar algo de la pompa del funeral en beneficio de aquellos”. (p. 182)

    “Si todos estos recursos no bastaren, pónganse cepillos en las tres o cuatro principales iglesias de la población que sean más frecuentadas, en dónde cada uno deposite todo cuanto la devoción le sugiriere... Y no se recoja todo cuanto se pueda, sino, a lo sumo, todo cuanto bastare para cada semana o un poquito más, porque los administradores no se acostumbren a manejar mucho dinero y les suceda lo que a algunos a cuyo cargo corre el cuidado de los hospitales. Lo que pasa aquí en Flandes, no lo sé, ni lo quiero averiguar, consagrado como estoy por entero a mis estudios; pero en España, oía decir a los ancianos que eran muchos los que, con las rentas de los hospitales, habían hecho crecer las suyas fabulosamente, manteniéndose a sí y a los suyos en lugar de los pobres, aumentando la población de sus casas y despoblando los asilos; todos estos abusos originolos la oportunidad de dinero tan copioso y tan fácil”. (p. 183)

    “Si en alguna ocasión no fueren suficientes las limosnas, acúdase a los ricos en súplica de que ayuden a los pobres a quienes Dios recomendó con tal ahínco o que al menos presten lo que fuere necesario, que más adelante, cuando la limosna abundare más, les será devuelto, si así lo quisieren, con religiosa puntualidad... Además de esto, la corporación rectora de la ciudad cercene cuanto pueda los gastos públicos, como convites, regalos, agasajos, propinas, fiestas anuales, pompas, todo lo cual no conduce más que al pasatiempo, a la soberbia o ambición. Y si la ciudad no quisiera hacerlo, adelante un préstamo que recupere luego con un mayor crecimiento de limosnas”. (p.185) “Los mismos pobres que no trabajan aprendan a no tener provisiones para un tiempo largo que, al par que les dan una mentida seguridad, disminuye su confianza en Dios”. (p. 187)

    Control y administración.Nómbrese todos los años para censores a dos varones miembros del Senado, de mucha gravedad y de una probidad sin tacha, quienes se informen de las costumbres de los pobres, de los muchachos, de los mozos, de los ancianos; qué hacen los niños, cuánto aprovechan, qué costumbres tienen, de qué índole son, qué esperanzas dan y si algunos pecaren, de quién es la culpa: enmiéndenlo todo... Investiguen si los jóvenes y los viejos viven según las leyes que para ellos dictaron, averigüen los manejos de las viejas, artífices principales de la tercería y de la hechicería; con qué templanza y parsimonia vivan todos y todas; sean castigados los que frecuenten los juegos de azar y las bodegas y cervecerías. Si una primera y una segunda amonestación no surgieren efecto sean castigados con penas aflictivas... Quisiera yo también que esos mismos censores se informasen de la juventud e hijos de los ricos; fuera una gran conveniencia para la ciudad que se les obligase a dar cuentas a los magistrados como a padres de todos, de cómo, en qué artes, en qué ocupaciones consumen su ocio... [No debe permitírsele] a nadie que pase la vida ocioso”. (pp. 173-175)

    Ventajas humanas y divinas de todos estos consejos.Grande es el honor de la ciudad donde no se ve mendigo alguno... Se reducirá la estadística de robos, maldades, latrocinios, delitos de sangre y crímenes capitales; serán más raras las tercerías y los hechizos... Mayor será la quietud, porque se habrá procurado el bien de todos... Reinará una concordia inalterable, porque el más pobre no tendrá envidia del más rico; antes le amará como a su bienhechor... Será más seguro, saludable y gustosos asistir a los templos y recorrer toda la ciudad, porque no se meterá en los ojos aquella fealdad de llagas y enfermedades... La ganancia mayor será para la ciudad, porque los ciudadanos se habrán tornado más comedidos, más útiles a la patria, no maquinarán revoluciones ni sediciones, tantas mujeres y doncellas arrancadas a la vida airada, tantas brujas y celestinas redimidas del lenocinio y hechicerías... Y por terminar, la suprema ventaja será haber dado la religión y la libertad a muchas almas... Y por coronación de todas estas bienandanzas, aquel galardón celestial que demostramos estar aparejado a las limosnas, nacidas de las maternales en indiferentes entrañas de la caridad”. (pp. 211-215)

    [Porque] no nos granjean la gracia de Dios los ayunos y las riquezas dadas al pobre, sino la caridad... Pues los dones que el Señor á su arbitrio da y quita, y que con liberal mano te ha concedido, pártelos con tu hermano, considerando que ambos sois hijos de Dios, que no te debe á ti más que á él, y que sólo te ha hecho administrador y procurador de lo que te ha otorgado para que tu prójimo más pobre tenga á quien pedirlo. Y nada se le da á Cristo más de veras que lo que se reparte a los pobres".[15]

1698. John Locke (1632-1704). Two Treatises of Government. A Mentor Book. New York 1965. 

                                          lockeFundamentos. “Aunque la Tierra, y todas las Criaturas inferiores sean comunes a todos los Hombres, cada hombre tiene la Propiedad de su propia Persona. Así nadie tiene ningún derecho sobre uno mismo. El Esfuerzo de su Cuerpo, y el Trabajo de sus Manos, podemos decir que son propiamente suyos. Aquellos recursos proporcionados por la Naturaleza convertidos en productos por la aplicación de su trabajo, los convierte en su Propiedad. Lo que fuese producido por él con su trabajo excluiría el derecho común de los otros Hombres. Por este motivo, siendo el Trabajo la Propiedad incuestionable del Trabajador, ningún Hombre más que él puede tener derecho sobre lo que haya sido transformado, como mínimo mientras hubiere suficiente,  y como un bien dejado en común para otros”. (Versículo 27; 5, 10, 15)

    “Si el Hombre es tan libre, [cabe preguntarse]: Siendo el Amo absoluto de su Persona y sus Posesiones, igual que el mayor, y no estando sujeto a Nadie, ¿porqué debería deshacerse de su Libertad?, ¿por qué abandonaría este Imperio, y se sujetaría al Dominio y Control de cualquier otro Poder? A lo que ‘esto tiene una respuesta evidente, que aunque en el estado de la Naturaleza tuviese ese derecho, sin embargo el Disfrute de ello es muy incierto, y constantemente expuesto a la Invasión de otros. Si todos fueran Reyes igual que él, cada Hombre su Igual, y la mayor parte no Observadores de Equidad y Justícia estrictos, el disfrute de la propiedad que tendría en este estado sería muy inseguro. Esto le hace desear establecer una Condición según la cual aunque libre, está lleno de temores y peligros continuados; y ‘no es sin razón, que busque, y sea su deseo juntarse en Sociedad con otros que estén ya unidos, o tener una idea de unidad para la mútua Preservación de sus Vidas, Libertades y Estados, lo que llamo por el Nombre común de Propiedad”. (Versículo 123; 5,10,15)

    “Sin embargo el motivo último e importante, el de que los Hombres se unan en Sociedades, y se sometan a sí mismos a un Gobierno, es la Preservación de su Propiedad. Para lo que, en el estado de la Naturaleza, se requieran muchas cosas. Primero. Se requiere de unas normas, principios establecidos, conocidos como Ley, recibidos y aprobados por consentimiento común, para que sean el Patrón del Bien y del Mal, y la medida común para dictaminar sobre todas las Controversias que surjan entre ellos. Porque, aunque la Ley de la Naturaleza fuera completa e inteligible para todas las Criaturas, sin embargo, los Hombres, habiendo sido sesgados por su Interés, e ignorantes para su estudio, no son aptos para utilizarla como Ley que pudiera ser aplicada a sus Casos particulares”. (Versículo 124; 5,10)

Versión abreviada del ‘proviso’ de John Locke

    “Aunque la Tierra y todos los animales que la pueblan son propiedad de todos los seres humanos, cada uno es propietario de su propia persona. Nadie tiene más derecho a sí mismo que uno mismo. El esfuerzo que sale del cuerpo y el trabajo de las manos son de propiedad privada. Desde el momento que utiliza la mano de obra que es suya y la parte de los recursos que también son suyos, el producto que surge le pertenece, se convierte en su propia propiedad. Claro está que, para que no se pueda poner en cuestión la propiedad privada de todo aquello que produce, al tomar libremente los recursos naturales, cada individuo ha de dejar la suficiente riqueza y recursos comunitarios para el resto de la población!. (V. 27; 24-25)

    “Si la persona en el estado natural es libre; si es el absoluto señor de su persona y pertenencias; igual al más grande y sujeto a ninguno; ¿por qué ha de ceder lo que es suyo y someterse al dominio y control de una autoridad? La respuesta es obvia, si desea evitar que cualquier otra persona le robe, invada sus posesiones; lo normal es que se alíe con aquellos que desean preservar mutuamente sus vidas, su libertad y sus posesiones, lo que por su nombre general yo llamo la propiedad”. (123, 104)

    “De aquí que concluyese que "la preservación de sus propiedades es lo más grande e importante, y por tanto, de la unidad de las personas en una commonwealth, para acogerse a algún tipo de Gobierno”. (V. 124, 105)

1796.  Thomas Paine (1737-1809). Agrarian Justice. En Collected Writings, pp. 397-399.  The Library of America 1965.

paine    Término: ground-rent.

    Término en castellano:  renta de la tierra

    Justificación: “Lo más abundante y lo más miserable de la raza humana se encuentra en los países llamados civilizados... La pobreza, por consiguiente, es algo creado por lo que es llamado vida civilizada”. (p. 397)

“En un principio no podía haber cosas tales como fincas privadas. Los hombres no hicieron la tierra, y pese a tener derecho natural a ocuparla, no tienen derecho a considerarla como su propiedad de forma perpetua ninguna de sus partes: el Creador de la tierra no había abierto una oficina terrenal, donde se firmaran las primeras escrituras. ¿De dónde surgió entonces la idea de la propiedad privada de bienes inmuebles?”.(p. 399)

“Por consiguiente, lo que debe hacerse ahora, para remediar las maldades y preservar los beneficios debidos a la sociedad, es pasar de la forma natural a lo que se llama estado civilizado”. (p.397)

“Es una opinión, que no debe generar controversia, que la tierra, en su estado natural incultivado era, y siempre tendría que haber continuado siendo, la PROPIEDAD COMÚN DE LA RAZA HUMANA. En este estado, cada hombre habría disfrutado de la propiedad. Habría sido un copropietario, junto al resto de los propietarios de la tierra: tal situación mancomunada le haría propietario comunitario de por vida con el resto de la comunidad, copropietario de todas las producciones naturales, vegetales y animales”. (p.398)

    Financiación. “Pero la tierra, en su estado natural antes comentado, es capaz de dar sustento a sólo una pequeña cantidad de habitantes, si se compara con lo que podría hacer si se cultivara. Y como es imposible discernir la mejora introducida por el cultivo de la tierra en sí misma sobre la que la mejora es realizada, la idea de la propiedad de la tierra surgió de esta conexión inseparable; sin embargo es cierto que es únicamente el valor de la mejora, y no la tierra misma, la que es de propiedad individual. Por tanto cada propietario de tierra cultivada le debe a la comunidad una renta de la tierra; ya que no conozco un término más adecuado para expresar la idea de compensación por la tierra que ocupa: y es por este alquiler de la tierra que los fondos públicos propusieron que procediera este plan”. (p.398)

1819. Robert Owen (1771-1883). (i) Report to the Committee for the Relief of the Manufacturing Poor (1817); (ii) A Catechism of the New View of Society and Three Addresses (1817); (iii) An Address to the Working Classes (1819). En A New View of Society and Other Writings. Denton & Sons Ltd. London 1927.

owen    Fundamentos. 

    Por una sociedad capitalista sin pobres

    “Bajo las leyes existentes, las clases trabajadoras en desempleo son mantenidas por, y consumen parte de, la propiedad y el producto de los ricos y los laboriosos, mientras que sus potenciales de cuerpo y alma permanecen improductivos. Frecuentemente adquieren los malos hábitos que la ignorancia la ociosidad nunca deja de producir; se juntan con otros que son pobres crónicos y se convierten en un problema para la sociedad.

    La mayor parte de los pobres han recibido hábitos malos y viciosos por parte de sus padres; y mientras su situación continúe, esos hábitos malos y viciosos serán transmitidos a sus hijos y, a través de ellos, a las generaciones que les sucedan. Cualquier plan, por tanto, para mejorar su situación, debe impedir que estos hábitos nocivos sean transmitidos a sus hijos, y proporcionar medios para que sólo se les transmitan los hábitos buenos y útiles... para proporcionar educación y entrenamiento útil para los niños, para proporcionar un trabajo adecuado para los adultos, para dirigir su esfuerzo y sus gastos de forma que produzcan el máximo beneficio posible para ellos mismos y para la sociedad; y para situarlos bajo las circunstancias que les alejen de tentaciones innecesarias, y que unan firmemente su centro de interés y su deber.

    Estas ayudas no pueden ser concedidas a personas de forma individual ni a familias de forma aislada, o a grupos de muchos miembros. Sólo podrán ser introducidas en la práctica de forma efectiva cuando las medidas unan en una institución a una población de entre 500 i 1500 personas; o como media de 1000”. (i; p. 159-161)

    Estos pueblos, como Owen sugiere, deberán ser principalmente auto-suficientes. Deberán ser agrícolas e industriales, y deberán producir lo necesario para su propio consumo, e intercambiar los diferentes productos excedentarios con otros. Puesto que se basarán en principios racionales de educación, no entrarán en competencia los unos con los otros sino que cooperarán, y el objetivo será tanto el de educar a buenos ciudadanos como el de poner de manifiesto las necesidades de los pobres. Si esto se hiciera, Owen argumenta, la tasa de pobreza desaparecerá rápidamente y, por el mismo motivo, los cimientos para un nuevo y mejor orden social para toda la comunidad  serán establecidos rápidamente." (p.xiii)[16]

    Por un capitalismo sin clases

    “Desde la infancia vosotros, como otros, habéis sido hechos para despreciar y odiar a los que son distintos en modales, lenguaje, y sentimientos. No habéis sido educados para ser caritativos, y en consecuencia manifestáis sentimientos de ira hacia aquellos congéneres que representen un obstáculo para vuestros intereses. Estos sentimientos de ira se deben eliminar antes de que nadie  pueda otorgaros ningún poder. Os tenéis que conocer a vosotros mismos, sólo entonces podréis descubrir lo que son los demás. Entonces os percataréis claramente de que no existe ninguna base racional para la rabia, incluso contra aquellos que por errores del sistema actual hayan resultado ser vuestros mayores opresores y más ardientes enemigos. Un sinfín de circunstancias, sobre las cuales no tenéis el más mínimo control, os han situado en el lugar donde os encontráis, y os han hecho ser como sois. Del mismo modo, algunos de vuestros congéneres se han encontrado en situaciones, que igualmente no han estado bajo su control, que les han convertido en vuestros enemigos y más fervientes opresores. Bajo una óptica de justicia estricta, no tienen más culpa de dichos resultados de la que tenéis vosotros mismos; ni vosotros más culpa que ellos; y, por espléndida que parezca su situación, este estado de las cosas provoca a menudo que ellos sufran más acremente que vosotros. Por lo tanto, ellos tienen tanto interés como vosotros en el cambio que está a punto de comenzar y que beneficiará a todos por igual, a menos que vosotros no desalentéis sus objetivos; pues el resultado sería la continuación de la miseria existente en ambas clases, y el retardo de un bien comunitario”. (iii; p.149)

    “¿Estáis, por tanto, preparados para mirar a vuestros congéneres, poderosos o no, ricos y pobres, sabios e ignorantes, buenos y malos, como seres formados únicamente por las circunstancias de su nacimiento, y que se han convertido en lo que son, fuere lo que fuere, por causas que excluyen la posibilidad del más mínimo control por su parte sobre la existencia de las cualidades y facultades que poseen?”. (iii; p. 150-151)

    Financiación. “Hay diversos mecanismos para llevar a término este plan. Debe ser llevado a cabo por individuos: en parroquias, en condados, en distritos, etc., incluyendo más de una parroquia o un condado, y a lo largo de toda la nación, a través del Gobierno” (i; p.164)

    “Me parece que el país posee medios suficientes como para alcanzar este objetivo, si se utilizaran para ello. Estos medios son los parados del campo; la tierra que sea cultivada de forma inadecuada; el dinero empleado inapropiadamente; el trabajo ocioso, desmoralizador, y que consecuentemente genera todo tipo de maldad en la sociedad; y la fuerza mecánica o artificial, que es casi ilimitada, estos medios deben estar disponibles para los propósitos importantes. Estos son los medios que, convenientemente combinados y llevados a la práctica, liberarían el país de la pobreza y de los males que le acechan.” (ii; p.175)

    “Lo primero que se necesita es reunir el dinero necesario para adquirir la tierra (o alquilarla), para construir las fábricas, granjas, y sus almacenes y para proveer lo necesario para iniciar el proyecto…

    El dinero necesario para fundar los establecimientos basados en el principio ahora propuesto, debe ser obtenido de consolidar los fondos de asociaciones públicas; por igualar los impuestos bajos y hacer préstamos a su riesgo. Los pobres, incluyendo a los que son miembros de asociaciones públicas, deberían empadronarse. Los fondos se deben obtener de préstamos de personas que tengan en la actualidad un capital excedente sin utilizar; y de préstamos provenientes de cualquier otro acuerdo financiero que se juzgue adecuado. Los establecimientos incrementarán su valor por el trabajo de las personas en la tierra, y se convertirán en un seguro suficiente para gran cantidad del dinero que haya sido desembolsado para este propósito.

    Desde ahora, aparecerán gran cantidad de fondos y mano de obra. Se debe inspeccionar el país, y se han de investigar cuáles son las mejores localizaciones para los establecimientos dedicados a la agricultura y a la manufactura”. (i; pp. 164-167)

1836. François Marie Charles Fourier (1772-1837). Doctrina Social (El Falansterio). Ediciones Júcar. Madrid 1978.

fourier    Término: mínimo de mantenimiento

    Justificación. “El primero de los derechos es el de nutrirse; el comer cuando se tiene hambre. Este derecho, negado en la civilización por los filósofos, fue consagrado por Jesucristo en estas palabras:

    <<¿No habéis vosotros nunca leído lo que hizo David en la necesidad en que se vio cuando se vio acosado del hambre, así él como los que le acompañaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempo de Abiathar, príncipe de los sacerdotes, y comió de los panes de la proposición, de que no era lícito comer sino a los sacerdotes, y dio de ellos a los que le acompañaban?>> (San Marcos II, 25,26).

    Jesús, con estas palabras, consagra el derecho de coger, cuando se tiene hambre, lo necesario allá donde se encuentra.[17] Y este derecho impone al cuerpo social el deber de asegurar al pueblo un mínimum de mantenimiento.

    “Puesto que la civilización le despoja del primer derecho natural, el de la caza, pesca, cosecha y pasto, le debe una indemnización. Mientras ese deber no sea reconocido no existe pacto social recíproco; no habrá más que una liga de opresión, liga de la minoría que posee, contra la mayoría, falta de lo necesario, y por esta razón tiende a reasumir el 5º derecho, formando clubes o ligas inferiores para desposeer a los monopolizadores.

    Dios ha condenado al hombre a ganar su pan con el sudor de la frente; pero no nos condenó a ser privados del trabajo de que depende nuestra subsistencia. Podemos, pues, invocando los derechos del hombre, invitar a la Filosofía y a la Civilización a no privarnos del recurso que Dios nos dejó a mal ir como castigo, y a que nos garanticen por lo menos el género de trabajo que más nos agrade como derecho.

    El trabajo es un derecho acumulativo, resultante de los cuatro derechos cardinales: caza, pesca, cultivo y pasto, que tienden a garantizarnos esa industria activa que nos rehúsa la civilización, o que sólo nos concede en condiciones irrisorias, como la del trabajo tributario, cuyo producto es para el amo y no para el obrero.

    No tendremos la equivalencia de esos cuatro derechos cardinales, sino en un orden social en el cual el pobre pueda decir a sus compatriotas, a su Falange natal: <<He nacido en esta tierra; reclamo mi admisión en todos los trabajos y la garantía de gozar del fruto de mi labor; exijo el adelanto de los instrumentos necesarios para ejercer mi trabajo y la subsistencia en compensación del derecho al robo que me ha otorgado la naturaleza>>. Todo armónico (ciudadano/a) tendrá, por arruinado que esté, el derecho de usar este lenguaje en su país natal, y su demanda será plenamente acogida.

    Sólo a este precio la humanidad gozará verdaderamente de sus derechos; pero en el estado actual ¿no es un insulto al pobre asegurarle derechos a la soberanía, cuando sólo pide el derecho de trabajar para el recreo y placer de los ociosos?

    Hemos pasado, pues, siglos discurriendo sobre los derechos del hombre, sin pensar en reconocerle el más esencial: el del trabajo sin el cual no son cosa alguna los otros.

    Si la clase obrera, si los pobres no son felices en el socialismo, lo turbarán por medio de la malevolencia, el robo, la rebelión; semejante orden fracasará en su objeto, que es el de asociar la pasión y lo material, conciliar caracteres, gustos, instintos y desigualdades”. (pp. 110-112)

    Financiación.Como encargada de la Contabilidad, la Regencia hace a cada socialista pobre el adelanto de vestido, subsistencia y alojamiento por un año. No se corre riesgo alguno por ello, pues se sabe que los trabajos que por atracción y placer ejecutará el pobre han de producir la suma de los adelantos hechos; y que después de practicado el inventario la Falange deberá algo aun a la clase pobre, a la cual haya hecho ese adelanto del mínimum...”. (p. 112)

1840. Etienne Cabet (1788-18??). Viaje a Icaria. Ediciones Folio. Barcelona1999.

                                                                       cabetJustificación.

-  ¿Qué entendéis por derechos naturales o divinos?

-  Aquellos derechos otorgados por la Naturaleza o por la divinidad.

-  ¿Y por derechos sociales o humanos?

-   Los derechos otorgados por la Sociedad o imaginados por el hombr 

-  ¿Cuáles son los derechos naturales?

-  Los principales son el derecho de existir, y le derecho de poder ejercitar todas las facultades físicas e intelectuales.

-  ¿Qué entendéis por derecho a existir?

-  Entiendo el derecho de usar de todos los bienes creados por la Naturaleza para el sustento, el vestido y el alojamiento, y el derecho de defenderme contra toda especie de agresión.

-  ¿Qué entendéis por el derecho de ejerce todas las facultades físicas?

-  Entiendo el derecho de ir y venir, de trabajar, de asociarse, de reunirse, en una palabra de hacer todo lo que plazca siempre que no perjudique a los demás.

-  ¿Todos los hombres tienen los mismos derechos naturales?

-  Sí, por que estos derechos son anejos a la calidad de hombre y todos los hombres son igualmente hombres.

-  ¿Sin embargo, los hombres no son desiguales, en fuerza por ejemplo?

-  Es verdad; pero la fuerza no es un derecho, y mucho débiles pueden reunirse contra un fuerte; los hombres pueden ser diferentes en fuerza, en estatura, etc. Pero la razón nos enseña que son iguales en derechos a los ojos de la Naturaleza.

-  ¿La Naturaleza ha repartido la tierra entre los hombres?

-  Ciertamente que no: ella ha dado la tierra a todo el género humano, sin designar a nadie parte alguna. Todos los filósofos reconocen que la Naturaleza ha dado todo a todos sin hacer ninguna partición. y que los bienes de la tierra han formado una Comunidad natural y primitiva.

-  ¿Entonces no es la Naturaleza la que ha establecido la propiedad?

-  Ciertamente que no: ella no ha establecido la propiedad, ni impuesto el comunismo: ella ha dejado la libertad a los hombres de disfrutar de los bienes de la tierra como ellos quieran, estableciendo la propiedad o conservando la Comunidad.

-  ¿Cada uno tenía derecho a una parte igual de la tierra?

-  Evidentemente sí; porque todos son hijos y herederos de la Naturaleza.

-  ¿Ha habido alguna vez una repartición real de la tierra entre los hombres?

-  No, cada cual ha ocupado lo que le convenía, sin consultar a nadie, sin obtener el consentimiento de nadie, y comúnmente sin que nadie lo supiese.

-  ¿Qué se entiende por derecho de primer ocupante?

-  Se entiende el derecho de ocupar lo que aún nadie ha ocupado.

-  ¿Por qué decís lo que aún nadie ha ocupado?

-  Porque se debe respetar la posesión del primer ocupante si se puede encontrar aquello que uno necesita entre los objetos sin ocupar.

-  ¿Quién arregla el derecho del primer ocupante?

-  La equidad natural.

-  ¿Qué se entiende por equidad natural?

-  Es la opinión que la Razón da a todos los hombres en todas partes de lo que es justo o injusto, esto es, conforme o contrario a la Naturaleza y a la Igualdad natural.

-  ¿Según la equidad natural, cada uno tiene el derecho a ocupar lo superfluo?

-  Ciertamente que no; es una injusticia, usurpación, un robo, respecto a los que les falta lo necesario.

-  ¿Y si quedan para otros partes iguales, de manera que cada uno tenga lo necesario y hasta lo superfluo?

-  Entonces cada uno puede ocupar lo superfluo, porque no perjudica a nadie, pero con la condición de cederlo a cualquiera que se presente que no pueda procurarse en otra parte lo necesario.

-  ¿El que gozase de los superfluo debería cederlo a los que todavía no tuviesen lo necesario?

-  Ciertamente: y en esta caso, aunque la ocupación de lo superfluo hubiese sido justa en su principio, fuera una injusticia conservarlo, porque aquella ocupación lleva en sí el carácter esencialmente condicional. La equidad de ninguna manera puede tolerar que un individuo goce los superfluo, mientras muchos otros no tengan los necesario, y la conservación de loa superfluo en perjuicio  de los que todavía no tienen lo necesario es una injusticia y una usurpación repetida a cada momento.

-  ¿Pero si el primer ocupante, poseedor de los superfluo, lo ha personalmente trabajado...?

- No importa, tiene el deber de devolverlo: lo superfluo era la parte de los otros que empezarían a trabajarlo si él lo hubiese dejado vacante; su trabajo no puede darle el dominio de lo que pertenece a otro, por el mero hecho de no tener éste lo necesario; aquél lo ha trabajado con la condición de devolverlo: él se ha aprovechado de su trabajo durante la posesión; nada puede privar a los otros de la parte que les es necesaria de los bienes comunes, dados por la Naturaleza a todos sus hijos, y nada puede autorizar al poseedor de lo superfluo a conservarlo.

- Acabáis de hablar de deber, ¿qué entendéis por deber?

- Entiendo lo que cada uno está obligado a hacer. Si todos los hombres tienen derechos, todos han de tener deberes; y todos teniendo los mismos derechos, todos han de tener los mismos deberes: todos, por ejemplo, tienen el derecho a reclamar su parte en los bienes comunes, y todos tienen el deber de dejar a los otros las parte que a estos pertenecen.

-  La organización de estas [sociedades actuales] es aún viciosa?

- Infinitamente, porque los unos lo tienen todo y los otros nada; la aristocracia (los ricos) tienen lo superfluo sin trabajar, y el Pueblo no tiene lo necesario trabajando excesivamente: los pobres están despojados de sus derechos naturales.

-  ¿Los hijos de los pobres tienen aún en el día derechos naturales?

-  Ciertamente: en el día, como siempre, los niños al nacer son todos hijos de la Naturaleza; los hombres de hoy día son hombres como los primeros hombres, todos son iguales en derechos naturales, todos tienen derecho a la misma parte de los bienes de su madre común; es para ellos todos para los que la Naturaleza, hoy como siempre, derrama la luz y el calor que fecunda la tierra y sin lo cual la propiedad de las aristocracias fuera inútil... Las leyes sociales que privan a unos de lo necesario para dar a los otros los superfluo son otras tantas vías de hecho que violan la equidad natural; pero los derechos son sagrados, inajenables e imprescriptibles; el despojado conserva su derecho, aunque no disfrute de la posesión, como el robado conserva su derecho en la cosa robada por el ladrón.

    Con argumentos contundentes, el autor explica con claridad porque y cuando la propiedad privada de la tierra es un robo; también añade las razones del porque los derechos jamás prescriben. Pero que cada uno interprete el texto a su buen saber y entender.

1843. Flora Tristan (1803-1844). Feminismo y Utopía: La Unión Obrera. Editorial Fontamara. Madrid 1977.

tristan    Término: derecho al trabajo

    Justificación. La moral de Flora Tristan es una moral espiritual, humanitaria: ella le lleva a manifestar que “por instinto, por religión, protesto contra todo aquello que emana de la fuerza bruta y no quiero que la sociedad esté expuesta a sufrir la fuerza bruta dejada en las manos del pueblo, lo mismo que no quiero que tenga que sufrir la fuerza bruta dejada en manos del poder” (JB; L’UO). Es decir, como su moral no es materialista, no se preguntará por las causas de la miseria que pueden llevar al pueblo a ejercer la fuerza bruta contra los poderosos, como tampoco de donde proceda la fuerza bruta que ejerce diariamente el poder contra el resto de la sociedad.

    Para F. Tristan, “en la Constitución de 1830, el obrero francés está a un nivel de perfecta igualdad con sus conciudadanos; como todos posee libertad de opinión, su seguridad personal está garantizada. [Sin embargo], los redactores de la Constitución han olvidado algo insignificante: el derecho a la vida, ese derecho que todo hombre recibe al nacer y que la Convención había proclamado el 27 de junio de 1793 obligando con ello a garantizar la subsistencia de los ciudadanos desvalidos, bien fuera procurándoles trabajo, bien asistiendo a los que no se encontraran en condiciones para trabajar”. (JB; p. 167)

    Para F. Tristan, entonces, la cuestión consiste en desarrollar un plan social para que los trabajadores salgan de la miseria; un programa de organización obrera, sin distinción de sexo, oficio, o nacionalidad; la construcción de los palacios donde se instruirá a los hijos de los obreros, se acogerá a los accidentados, los enfermos y los viejos; una organización piramidal, en la cual los militantes, sin distinción de oficio elegirán libremente sus comités, y estos comités elegirán el Comité central, el cual a su vez elegiría al Defensor, quién deberá recibir una importante suma (medio millo de francos por año), porque hay que hacerse con un hombre de primera fila, y porque deberá asumir unos gastos considerables;[18] con una estrategia de financiación que demuestre como el proletariado posee eso que la sociedad moderna da al poder: el dinero; en definitiva, la Unión Obrera será ese proyecto de la internacional de las obreras y los obreros; con él nace el grito ¡Proletarios, uníos!; Su argumento es:

    Para F. Tristan, este proyecto necesita alianzas; como quiere conseguir el apoyo del mayor número de personas de todas las condiciones sociales, ha de ser interclasista:

    A pesar de la sintonía que siente con las ideas de Tristan, la traductora y presentadora[19] de la primera versión en castellano de una obra de esta autora reconoce y destaca que no se podía esperar de Flora que viese y “analizase los mecanismos de que se vale la clase dominante para mantener su opresión, [tanto de los hombres como de las mujeres], aunque intuye parte de ellos… Flora ha analizado la contradicción fundamental entre la mujer y el capitalismo (y la propiedad privada, añadiríamos hoy), contradicción que une la causa de la mujer a la del proletariado. Pero no tenía los elementos necesarios para completar su análisis. Hay que ver que su análisis de la relación entre la opresión de la mujer y la del proletariado  todavía hoy sólo está empezando a profundizarse y a influenciar a las militantes femeninas de los partidos obreros. Sería por tanto desmesurado esperar que Flora pudiera llegar a pensar en que también existía un antagonismo entre el proletariado masculino, entre cualquier hombre, y la mujer, proletaria o no. Esta contradicción secundaria, producto del capitalismo, seguramente la percibió, se dio cuenta de su existencia en la práctica, pero no la analizó bajo el punto de vista actual. Por este motivo, Flora intenta convencer al obrero varón de lo muy ventajosos que sería para él y para sus hijos que la mujer gozara de los mismos derechos que los hombres”. (p. 26) Y lo mismo intenta con los estamentos de poder: comprensión moral y ayudas económicas de estos para que la clase obrera se una, se organice y se convierta en un estamento social más de la sociedad.

Flora Tristan (1803-1844). Extractos de la Unión Obrera. Editorial Fontamara. Barcelona 1977.

    Al público

    “Mi religión es amar a mis hermanos en la humanidad, mi fe, amar y servir a Dios en la humanidad; ¡vamos! una religión tan sublime, cuyas consecuencias son tan hermosas, tan limpias de cualquier impureza, ¿no han de darme tanta fuerza y poder como los católicos, que aman a Dios y sirven a los pobres con vistas a la recompensa en el cielo?”. (p. 55)

    “Nada me hubiese gustado más que comenzar este librito con una canción que resumiese mi idea: LA UNION, y que tuviese por estribillo: <<¡Hermanos unámonos! - ¡Hermanas, unámonos!>> El canto ejerce sobre los obreros reunidos en masa un efecto extraordinario que tiene algo de magnético. Con la ayuda de una canción se puede, a voluntad, hacer de ellos héroes dispuestos para la guerra, hombres religiosos inclinados a la paz”. (p. 69)

    A los obreros y obreras

    “Escuchadme: desde hace veinticinco años, los hombres más inteligentes y más abnegados han consagrado su vida a la defensa de vuestra sagrada causa;[20] ellos, con sus escritos, discursos informes, memorias, encuestas, estadísticas, han señalado, han constatado, han demostrado, al Gobierno y a los ricos que la clase obrera, en el actual estado de cosas, se encuentra material y moralmente en una situación intolerable de miseria y de dolor; han demostrado que, de este estado de abandono y sufrimiento, resultaba necesariamente que la mayoría de los obreros, amargados por la desgracia, embrutecidos por la ignorancia y por un trabajo que excede sus fuerzas, se convertían en seres peligrosos para la sociedad; han demostrado al Gobierno y a los ricos que no solamente la justicia y la humanidad imponían el deber de acudir en socorro de las clases obreras mediante una ley sobre la organización del trabajo, sino que incluso el interés y la seguridad general reclamaban imperiosamente esta medida. ¡Pues bien! Desde hace veinticinco años… 7 u 8 millones de obreros exasperados por el sufrimiento y la desesperación, ¡un gran número de los cuales se ve emplazado entre el suicidio… o el robo!…

    Obreros, ¿que se puede decir ahora en defensa de vuestra causa?… No queda más que una cosa por hacer: la de actuar conforme a los derechos escritos en la Carta. Vuestra forma de acción no es la revuelta a mano armada, ni el motín en la plaza pública, ni el incendio ni el saqueo. No, porque la destrucción, en lugar de remediar vuestros males, no haría más que empeorarlos… No tenéis más que una posibilidad de acción, legal, legítima, confesable frente a Dios y los hombres: LA UNION UNIVERSAL DE LOS OBREROS Y DE LAS OBRERAS.

    Obreros, vuestra condición en la sociedad actual es miserable, dolorosa: con buena salud, no tenéis derecho al trabajo; enfermos, lisiados, heridos, viejos, tampoco tenéis derecho a la hospitalización; pobres, faltos de todo, no tenéis derecho a la limosna, porque la mendicidad está prohibida por la ley. ¡Aislados sois débiles y caéis aplastados bajo el peso de toda clase de miserias! ¡Pues salid de vuestro aislamiento! ¡Uníos! La unión hace la fuerza. Tenéis a vuestro favor el número, y esto ya es mucho.

    Yo vengo a proponeros una unión general de los obreros y obreras, sin distinción de oficios, que vivan en el mismo reino; una unión que tendría por objetivo constituir la clase obrera y construir varios edificios (Palacios de la UNION OBRERA), igualmente repartidos por toda Francia. En ellos se educaría a los niños de ambos sexos, desde los seis a los dieciocho años, y se acogería a los obreros lisiados o heridos y a los ancianos. Oíd hablar a las cifras y os haréis una idea de lo que se puede hacer con la UNION.

    Hay en Francia alrededor de 5 millones d obreros y 2millones de obreras. Que unan estos 7 millones de obreros su pensamiento y su acción para una gran obra común, en beneficio de todos y todas: que dé cada uno de ellos 2 francos al año para esta obra, y al cabo de un año LA UNION OBRERA poseerá la enorme suma de catorce millones… ¿Cuál es el obrero, incluso entre los más pobres, que economizando un poco, no podría dedicar 2 francos de cotización, en el transcurso de un año entero, para asegurarse una jubilación en sus días de vejez, alojar y alimentar a vuestros bravos veteranos del trabajo y educar a los aprendices? ¡Ved que riqueza poseéis tan sólo por vuestro número! Pero, para gozar de esta riqueza, es necesario que el número se reúna, forme un todo, una unidad.

    Obreros, pensadlo bien, el esfuerzo que voy a intentar ante vosotros para arrancaros de la miseria es probablemente el último que pueda hacerse, porque si no respondéis a esta LLAMADA DE UNION, si, por egoísmo o por despreocupación, no queréis UNIROS…, habría que abandonaros pronunciando sobre vosotros las palabras que se pronuncian a los muertos.

    Es necesario que el ejemplo dado por los primeros apóstoles de Cristo. Aquellos hombres, desafiando la persecución y las fatigas, tomaban las alforjas y el cayado y se iban de país en país predicando la NUEVA LEY: la fraternidad en Dios, la unión en Dios ¡Pues bien! ¿por qué yo, mujer que me siento llena de fe y fuerza, no puedo ir igual que los apóstoles d ciudad en ciudad, anunciando a los obreros la BUENA NUEVA y predicándoles la fraternidad en la humanidad, la unión en la humanidad?

    En la tribuna de las Cámaras, en los púlpitos cristianos, en las reuniones mundanas, en los teatros, y sobre todo en los tribunales, se ha hablado a menudo de los obreros; pero todavía nadie ha intentado hablar a los obreros. Es un medio que es necesario intentar. Dios me dice que triunfaremos. Por eso inicio con confianza esta nueva vía. Sí, iré a buscarles a sus talleres, a sus buhardillas, les buscaré hasta en las tabernas si es necesario, y allí, frente a su miseria, les conmoveré sobre su propia suerte y les forzaré, a pesar suyo, a salir de la espantosa miseria que les degrada y les mata”. (pp. 71-78)

    A las mujeres

    “Hasta ahora, la mujer no ha contado para nada en las sociedades humanas… El sacerdote, el legislador, el filósofo, la han tratado como verdadera paria… He aquí cómo, desde los seis mil años que el mundo existe, los sabios entre los sabios han juzgado la raza mujer. De la misma manera, durante seis mil años, los sabios entre los sabios han mantenido un juicio no menos terrible sobre otra raza de la humanidad: los PROLETARIOS. Antes del 89 [el proletario de la sociedad francesa era] un villano, un patan, una bestia de carga, pechero y sujeto a prestación personal”. (pp. 110-112)

    “Obreros, en 1791, vuestros padres proclamaron la inmortal declaración de los DERECHOS DEL HOMBRE, y a esta solemne declaración debéis el ser hoy en día hombres libres e iguales en derechos frente a la ley. ¡Honor a vuestros padres por esta gran obra! Pero, proletarios, os queda a vosotros, hombres de 1843, una obra, no menor que llevar a cabo. A vuestra vez liberad a las últimas esclavas que aún quedan en la sociedad francesa; proclamad  los DERECHOS DE LA MUJER, y en iguales términos que vuestros padres han proclamado los vuestros decid:

    <<Nosotros, proletarios franceses, después de cincuenta y tres años de experiencia, reconocemos estar debidamente esclarecidos y convencidos de que el olvido y el desprecio que se han hecho de los derechos naturales de la mujer son las únicas causas de las desgracias del mundo, y hemos resuelto exponer en una declaración solemne, inscrita en nuestra Carta, sus derechos sagrados e inalienables. Queremos que las mujeres sean informadas de nuestra declaración, para que no se dejen ya oprimir y envilecer por la injusticia y la tiranía del hombre, y para que los hombres respeten a las mujeres, sus madres, la libertad y la igualdad de la que ellos mismos gozan.

    1º. Debiendo ser el objetivo de la sociedad la felicidad común del hombre y de la mujer, LA UNION OBRERA garantiza al hombre y a la mujer el disfrute de sus derechos de obreros y de obreras.

    2º. Estos derechos son: la igualdad para la admisión en los PALACIOS de la UNION OBRERA, sea como niños, heridos o ancianos.

    3º. Para nosotros, siendo la mujer la igual al hombre, por supuesto las muchachas recibirán, aunque de forma distinta, una instrucción tan racional, tan sólida, tan extensa en ciencia moral y profesional como los muchachos.

    Obreros, podéis estar seguro de ello, si tenéis la suficiente equidad, justicia, para inscribir en vuestra Carta las pocas líneas que yo acabo de trazar, esta declaración de los derechos de la mujer pasará pronto a las costumbres; de las costumbres a la ley, y antes de veinticinco años veréis escrito al comienzo del código de leyes que regirá la sociedad francesa: LA IGUALDAD ABSOLUTA del hombre y de la mujer.

    Entonces, hermanos míos, y solamente entonces, la UNIDAD HUMANA se habrá CONSTITUIDO.

    ¡Hijos del 89, he aquí la obra que vuestros padres os han legado!”. (pp.132-133)

    A los burgueses

    “Los burgueses que ven son los que hoy constituyen la parte racional, sensata y fuerte de la nación. Si ocurre por desgracia, como se puede temer, que los ciegos, a fuerza de meter la pata, comprometan los intereses de la nación, el país encontrará en el campo de los que ven a unos hombres inteligentes, buenos firmes y capaces de salvar una vez más a Francia.

    No es pues a los [burgueses] que ven a quienes me dirijo desde aquí, sería injuriarles. Por otra parte, yo misma pertenezco a este campo. Nuestra divisa es ésta: el orden, el respeto a cualquier clase de prosperidad, justicia para todos, riqueza y prosperidad general del país.

    Únicamente con miras al orden quiero que la clase obrera reclame su derecho al trabajo y su derecho a la instrucción moral y profesional, porque el grado de instrucción de esta clase depende necesariamente un aumento de la producción, y del trabajo de la clase más numerosa depende evidentemente la riqueza y la prosperidad del país. Quiero que la clase obrera reclame en nombre del derecho, para que no le ya ningún pretexto para reclamar en nombre de la fuerza.

    Protesto, por instinto, por religión, por norma, contra todo lo que emane de la fuerza bruta, y no quiero que la sociedad quede expuesta a sufrir la fuerza bruta abandonada a las manos del pueblo, ni quiero tampoco que tenga que sufrir la fuerza bruta dejada en las manos del poder. En uno y otro caso, existiría una injusticia y consecuentemente desorden.

    Si no se quiere conceder al pueblo el derecho a la instrucción y el derecho al trabajo, ¿qué ocurrirá? Que el pueblo, amargado por el sufrimiento, exaltado por lecturas que le muestran el horror de su posición sin indicarle ningún medio para salirse de ella, se volverá cada vez más brutal, grosero, vicioso y malvado. En este estado, el pueblo será para las clases ricas un enemigo temible, y la seguridad general, la prosperidad del país estarán constantemente amenazadas. ¿Quién osaría pensar sin aterrorizarse en la perturbación espantosa que puede resultar para el país del odio y la animosidad de diez a doce millones de obreros sin instrucción, sin dirección moral, sin garantía de trabajo? Abandonados a esta manera, los obreros se convierten, dentro de la sociedad francesa, en un cuerpo formidable del que podría disponer el primer intrigante político que quisiera enturbiar el orden; y lo mismo que los esclavos en la sociedad romana, los obreros siempre irían a alinearse bajo el estandarte del Catilina que atacase la sociedad.

    Sí, pido que la clase obrera se constituya en corporación, se haga representar en la Cámara, y, aunque ciertos espíritus retrógrados puedan encontrar esta medida muy revolucionaria, yo sostengo, y voy a demostrarlo, que esta es, por el contrario, una medida de orden”. (pp. 173-177)

    Sobre el derecho al trabajo y la organización del trabajo

    “El primer derecho que tiene cualquier ser al nacer es justamente el que se ha olvidado inscribir en la Carta. Es pues este primer derecho el que hay que proclamar.

    Su propiedad, la única que puede temer, son sus brazos. ¡Sí, sus brazos! ¡Este es su patrimonio, su única riqueza! Sus brazos son los únicos instrumentos de trabajo que posee. Son su propiedad, y a esta propiedad no se le puede, creo yo, poner en duda su legitimidad ni, sobre todo, su utilidad, porque si la tierra produce es gracias al trabajo de los brazos.

    Negar la propiedad de los brazos sería no querer comprender el espíritu del Art. 8º de la Carta. Sin embargo, no se pone en duda la propiedad de los brazos, y el día en que se pusiera en discusión, no habría más que una opinión al respecto. Más, para que la clase obrera pueda gozar con seguridad y con garantías de su propiedad, se le tiene que reconocer en principio (y también en la realidad) el libre disfrute y garantía de su propiedad. Ahora bien, el ejercicio de este libre disfrute de propiedad consistiría, para la clase obrera, en poder utilizar sus brazos cuando y como gustase, y para ello debe tener derecho al trabajo. En cuanto a la garantía de su propiedad, consiste en una sabia y equitativa organización del trabajo. (p. 91)

1860. Concepción Arenal (1820-1893). El visitador del pobre y La beneficencia, la filantropía y la caridad. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo I, pp.68-147. Ediciones Atlas. Madrid 1993.

arenal    Término: limosna

    Justificación / Financiación. No son las estructuras, sino que es la conducta individual la causa de la pobreza.

    “Si en vez de decir el pobre, dijéramos la pobreza, seríamos más exactos y menos agresivos: porque los males que están en las cosas hacen pensar en grandes medios para evitarlos y mandan la tolerancia.

    “Tenemos nociones exactas de lo justo y de lo injusto; a nuestros ojos aparece el vicio en toda su fealdad, la virtud en toda su belleza... Ante el tribunal de la divina justicia, nuestra causa ha de tener más difícil defensa que la de esa gente objeto de nuestra caridad, muchas veces desdeñosa... Para entrar en casa del pobre con humildad de corazón y de inteligencia, investiguemos si en su lugar nos conduciríamos mejor que él y, a la vista de sus faltas, de sus vicios, tal vez de sus crímenes, dirijámonos esta pregunta: ¿Los pobres serían lo que son, si nosotros fuéramos lo que deberíamos ser?... Detengámonos un poco a examinar hasta que punto es responsable el pobre de las faltas que le echamos en cara”:

    El acercamiento a la pobreza

    “El pobre es muy material: ya sabe que tenemos comodidades, lujo y riquezas; pero mientras no las vea no le exasperan: por el contrario, nos agradece que en medio de la fortuna no olvidemos su desgracia y, cuando él no tiene zapatos nos perdona que tengamos coche, si nota, cuando vamos a verle, el polvo o el lodo en nuestro vestido”...

    “Las cualidades necesarias para visitar el pobre se resumen todas en esta dulcísima palabra: la caridad; pero la caridad como la define San Pablo, la que no se ensorbece, no es ambiciosa, no es envidiosa, no busca sus provechos, no se mueve a ira, no piensa mal, no se goza en la iniquidad, sino la verdad, la que es paciente y benigna, la que todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta; la caridad que nunca fenece... He aquí el divino ideal de la caridad, que han realizado los grandes santos, el modelo de perfección que debemos tener siempre a la vista, para acercarnos a él cuanto posible sea”...

    “El visitador del pobre ha de tener una inagotable dulzura, pero acompañada de una razonable severidad, y sin descuidar la exactitud en llevar los socorros materiales. Además, no sólo debe ser bueno, debe parecer perfecto; elegido por Dios como instrumento de su misericordia infinita, debe tener ese fanatismo de la caridad que se llama celo; y ser perseverante, virtud tan necesaria como difícil; la humildad con los pobres es otra virtud que nos enseñó el divino Maestro y sin la cual no podemos corregir a los pobres”...

    “Nunca repetiremos bastante que el socorro material no es el bien mayor que podemos hacer al pobre y que debe ser mirado por nosotros más bien que como objeto, como medio... Nuestro objeto, nuestro grande objeto, es inspirar al pobre sentimientos religiosos, moralizarle, dirigirle, alentarle y sostenerle para buscar alivio a sus males, y consolarle en los que no tienen remedio...

    “Completa tu felicidad con esa celeste alegría que Dios reserva a los que hacen bien... Si comunicaras con los desdichados en tus penas y en tus prosperidades, tus dolores serán menos acerbos y tus alegrías menos incompletas... Sé bueno en la prosperidad, para que Dios te bendiga y no sea maldita entre los hombres. Sé bueno en la desgracia, para quitarle lo que tiene de más acerbo; y cuando tus oídos estén sordos al consejo y al consuelo, que penetre en ellos la celestial melodía de una bendición. ¿Y no te parece que hay algo de repugnante y de impío en esa felicidad que olvida al infortunio? ¿Y no te parece que Dios debe negar la entrada en su reino al dichoso que no lleve sobre su cabeza la bendición de algún triste? No pases de largo por la puerta del afligido; entra aunque sea una vez sola; si eres dichoso, para ser bendecido; si eres infeliz, para ser consolado”.

    Sobre el espíritu cristiano de la limosna y las instituciones que la ejercen

    “La historia de la Beneficencia empieza en nuestro país, como en todos, con la religión cristiana... Cuando el cristianismo empezó a extenderse fue ya imposible realizar el comunismo que se había establecido entre un corto número de personas. Entonces los sacerdotes, y principalmente los obispos, empezaron a recoger la limosna que daban los fieles para alivio de sus hermanos necesitados: pero si la comunidad de bienes había desaparecido, si cada cual era dueño de su propiedad o libre de adquirirla y aumentarla por medio de la industria y del comercio, o de cualquier otro modo honrado, la limosna fue todavía por mucho tiempo obligatoria y uno de los más santos deberes del cristiano”.

    “Mientras las leyes prohibían a las iglesias poseer bienes raíces, los obispos recogían las limosnas para distribuirlas inmediatamente según las necesidades. Por regla general se hacían tres partes: una para el culto y para las comidas públicas, especie de banquetes ofrecidos por la caridad; la segunda para el clero y la tercera para los pobres. El miserable, el viajero sin recursos, el encarcelado, el niño abandonado por sus padres, eran piadosamente socorridos”.

    “Consolidado el poder de los godos; siendo ya la religión de Jesucristo la religión del Estado, la única puede decirse, el espíritu de caridad no halló ya obstáculos en el poder supremo, y los dos elementos, material y moral, que constituyen la Beneficencia, se robustecían cada día”.

    Con el tiempo, “el espíritu de caridad (fue desapareciendo) por regla general de los establecimientos benéficos y con él la economía, el celo, la probidad y el orden. Por otra parte, los monasterios y conventos limitaban su humanitaria misión  a dar limosna sin discernimiento a todos los vagos que llegaban a sus puertas a una hora dada. Los santos banquetes de la caridad habían descendido a la repugnante sopa, convertida en estímulo de la vagancia, más bien que en amparo de la miseria. La mendicidad se extendió por la nación entera como una lepra asquerosa y la ley intentó débilmente ponerle inútiles diques”.

    También con el tiempo llegaría la legislación sobre la Beneficencia en España. En 1528, “los monarcas Carlos I y su madre Doña Juana promulgaron varias leyes sobre los hospitales de leprosos y la mendicidad... En tiempo de Felipe II se inauguró la primera discusión sobre el pauperismo, tomando parte en ella el abad Juan de Medina y el conocido Domingo Soto, catedrático de Teología en Salamanca. Quiere el primero que cada comarca sostenga sus pobres; que se  asegure lo necesario al verdadero necesitado; que se eduque a los niños huérfanos y abandonados; que haya limosna pública y secreta; que la distribución se haga por personas acomodadas, de consecuencia y elegidas por las mismas personas de su clase, y que se persiga eficazmente la vagancia... En tiempo de Carlos IV se miró con algún interés la suerte de los expósitos; pero esta ley era bien dura con ellos disponiendo que se destinasen al servicio de la marina por la razón de que hacían mucha falta. Es decir, que al infortunado que no había tenido madre, que había pasado la niñez sin caricias, la vida sin libertad, sin goces, sin consuelo, comiendo para vivir, viviendo para padecer, la ley, en vez de indemnizarle hasta donde fuera posible, se apoderaba de él, dándole un destino que debía ser muy triste cuando nadie se hacía cargo voluntariamente”.

    Pero “la ley del 19 de septiembre de 1978 sería fatal para la Beneficencia: manda vender los bienes de hospitales, hospicios, casas de misericordia, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos. Tampoco con la invasión francesa y la reacción de 1814 había que esperar mejores días para la Beneficencia. Los medios de la sociedad antigua no existen; los de la nueva no están organizados; el estado de nuestra Beneficencia es deplorable: la gran mayoría de los enfermos pobres sufre y muere sin recibir auxilio alguno; los expósitos mueren en una horrible proporción, hay autoridades que se felicitan por la economía que resulta de reducir el salario de las amas que los llevan a sus casas; los dementes están muy lejos de ser tratados, con la inteligencia y caridad que su estado exige”.

    “En todos los establecimientos, y conforme a lo que la ley dispone, se sigue el fatal sistema de contratas, por el cual la codicia de los contratistas defrauda a la pobreza, la explota, y compra la impunidad con el fruto del crimen... Los artículos de consumo eran pésimos, excesivamente caros, dos clases de pesas sin contrastar, las raciones de los enfermos escasas y malas, el condimento no podía ser peor y el poco aseo de las cocinas llamaba la atención; el almacén de ropa no tenía surtido, los colchones escasos, apenas registros con la debida exactitud; en las enfermerías, las ropas de cama no estaban limpias o carecían de fundas las almohadas, los cadáveres se trasladaban desnudos al depósito, conducidos sin distinción de sexo en el mismo carro al cementerio; a esta falta de decoro, se convertía en objeto de tráfico el pelo y la dentadura de los muertos y de los enfermos; la botica mal servida , y los artículos malos.

    Principios, políticas y medios para enlazar la caridad privada con la beneficencia pública

    “Los sistemas, las instituciones, las leyes todas prueban que no hay nada definitivo en la vida social, y la Beneficencia en España se resiente en gran manera de esta estado transitorio”.

    “Han desaparecido los conventos, a cuyas puertas hallaba sustento el miserable. Los reyes, los grandes, los ricos no fundan hospitales, ni los dotan a su muerte para que esta santa obra pueda contribuir a la remisión de sus pecados”.

    “La caridad oficial que se llama Beneficencia ha substituido a la caridad que, sostenida por el espíritu religioso, auxiliaba a los enfermos y a los necesitados. El Estado, representante de la nueva sociedad, ha recibido de la que se extingue la sagrada misión de amparar al desvalido. ¿Y cómo llena esta misión santa? La llena de tal modo, que hace sospechar que le falta el conocimiento de sus deberes, o la voluntad de cumplirlos”.

    “Al buscar medios de aliviar a la humanidad doliente, hemos hallado todos los medios necesarios para tan santa obra. ¿Dónde y cómo están? Allí la caridad oficial hace el bien sin amor; acá la caridad privada hace el bien sin criterio; en otra parte las asociaciones caritativas obran en un círculo estrecho, aisladas entre sí y de la caridad oficial y privada, sin tendencia al proselitismo y a la expansión”.

    “Separadas en mala hora la Beneficencia, la Caridad y la Filantropía, nos parece oportuno consignar la significación que para nosotros tienen estas tres palabras, que habremos de emplear muchas veces:

    Principios. Beneficencia es la compasión oficial, que ampara al desvalido por un sentimiento de orden y de justicia. Filantropía es la compasión filosófica, que auxilia al desdichado por amor a la humanidad y la conciencia de su dignidad y de su derecho. Caridad es la compasión cristiana, que acude al menesteroso por amor de Dios y del prójimo”.

    Pero, “la caridad privada y la Beneficencia pública están separadas; es preciso enlazarlas. ¿Bajo qué bases? Cuatro son los principios que, en nuestro concepto, deben seguirse para enlazarlas:

    1º. Es un deber de la sociedad procurar a los desvalidos la mayor suma de bien posible.
    2º. La sociedad no comprende su misión, si cree llenarla con sólo hacer bien material.
    3º. El Estado, aislándose de la caridad privada, no puede auxiliar debidamente ni el cuerpo del menesteroso ni su alma.
         4º. Existen en la sociedad los elementos necesarios para consolar todos los dolores; no hay más que armonizarlos”.

    Campo de acción. “La acción respectiva  del individuo, de la asociación y del Estado creemos que se deriva de los principios siguientes:

    1º. En el cuerpo social, como en el humano, el bien resulta de la armonía en el ejercicio de las diferentes facultades.
    2º. Las facultades del alma, como las del cuerpo, se desarrollan con el ejercicio.

    3º. La pobreza no es un crimen. Al pobre no se le debe poner fuera de la ley”.

    Medios para la acción. “Los medios de que han de valerse para que las disposiciones no sean ilusorias son, a nuestro entender, los siguientes:

    1º. Organización de asociaciones filantrópicas; comunicación, comunión de los compasivos; unidad y mutuo apoyo en sus esfuerzos.
         2º. Obligación impuesta a toda asociación religiosa de ejercitarse en alguna obra de caridad.
    3º. Publicidad en todo lo concerniente al ramo de Beneficencia.

         4º. Evitar hasta donde sea posible la aglomeración de los desvalidos.
    5º. Llamamiento al sacerdote y a la mujer, como indispensables auxiliares.
    6º. Dar a la Beneficencia el auxilio de las ciencias.

Concepción Arenal (1820-1893). Carmen Díaz Castañón. Concepción Arenal. Tomo I, Biblioteca de Autores Españoles. Ediciones Atlas. Madrid 1993.

    De Cartas a un obrero (1871)

    “Cuando [tú obrero] enciendes una hoguera para arrojar en ella los títulos de propiedad, has de apagarla ¡desventurado! Con tus lágrimas y con tu sangre”.

    “Todos navegan por el mar de los acontecimientos; pero el fuerte oleaje que en el bajel del rico produce sólo un gran balanceo, sumerge tu barquilla” [de obrero].

    “¿Dónde están esas reformas radicales, esos males cortados de raíz, esas transfiguraciones sociales, para las que no se necesitaba, al decir de sus apóstoles, sino que fuesen poder los que amaban al pueblo y poseían la verdadera ciencia social? ¿Cómo no estamos constituidos según las teorías socialistas?”

    “No te hablo de crímenes, ni de horrores, ni de infamias; te hablo de impotencia absoluta, de no haber adoptado una medida, tomado una resolución, formulado un acuerdo, que realice, que intente realizar siquiera aquellas teorías de organización del trabajo, conversión de la propiedad individual en colectiva, etc. Ni un vuelo atrevido, n un surco profundo, ni una prueba de esa sinceridad en el error, que se llama fanatismo y que extravía, pero al menos no degrada”.

    “Jamás poder anunciado como revolucionario conservó tan completo status quo; jamás hombres de sistema, puestos en el caso de realizarlo, dieron tan claras muestras de no tener fe en él; jamás se dio tan solemne escarmiento a la credulidad”.

    “El triunfo material, de los que sostienen cierto género de errores en su derrota en el orden de las ideas, porque pone de relieve su radical impotencia. Soberbios al negar, tímidos en la afirmación, nulos en la práctica, tales han sido, son y serán, los que de cualquier modo, y enarbolando ésta o la otra bandera, dicen al hombre que puede vivir sin propiedad, sin familia, sin trabajo, rudo, sin dolor, sin resignación, sin virtud, sin ley, sin Dios”.

    De Cartas a un señor (1880?)

    “Es señor el pobre de bienes materiales, pero rico de inteligencia o de instrucción, que puede transmitirla a los que de ella carecen; es señor, el que tiene autoridad, y con ella medio de contribuir de modo cualquiera al bien; es señor, el que por el nombre que lleva, por la posición que ocupa, tiene prestigio que puede utilizar a favor de sus semejantes; es señor, el que siente la inspiración del arte, que puede convertir en palanca poderosa para conmover el corazón y elevar el sentimiento; es señor, el que con alguna cantidad o valor cualquiera, puede contribuir a una buena obra; es señor, en fin, el que puede dar trabajo material por no necesitar todo el suyo. Es pobre, el que ninguna de estas cosas tiene ni puede dar, hallándose tan necesitado material e intelectualmente, que cuanto posee ha menester para sí, significando para él donativo privación de lo necesario”.

    “Usted, caballero, yo, todos hemos visto las masas hambrientas, haraposas, armadas, omnipotentes, hacer centinela en las casas de los ricos, sin robarlos, sin amenazarlos, sin insultarlos siquiera. Todos hemos visto espumar la plebe, armar las heces que en la ebullición habían subido a la superficie, y no durar más que un momento aquella ignominia y aquel peligro, y desvanecerse la emanación pestilencial al soplo y noble aliento de un pueblo honrado”.

    De El pauperismo (1885?)

    “Que la situación económica de los miserables es consecuencia de su estado moral e intelectual; que aun cuando en el círculo de acciones y reacciones sociales el efecto llega a convertirse en causa, la primordial y más poderosa de la penuria que mortifica el cuerpo es la del espíritu, que hay un necesario psicológico, como fisiológico, y que la raíz primera y más profunda de la miseria física es espiritual”.

    “Puede haber y hay excepciones honrosas, fraternidades individuales entre personas muy desiguales; pero las clases, cuando distan mucho, se aprecian y se aman poco, y menos cuanto más se alejan”.

    “Lo mejor para la patria es que los emigrantes no vuelvan por que, convertidos en indianos, son un elemento social perjudicialísimo. Relativamente ricos, sin educación ni instrucción alguna, con la salud gastada y la moralidad tal vez no muy robusta por haberse enriquecido donde hay poca... Por su categoría pecuniaria entra en la clase media, siendo un elemento que tiende a rebajarla por su menor cultura y actividad, en pueblos donde ese elemento es influyente, el progreso es difícil; donde es preponderante, la decadencia es inevitable, y verán descender el nivel cultural y su moralidad”.

    “La falta de creencias religiosas debilita un elemento social de grande y benéfica influencia siempre que la religión no se halla en antagonismo con la justicia... La falta de fe en los amigos del pueblo, y de amor a la libertad en los hombres religiosos, produce contradicciones, antagonismos, vacíos que más de una vez se llenan con lágrimas y con sangre, porque unos tienen humanidad sin religión, y otros tienen religión sin humanidad, contribuyendo todos a perpetuar el pauperismo”.


1879.  Henry George (1839-1897). Progreso y Miseria. Robert Schalkenbach Foundation. New York 1972.

georgeExpresión original: a tax on the value of land to distribute a rent to all the members of the community

 Término en castellano: renta sobre el valor de la tierra  

Justificación. “La verdad es, y de esta verdad no puede haber escape, que no hay ni puede haber título justo para una exclusiva posesión del suelo, y que la propiedad privada de la tierra es una injusticia audaz, descarada y enorme, idéntica a la esclavitud corporal”. (p. 369)

    “El examen que hemos hecho ha probado terminantemente que la propiedad privada de la tierra no puede justificarse por razones de utilidad y que, por lo contrario, es la causa a la cual debe atribuirse la pobreza, miseria y degradación, el malestar social y la debilidad política que tan amenazadores se manifiestan en el curso de la civilización. La conveniencia, por consiguiente, se une a la justicia para pedir que la suprimamos”. (p. 370)

    “Si la tierra pertenece al pueblo, ¿por qué seguir permitiendo que los propietarios de la tierra cobren la renta o indemnizarles de ningún modo la pérdida de la renta? Considerad lo que es esa renta. No procede de la tierra espontáneamente; no es debida a nada que el propietario haya hecho. Representa un valor creado por la comunidad. Permitid, si queréis, que los propietarios conserven todo lo que la posesión de la tierra les daría, con la ausencia del resto de la comunidad. Pero la renta, creación de la comunidad, pertenece a la comunidad”. (p. 376)

    “El haber comprado la tierra de buena fe no le concede derechos ni título alguno... Pero yo no propongo, y supongo que nadie propondrá, ir tan lejos como tomar todas las mejoras y lo demás que posean. Basta con que el pueblo recupere la propiedad de la tierra. Permitid a los propietarios conservar la segura posesión de sus mejoras y de su propiedad personal”. (p. 377)

    “En todas las sociedades primitivas -dice M. De Laveleye como resultado de una investigación (Primitive Property), que no deja sin explorar parte alguna del mundo-, el suelo era la común propiedad de las tribus y estaba sujeto a una distribución periódica entre todas las familias, de manera que todas pudiesen vivir de su trabajo según los mandatos de la Naturaleza. De este modo, el bienestar de cada uno era proporcional a su energía e inteligencia; nadie, en ningún momento, carecía de los medios de subsistencia, y se precavía la desigualdad creciente de generación en generación”. (p. 382)

    “Hemos averiguado que la pobreza y sufrimiento que reinan en todas partes entre las clases trabajadoras, los paroxismos periódicos de depresión económica, la escasez de ocupaciones, la parálisis del capital, la tendencia a los salarios al límite del hambre, que se manifiestan cada vez más intensos a medida que el progreso material adelanta, vienen del hecho de que la tierra, sobre la cual y de la cual todos tenemos que vivir, se haga propiedad exclusiva de algunos”. (p. 382)

    “No propongo comprar ni confiscar la propiedad privada del suelo... No es preciso confisca la tierra; sólo es necesario confiscar la renta...[21] Por consiguiente, lo que yo propongo como remedio, sencillo pero soberano, que elevará los salarios, extirpará el pauperismo, abolirá la pobreza, dará trabajo remunerador a quien lo desee, y campo libre a las facultades humanas, disminuirá la criminalidad, elevará la moral, el sentido artístico y la inteligencia, purificará el gobierno y llevará la civilización a alturas más nobles, es: apropiarse la renta por el impuesto... Porque tomando el Estado la renta con los tributos, no importa a nombre de quién esté la tierra, ni en que parcelas se halle repartida, porque será en realidad propiedad común y cada miembro de la sociedad participará en los beneficios de su propiedad... En todo país civilizado, aún el más nuevo, el valor de la tierra, tomado en su conjunto, es bastante para hacer frente a todos los gastos del Estado”. (p. 418)

    “El impuesto sobre el valor de la tierra [22] es, por lo tanto, el más justo y equitativo de todos. Pesa únicamente sobre los que reciben de la sociedad un beneficio particular y valioso, y pesa sobre ellos en proporción al beneficio recibido. Es tomar de la comunidad, y para uso de la comunidad, un valor que ella misma ha creado. Es la aplicación de la propiedad común a los usos comunes. Cuando, por medio del impuesto, toda la renta sea tomada para las necesidades de la comunidad, entonces se habrá alcanzado la igualdad ordenada por la Naturaleza. Ningún ciudadano tendrá ventaja alguna sobre los demás, salvo la que le dé su laboriosidad, destreza e inteligencia; y cada uno obtendrá lo que justamente gane. Entonces, y sólo entonces, conseguirá el trabajo su completa recompensa y el capital su natural fruto”. (p. 434)

    Distribución.Mas, por grandes que parezcan, las ventajas de transferir todas las cargas públicas a un impuesto sobre el valor de la tierra no pueden ser totalmente apreciadas, hasta que consideremos el efecto sobre la distribución de la riqueza”. (p. 451)

    “Es decir, la riqueza producida en cada país se dividiría en dos partes. Una de ellas se distribuiría en salarios e interés entre los productores individuales, según la proporción en que cada uno interviene en la producción; la otra iría a la comunidad en conjunto para ser distribuida en públicos beneficios para todos sus miembros. De esta parte todos participarían por un igual -el débil como el fuerte, los niños como los ancianos decrépitos, el mutilado, el cojo, el ciego, tanto como el vigoroso-. Y esto con justicia, porque mientras que una parte representa el resultado del esfuerzo individual en la producción, la otra representa el mayor poder con que la sociedad, como conjunto, auxilia al individuo”. (p. 452)

    “Me inclino a pensar que el resultado de confiscar la renta de la manera que he propuesto, sería hacer que la organización del trabajo adoptase la forma cooperativa dondequiera que se empleasen grandes capitales, puesto que la más igual difusión de la riqueza juntaría capitalista y trabajador en una misma persona. Pero importa poco que fuese o no así. La dura fatiga del trabajo rutinario desaparecería. Los salarios serían demasiado altos, y las posibilidades de empleo demasiado grandes, para que nadie tuviera que agotar y destruir las más nobles cualidades de su naturaleza, y, en cada ocupación, el cerebro auxiliaría a la mano. El trabajo, aun de la índole más basta, se volvería agradable, y la tendencia  de la producción moderna a la subdivisión no implicaría la monotonía ni la limitación de la aptitud del trabajador, sino que sería aliviado por la corta duración, la variedad y la alternativa de las ocupaciones intelectuales con las manuales. Con esto no sólo se conseguiría utilizar fuerzas productivas ahora desperdiciadas, no sólo se aprovecharían por completo nuestros conocimientos presentes, ahora tan imperfectamente aplicados, sino que de la movilidad del trabajo y de la actividad intelectual que engendraría, en los métodos de producción resultarían perfeccionamientos que ahora no podemos ni imaginar”. (p. 480-481)

1919. Paul Lafargue (1841-1911). El derecho a la pereza. Editorial Fundamentos. Madrid 1973.

paul    Término. derecho a la pereza

    Fundamentos. “Una extraña pasión invade a las clases obreras de los países en que reina la civilización capitalista, una pasión que en la sociedad moderna tiene por consecuencia las miserias individuales y sociales que desde hace dos siglos tortura a la triste Humanidad. Esa pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo, llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su progenitura...

    “Cuando en nuestra Europa civilizada se quiere encontrar un rastro de la belleza nativa del hombre, es preciso ir a buscarlo en las naciones donde los prejuicios económicos no han desarraigado aún el odio al trabajo... España, que, ¡ay!, también va degenerando, puede aún vanagloriarse de poseer menos fábricas que nosotros prisiones y cuarteles... Para el español, en quien el animal primitivo no está todavía atrofiado, el trabajo es la peor de las servidumbres...

    “Los filósofos de la antigüedad enseñaban el desprecio al trabajo, esta degradación del hombre libre... Cristo, en su sermón de la montaña, predicó la pereza... Jehová dio a sus adoradores el supremo ejemplo de la pereza ideal: después de seis días de trabajo se entregó al reposo para toda la eternidad...

    “En nuestra sociedad, ¿cuáles son las clases que aman el trabajo por el trabajo? Los campesinos propietarios, los pequeños burgueses, quienes, curvados los unos sobre sus tierras, sepultados los otros en sus casas de negocio, se mueven como la rata en la galería subterránea, sin enderezarse nunca para contemplar la Naturaleza... Y también el proletariado, la gran clase de los productores de todos los países, la clase que, emancipándose, emancipará a la Humanidad del trabajo servil y hará del animal humano un ser libre, también el proletariado, traicionando sus instintos e ignorando su misión histórica, se ha dejado pervertir por el dogma del trabajo... Duro y terrible ha sido su castigo. Todas las miserias individuales y sociales son el fruto de su pasión por el trabajo...

    “Una de las primeras tareas al día siguiente de la revolución es la de pensar en divertirse... trabajar lo menos posible y disfrutar intelectual y físicamente lo más posible...  Pero para que llegue a la conciencia de su fuerza, es necesario que el proletariado pisotee los prejuicios de la moral <<cristiana>>, económica y librepensadora; es necesario que vuelva a sus instintos naturales, que proclame los derechos a la pereza, mil y mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos derechos del hombre, concebidos por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se empeñe en no trabajar más de tres horas diarias, holgando y gozando el resto del día y la noche... Si desarraigando de su corazón el vicio que la domina y envilece su naturaleza, la clase obrera se alzara en su fuerza terrible para reclamar, no ya los derechos del hombre, que son simplemente los derechos de la explotación capitalista, ni para reclamar el derecho al trabajo, que no es más que el derecho a la miseria; sino para forjar una ley de hierro que prohibiera a todo hombre trabajar más de tres horas diarias, la tierra, la vieja tierra, estremeciéndose de alegría, sentiría agitarse en su seno un nuevo mundo... Pero, ¿cómo pedir a un proletariado corrompido por la moral capitalista una resolución viril?...

1892.  Piotr Alexievich Kropotkin (1842-1921). La Conquista del Pan.

kropotkin    Término. derecho de vivir

    Justificación. “Reconocer y proclamar de viva voz que cada uno, cualquiera que haya sido su etiqueta en el pasado, cualesquiera sean su fuerza o su debilidad, sus aptitudes o su incapacidad, posee ante todo el derecho de vivir; y que la sociedad tiene el deber de dividir entre todos sin excepción los medios de existencia de que dispone. ¡Reconocerlo, proclamarlo y actuar en consecuencia!... Obrar de manera tal que, desde el primer día de la revolución, el trabajador sepa que una nueva era se abre ante él: que a partir de ese momento nadie estará obligado a acostarse bajo los puentes, junto a los palacios; a estar en ayunas mientras haya alimentos; a tiritar de frío junto a las tiendas de abrigos de piel. Que todo pertenezca a todos, tanto en la realidad como en los principios; que por fin en la historia se produzca una revolución que piense en las necesidades del pueblo antes de señalarle cuáles son sus deberes”.

    “Hemos dicho que trabajando cinco o cuatro horas por día hasta la edad de 45 o 50 años el hombre podría producir fácilmente todo lo necesario para asegurar la comodidad de la sociedad. Pero, ¿acaso valdría la pena la vida, con todas las penurias inevitables que ella implica, si el hombre no pudiera procurarse nunca, al margen del trabajo cotidiano, ningún placer de acuerdo con sus gustos individuales?... Si queremos la revolución social es por cierto y ante todo para asegurar el pan a todos... pero también para permitir el ocio, la posibilidad de desarrollar las capacidades intelectuales” de cada persona.

    “El trabajo indispensable para la existencia es esencialmente manual. Por más artistas o científicos que seamos no podemos prescindir de los productos obtenidos manualmente: pan, ropa, caminos, barcos, luz, calor, etc. Hacer un trabajo manual significa encerrarse diez o doce horas por día en un taller malsano y permanecer aferrado a la misma faena durante diez años, treinta o toda la vida. Significa estar condenado a un salario mezquino, el paro... Comprendemos, pues, que en tales condiciones el trabajo manual (asalariado) sea considerado como una maldición del destino... En efecto, ¿qué interés puede tener este trabajo embrutecedor para el obrero, que desde la cuna hasta la tumba vivirá en la mediocridad, la pobreza, y la inseguridad acerca de lo que sucederá al día siguiente?... Precisamente, para acabar con esta separación entre el trabajo del pensamiento y el trabajo manual queremos abolir le sistema de salario, queremos la revolución social. Entonces el trabajo ya no se presentará como una maldición del destino, sino que será lo que debe ser: el libre ejercicio de todas las facultades del hombre”.

    “Quienes estudiaron seriamente la cuestión no niegan ninguna de las ventajas del comunismo –con la condición, por supuesto, de que éste sea perfectamente libre, es decir anarquista. Reconocen que el trabajo pagado en dinero, incluso disfrazado bajo el nombre de <<bonos>>, en asociaciones obreras gobernadas por el Estado, conservaría el sello del sistema asalariado y sus inconvenientes... Quienes discuten nuestra posición admiten todo lo anterior. <<Pero el peligro, dicen, procederá de esa minoría de haraganes que no querrán trabajar, a pesar de las excelentes condiciones que harán agradable el trabajo, o que no aportarán al mismo su colaboración regular y constante. En la actualidad, la perspectiva del hambre obliga a los más refractarios a marchar junto a los demás. Quien no llega a la hora fija es despedido>>”, etc.

    Examinaremos esta objeción y veremos si hay algo justo en ella. En primer término, ¿acaso no es evidente que si una sociedad basada sobre el principio del trabajo libre resultara realmente amenazada por los haraganes, podría protegerse sin necesidad de instaurar una organización autoritaria (el Estado) o de recurrir al sistema del trabajo asalariado?

    Financiación mediante el trabajo. “Por ejemplo, una asociación que estipulara con cada uno de sus miembros el siguiente contrato: <<Estamos dispuestos a garantizaros el goce de nuestras casas, tiendas, calles, medios de transporte, escuelas, museos, etc., con la condición de que entre los veinte y los cuarenta y cinco o cincuenta años consagréis cuatro o cinco horas por día a uno de los trabajos reconocidos necesarios para vivir. Escoged vosotros mismos, cuando os plazca, los grupos en los que deseéis participar, o bien constituid uno nuevo, siempre y cuando se dedique a producir algo necesario. En cuanto al resto de vuestro tiempo, agrupaos con quien deseéis para cualquier tipo de recreación, de arte o de ciencia, según vuestro gusto particular. Mil doscientas o mil quinientas horas de trabajo por año en uno de los grupos que producen alimentos, vestidos y viviendas, o que se dedican a la salud pública, a los transportes, etc.: eso es todo lo que os pedimos para aseguraros todo lo que esos grupos producen o han producido. Pero si ninguno de los millares de grupos de nuestra federación quiere recibiros –por cualquier motivo-, si sois absolutamente incapaces de producir alguna cosa útil o si os negáis a hacerlo, pues entonces vivid como un ser aislado o como los enfermos. Si somos suficientemente ricos como para no negaros lo necesario, estaremos encantados de dároslo. Sois hombres y tenéis derecho a vivir. Pero, puesto que deseáis colocaros en condiciones especiales y salir de las filas, lo más probable es que vuestras relaciones cotidianas se resientan por ello. Os mirarán como un espectro de la sociedad burguesa, salvo que haya amigos que descubran en vosotros algo genial y se apresten a liberaros de toda obligación moral hacia la sociedad haciendo por vosotros el trabajo necesario para la vida. Si, por último, esto no os gusta, id a buscar en otra parte, a través del mundo, otras condiciones. O bien encontrad adherentes y constituid con ellos otros grupos que se organicen sobre nuevos principios. Nosotros preferimos los nuestros>>”.

    “Esto es lo que debía hacerse en una sociedad comunista si los haraganes llegasen a ser tan numerosos en ella como para que sea necesario preservarse de ellos. Pero dudamos mucho de que sea preciso temer tal eventualidad en una sociedad basada realmente sobre la total libertad del individuo. En efecto: a pesar de la prima a la haraganería que representa la posesión individual del capital, el hombre perezoso es relativamente raro, salvo que se trate de un enfermo; pero entonces habría que tratarle como tal, como cualquier persona que padece una enfermedad”.

    Finalmente, “una sociedad comunista, gracias a la educación integral para todos los niños, a las costumbres laboriosas de las sociedades civilizadas, con la libertad de escoger y de variar sus ocupaciones y el atractivo del trabajo hecho por personas en igualdad de condiciones para el bienestar de todos, una sociedad comunista no carecería de productores, quienes pronto multiplicarían por tres o por diez la fecundidad del suelo y darían un nuevo impulso a la industria”.

bakuninMijail Alexandrovitch Bakunin (1814-1876). “Los fundamentos económicos y sociales del anarquismo”. En Irving L. Horovitz. Los anarquistas. Alianza Editorial. Madrid 1975.

    “Comoquiera que el trabajo es la única fuente de valor, de utilidad y de la riqueza en general, el hombre, que es ante todo un ser social, debe trabajar para vivir”.

    “La civilización, sea cual fuere su naturaleza, sólo puede crearse por medio del trabajo organizado y asociado de esta forma. La razón de la productividad ilimitada del trabajo humano consiste, en primer lugar, en aplicar en mayor o menor grado la razón científicamente desarrollada (que, a su vez, es el producto del trabajo ya organizado) y también en la división del trabajo, pero a condición de que, al mismo tiempo, se combine o asocie ese trabajo dividido”.

    “Nadie podrá explotar el trabajo de los demás; todos tendrán que trabajar para vivir. Y todo el que no quiera trabajar se morirá de hambre, a menos que logre encontrar una situación o comunidad que le alimente por consideración o lástima. Pero en ese caso no sería justo que se le concediera ningún derecho político, puesto que, a pesar de ser un hombre sano, ha preferido la vergonzosa situación de vivir a expensas de otros; los derechos sociales y políticos se basarán en el trabajo aportado por cada uno”.

Emil Durkheim (1858-1917). Socialism. Collier Books. New York 1962

durkheim    Fundamentos. “Podemos concebir dos formas distintas de estudiar el socialismo. Podemos verlo como una doctrina científica en la naturaleza y en la evolución de las sociedades en general y, más específicamente, de las sociedades contemporáneas más civilizadas… Este no será nuestro punto de vista.

    El socialismo está, por el contrario, completamente orientado hacia el futuro. Es por encima de todo un plan para la reconstrucción de las sociedades, un programa para una vida colectiva como la que todavía no existe o como se ha soñado, y que se propone a los hombres como la opción adecuada. Es un ideal. Le concierne mucho menos lo que es o lo que era que lo que debería ser. Indudablemente, incluso bajo sus formas más utópicas, nunca desdeñó el soporte de los hechos e incluso, recientemente ha afectado cada vez más a cierto cambio de fase científico. Por tanto, es indisputable que ha dado más servicios a la ciencia social de los que ha recibido, ya que ha incitado a la reflexión, ha estimulado la actividad científica, ha instigado la investigación, y ha cuestionado problemas, y en consecuencia desde más de un punto de vista su historia se mezcla con la historia de la sociología” (pp. 39-40)

    “El socialismo va más allá del problema del trabajador, que en algunas de las propuestas ocupa únicamante un lugar secundario. Este es el caso de Saint-Simon, que es considerado el fundador del socialismo. También es el caso de los socialistas académicos, a quienes les concierne mucho más la salvaguarda de los intereses del estado que la protección de los desheredados. Por otro lado, hay una doctrina que procura practicar la igualdad mucho más radicalmente que el socialismo; es el comunismo, que niega cualquier propiedad privada y de esta forma, cualquier desigualdad económica. Pero, aunque a menudo haya habido esta confusión, es imposible ver el comunismo como una simple variante del socialismo. Platón y T. More, por un lado, y Marx, por el otro, no son de la misma escuela. A priori, no es posible que una organización social, concebida teniendo en cuenta las sociedades industriales que podemos ver en la actualidad, se pudiera haber imaginado cuando estas sociedades no habían nacido. Finalmente, hay muchas medidas legislativas que no podrían ser vistas como exclusivamente socialistas y que también provocan la disminución de las desigualdades de las condiciones sociales. La tasa progresiva en las herencias y en los ingresos necesariamente tiene este resultado, y sin embargo no es concomitante del socialismo. ¿Que se debería decir sobre los derechos garantizados por el estado, sobre el bienestar público y las instituciones de préstamo, etc? Si uno los etiqueta como socialistas, como ocurre a menudo en el curso de discusiones acaloradas, la palabra pierde cualquier tipo de sentido, puesto que toma una connotación muy amplia e indefinida”. (p.50)

    “Así, de hecho, nuestra definición tiene en cuenta estos aspectos especiales que en principio no parecían entrar; pero ahora están en el lugar que les corresponde, que es en un segundo plano. El socialismo no se reduce a una cuestión de salarios, o –como ellos dicen- de estómago. Es por encima de todo aspirar a un reordenamiento de la estructura social, mediante el recolocamiento de la industria en la organización social, sacándola de la sombra en la que estaba funcionando automaticamente, sacándola a la luz y sometiéndola al control de la consciencia. Se puede ver que esta aspiración no es sólo de las clases bajas sino también del mismo estado, el cual, a medida que la actividad económica se convierte en un factor de mayor relevancia en la vida diaria, es conducido por la fuerza de las circunstancias, por las necesidades vitales básicas, a supervisar y regular cada vez más estas manifestaciones económicas.  Del mismo modo que las clases trabajadoras tienden a acercarse al estado, el estado también tiende a ser arrastrado hacia ellas, por la simple razón de que siempre está extendiendo sus ramificaciones y sus esferas de influencia. ¡El socialismo está lejos de ser exclusivamente cuestión de gente de la clase trabajadora! De hecho hay dos corrientes que influyen en la formación de la doctrina del socialismo: una que viene de abajo y se dirige hacia los estamentos más altos de la sociedad, y la otra que viene de esta última y sigue la dirección inversa. Pero en los orígenes cada corriente es sólo una extensión de la otra, y mútuamente una implica a la  otra, puesto que son meramente diferentes aspectos de la misma necesidad de organización; una corriente no puede definir el socialismo mejor que la otra. Sin duda estas dos corrientes no conducen a sistemas completamente distintos: según el lugar que ocupe la persona que establezca la teoría, si está o no en contacto directo con los trabajadores, o más bien atenta al interés general de la sociedad, será una corriente más que la otra la que tenga más influencia en su pensamiento. El resultado son dos clases diferentes de socialismo: un socialismo de trabajadores o un socialismo de estado, pero la separación es una simple diferencia de grado. No hay trabajador que no desee un mayor desarrollo del estado; no hay socialismo desinteresado en los trabajadores. Sólo son variedades del mismo género; pero es el género lo que estamos definiendo… [De cualquier modo] el socialismo se definirá esencialmente por sus conceptos económicos, pese a que puede extenderse más allá”. (pp.61-63) 

    Permanece una pregunta abierta: ¿cuál es el proceso por el cual se llega a este modelo de socialismo? E. Durkheim no se pronuncia sobre este aspecto, pues para él el socialismo tan sólo es un modelo ideal, la referencia hacia donde construir...

1905. Juan Babot y Arboix. Derecho a la Existencia. Tipografía Tarraconense 1909.

    Término: derecho a la existencia

    Justificación. “Es injusta toda organización social en que sea posible, como en la presente, la coexistencia de hombres que posean capital excesivo y hombres que no puedan satisfacer sus necesidades... Para amparar a todos los necesitados, basándose en principios de justicia, es indispensable la implantación del Derecho á la existencia, lo cual no será difícil de conseguir, si los hombres justos y buenos se interesan, como es de esperar, por la protección de todos los niños, de todos los ancianos y de todos los imposibilitados para el trabajo que carecen de medios de subsistencia y por todos los hombres útiles que necesitan y carecen de trabajo”. (pp. 7-9)

    Financiación. “Es difícil que el Estado pueda consignar [la cantidad necesaria]. Sería preferible que se consiguiera dicha cantidad, imponiendo á los asalariados y patronos contribución por utilidades, como seguro forzoso, destinando exclusivamente el pago de las pensiones del Derecho á la existencia, el importe de dicha contribución. Es justo que los que hayan de recibir un beneficio contribuyan á crearlo y por lo tanto, el derecho á la pensión exige el deber de contribuir á formarla”.

    “Es decoroso para el pensionista haber contribuido él mismo á su bienestar y aún es más honroso y es un acto de altruismo, haber contribuido al bienestar de los demás. Es equitativo, conveniente y necesario que cada asalariado contribuya con su cuota ó seguro forzoso á nutrir los fondos del Derecho á la existencia”.

    “Algunos patronos, debido muchas veces á circunstancias independientes de su voluntad pasan á ser asalariados y bastantes de ellos en edad que ya no son aptos para trabajar no pudiendo, por lo tanto, cubrir sus necesidades y las de su familia. Otros patronos al morir dejan á su esposa é hijos en condiciones poco halagüeñas y los nietos de algunos han de pedir limosna si no se les auxilia, por lo que sería justo que los patronos también contribuyesen á formar los fondos del Derecho á la existencia, pues algunos de ellos ó su esposa ó sus hijos ó nietos, habrían de ser socorridos con la pensión”.

    “Podría fijarse á cada asalariado la cuota de medio por ciento de las cantidades que percibiese y á cada patrono la cuota del medio por ciento de las cantidades que satisficiese á los asalariados”. (pp. 28-30)

1917.  Bertrand Russell (1872-19  ). Political Ideals. Unwin Books. London 1963. Roads to Freedom: Socialism, Anarchism and Syndicalism. Allen & Unwin. London 1966.

bertrand    Término: free sharing

    Termino en castellano: libre disposición

    Justificación. “A los sistemas económicos les importa principalmente la producción y distribución de bienes materiales. Nuestro sistema actual es derrochador desde el punto de vista de la producción, e injusto desde el de la distribución. Implica una vida de esclavitud hacia la fuerza económica para la mayoría de la comunidad, y para la minoría un nivel de poder sobre las vidas de las otras personas, que nadie debería tener”. (1963, 40-41).

    “En el momento de escoger un medio de vida todas [las personas] deberían, en la medida de lo posible, tener la oportunidad de escoger lo que les sea atractivo; si el trabajo remunerado no es atractivo, deberían ser libres para hacer poco trabajo por poco dinero, y utilizar su tiempo libre de la forma que escojan”. (1966, 73)

    “El concepto de la compra y el pago es tan común que la propuesta de dejarlo de lado debe parecer una fantasía. Sin embargo, no creo que sea tan fantasioso como parece. Incluso si todos pudiéramos obtener pan sin dar nada a cambio, no querríamos más que una cantidad bastante limitada. Tal y como son las cosas, el coste del pan para los ricos es tan pequeño en proporción a sus ingresos, que prácticamente no tienen que controlar su consumo; no obstante la cantidad de pan que consumen se podría suministrar fácilmente a toda la población si se mejoraran los métodos de cultivo.  La cantidad de comida que la gente desea tiene límites naturales, y el despilfarro en el que se incurriría probablemente no sería muy grande. Tal y como apuntan los anarquistas, en la actualidad la gente puede disfrutar de una cantidad de agua ilimitada, pero muy pocos dejan dejan los grifos abiertos cuando no los están utilizando. También se debe asumir que la opinión pública se opondría a un despilfarro excesivo. Yo opino que el principio del subministro ilimitado podría ser adoptado con relación a casi todos los productos, especialmente a todos aquellos que pueden ser fácilmente producidos. Y este sería el caso, si la producción estuviera organizada eficientemente, de lo necesario para la vida, incluyendo no sólo productos, sino también cosas como la educación. Incluso si la educación fuera gratuita hasta los estudios más elevados, los jóvenes, excepto que fueran trasformados de forma radical por el régimen Anarquista, no estudiarían más que hasta un determinado nivel. Lo mismo se podría aplicar a  los alimentos de consumo habitual, la ropa necesaria y el resto de cosas que cubren nuestras necesidades elementales”. (1966, 74-75)

    Viabilidad. “Pienso que debemos concluir que no hay impedimento técnico en el proyecto Anarquista de la  libre disposición. Pero, ¿se realizaría el trabajo que es imprescindible, si a la gente se le asegurase un nivel de confort general estándar incluso aunque no trabajara?

     La mayoría de la gente respondería a esta pregunta sin dudarlo y negativamente. Particularmente, los jefes que tienen la costumbre de considerar a sus empleados como una banda de gandules, borrachos y bárbaros, y que opinan que no podrían llevar a término ningún trabajo excepto bajo amenaza de represalias y consecuentemente inanición… Por supuesto, habría cierta proporción de la población que se decantaría por estar ociosa. Siempre que la proporción sea pequeña, no será motivo de preocupación. Y entre los que serían clasificados como ociosos se incluiría a los artistas, a los escritores de libros, y a los dedicados a conseguir un pensamiento intelectual abstracto, en breve, a todos aquellos a quienes la sociedad desprecia mientras están vivos y honra cuando están muertos. A tales hombres, la posibilidad de llevar a cabo su propio trabajo sin dar importancia al reconocimiento público sería de una utilidad inestimable. Cualquiera que observe cuantos de nuestros amigos han mantenido sus habilidades en la intimidad se dará cuenta de cuanta capacidad poética debe haber quedado sin desarrollar a causa de la pobreza; ya que sería absurdo suponer que los ricos están mejor dotados para la poesía por naturaleza. La libertad para tales hombres, que son pocos, debe contrarrestar el efecto de los que son puramente vagos”. (1966, 75-77)

1919. Nicolai Ivanovich Bukharin (1888-1938) y Evgenii Alexeievic Preobrazhensky (1886-1937). The ABC of Communism. Pelican Classics. Penguin Books. England 1969.

bukharin    Expresión de referencia. de cada uno según su capacidad; a cada uno según se necesidad

    Justificación. “El capitalismo está basado en la explotación de los obreros. Una pequeña minoría dispone de todo; las clases trabajadoras no tienen nada. El capitalismo manda, los trabajadores obedecen. El capitalismo explota, los trabajadores son explotados. La veritable esencia de la sociedad capitalista está basada en esta explotación despiadada y de crecimiento continuo”.

     En oposición, “la base de la sociedad comunista debe ser que la sociedad disponga de los medios de producción e intercambio…”

 

Nicolai Bukharin

eugenii    Producción. “La producción capitalista es un instrumento práctico para la obtención de la plusvalía. Esta avaricia no conoce límites. Es la base, el motivo principal, de la producción capitalista”. En el lugar opuesto, “el método de producción comunista debe tener las características siguientes: en primer lugar deber ser una sociedad organizada; no debe producir de forma anárquica, no debe haber competencia entre empresarios, ni guerras, ni crisis. En segundo lugar, debe haber una sociedad sin clases, no una sociedad en la que dos mitades están en continua enemistad, en la que una clase explota a la otra. Ahora bien, una sociedad en la que no haya clases, y en la que la producción esté organizada, sólo puede ser una sociedad de camaradas, una sociedad comunista basada en el trabajo…”

Evgenii Preobrazhensky   

    “El carácter cooperativo de la producción comunista está asimismo desplegada en cada detalle de la organización. Bajo el comunismo, por ejemplo, no habrá directores de fábrica permanentes, ni personas que hagan un único tipo de trabajo durante toda su vida. Bajo el capitalismo, si un hombre es zapatero, está toda su vida haciendo botas; si es pastelero, pasa toda su vida horneando pasteles; si es el gerente de una fábrica, pasa sus días dando órdenes y en tareas administrativas; si es un simple obrero, pasa toda su vida obedeciendo órdenes. Nada de esto pasa en la sociedad comunista. Bajo el comunismo la gente recibe una formación pluridisciplinar, y se dedica a diversas ramas de la producción: hoy trabajo en tareas administrativas, estimo cuántas botas de fieltro o cuántos bollos deben ser producidos el mes siguiente; mañana puedo estar trabajando en una fábrica de jabón, el próximo mes tal vez en una lavandería, y el mes siguiente en una central eléctrica. Esto será posible cuando todos los miembros de la sociedad hayan sido educados convenientemente…”

    Distribución. “El método comunista de producción también presupone que la producción no es para el mercado, sino para su utilización. Bajo el comunismo, desaparece el obrero o el campesino de forma individual; la producción está influenciada por la gigante cooperativa como un todo. Como consecuencia de este cambio, ya no hay  bienes, sólo productos. Estos productos no se intercambian por otros; no se compran o se venden. Están simplemente almacenados en los depósitos comunitarios, y son consiguientemente distribuidos a quienes los necesitan. En tales condiciones, el dinero ya no es necesario. ‘¿Cómo puede ser?’ preguntaréis algunos de vosotros. ‘En este caso una persona puede tener demasiado y otra muy poco. ¿Qué sentido tiene este método de distribución?’. La respuesta es como sigue: en un primer momento, sin duda, tal vez durante veinte o treinta años, se harán necesarias diversas regulaciones. Tal vez ciertos productos se darán sólo a las personas que tengan un registro especial en su libro de trabajo o en su cartilla de trabajo. Posteriormente, cuando la sociedad comunista haya sido consolidada y desarrollada completamente, tales regulaciones no serán necesarias. Habrá una gran cantidad de productos de todo tipo, nuestras heridas actuales se habrán curado, y todo el mundo será capaz de proveerse únicamente de lo que le haga falta. ‘¿Pero la gente no considerará de provecho coger más de lo necesario?’ Ciertamente no. Hoy, por ejemplo, nadie piensa que cuando quiere sentarse en un tranvía, valga la pena coger tres abonos y dejar dos asientos libres. Será lo mismo para todo tipo de productos. Una persona tomará del almacén comunitario exactamente lo que necesite, no más. Nadie tendrá ningún interés en tomar más de lo que quiera para vender el excedente a otros, ya que éstos pueden satisfacer sus necesidades cuando les plazca. El dinero no tendrá valor”.

     “Lo que queremos decir es que en los primeros días de la sociedad comunista los productos serán distribuidos probablemente en proporción al trabajo hecho por el solicitante, lo que no significa que el trabajador vaya a recibir ‘todo el producto de sus trabajo’; sin embargo, en una fase posterior, serán suministrados en función de las necesidades de los camaradas, puesto que habrá abundancia de todo…” (pp. 113-117).

    Este sería seguramente el momento de poder aplicar el importante criterio sobre la distribución socialista establecido por Marx en la Crítica al Programa de Gotha: “de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades”.

    Disciplina laboral fraterna versus vagancia. “La productividad de un país no está únicamente determinada por la cantidad de maquinaria, materia prima y otros medios de producción; su productividad también depende de la capacidad de trabajo…”

    “El método capitalista de producción mantuvo a los trabajadores en estado de servidumbre; los obligó a trabajar para sus patronos; les impuso, en efecto, la disciplina del látigo…”

    “Ha finalizado el período de destrucción de la vieja disciplina [capitalista]. Ahora se ha inaugurado una conducta nueva, no impuesta y mantenida por los patronos… o el flagelo capitalista, sino por las propias organizaciones de trabajadores, por los comités de las fábricas y talleres, y por los sindicatos. Al organizar la producción, no podemos dejar de lado la organización de los trabajadores en la empresa…”

    “Una disciplina de trabajo basada en la camaradería es uno de los recursos básicos para la organización de la producción social y para el incremento de la productividad: la disciplina basada en la camaradería debe estar acompañada por una espontaneidad absoluta de la clase trabajadora. Los trabajadores no han de esperar órdenes de arriba, no les ha de faltar la iniciativa. Lejos de esto, cada mejora en la producción, cada descubrimiento de nuevos métodos para organizar el trabajo, debe ser el camino por sí mismo… Todo lo necesario puede ser realizado de abajo a arriba instrumentalizado por las organizaciones de trabajadores.”[23]

   “La disciplina del trabajador se debe basar en el sentimiento y la conciencia de que cada cual es responsable ante sus camaradas, teniendo en cuenta que la debilidad y la negligencia son una traición a la causa común de los trabajadores. Los capitalistas no existen más como una casta dominante. Los trabajadores no trabajan más para los capitalistas, usureros y banqueros; trabajan para ellos mismos.”[24]

   “Finalmente, la disciplina del trabajador debe estar basada en el control mutuo más estricto. Desde el momento en que todos los camaradas saben que una mengua en la productividad del trabajo implicará la ruina de toda la clase trabajadora, que si fallamos en la mejora en este aspecto pereceremos inevitablemente, todos deben supervisar con ojo de propietario las tareas comunes usando la energía que la naturaleza nos ha concedido. Ya que el trabajo es una batalla; una batalla frente a la naturaleza…”(pp. 338-340).

Karl Heinrich Marx (1818-1883). Critica al Programa de Gotha. Aguilera. Madrid 1971.

karl    “La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que está dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás?”. (p.25)

    “A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual... Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado”. (p.23)

    “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación  revolucionaria de la primera a la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”. (p. 38)

    “En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!”. (p. 24) Será el momento de pasar del reino de las necesidades al reino de la libertad.

    Nota: Destacar como Marx era consciente de que una redistribución de la renta como la que se propone mediante el modelo fuerte de RB es imposible en el capitalismo. Sólo en una fase avanzada del comunismo, a cada uno según sus necesidades, puede ser abordada la cuestión del igualitarismo.

August Bebel (1840-1913). La sociedad futura. Editorial Progreso. Moscú.

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    Incorporación al trabajo de todos los que pueden trabajar

     “Tan pronto como la sociedad se vea propietaria de todos los medios e instrumentos de producción, la ley fundamental de la sociedad socializada será el deber general de trabajar, sin distinción de sexo. La sociedad no puede existir sin trabajo. En virtud de ello tiene derecho a exigir que todos los que quieran satisfacer sus necesidades participen, en consonancia con sus capacidades físicas e intelectuales, en la creación de los productos para eso. La absurda afirmación de que los socialistas quieren abolir el trabajo contradice enteramente el sentido común. Los holgazanes y los parásitos existen sólo en el mundo burgués. En este sentido, el socialismo está de acuerdo con la Biblia cuando ésta proclama: quien no trabaja no come. Pero el trabajo debe ser una actividad productiva útil. Por eso, la nueva sociedad debe exigir que cada cual se dedique a una determinada actividad útil en la industria, la artesanía, la agricultura, etc., mediante la cual prestará cierto servicio a la obra de satisfacer las necesidades existentes. Sin trabajo no hay satisfacción, sin satisfacción no hay trabajo”. (p. 22)

    El porvenir de la religión

      “La ética y la moral pueden prescindir de la religión. Únicamente los simplones o los hipócritas pueden afirmar lo contrario. La ética y la moral expresan los conceptos que gobiernan las relaciones entre los seres humanos y sus actos. La religión abarca las relaciones entre los seres humanos y los sobrenaturales. Pero el concepto de ética, lo mismo que la religión, viene determinado por las condiciones sociales en que vive el hombre. El caníbal considera que la antropofagia es una cosa muy moral; para los griegos y los romanos, la esclavitud era también una cosa moral, y para los señores feudales de la Edad Media, lo era la servidumbre de la gleba. En la actualidad, el capitalismo tiene por muy moral el sistema de trabajo asalariado, el agotamiento de la mujer en trabajos nocturnos y la desmoralización de los menores en las fábricas. Cuatro fases del desarrollo social y cuatro conceptos distintos de la moralidad, sin que en ninguna de ellas prevalezca la moral más elevada. La condición moral más alta es cuando el hombre se siente libre respecto de los demás, se siente igual a los demás, cuando el principio no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti penetra invariablemente todas las relaciones humanas. En la Edad Media, la genealogía determinaba la situación del hombre; en nuestros tiempos lo hace la propiedad, la riqueza, pero en el porvenir, el hombre será estimado por ser hombre. Y este porvenir pertenece al socialismo”. (p. 95)

    Nota: Choca, y duele, ver que a pensadores tan lúcidos les cueste separar lo que Marx define como “la actividad vital del obrero, la manifestación misma de su vida”,[25] de la apropiación y conversión que hace cada modo de producción de la actividad vital para reducirla a mano de obra explotada. El esclavista, el señor feudal, el capitalista obligan al esclavo, al siervo, al proletario a trabajar para vivir; cada modo de producción los explota a su manera. Todos tienen que someterse para poder existir, para asegurarse los medios de vida necesarios. Ninguna de las personas considera la obligación de trabajar como parte de su vida; para cada una más bien es un sacrificio de su vida. Es una mercancía que ha adjudicado a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es tampoco el fin de su actividad. Trabajar, sea como esclavo, como siervo o como obrero, nunca ha de ser considerado como una actividad vital en el sentido que le da Marx, en el sentido de que cada persona pueda expresar libremente su propia vida.

Mao Tse-Tung (1893-1976). “Notas de lectura sobre el Manual de Economía Política de la Unión Soviética (1960)”. En La construcción del socialismo: Vía china o modelo soviético. Textos inéditos presentados por Hu Chi-hsi. Anagrama. Barcelona 1975.

zedong    ¿Es una revolución el paso al comunismo?

    “En la página 417 [del Manual] está escrito. <<Puesto que en el socialismo no hay clases ni grupos sociales cuyos intereses se hallen en contradicción con el comunismo, el tránsito a la sociedad comunista se opera sin ninguna revolución>>.

    Evidentemente, el paso al comunismo no significa el derrocamiento de una clase por otra. Pero no puede decirse que no sea una revolución social, puesto que la substitución de una relación de producción por otra relación de producción es un salto cualitativo, es decir, una revolución. En China, la transformación de la economía individualista en economía colectiva y la transformación de la economía colectiva en economía de todo el pueblo representan revoluciones en el terreno de las relaciones de producción. No puede decirse tampoco que la conversión del principio socialista a cada uno según su trabajo en principio comunista a cada uno según sus necesidades no constituye una revolución en el terreno de las relaciones de producción. Como es obvio, el principio a cada uno según sus necesidades deberá ser llevado a la práctica de forma progresiva. Es posible que cuando el aprovisionamiento de artículos de primera necesidad sea suficiente, los distribuiremos a cada uno según sus necesidades. Esta distribución se extenderá a los demás artículos a medida que las fuerzas productivas vayan desarrollándose.

    Examinemos el ejemplo el desarrollo de las comunas populares chinas. En el momento de la transformación del sistema de propiedad a nivel de equipo de base en sistema de propiedad a nivel de la comuna de base, ¿no se corre el riesgo de que una parte de la población provoque conflictos? Este problema merece ser estudiado. Para realizar esta transformación, una de las condiciones determinantes es que las rentas que provienen de la economía comunal sean más de la mitad de las rentas globales de la economía popular. La aplicación del sistema de propiedad a nivel de la comuna popular de base favorece a los miembros ordinarios de la comuna. Por ello estimamos  que la inmensa mayoría de las personas no se opondrán a este cambio. Pero en el momento del cambio los antiguos cuadros de los equipos de producción perderán la dirección de estos equipos y su poder administrativo disminuirá en la misma medida. ¿Se opondrán entonces a esta transformación?

    Es posible que en este proceso de desarrollo surja el problema de ciertos <<grupos que han adquirido privilegios>>, y aun a pesar de que, en una sociedad socialista, las clases han sido abolidas. Los miembros de estos grupos, plenamente satisfechos con el sistema existente, no desearán cambiarlo. La aplicación de los principios: a cada uno según su trabajo o ganar más trabajando más, por ejemplo, les beneficie directamente. En consecuencia, puede ser que no se sientan a gusto cuando estos principios sean desplazados por el principio de a cada uno según sus necesidades. Ahora bien, el establecimiento de todo nuevo sistema exige, necesariamente, la destrucción del antiguo. No se puede construir sin destruir. Si se destruye, se provoca la oposición de una parte de la gente. El hombre es un animal extraño. Cuando se encuentra en una situación de privilegio, se muestra arrogante… No tener esto en cuenta es tremendamente peligroso”. (pp. 99-101)

    El pretendido <<estímulo material>>

    “En la página 486, el Manual dice que durante el período socialista el trabajo todavía se ha convertido en la primera necesidad vital de todos los miembros de la sociedad; de ellos se deduce que, para el trabajo, todavía signifique mucho el estímulo material.

    No es cierto que los hombres necesiten cada día, cada mes o cada año estímulos materiales. En los tiempos difíciles es necesario trabajar y trabajar a conciencia con menos estímulos materiales. El Manual trata el problema del estímulo material de forma parcial y absoluta. No da ninguna importancia a la elevación del nivel de conciencia. No puede explicar por qué el trabajo que realizan asalariados que pertenecen todos a la misma categoría es, sin embargo, distinto…

    Nuestro partido ha hecho la guerra de forma continua durante más de veinte años. Durante un largo período adoptó el sistema de distribución gratuita. Evidentemente, en esta época en la que nos encontrábamos en nuestras bases de apoyo, no podía aplicarse este sistema a toda la sociedad. Pero durante el período de la guerra civil, el número de personas que estaban bajo este sistema fue, como máximo, de varias decenas de miles. Durante el período de la guerra de resistencia contra el Japón, el número de estas personas pasó de un millón a varios millones. Durante los primeros años después de la Liberación, estas personas que estaban bajo el sistema de distribución gratuita llevaron, en términos generales, una vida igualitaria, trabando duro y combatiendo valerosamente. No se apoyaban en pretendidos estímulos materiales, sino en su espíritu revolucionario. Durante el segundo período de la segunda guerra civil tuvimos que padecer algunos fracasos. Pero antes y después de este período conseguimos victorias. Estas derrotas y estas victorias no se deben a la existencia o ausencia de estímulos materiales, sino al carácter correcto o erróneo de la línea política y de la línea militar. Estas experiencias tienen muchísima importancia para nosotros cuando queremos resolver el problema de la construcción del socialismo… (pp. 126-130)

    Concepciones erróneas sobre el determinismo de la distribución

    En el capítulo XX, el Manual dice: <<Fue una condición indispensable para el auge de la industria estatal poner a contribución el interés personal material de los obreros en el desarrollo de la producción socialista>>. En el capítulo XXI, el Manual dice: <<Desempeñaron un papel muy importante en la industrialización del país la implantación consecuente del cálculo económico y la aplicación de la ley económica de la distribución con arreglo al trabajo, que conjugaba el interés personal material de los trabajadores con los intereses de la producción social>>. En el capítulo XXV el Manual sigue diciendo: “El fin de la producción socialista… incita a los obreros a interesarse por elevar por todos medios la producción, alienta a los trabajadores a interesarse por los resultados de su trabajo desde el punto de vista de sus intereses materiales. En esto reside la poderosa fuerza motriz que hace desarrollar las fuerzas productivas del socialismo>>.

    Hablando de esta forma tan absoluta del <<interés personal material>> se corre el riesgo de desarrollar el individualismo.

    El Manual dice también que el principio a cada uno según su trabajo incita a los trabajadores, desde el punto de vista de sus intereses materiales, a aplicar con todo cuidado los planes que intentan incrementar la productividad. Y esto es considerado como una de las fuerzas motrices más importantes de la producción socialista. Creemos que es obligado hacernos la siguiente pregunta: puesto que las leyes económicas fundamentales del socialismo han determinado la orientación del desarrollo de la producción socialista, ¿cómo es que pueden presentarse los intereses materiales personales como una fuerza decisiva de la producción? Considerar el problema de la distribución de los productos de consumo como una fuerza motriz decisiva es caer en una concepción errónea del determinismo de la distribución. Según las propias palabras de Marx: “La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción”.[26] Es decisivo, por tanto, considerar quién controla los medios de producción. La distribución de los medios de producción determina la distribución de los bienes de consumo. Considerar que la distribución de los bienes de consumo es una fuerza motriz decisiva es revisar el punto de vista de Marx expresado antes y que estatalmente correcto. Por el contrario, el Manual comete un error teórico”. (pp. 120-121)

    Nota: “Estas notas de lectura de Mao fueron escritas, posiblemente entre 1961 y 1962, después de la tercera edición del Manual publicado en 1959 en la Unión Soviética. Es de sobra sabido que el Manual, que es una obra destinada a todos los institutos de enseñanza superior de la URSS y a la propaganda de masas, no ha sido un documento inmutable”, sino que se fue revisando de acuerdo con las conveniencias de las autoridades soviéticas. Nota del presentador de este documento Hu Chi-hsi.

1928. Bernard Shaw (1856-1950). The Intelligent Woman's Guide to Socialism, Capitalism, Sovietism and Fascism. Pelican Book. Penguins Book. Great Britain, 1965.

shaw

    Expresión: enough wealth for everybody to be fairly respectable and well-to-do

    Expresión en castellano: suficiente riqueza para que todos sean convenientemente respetables y acomodados

    Justificación: “Estuvimos intentando encontrar el plan perfecto para la repartición del dinero; y cada vez que proponíamos distribuirlo en función de méritos propios, honores o cualidades individuales de cualquier tipo el plan se reducía al absurdo. Cuando intentábamos establecer una relación entre dinero y trabajo éramos derrotados: no se podía hacer. Cuando intentábamos establecer una relación entre dinero y carácter estábamos vencidos. Cuando intentamos establecer una relación entre dinero y la dignidad que da autoridad, estábamos perdidos. Y cuando desistimos por considerarlo como un trabajo mal planteado y pensamos en dejar las cosas como están, encontramos que no se podían quedar tal y como están.”

    Consideremos por un momento que cualquier plan debe hacer lo posible para ser aceptable. Y en primer lugar, como todo el mundo excepto los Hermanos Franciscanos y las Hermanas Clarisas dirán que ningún plan será aceptable excepto que consiga la abolición de la pobreza (e incluso la pobreza franciscana debe ser voluntaria y no forzada), vayamos a estudiar brevemente la pobreza.

    Está comúnmente aceptado que la pobreza es una desgracia muy penosa para el pobre. Pero los pobres, cuando no están famélicos o no padecen un frío severo, no son más infelices que los ricos: son a menudo mucho más felices. Es fácil encontrar a personas que son diez veces más ricas a los 60 años que cuando tenían 20, pero ninguna de ellas dirá que son diez veces más felices. Todos los pensadores asegurarán que la felicidad y la infelicidad son consustanciales a la persona, y no tienen nada que ver con el dinero. El dinero puede paliar el hambre, pero no puede curar la infelicidad. La comida satisface el apetito, pero no satisface al alma. Un famoso socialista alemán, Ferdinand Lassale, dijo que lo que le frenaba para instigar a los pobres a que se sublevaran contra su pobreza era que ellos no lo requerían. Por supuesto que no estaban satisfechos, nadie lo está; pero no estaban suficientemente descontentos como para tomar grandes riesgos al intentar cambiar su situación…

    Una pobreza como la que tenemos actualmente en todas las grandes ciudades degrada al pobre, e infecta con su degradación a todo el vecindario en el que vive. Y lo que puede degradar un vecindario, puede degradar un país y un continente y finalmente todo el mundo civilizado, que no es más que un gran vecindario. Los ricos no pueden escapar de los efectos perniciosos de la pobreza. Cuando la pobreza produce brotes de enfermedad virulenta e infecciosa, como siempre acaba haciendo más pronto o más tarde, los ricos se enferman y ven como sus hijos mueren de esa enfermedad. Cuando la pobreza genera violencia y crimen, los ricos se atemorizan y gastan ingentes cantidades de dinero en protegerse a sí mismos y a sus propiedades. Cuando se traduce en malos modales y palabrotas, los hijos de los ricos los adoptan, por mucho que sus padres intenten recluirlos, y esa reclusión les hace más mal que bien. Si los pobres y las mujeres jóvenes y bonitas piensan, como es el caso, que pueden ganar más dinero con el vicio que con el trabajo honesto, envenenarán la sangre de los jóvenes ricos que, cuando se casen, infectarán a sus mujeres y a sus hijos, y les causarán todo tipo de problemas físicos, que pueden acabar en desfiguraciones, ceguera e incluso la muerte; siempre producirán más o menos perjuicios…. Aunque el sector rico de la ciudad pueda evitar convivir con el sector pobre, no puede evitar una muerte conjunta cuando la plaga llegue…

    Además, mientras exista la pobreza nunca estaremos seguros que no nos tocará a nosotros mismos. Si cavamos un pozo para otros, podemos caer en él; si dejamos un precipicio sin valla protectora, nuestros niños pueden caer cuando están jugando. Vemos diariamente familias de las más respetables cayendo en el pozo desprotegido de la pobreza: ¿y cómo sabemos que no seremos los siguientes?

    Tal vez  la mayor insensatez de la que se puede culpar a una nación es la de intentar utilizar la pobreza como un tipo de castigo por faltas por las que no enviarían a esas personas a la cárcel. Es fácil decir sobre una persona perezosa ‘Oh, déjale ser pobre: le está bien empleado por ser perezoso: eso le servirá como lección’. Al decir eso, nosotros mismos somos demasiado perezosos como para pensar un poco antes de hablar. Bajo ningún concepto podemos permitirnos la existencia de los pobres, sean perezosos o trabajadores, ebrios o sobrios, virtuosos o viciosos, ahorradores o derrochadores, sabios o locos. Si merecen sufrir, dejémosles sufrir de otro modo; puesto que la mera pobreza no les dolerá la mitad de lo que afectará a sus vecinos inocentes. Es una molestia pública, además de una desgracia personal. Tolerarlo es un crimen nacional.

    Distribución. “Por tanto debemos considerar como condición indispensable para la distribución perfecta de la riqueza el que cada persona tenga lo necesario para mantenerse fuera de la línea de la pobreza.”

   Esto no es nuevo del todo. Desde los tiempos de la Reina Elisabeth existe en Inglaterra una ley según la cual nadie debe ser abandonado a la miseria. Si alguna persona desamparada, aunque sin merecerlo, pide ayuda a los Guardianes de los Pobres, los Guardianes deben alimentar, vestir y albergar a esta persona. Deben hacerlo duramente y a regañadientes; deben ofrecer ayuda en las condiciones más desagradables y degradantes que se les pudiera ocurrir; deben obligar al pobre a realizar tareas odiosas e inútiles, y enviarlo a la prisión si se niega; el alojamiento debe ser en un asilo común, en el que se mezclen promiscuamente los jóvenes y los viejos, los sanos y los enfermos, las chicas inocentes y las prostitutas más endurecidas, y los vagabundos, de forma que se puedan contaminar mutuamente; se puede estigmatizar socialmente a los que reciban ayuda, sacándoles el voto (si tienen), impidiéndoles ocupar o ser elegidos para determinados cargos públicos; deben, en resumen, forzar a que el pobre respetable prefiera cualquier situación antes de pedir ayuda; pero deben ayudar al desamparado por encima de cualquier consideración, si así él lo solicita.

    “En tal medida la ley de Inglaterra es en el fondo una ley comunista. Toda la severidad y el exceso con la que se lleva a cabo es un craso error, porque en lugar de salvar el país de la degradación causada por la pobreza, de hecho convierte a la pobreza en más degradante de lo que tiene que ser; de todos modos, la idea está ahí. La Reina Elisabeth dijo que nadie debe morir de hambre o por falta de cobijo. Nosotros, ricos o pobres, después de la terrible experiencia que hemos tenido en toda la nación como consecuencia de la pobreza, debemos ir más allá y decir que nadie debería ser pobre. A medida que día a DIA vayamos repartiendo la riqueza, el primer objetivo a conseguir debe ser que todo el mundo sea convenientemente respetable y acomodado.  Si alguien hace o deja de hacer algo que dé pie a considerar que no merecen este reparto, impongámosle prohibiciones u obligaciones del mismo modo como haríamos con cualquier otro tipo de malhechores; pero no hagamos que, por el hecho de ser pobres, todo el mundo sufra a causa de sus errores”. (pp. 74-78)

1930.  John Maynard Keynes (1883-1946). "Economic possibilities for our grandchildren". The Collected Writings of John Maynard Keynes. Volume IX, Macmillan. London.

keynes    Expresión: to devote our further energies to non-economic purposes / doing nothing for ever end ever.[27]

    Expresión en castellano: dedicar nuestra energía sobrante a propósitos no económicos / no hacer nada nunca más.[28]

    Justificación. “La edad moderna empezó, opino, con la acumulación de capital que se inició en el siglo XVI… Al mismo tiempo las mejoras tecnológicas en la manufactura y el transporte se han sucedido a mayor velocidad que en los diez últimos años de la historia…. De momento la gran rapidez de estos cambios nos está perjudicando y conlleva problemas difíciles de resolver…. En concreto, el desempleo tecnológico…. Pero esta es únicamente una fase temporal de desajuste. Esto significa que a largo plazo la humanidad está resolviendo su problema económico. Yo predeciría que en los próximos cien años el nivel de vida en los países desarrollados será entre cuatro y ocho veces como es hoy”.

    “Por otro lado es cierto que las necesidades de los seres humanos parecen insaciables. De todos modos se podrían clasificar en dos tipos: las que son necesidades absolutas, en el sentido que las sentimos independientemente de la situación en que se encuentren las otras personas, y las que son relativas, en el sentido que las sentimos sólo si el satisfacerlas nos eleva, nos hace sentir superiores a nuestros congéneres. Necesidades del segundo tipo, las que satisfacen el deseo de superioridad, pueden ser verdaderamente insaciables; ya que cuánto más alto está el nivel general, mayores son las necesidades. Pero no es tan cierto respecto a las necesidades absolutas: llegará un momento, tal vez antes de lo que nos pensamos, cuando estas necesidades sean cubiertas, en que preferiremos dedicar nuestra energía sobrante a propósitos no económicos”.

    “Deduzco que, en el supuesto de que no haya grandes guerras ni un gran incremento de población, en el plazo de cien años se resolverá el problema económico, o como mínimo la solución estará cerca. Esto significa que el problema económico no es, si miramos al futuro, el problema permanente de la raza humana”.

    “Encontramos que el problema económico, la lucha por la subsistencia, ha sido siempre hasta ahora el problema más básico y acuciante de la humanidad… [Pero], ¿sería beneficioso que se solucionara el problema económico? [Vayamos a escuchar] el epitafio tradicional escrito por una criada vieja:

      No lloréis por mí, amigos, no os lamentéis nunca por mí,
        Ya que no voy a hacer nada nunca más.

    “Así por primera vez desde el inicio de la humanidad, la gente se enfrentará con su problema real y permanente: cómo utilizar su libertad, al liberarse de graves problemas económicos, cómo ocupar el tiempo libre, qué ciencia y qué interés compuesto habrá ganado para él vivir tan sabiamente, de manera agradable y bien”.

    “Los obsesionados en ganar dinero pueden arrastrarnos a todos con ellos al seno de la abundancia económica. Pero serán ellos, los que sobrevivan y practiquen con gran perfección el arte de la buena vida, y no se vendan para sobrevivir, los que disfrutarán de la abundancia cuando ésta llegue.”

    “Sin embargo no existe ningún país ni ninguna persona, creo yo, que pueda mirar hacia delante, hacia la época del tiempo libre y de la abundancia, sin tener temor alguno, puesto que hemos sido entrenados durante mucho tiempo para intentar no disfrutar. Encontrar qué hacer es un terrible problema para las personas corrientes, que carecen de algún talento especial, especialmente si ya no se tiene costumbre de trabajar la tierra, ni hobbies, ni el hábito de seguir las estimadas convenciones de la sociedad tradicional. ¡A juzgar por el comportamiento y los logros de las clases acomodadas de hoy en día en cualquier rincón del mundo, la visión es muy deprimente!”

    “Durante mucho tiempo el viejo Adán habrá calado tan hondo en nosotros que todo el mundo tendrá que hacer algún trabajo, si quiere afirmarse como persona. Tendremos que hacer más cosas para nosotros mismos de lo que hacen habitualmente los ricos de hoy en día, y estaremos muy contentos de tener pequeñas tareas y deberes y rutinas. Pero más allá de esto, tendremos que intentar hacer milagros para distribuir el trabajo que se debe realizar tan ampliamente como podamos. Con una jornada laboral de tres horas, o con una semana de quince horas para resolver estas pequeñas obligaciones sería suficiente para solucionar el problema durante bastante tiempo. ¡Tres horas al día nos bastan a la mayoría para satisfacer al viejo Adán que llevamos dentro!”.

    “Por supuesto que todavía habrá mucha gente con una obstinación intensa e insatisfecha que perseguirán ciegamente la riqueza, excepto que encuentren algún substituto plausible. Pero el resto de nosotros ya no estará más bajo ninguna obligación de aplaudirles o avivarles”.

    “Me imagino, por tanto, en días no tan lejanos, el mayor cambio que le haya ocurrido jamás al conjunto de la humanidad. Pero, por supuesto, todo ocurrirá gradualmente, y no de forma catastrófica. De hecho, ya ha comenzado. Lo que ocurrirá será simplemente que habrá clases y grupos de gente para quienes los problemas económicos hayan prácticamente desaparecido. El momento crítico del cambio lo percibiremos cuando esta condición sea tan general que la forma de relacionarse de cada uno con su vecino haya cambiado, puesto que será lógico perseguir una mejora económica para los otros después de que haya dejado de se razonable para uno mismo”.

1932.  Jacques Duboin (1876-1976). Egalité économique (1938); L'economie distributive de l'abondance (1945)

    Término: revenu social / maximum vital

    Término en castellano: renta social / máximo vital

    Justificación. No obstante, esta situación injusta es tan necesaria para las empresas capitalistas, que ahora se trata de generalizarla: de todas partes vienen las propuestas para asegurar una renta mínima en todos los hogares. Cuando provenía de humanistas exaltados al ver que seres humanos morían de miseria al lado de montones de excedentes, una proposición tal no tenía ningún eco. Pero hoy, la publicidad capitalista ha sido tan eficaz, ha convencido tan bien que fuera del capitalismo no cabía más alternativa que la miseria, que se ha llegado a un consenso para adoptar esta forma de salvar todavía el sistema del mercado. Todos los partidos políticos, sean de derechas o de izquierdas, sindicalistas incluidos, se van a poner de acuerdo: las discusiones ya han comenzado sobre la cantidad del mínimo a garantizar; y abandonaran pronto las viejas discusiones sobre los salarios ». p. 24. La Grande Relève des Hommes par la Science.

    Todo ser humano tiene derecho a la vida, nace de la naturaleza y por tanto tiene derecho a tener su parte de las riquezas del mundo. Todo ser humano vivo es heredero de un inmenso patrimonio cultural, obra colectiva acumulada durante siglos por una cantidad innombrable de investigadores y trabajadores, tácitamente asociados para la mejora de la condición humana. Es por tanto usufructuario de ese patrimonio. Los derechos políticos ya no bastarán para asegurar la libertad del Hombre, ya que lo más esencial es la libertad del espíritu, y no tiene el espíritu libre más que quien tiene la existencia material asegurada. Por tanto los derechos del ciudadano se deben completar con los derechos económicos, puestos en práctica a través de una renta social, de la que cada individuo se beneficiará desde la cuna hasta la tumba. La renta social liberará a la mujer, ninguna ley natural la condenará a depender económicamente del hombre. En contrapartida de esta renta social, el ciudadano cumplirá un servicio social en el que ofrecerá la parte de su trabajo que reclama el aparato de producción y de administración. L'économie distributive de l'abondance (1945). Extractos de un artículo publicado en La Grande Relève el 19 de abril de 1958 y en La Grande Relève, Nº fuera de serie, enero de 1992.

1936. Oskar Lange (1904-1965).On the Economic Theory of Socialism”. The Review of Economic Studies, pp. 53-71 y 123- 141, Volume IV. Reprinted by Kraus Reprint Corporation. New York 1959.

oskar    Término: social dividend / free sharing

    Término en castellano: dividendo social / libre disposición

    Justificación: “En el sistema socialista… tenemos un mercado genuino (en el sentido institucional de la palabra) para los bienes de consumo y para servicios de trabajo. Pero no hay mercado para maquinaria y recursos productivos…Igual que en un régimen competitivo e individualista, el equilibrio se determina por dos factores. (A) En base a indicios dados de alternativas… tanto los individuos que participan en el sistema económico como consumidores y como dueños del producto del trabajo, y los gerentes de producción y los más remotos proveedores… toman decisiones según unos determinados principios. Se asume que estos gerentes actúan como cargos públicos. (B) Los precios (sean del mercado o estimados) se determinan en el supuesto de que la cantidad solicitada para cada bien sea igual a la cantidad producida. Las condiciones que determinan las decisiones en el caso (A) son las subjetivas, mientras que las del caso (B) son las condiciones de equilibrio objetivas. Finalmente, también tenemos una condición C que expresa la organización social del sistema económico. Aunque los recursos para la producción externos al trabajo son de propiedad pública, los ingresos de los consumidores no están en función de la propiedad de estos recursos y la forma de la condición C está determinada por los principios sobre los salarios que se hayan adoptado. La posibilidad de determinar la condición C de modos distintos da a la sociedad socialista una considerable libertad en materia de distribución de los ingresos. Pero la necesidad de mantener la libertad de elección de ocupación limita el uso arbitrario de esta libertad, ya que debe haber algún tipo de conexión entre los ingresos de un consumidor y los servicios de trabajo que haya prestado. Parece conveniente, sin embargo, considerar los ingresos de los consumidores como compuestos por dos partes: una que sea el recibo del trabajo realizado, y la otra que sea un dividendo social  que constituya la parte que le pertenece derivada del capital y las riquezas naturales que pertenecen a toda la sociedad. Asumimos que la distribución del dividendo social está basada en ciertos principios, y reservamos el contenido de esos principios para otra discusión. Así la condición C está determinada y determina los ingresos de los consumidores en términos de tarifa por los servicios prestados y por el dividendo social el cual, a su vez, se debe determinar por el rédito total del capital y de los recursos naturales y por los principios adoptados sobre la distribución de estos réditos.” (p. 61)

    Distribución. Así, “la condición C determina los ingresos de los consumidores según la tarifa de los servicios de las fuentes productivas finales y según los principios adoptados para la distribución del dividendo social”… Uno de los dos problemas que “merece alguna atención especial está relacionado con la menor manera de distribuir el dividendo social. Una vez asumida la libertad de elección de ocupación, la distribución del dividendo social puede afectar la cantidad de solicitudes de empleo ofrecidas a diversas industrias. Si ciertos puestos reciben un mayor dividendo social que otras, el trabajo se desviará hacia las ocupaciones que reciban más dividendo social. Sin embargo, la distribución del dividendo social debe hacerse de modo que no interfiera con la distribución óptima de trabajo entre diversas industrias y ocupaciones. La distribución óptima es la que hace que el valor del producto marginal del servicio del trabajo en diferentes industrias y ocupaciones sea proporcional a la disutilidad marginal de trabajar en esas industrias u ocupaciones. Para asegurarlo no sólo en el salario pero también en el dividendo social recibido por los individuos, debe establecerse alguna relación con la disutilidad marginal del tipo de servicio realizado en particular. El dividendo social que se pague a cada individuo debe ser tal que no interfiera la proporcionalidad del precio de suministro de los diferentes servicios de trabajo y de la disutilidad de realizarlos. Esto se alcanza haciendo que el dividendo social sea un porcentaje fijo sobre el sueldo. Como resultado de este principio de distribución del dividendo social, el ingreso monetario ganado en diversas ocupaciones será proporcional al valor del producto marginal de los servicios de trabajo realizados en cada ocupación, pero no igual a él. El ingreso económico que sobrepase el valor del producto marginal de los servicios prestados es el dividendo social”. (Pp.64-65) [29] 

    “La idea de distribuir bienes y servicios por libre disposición[30] suena utópica, ciertamente. Sin embargo, si únicamente la aplicamos a una parte de los bienes, la libre disposición deja de ser un sinsentido como pareciera a primera vista… La demanda de muchos bienes es, a partir de cierto punto, bastante inelástica. Si el precio de un bien es reducido y los ingresos del consumidor están por encima de cierto mínimo, el bien es tratado por el consumidor como si fuera gratuito. El bien es consumido hasta que el deseo de consumo esté totalmente saturado. Tomemos como ejemplo la sal. La gente bien estante hace lo mismo con el pan o con la calefacción en invierno. No dejan de comer pan en el momento en que la utilidad marginal de la rebanada iguale a la utilidad marginal del precio, ni desconectan la calefacción por ningún motivo similar. ¿Acaso una disminución del precio del jabón hasta un valor nulo les incitaría a utilizarlo más? Aunque el precio fuera nulo, la cantidad de sal, pan, combustible y jabón consumido por la gente acomodada no se incrementaría de forma notable. Con tales productos, el nivel de saturación se alcanza incluso cuando deben pagarse. Cuando el precio es tan reducido, y los ingresos tan elevados, que las cantidades consumidas de tales productos están en el nivel de saturación, la libre disposición puede ser utilizada como un método de distribución. En nuestra sociedad actual ya hay ciertos servicios que están distribuidos de este modo. Si una parte de los bienes y servicios se distribuye por el método de libre disposición, sólo será necesario confinar al sistema de precios a los restantes. Sin embargo, aunque la demanda de bienes distribuidos por libre disposición sea, dentro de unos límites, una cantidad fija, se debe tener en cuenta el coste para poder encontrar la mejor combinación de factores y la escala óptima de producción. El sueldo de los consumidores se debe reducir en función del equivalente de los costes de producción de esos bienes. Esto significa simplemente que la libre disposición proporciona, para decirlo de algún modo, un “sector socialista” de consumo el coste del cual se calcula por tasación (ya que la reducción de los ingresos monetarios de los consumidores que ha sido mencionado anteriormente es exactamente la tasa para cubrir el consumo por libre disposición). Tal sector existe también en la sociedad capitalista, comprendiendo por ejemplo la educación gratuita, atención médica gratuita a través de la seguridad social, parques públicos, y todo lo colectivo en el sentido entendido por Cassel (por ejemplo la iluminación de las calles). Se puede concebir bastante bien que a medida que la riqueza aumente, este sector aumente también, y un número cada vez mayor de bienes sean distribuidos por el método de la libre disposición hasta que, finalmente, todas las necesidades básicas sean proporcionadas de este modo, y la distribución por el método del precio se reduzca a los productos de calidad superior y a los lujos. Así, nos aproximaríamos gradualmente a la segunda fase del comunismo de Marx: de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. (pp. 141-142)

Simone Weil (1909-1943). “Our Father”. Waiting on God. Collins Fontana Books. London 1950.

weil    Término: derecho a la compensación

    Justificación:“Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores… En el momento que rogamos por el perdón [celestial] tenemos nosotros que haber ya perdonado todo lo que nos deben [en el ámbito terrenal]. Esta condonación no sólo incluye la absolución de todos los agravios que pensamos se han cometido con nosotros, sino también de aquellas acciones en que hicimos el bien a los demás, y de forma general también lo hemos de aplicar a todo aquello que esperamos de las gentes y de las cosas, a todo aquello  que consideramos que se nos debe sin por ello sentir ningún sentimiento de frustración. Toda esta indulgencia con las deudas del pasado es lo que nos legitima a disfrutar del derecho de compensación en el futuro. [De aquí deduzcamos que]:

    “Este principal derecho que creemos tener sobre el universo se basa en la necesidad de garantizar la sobrevivencia de nuestra persona. Este derecho conduce y conlleva al resto de los derechos… En la medida que el institnto de autopreservación nos pide una garantía para continuar viviendo, exigimos que esta necesidad se convierta en un derecho… Esto, a su vez, nos lleva a desarrollar unas expectativas de que la sobrevivencia sea una realidad materializada por el derecho a las compensaciones. De lo contrario, la realidad de la muerte se convertiría en un horrible hecho sino tuviéramos la seguridad de unas compensaciones… Dios puede olvidar nuestros pecados en la medida que nos acercamos al estado de perfección… Pero Dios sólo perdonará nuestros errores en la misma medida que perdonamos a nuestros deudores de los suyos con nosotros”. (pp. 174-175)

Erich Fromm (1900-1980). (a) Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Fondo de Cultura Económica. México 1956. Título original: The Sane Society. Rinehart & Co., In., Nueva York 1955.

erich    Término: garantía universal de subsistencia

    Justificación. “Por lo que respecta a la situación económica del ciudadano individual, la idea de la igualdad del ingreso no ha sido nunca un postulado socialista y no es, por muchas razones, ni práctica ni deseable. Lo necesario es un ingreso que sirva de base a una existencia humana digna. Por lo que afecta a las desigualdades de ingreso, parece que no deben rebasar el punto en que las diferencias en el ingreso conducen a diferencias en la experiencia de la vida. El individuo con un ingreso de millones, que puede satisfacer cualquier capricho sin siquiera detenerse a pensarlo, siente la vida de un modo distinto al hombre que, para satisfacer un deseo costoso, tiene que sacrificar otro. El individuo que no puede viajar nunca más allá del término de su población, que no puede permitirse nunca ningún lujo (es decir, algo que no sea necesario), también siente la vida de un modo diferente a su vecino, que puede hacerlo. Pero aun con ciertas diferencias de ingreso, la experiencia básica de la vida puede ser la misma, siempre que dichas diferencias no pasen cierto límite. Lo que importa no es tanto un ingreso mayor o menor como tal, sino el punto en que las diferencias cuantitativas de ingreso se convierten en diferencias cualitativas de experiencia de la vida.

    Es necesario decir que el sistema de seguros sociales, como existe ahora en Gran Bretaña, por ejemplo, debe ser conservado. Pero eso no es bastante. El sistema existente de seguros sociales debe extenderse hasta constituir una garantía universal de subsistencia.

    Todo individuo sólo puede obrar como agente libre y responsable si se suprime uno de los principales motivos de la actual falta de libertad: la amenaza económica del hambre, que obliga a las gentes a aceptar condiciones de trabajo que de otro modo no aceptarían. Ho habrá libertad mientras el propietario de capital pueda imponer su voluntad al hombre que no posee otra cosa que su vida, porque este último, no teniendo capital, no tiene más trabajo que el que le ofrece el capitalista.

    Hace cien años era generalmente admitida la idea de que nadie tenía ninguna obligación con su vecino. Se suponía –y los economistas lo “demostraban” científicamente- que las leyes de la sociedad hacían necesaria la existencia de un gran ejército de gentes pobres y sin trabajo, para que la economía pudiera marchar. Hoy, difícilmente osará nadie sustentar ya este principio. En general, se admite que nadie debe quedar excluido de la riqueza de la nación, ya sea por las leyes de la naturaleza o por las de la sociedad. Las racionalizaciones corrientes hace cien años, de que el pobre debía su situación a su ignorancia, a la falta de responsabilidad –en una palabra, a sus “pecados”-, están anticuadas. En todos los países occidentales industrializados, se ha implantado, un sistema de seguros que garantiza a todo el mundo un mínimum de subsistencia en casi de desempleo, enfermedad y vejez. No es sino un paso más el postular que todo el mundo tiene derecho a recibir medios de subsistencia, aunque no se presenten aquellas situaciones. Hablando en términos prácticos, eso significaría que todo ciudadano puede reclamar una cantidad suficiente para tener un el mínimum de subsistencias aunque no esté desempleado ni enfermo, ni sea un anciano. Puede reclamar esa cantidad si ha dejado el trabajo voluntariamente, si quiere prepararse para otro tipo de trabajo, o por cualquier razón personal que le impida ganar dinero, sin caer en una de las categorías de beneficios del sistema vigente de seguros; en suma, puede reclamar ese mínimum de subsistencia sin necesidad de alegar ninguna “razón”. Se limitaría a un período determinado de tiempo, digamos dos años, para no fomentar una actitud neurótica que rehuye todo género de obligaciones sociales.

    Quizás parezca esto una propuesta fantástica,[31] pero lo mismo le habría parecido a la gente hace cien años nuestro sistema de seguros sociales. La principal objeción que puede formularse contra esta idea es que si todo el mundo tuviera derecho a recibir una ayuda mínima, las gentes no trabajarían. Este supuesto se apoya en la falacia de la pereza inherente a la naturaleza humana; en realidad, aparte de personas neuróticamente holgazanas, serían muy pocos los que no quisieran ganar más que el mínimum y que prefirieran no hacer nada a trabajar.

    Pero el recelo contra un sistema que garantizara un mínimum de subsistencia no carece de fundamento desde el punto de vista de quienes quieren emplear la propiedad del capital para obligar a los demás a aceptar las condiciones de trabajo que ellos ofrecen. Si nadie fuera obligado nunca más a aceptar el trabajo para no morirse de hambre, el trabajo tendría que ser suficientemente interesante y atractivo para inducir a uno a aceptarlo. La libertad de contratación sólo es posible si ambas partes son libres para aceptar o rechazar el contrato, y no es este el caso en el actual régimen capitalista.

    Pero ese sistema no sólo sería el comienzo de la libertad de contratación entre patronos y empleados, sino que reforzaría también enormemente la esfera de la libertad en las relaciones interpersonales, entre persona y persona, en la vida diaria.

    Veamos algunos ejemplos. Actualmente, un persona empleada, y a quien le desagrada su trabajo, con frecuencia se ve obligada a seguir en él porque no dispone de medios para arriesgarse al desempleo aun sólo por uno o dos meses, y, naturalmente, si abandona el trabajo, no tiene derecho a los beneficios del desempleo. Pero, en realidad, las consecuencias psicológicas de esa situación son mucho más profundas: el hecho mismo de que no puede arriesgarse a ser despedido tiende a hacerlo temeroso respecto de su patrono o de cualquier persona de quien dependa. Procurará no ser respondón y tratará de ser agradable y dócil, a causa del miedo sin cesar presente de que el patrono lo despida si hace valer sus derechos. O tomemos el caso del hombre que a la edad de cuarenta años decide cambiar su trabajo por otro enteramente distinto, y para el cual necesita prepararse durante uno o dos años. Puesto que, en las condiciones de un mínimum garantizado de subsistencias, esta decisión implicaría tener que vivir con un mínimo de comodidades, serían necesarios un gran entusiasmo e interés por el nuevo campo elegido, y así únicamente los bien dotados y que se sintieran verdaderamente interesados la tomarían. O pensemos en la mujer que vive una vida matrimonial desgraciada y cuya única razón para no separarse de su marido es la incapacidad para sostenerse a sí misma ni siquiera por el tiempo necesario para prepararse para algún trabajo. O el del adolescente que vive en medio de graves conflictos con un padre neurótico o destructivo, y cuya salud mental se salvaría si tuviera libertad para dejar su familia. En resumen, habría que suprimir la fundamental coerción en el terreno económico de los negocios y en las relaciones privadas, y que devolver a todo el mundo la libertad para obrar.

    Financiación. ¿Y en cuanto a los costos? Puesto que ya hemos admitido el principio para el desempleado, el enfermo y el anciano, sólo habría un grupo marginal de personas que hiciera uso de este privilegio: los particularmente bien dotados, los que sufren una dificultad pasajera, y los neuróticos que no tienen sentido de la responsabilidad ni interés por el trabajo. Teniendo en cuenta todos los factores que intervienen, parecería que el número de personas que haría uso de este privilegio no sería extraordinariamente elevado, y mediante una investigación cuidadosa hasta podría calcularse hoy aproximadamente. Pero hay que advertir que esta propuesta ay que tomarla juntamente con los otros cambios sociales que [en este trabajo] sugerimos, y que, en una sociedad en que el ciudadano individual participe activamente en su trabajo, el número de personas no interesadas en el trabajo sería una fracción del que hay en las presentes circunstancias. Sea cualquiera el número, parece que el costo de semejante sistema difícilmente superaría a lo que los grandes estados han gastado en sostener ejércitos en las últimas décadas, sin tener en cuenta el costo de los armamentos. Tampoco debiera olvidarse que en un sistema que restablece para todo el mundo el interés por la vida y por el trabajo, la productividad del trabajador individual estaría muy por encima de la que se registra hoy como resultado de unos pocos cambios favorables en la situación de trabajo; además, serían considerablemente menores nuestros gastos ocasionados por la delincuencia y por las enfermedades mentales o psicosomáticas”. (pp. 276-279)

1964. James Edward Meade (1904-1965). (a) Planning and the Price Mechanism, George Allen & Unwin Ltd. London 1948. (b) Efficiency, Equality and the Ownership of Property. George Allen & Unwin Ltd. London 1964. (c) The Stationary Economy: Principles of Political Economy. Unwin University Books, London 1965.

meade    Término: equal social dividend

    Término en castellano: dividendo social equitativo

    Justificación: Dice JE. Meade que empezó a estudiar económicas “porque aborrecía el desempleo de masas y quería saber  porqué la sociedad estaba fallando a la hora de evitar la estupidez de los holgazanes y las máquinas, a la vez que había enormes necesidades reales de los productos de esos hombres y máquinas. Ahora bien, los problemas actuales son distintos, de forma que serían las enormes y crecientes desigualdades de riqueza entre los países ricos desarrollados y los países pobres subdesarrollados del mundo los problemas que probablemente le habrían motivado a estudiar economía si estuviera ahora empezando de nuevo desde el principio”. (c. p. 13)

    “En los países industrializados altamente desarrollados una proporción sustancial de la producción neta se añade a las pertenencias de los dueños de propiedades, y la propiedad está distribuida muy desigualmente. Hay, sin embargo, un problema. El patrón de tasas de salarios netos requerido para alcanzar niveles de eficiencia puede conducir a niveles muy elevados de ingresos netos por cabeza para un número muy reducido de ricos dueños de propiedades”. (b; p. 25)

    El estado del bienestar implica que “la tasación de los ingresos de los ricos (podría) subvencionar directamente los ingresos de los pobres”. Pero, aunque “el sistema pudiera ser utilizado para igualar ingresos, no igualaría directamente la posesión de propiedades. Según mi punto de vista, desigualdades extremas en la posesión de propiedades son indeseables, dejando de lado las desigualdades de ingresos que implicarían. Una persona que posea muchas propiedades tiene un gran poder de regateo y un gran sentido de seguridad, independencia y libertad; y disfruta de ello no sólo respecto a sus conciudadanos carentes de propiedades, sino también respecto a las autoridades públicas. Puede enfrentarse con aquellos con quienes debe contar para sus ingresos, ya que siempre podrá vivir durante un tiempo gracias a su capital. La persona que carece de propiedades debe procurarse sus ingresos continuamente y sin interrupción, trabajando para un empresario o cumpliendo los requerimientos para recibirlos de una autoridad pública. Una distribución desigual de la propiedad implica una distribución desigual del poder y del estatus, aunque se hubiese intentado evitar una distribución de ingresos demasiado desigual”. (c; p. 38-39)

    “Consideremos ahora la Posesión Social de Propiedades como un método alternativo para combinar un nivel de eficiencia en las tasas de salarios con una distribución equitativa de ingresos. Supongamos que por efecto de una varita mágica alternativa, la posesión de todas las propiedades fuera transferida de individuos privados al Estado. La tasa de salarios se colocaría al nivel que permitiría utilizarlo exclusivamente como una guía ‘de eficiencia’ para el uso del trabajo. Si este nivel ‘de eficiencia’ es bajo, entonces gran parte de los ingresos nacionales aumentaría en forma de beneficios en todo tipo de capitales. Pero esos beneficios irían entonces al Estado, que podría usarlos para pagar un  dividendo social equitativo  a cada ciudadano. En ambos casos los ingresos de las propiedades estarían divididos equitativamente entre todos los ciudadanos…. En caso de que la propiedad estuviera en manos privadas, para conseguir un presupuesto con superávit se requeriría incrementar las tasas; y el incremento de las tasas podría tener efectos negativos en los incentivos económicos. Por otro lado, en el caso de la posesión social de la propiedad, todos los ingresos derivados de la propiedad pasarían al Estado. El Estado puede, por consiguiente, generar un nivel de ahorros públicos a través del presupuesto con unas tasas inferiores y consecuentemente con menos efectos adversos en la eficiencia,  en el supuesto de que la posesión de propiedad fuera Estatal, que en el caso de una distribución de propiedad privada equilibrada” (c; pp. 66-67)

    “Se debería evitar el riesgo de hacer más proselitismo de sus propios análisis de lo que realmente se pueda. El arte de la política económica está en escoger modelos que combinen simplicidad y relevancia hacia ciertas características del mundo real. El economista nunca puede estar seguro de conocer la respuesta. Pero si ha elaborado una cierta cantidad de modelos que entre ellos incorporen, a través de diversas combinaciones ingeniosas, todas las características principales del mundo real que él considere relevantes en el tema que está examinando, y cada uno de esos modelos conduce al mismo veredicto sobre una política económica dada, entonces puede tener alguna confianza en que este veredicto tiene más posibilidades de ser cierto que erróneo”. (C; p.23)

    “Gran parte de la política económica se basa en una elección acertada de las medidas que garantizan una distribución tolerable de los ingresos sin perjudicar demasiado la utilización de los precios como una guía para el uso eficiente de recursos. La forma más completa de enfrentarse a la contradicción es, sin duda, actuar fundamentalmente sobre la distribución de la posesión de la propiedad. Si, en nuestro ejemplo, la tierra estuviera poseída por igual por todos los ciudadanos, los precios se podrían utilizar para perseguir la eficiencia económica sin detrimento de la distribución de los ingresos. Lo que el ciudadano tipo perdería por el descenso de su sueldo, aumentaría por un aumento en sus rentas. O si toda la propiedad fuera de propiedad estatal y las rentas recaudadas por el Estado se utilizaran en pagar servicios sociales para todos los ciudadanos, el efecto sería el mismo. Lo que el ciudadano tipo perdería por el descenso de su sueldo, aumentaría por el aumento de los servicios sociales. (C; p. 191)

    “Una medida más directa sería  gravar los ingresos de los terratenientes ricos y usar lo recaudado para pagar los servicios sociales  para los miembros más pobres de la sociedad. Esto podría tener un pequeño efecto adverso en la eficiencia económica aparte de alterar de algún modo el equilibrio entre el trabajo y el ocio para aquellos cuyos ingresos fueran gravados, e incluso se podría evitar este efecto si se confinara el gravamen a los ingresos por rentas”. (c; p. 191)

    “Supongamos finalmente que los ingresos recibidos como servicios sociales y como sueldo se pudieran gastar en un mercado libre donde poder adquirir los productos de diversas empresas y granjas. Las características esenciales de este acuerdo serían (i) que el salario neto del trabajador variaría directamente en función del valor del producto marginal del trabajo que realizara y (ii) que esto no estaría equilibrado por una neutralización de variaciones en los servicios sociales recibidos por él y su familia”.  (c; p.232)

    “De modo similar sería posible que el trabajador indicara a la Autoridad Central si por salario neto por hora que estuviera recibiendo (y que correspondería al valor de su producto marginal) preferiría más trabajo o más ocio. Hasta la medida de lo administrativamente posible, la Autoridad Central podría entonces ajustar las horas trabajadas en la dirección deseada”. (c; p. 233)

    “Pero, ¿sería equitativa la distribución de los ingresos? Una característica esencial del acuerdo anterior para conseguir un despliegue eficiente del trabajo es que los ingresos recibidos como dividendos sociales o servicios sociales no deberían ser ajustados para tener en cuenta las diferencias en los salarios. La razón es obvia. Un hombre que esté considerando la posibilidad de cambiar de empleo, digamos por ejemplo, de un trabajo agradable mal pagado a un trabajo desagradable bien pagado, llegaría a la decisión correcta si las dos condiciones se cumplieran: (i) los dos salarios reflejaran los diferentes productos marginales de los trabajos y (ii) si el que cobra el salario ganan el total (ni más ni menos) del incremento del sueldo recibido si cambia de trabajo. Pero si el dividendo social o beneficios sociales de esta persona se reducen cuando sus ingresos por salario aumentan, el trabajador no tendrá todo el incentivo que debería tener para cambiar de empleo con un producto marginal bajo a uno con producto marginal elevado. La solución eficiente pasa por que (i) los salarios deben ser iguales a los productos marginales y (ii) los dividendos sociales y beneficios sociales deben fijarse independientemente de los salarios”. (c; p.235)

    “Las condiciones básicas en la economía deben ser tales que los salarios representen una proporción mucho más grande de los ingresos nacionales que los dividendos sociales y servicios pagados fuera de los ingresos por propiedades… El hecho de gravar progresivamente de altos salarios para suplementar los servicios sociales para los pobres adormecerían los incentivos para eficiencia que dependen de variaciones en ganancias acumuladas correspondientes a variaciones de los productos marginales del trabajo realizado”. (c; p. 235)

1971.  John Rawls. (1921-2002). Teoría de la Justicia. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 1995.

rawls    Principios: de mayor libertad equitativa; de igualdad de oportunidades; de diferencia

    Justificación: Van Parijs destaca la rigurosa, impresionante y para él sumamente valiosa aportación de John Rawls dentro de la tradición solidaria. Tanto en el sentido de desahuciar al utilitarismo como interpretación de la libertad, como para formular una teoría imparcial de la justicia que suponga una recuperación política de la filosofía liberal auténtica. Sus dos líneas de argumentación son:

       Por el contrario, Van Parijs va a encontrar en la tradición solidaria que desarrolla J. Rawls, y que denomina liberalismo igualitario, una interpretación que responde plenamente a sus dos convicciones señaladas más arriba:

     Para que todo esto se consiga, se han de combinar los Principios de Diferencia e Igualdad, donde se argumenta que hay que favorecer a los desprotegidos contra la desigualdad de oportunidades, de renta y riqueza, de forma que uno de los bienes primarios objeto de justicia, como es el auto respeto (o autoestima), quede garantizado.

    Ahora bien, “estos principios habrán de ser y estar dispuestos en un orden serial, dando prioridad al primer principio sobre el segundo. Esta ordenación significa que las violaciones a las libertades básicas protegidas por el primer principio no pueden ser justificadas ni compensadas mediante mayores ventajas sociales y económicas” (Rawls, 1978, 83), al mismo tiempo que “los arreglos del libre mercado deben tener lugar dentro de un marco de instituciones políticas y jurídicas que regulen las tendencias generales de los sucesos económicos y preserven las condiciones sociales necesarias para la justa igualdad de oportunidades”. (Rawls, 1978, 83)

    Conjuntamente, Rawls considera que estos dos principios deben reconocerse públicamente: “una concepción de la justicia es estable cuando el reconocimiento público de su realización en el sistema social tiende a producir el correspondiente sentido de la justicia” (Rawls, 1978, 206). Apoyándose en la necesidad que las personas tienen del respeto por si mismas, la autoestima, que  para este autor  “puede ser el más importante de los bienes primarios” (Rawls, 1978, 62,92,440), y que son básicamente quienes se respetan a sí mismos y quienes respetan a los demás, Rawls establece que “un rasgo deseable de la concepción de la justicia es que debería expresar públicamente el respeto mutuo entre los hombres” (Rawls, 1978, 208) para proporcionar a las personas un sentido firme de su propio valor y la confianza en sí mismas necesaria para el logro de sus fines. Añade que el reconocimiento público “da un mayor apoyo al respeto que los hombres tienen por si mismos, lo que a su vez repercute aumentando la efectividad de la cooperación social” (Rawls, 1978, 208), para concluir que estos “dos principios logran este objetivo, ya que cuando la sociedad los observa, se incluye el bien de cada uno dentro de un esquema de beneficio mutuo y este reconocimiento público e institucional de las aspiraciones de cada hombre apoya la estimación por si mismo”. (Rawls, 1978, 208)

    Las dificultades que el mundo real presenta para que se cumpla el principio de Igual Libertad requieren, por tanto, de un sistema de gestión de las desigualdades (Principio de Diferencia) que redunden en beneficio de todos y cada uno de los sujetos sociales, sistema que ha de ser público y reforzar la autoestima de los sujetos. Van Parijs considera que la  RB es un mecanismo que permite que se cumplan estas condiciones de la justicia. Una RB individual, igual para todos e incondicional  permite la igualdad de oportunidades que exige la justicia.

     Nótese que estas dos teorías, propietarista y liberalismo igualitario, tienen en común la defensa de la libertad del individuo, consistente en el reconocimiento de las libertades civiles y ciudadanas, destacando entre todas ellas el derecho a la propiedad privada. Por tanto, una vez bien reafirmados y reestablecidos como pilares inamovibles de la justicia el principio de libertad y el derecho a la propiedad privada, añadidos ambos al principio de igualdad de oportunidades, a juicio de estos autores, las injusticias que genera el capitalismo ya pueden ser abordadas sin destruir la esencia del propio sistema: propiedad y beneficios privados. A la luz de estas teorías, la RB se convierte en un instrumento competente para enfrentar muchas de estas desigualdades dentro del capitalismo actual. De aquí su idoneidad como mecanismo redistributivo, así como su virtud para que la RB sea justificada éticamente. Son teorías e instrumentos que persiguen la reducción de las desigualdades sociales, más que la erradicación de las causas generadoras de injusticias. Es en este sentido, y sólo en este, que convenimos con la crítica que Jon Elster hace de las reflexiones de Van der Veen y Van Parijs, cuando dice que “la propuesta de [la RB] no pretende incorporar valores diferentes a los del capitalismo salarial. La propiedad privada de los medios de producción se deja intacta, como en el sistema de regateo entre trabajadores y propietarios. Además, no se pretende que el resultado del equilibrio a largo plazo del regateo sea más justo o equitativo que bajo el capitalismo salarial”.[33]

1974.  Robert Nozick .Anarchy, State, and Utopia. Basic Books Inc., Publishers. New York 1974.[34]

nozick    Término: compensation

    Término en castellano: compensación

    Justificación: “El objeto de la justicia de las pertenencias consiste en tres temas principales: El primero es la adquisición original de pertenencias, la apropiación de cosas no poseídas. Esto incluye las cuestiones de cómo cosas no tenidas pueden llegar a ser poseídas, en el proceso, o los procesos por medio de los cuales cosas no tenidas pueden llegar a ser tenidas, las cosas que pueden llegar a ser poseídas por estos procesos, el alcance de lo que puede ser poseído por un proceso particular, etcétera. Nos referimos a la complicada verdad sobre este tema, la cual no formularemos aquí, como el principio de justicia en la adquisición. El segundo tema se ocupa de la transmisión de pertenencias de una persona a otra. ¿Por qué procesos puede una persona transmitir pertenencias a otra? ¿Cómo puede una persona adquirir una pertenencia de otra persona que la tiene? Aquí aparecen descripciones generales de intercambio voluntario, obsequio y (por otro lado) fraude, así como referencias a detalles convencionales particulares establecidos en una sociedad dada. A la complicada verdad acerca de este tema (con poseedores de lugares para detalles convencionales) la llamaremos el principio de justicia en la transparencia…

    Si el mundo fuera completamente justo, las siguientes definiciones inductivas cubrirían exhaustivamente la materia de justicia sobre pertenencias:

    1) Una persona que adquiere una pertenencia, de conformidad con el principio de justicia en la adquisición, tiene derecho a esa pertenencia.
    2) Una persona que adquiere una pertenencia, de conformidad con el principio de justicia en la transferencia, de algún otro con derecho ala pertenencia, tiene derecho a esa pertenencia.
    3) Nadie tiene derecho a una pertenencia excepto por aplicaciones (repetidas) de 1 y 2. (p. 154)

    “La exigencia de injusticias pasadas (anteriores violaciones a los dos primeros principios de pertenencias) da origen al tercer tema principal de la justicia de pertenencias: la rectificación de injusticias en las pertenencias. Si la injusticia pasada ha conformado las pertenencias presentes de varias formas, algunas identificables y algunas no ¿qué debe hacerse ahora, si puede hacerse algo, para rectificar estas injusticias? ¿Qué obligaciones tienen los que cometieron la injusticia hacia aquellos cuya posición es peor que la que hubiera sido si no se hubiera cometido la injusticia? ¿O de la que habría sido si se hubiera pagado la compensación rápidamente?”. (p. 155) El principio de rectificación, “presumiblemente, hará uso de su mejor estimación  de información subjuntiva sobre lo que hubiera ocurrido (o una distribución probable de lo que habría podido ocurrir usando el valor esperado) si la injusticia no se hubiera cometido”. (p. 156)

    Los rasgos generales de la teoría de justicia de las pertenencias son que las pertenencias de una persona son justas si tiene derecho a ellas por los principios de justicia en la adquisición y en la transferencia, o por el principio de rectificación de injusticia (tal y como es especificado por los dos primeros principios). Si todas las pertenencias de la persona son justas, entonces el conjunto total (la distribución total) de las pertenencias es justo. (p. 156)

    “Si la teoría particular de la apropiación de J. Locke puede ser elaborada o no con objeto de hacer frente a varias dificultades, supongo que cualquier teoría adecuada de justicia de la adquisición contendrá una estipulación similar a la más débil de las dos que hemos atribuido a Locke. Un proceso que normalmente da origen a un derecho de propiedad permanente y legable sobre una cosa previamente no poseída, no lo hará si la posición de otros que ya no están en libertad de usar la cosa empeora con ello. Es importante especificar este modo particular de empeorar la situación de otros, porque la estipulación no cubre otros modos. No incluye el empeoramiento debido a oportunidades más limitadas de asignar (la primera manera antes señalada que corresponde a la condición más rigurosa), y no incluye como empeoramiento la posición de un vendedor si asigno materiales para hacer algo de lo que él vende y, así, entro en competencia con él. Alguien cuya apropiación violaría de otra manera la estipulación aún puede apropiar, siempre y cuando compense a los otros de tal manera que su situación no sea empeorada por ello; a menos que compense a esos otros, su apropiación  violará la estipulación del principio de justicia de la adquisición y será ilegítima. Una teoría de la apropiación que incorpora esta estipulación lockeana manejará correctamente los casos (objeciones a la teoría que carece de estipulación) cuando alguien se apropia de todo el abasto de algo necesario para la vida”. (p. 179)

    Con los pertinentes matices que R. Nozick menciona, “una teoría que incluye esta estipulación  en su principio de justicia en la adquisición tiene, también, que contener un principio más complejo de justicia en las transferencias” (p. 180) y el oportuno principio de rectificación.

1983.  Philippe Van Parijs. Marxismo, ecologismo y transición directa al comunismo. mientras tanto, 26, Mayo 1986, pp. 107-129

van    Término: asignación universal (l'allocation universelle)

    Concepto. “Las medidas cuyas implicaciones propongo explorar consiste en suprimir todo tipo de asignaciones familiares, de desempleo, pensiones, créditos de impuestos, etc., y sustituirlos por una asignación de alcance universal concedida a todo el mundo -cualesquiera que sean su edad, su estado civil y su situación económica-, asignación cuyo importe dependería únicamente de la edad y, llegado el caso, del grado de invalidez. Su cuantía habría de ser suficiente para satisfacer las necesidades fundamentales de todos”. (p. 118)

    Justificación. Apoyándose en Charles Fourier, la RB sería “la justa compensación por el hecho de que el orden civilizado ha arrebatado al hombre las "cuatro ramas de la subsistencia natural" que son la caza, la pesca, la recolección y el pastoreo. Y, por otro lado, puede remontarse, en una versión más estatalista, hasta Edward Bellamy (1888, 1897), para el que, mediante su incorporación durante veinte años al "ejército industrial", todos los ciudadanos tienen el derecho de participar por igual del producto de los recursos naturales y del progreso técnico en forma de una renta garantizada”. (p. 118)

    Financiación. Dicha asignación sería financiada mediante “un impuesto progresivo sobre cualquier otra renta, y su introducción iría acompañada de una flexibilización drástica del mercado de trabajo (derogación del salario mínimo garantizado, supresión de las cotizaciones sociales, remoción de los obstáculos administrativos que se oponen al trabajo a tiempo parcial)”. (p. 118)

1986.  Robert J. Van der Veen and Philippe Van Parijs. A Capitalist Road to Communism. Theory and Society 15, 635-655.

    Término: universal grant

    Término en castellano: Dádiva, beca universal

    Concepto. “Si, por otro lado, los ingresos garantizados adquieren la forma de beca universal, concedida incondicionalmente a todos los ciudadanos, las cosas son verdaderamente distintas. Puesto que los ciudadanos tienen derecho absoluto a esta beca, independientemente de sus ingresos por otras fuentes, empiezan a ganar ingresos netos adicionales tan pronto como empiezan a trabajar, por poco y por mal pagado que esté. Combinado con alguna desregulación del mercado laboral (supresión de los obstáculos administrativos para el trabajo a tiempo parcial, eliminación del salario mínimo obligatorio, de la edad de jubilación obligatoria, etc.), la beca universal haría posible la generalización del empleo remunerado mucho más de lo que está actualmente. En consecuencia, si el ingreso garantizado se materializa de esta forma, su necesidad de crecimiento no generará tensiones agudas entre los que trabajan mucho y se sienten explotados y los parados que se sienten excluidos. Además, también resulta que, por paradójico que parezca, otorgando un ingreso básico [35] a todo el mundo resulte ser, bajo las condiciones apropiadas, [la mano de obra será] mucho ‘más barata’ (en términos de tasas marginales), y por ende más realista, que otorgándolo sólo a los que lo ‘necesitan’”. (pp. 643-644)

    Justificación.Como consecuencia, si debemos aproximarnos al comunismo desde una sociedad capitalista, debe ser mediante un incremento tan grande como sea posible de los ingresos garantizados en forma de beca universal. Nótese que esta maximización podría ser concebida en términos absolutos o bien relativos. Se podría justificar la maximización de los ingresos garantizados en términos absolutos en base al conocido ‘principio de la diferencia’ de John Rawls: se llegaría a eliminar todas las desigualdades de ingresos que se requiere si los menos aventajados, identificados aquí como  los que no tienen ingresos, en moneda o especias, aparte del mínimo garantizado, estuvieran tan bien proveídos como fuera posible. Un modo tan elegante de combinar los imperativos de igualdad y eficiencia puede parecerles a muchos atractivo. Pero no coincide con el objetivo Marxiano de abolir la alienación, lo que implica en cambio, como mínimo en una primera aproximación, que el ingreso garantizado debería ser maximizado en términos relativos. Se alcanzará el comunismo cuando el producto social en su conjunto sea distribuido independientemente de la contribución de cada persona, no cuando la parte que cada uno recibe independientemente de su contribución alcance cierto umbral absoluto”. (p. 644)

    Nota. El término equivalente a universal grant, traducido al castellano por Zona Abierta Nº 46/47, es el de subsidio universal. Otros vocablos utilizados en la versión traducida, pero que los autores matizan su correcto empleo para precisar cuando son sinónimos, son: renta social, subsidio incondicional, y renta garantizada.

1992.  Philippe Van Parijs. "Competing Justifications of Basic Income" en Arguing for Basic Income: ethical foundations for a radical reform. Verso 1992.

    Término: basic income

    Término: ingreso básico

    Concepto. El ingreso básico es una cantidad que se paga a todo el mundo de manera individual, sin necesidad de  ninguna condición o exigencia laboral. En otras palabras, es una forma de ingreso mínimo garantizado que difiere de los que existen actualmente en diversos países europeos por ser concedida:

1.        a individuos y no a cabezas de familia;

2.        independientemente de cualquier ingreso proveniente de otras fuentes;

3.       y sin requerir la realización presente o pasada de ningún trabajo, ni la obligación de aceptar ningún trabajo que pudiera ser ofrecido.

     Así, el término ‘ingreso básico’ que se utiliza en este contexto quiere expresar la idea de que está garantizado, dado que es un derecho incondicional, y también la idea de que un ingreso por cualquiera de las otras fuentes ha de ser añadido al ingreso básico, no restado. Y que la cantidad a establecer como mínima, no debe entenderse que ha de ser igual, mayor o menor que la determinada para cubrir las llamadas necesidades básicas” (pp. 3-4); cada gobierno, y en cada contexto de desarrollo, determinará la más adecuada a su realidad política y económica.

 1995.  Philippe Van Parijs. Libertad real para todos: qué puede justificar el capitalismo (si hay algo que pueda hacerlo) Paidós. Madrid 1996.

 Término utilizado en castellano: ingreso básico [36]

    Justificación. "Por ingreso básico normalmente se entiende un ingreso que no solamente es incondicional respecto a la voluntad de trabajar de las personas, sino también en relación a los ingresos que proceden de otras fuentes (diferencia esencial con un impuesto negativo sobre la renta), por ejemplo, de su lugar de residencia y de su situación familiar... Si la libertad real es un asunto relativo a los medios, no exclusivamente a los derechos, los ingresos de las personas adquieren mucha importancia. Sin embargo, la libertad real que nos preocupa no se refiere solamente a la libertad para comprar o para consumir. Es la libertad para vivir como a uno le puede gustar vivir. Por consiguiente, de ahí surge la importancia de garantizar ese poder de compra con independencia del trabajo realizado por esa persona o de sus disposiciones para el trabajo... En consecuencia, se da, tal como vengo sugiriendo, una estrecha conexión entre la concepción de la justicia y la demanda de introducir un ingreso básico". (p. 51).


[1] Antes de continuar con la lectura de este epígrafe, conviene recordarle al lector como varios “análisis científicos han demostrado que buena parte de los libros legislativos, históricos, proféticos o poéticos de la Biblia son el producto de un largo proceso de elaboración durante el cual se fueron actualizando documentos antiguos añadiéndoles datos nuevos e interpretaciones diversas en función del talante e intereses de los nuevos autores/recopiladores”. P. 23 Pepe Rodríguez. Mentiras fundamentales de la iglesia católica: un análisis de las graves contradicciones de la Biblia y de cómo se ha manipulado ésta en beneficio de la Iglesia. Ediciones B. 1997.

[2] Es bien conocido y citado como la palabra trabajar viene del latín, tripaliare, que significa tortura.

[3] En el sentido de esfuerzo humano y no de trabajo asalariado, concepto este que implica una relación de alienación y explotación, característicos del modo de producción capitalista..

[4] Jaime Balmes. El Criterio. Ramón Sopena 1981.

[5] Este fragmento es un extracto de mi artículo La Renta Básica según San Pablo.

[6] La cursiva es nuestra.

[7] Según Rodríguez, “el cristianismo en los tiempos de Pablo aún no existía como una religión nueva -eso es diferente del judaísmo-  y, probablemente, Pablo no tuvo la intención de apartarse de los judíos sino que, por el contrario, buscó ampliar el Israel bíblico con el ingreso de los gentiles; pero, en poco tiempo, la dinámica de las comunidades fundadas por él, de la mano de los paganos por él convertidos, desembocó en la aventura de inventar el cristianismo tal como lo conocemos” (Pág. 107).

[8]  “Seis días trabajarás, pero el séptimo será consagrado a Yavé. No harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu familia, ni tus siervos, ni tu ganado, ni el extranjero que esté dentro de tus puertas” (Cuarto mandamiento del Decálogo). Curiosamente, para Dios lo importante es que se cumplan los preceptos, pasando por alto la relación de servidumbre que practicaba el pueblo elegido: siervos, esclavos, mano de obra <<extranjera>>. A J. Riechmann le ocurre lo mismo; en todo su artículo, cuando habla de trabajo, del mercado de trabajo,  no menciona para nada la relación de dominio, alienación/explotación, que conlleva el trabajo asalariado.

[9] Como con todo su pensamiento, existe un debate en torno a si hemos de darle más peso al texto o al contexto  en lo relacionado con la aptitud de San Pablo con respecto a la esclavitud.  Un esbozo de esta polémica está enumerada en Georg Eichholz, El evangelio de Pablo: esbozo de la teología paulina. Págs. 386-392. Editorial Sígueme 1977.

[10] Esta nota aclaratoria está añadida por Michael B. Foster: “That is to say ‘states’, or political societies. The Greek state was the city, not the nation”. p. 44.

[11] La existencia del aire, agua, fuego y tierra en el mundo en proporciones adecuadas, de forma que ninguno de estos elementos pueda dominar sobre los otros hasta someterlos o liminarlos totalmente.

[12] Parece ser que antes lo hizo Xenophanes

[13] Recordamos que consiste en las distribuciones extraordinarias que frecuentemente concedía en dinero o en géneros.

[14] La propuesta de T. Moro de reducir la jornada es revolucionaria para su época. Piénsese que por entonces la gente trabajaba “de sol a sol”.

[15] Páginas 120 y 110 de La verdadera sabiduría. Véase Bibliografía.

[16] GDH. Cole. “Introduction”. Trabajo citado.

[17] Insertamos la nota que el traductor ha creído oportuno añadir al texto justamente aquí: “El lector discreto y que conozca las Escrituras, verá que es una deducción sobrado chocante y original la de Fourier. ¡Jesucristo consagrando el derecho del robo para satisfacer el hambre!... Dichas palabras de Jesús a los fariseos que le reprochaban que sus discípulos hubieran cogido trigo en sábado se complementan con las siguientes del Versículo 27, que aclaran el sentido general:

  27.- Y les añadió: En fin, el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.

  28.- “Y el Hijo del hombre es aun dueño del sábado”.

[18] “Es necesario que pueda recurrir a todos los medios de publicidad a través de escritos, de la prensa, mediante viajes a todas las ciudades de Francia, las artes, y frecuentando el gran mundo, en fin, la propagación a través del mayor número de vías posibles (p. 178); en nombre de una eficacia técnico-burocrática de las organizaciones obreras, esta visión de Flora Tristan viene a justificar los dispendios de que hacen actualmente los partidos y sindicatos.

[19] Yolanda Marco. “Introducción”. Feminismo y Utopía. Unión Obrera. p. 26. Editorial Fontamara. Barcelona 1977.

[20] Tristan cita a la mayoría de los socialistas utópicos de la época: Saint-Simon. Owen, Fourier, Blanc, Proudhon, Cabet, etc.

[21] “The value of land expresses in exact and tangible form the right of the community in land held by an individual; and rent expresses the exact amount which the individual should pay to the community to satisfy the equal rights of all other members of the community” (p. 344). “It is not necessary to confiscate land; it is only necessary to confiscate rent” (p. 405). “To appropriate rent by taxation” (p. 406). H. George. Progress and Poverty. Centennial Edition 1879-1979. R. Schalkenbach Foundation. New York 1981.

[22] “Un impuesto sobre la renta económica o valor de la tierra no sería sobre toda la tierra. Sería únicamente sobre la tierra con valor, y sobre esta en proporción a su valor. No tendría que ser pagado por la más pobre tierra en uso (que es la que siempre determina la renta), y así no se convertiría en una condición del uso ni restringiría la oferta de la tierra usable provechosamente. Así, los propietarios territoriales sobre los cuales cayera no podrían traspasarlo al usuario de la tierra. Esta distinción respecto de la naturaleza y efectos entre un tributo sobre la tierra y un tributo sobre el valor de la tierra, es necesario tenerla presente”. (p. 188) H. George. El problema del trabajo. Francisco Beltrán. Madrid 1923.

[23] La Constitución de la República Popular China de 1954, redactada esencialmente de la Constitución Soviética de 1936, destaca en su artículo 16: “El trabajo es una cuestión de honor para cada ciudadano de la República Popular China que tenga capacidad para trabajar. El Estado alaba el entusiasmo productivo y la actividad creativa de cada ciudadano”. Winberg Chai (Ed.). Essential Works of Chinese Communism. Bantam Books. New York 1972.

[24] Este es el mismo argumento que utilizan los directores de las cooperativas para disciplinar su propia fuerza de trabajo; es frecuente escuchar al grupo gestor decir al resto de la plantilla: ‘como socios que sois, no podéis acogeros al derecho de huelga pues, de aplicarlo y parar la producción, estaríais atentando contra vuestros intereses como socios propietarios de la entidad’.

[25] K. Marx. Trabajo Asalariado y Capital. p. 26. Aguilera. Madrid 1968.

[26] K. Marx. Crítica al Programa de Gotha. P. 25. Aguilera. Madrid 1968.

[27] Que podríamos interpretar como el derecho de cada persona a disfrutar de actividades no económicas, libremente elegidas, y no relacionadas con el trabajo asalariado.

[28] Que podríamos interpretar como el derecho de cada persona a disfrutar de actividades no económicas, libremente elegidas, y no relacionadas con el trabajo asalariado.

[29] Es aconsejable leer las correcciones que AP. Lerner incluye en el mismo Volumen IV, p. 73, sobre la relación entre “el divendo social y la distribución ideal de la fuerza de trabajo entre las diferentes ocupaciones”.

[30] Si recordamos, free sharing es el término que utiliza B. Russell y que O. Lange lo menciona expresamente en la pág. 141: “free sharing presupposes, of course, that the commodities in question are practically free goods”.

[31]  El propio E. Fromm añade una nota para recordarnos como “el Dr. Meyer Shapiro [le] llamó la atención sobre el hecho de que Bertrand Russell hizo la misma sugestión en Proposed Roads to Freedom, Blue Ribbon Books, Nueva York, pp. 86 ss.

[32] Que corresponde al principio de la diferencia. “Según el principio de la diferencia (la desigualdad) sólo es justificable si la diferencia de expectativas opera en beneficio del hombre representativo peor colocado...” (Rawls, 1978, 100)

[33] Jon Elster.  “Comentario sobre Van der Veen y Van Parijs”. p. 126. Zona Abierta, nº 46/47. Madrid enero-junio de 1988.

[34]  Esta traducción está tomada de la edición del Fondo de Cultura Económica. México 1974

[35] Aquí aparece por primera vez el vocablo basic income como sinónimo de universal grant, que más tarde los autores lo generalizarían definitivamente en todos sus trabajos en lengua inglesa. La negrilla es nuestra.

[36] La traducción de este libro corre a cargo de J. Francisco Álvarez. El término utilizado en inglés por Van Parijs es basic income.


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