Miren Etxezarreta Zubizarreta, economista
Vivimos en medio de la más tremenda de las paradojas: el mundo nunca ha sido capaz de producir tanta riqueza, produciendo mercancías en cantidades inimaginables hace todavía muy pocos años, y, al mismo tiempo, las necesidades insatisfechas, la angustia e incertidumbre ante el futuro, el número de pobres, marginados y excluidos, todo ello está creciendo, no sólo en los países que siempre se han denominado pobres, sino en el propio corazón del sistema, en los países ricos. Riqueza y pobreza se entrecruzan y refuerzan entre sí, en una especie de baile infernal.
Lo que es todavía más contradictorio, es que toda esta inseguridad y pobreza no es producto de catástrofes accidentales, sino parte integrante de la dinámica normal del sistema económico actual, basado en la globalización y la competitividad: "la velocidad del rayo a la que el capital se mueve a través de las fronteras, la aceleración del cambio técnico, la rápida evolución de las necesidades de gestión y de los mercados están aumentando la presión para realizar reajustes estructurales y conceptuales hasta el punto de ruptura. Esto está multiplicando los costes humanos y sociales del proceso de globalización a un nivel que pone a prueba de una forma sin precedentes el tejido social de las democracias”.1
Cada día es más una constatación compartida por estudiosos sociales de muchas escuelas y medios que la organización económica actual genera todas estas trágicas secuelas para una parte creciente de la población. Hasta nos hemos familiarizado y habituado a las cifras principales que lo atestiguan y no hace falta repetirlas aquí. Muchos consideran que el "contrato de la postguerra se ha roto”. El propio PNUD, con el moderado y matizado lenguaje de las instituciones oficiales internacionales, considera "a la globalización no necesariamente como una evolución positiva, sino como una espada de doble filo, con ganadores y perdedores... La liberalización y la globalización están dando lugar en muchos países a nuevas incertidumbres y ansiedades en relación al crecimiento y prosperidad y la distribución de sus beneficios”.2
La economía global está dejando en su camino millones de trabajadores sin salida. La incertidumbre, la desigualdad, el paro y la pobreza endémica se han convertido en sus damas de honor. Las fuerzas que afectan a los trabajadores actuales "son inherentes a la estructura de la economía global actual, con su abierta y creciente competencia feroz por un lado, y gobiernos fiscalmente conservadores por el otro...”3
"Se supone que los gobiernos actúan como protectores de los débiles. Pero en el sistema se producen presiones que limitan la capacidad de los gobiernos de responder a las nuevas necesidades. Justo cuando los trabajadores necesitan más del estado-nación como parachoques frente a la economía mundial, aquel les abandona”(Kapstein, 1996, 17). Este autor ve la posibilidad de que el mundo se esté moviendo hacia uno de esos períodos trágicos que llevaran a los historiadores del futuro a preguntarse, ¿por que no se hizo nada a tiempo? (Pág. 18).
¿Tienen los efectos de la inseguridad humana que causar la desintegración social antes de que se intervenga?
Frente a toda está dinámica, la tentación de considerar que no es posible hacer nada frente a ella es realmente fuerte. En particular, mientras no nos afecte personalmente,4 la inviabilidad de la actuación es un refugio confortable. El mirar sólo hacia la parte positiva del sistema, en la cual una gran parte de la población de los países ricos accede también a niveles crecientes de consumo, es un recurso relativamente eficaz y tranquilizador. Pero, como señala Kapstein, replicando otros momentos históricos recientes, es posible que estemos llegando al momento en el que tendríamos que preguntarnos, ¿como es posible que no reaccionemos?
La responsabilidad social de los ciudadanos/ciudadanas frente a esta dinámica no puede eludirse, y, mucho más, la de los científicos sociales, vertidos por profesión al análisis de la sociedad que nos rodea. Es imprescindible un tremendo esfuerzo de análisis para percibir la totalidad de la realidad en la que estamos situados, de imaginación para proponer nuevas actuaciones sociales que eliminen esta gravísima situación o, por lo menos, la palien de forma permanente y rigurosa, y de audacia política para plantear a la sociedad la imperiosa necesidad de nuevas fórmulas de distribución de la riqueza social.
La obra que aquí prologamos es un valioso intento en esta dirección. Parte de toda una corriente creciente de pensamiento crítico en Economía, recoge una serie de artículos y propuestas que se han ido presentado en los últimos años dispersos en diversas publicaciones, algunas de difícil acceso. Con ellas, el autor pretende plantear graves problemas sociales de actualidad y propone algunas medidas para enfrentarse a ellos, desarrollando toda una línea de pensamiento y actuación todavía relativamente poco conocida en castellano.
Creo que su lectura puede ser altamente provechosa para participar en un debate social que espero se acreciente, donde en la reflexión, el análisis, incluso en la discrepancia, podamos avanzar hacia propuestas constructivas, que supongan alternativas a esta tremenda etapa de individualismo y disgregación social que nos está tocando vivir.
1. Schwab & Smadja, 1996. Citado en O´Neill
H., 1997 'Globalisation, Competitiveness and Human Security' En The European
Journal Of Development Research. Vol. 9, Nº.1, June 1997.
2. UNCTAD, 1996, Globalisation and Liberalisation.
Report of the Secretary General to the Ninth Conference.
3. Kapstein E.B., 1996, 'Workers and the World Economy',
Foreign Affairs, Vol.75, Pág. 16, Nº. 3, May-June
4. Aunque no debiéramos olvidar aquel planteamiento
de Brech de que la represión comienza por los otros, pero no tarda
mucho hasta que nos alcanza.
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