La cultura de las rentas
básicas. Historia de un concepto
José Iglesias Fernández
Los peligros que amenazan
a nuestra
civilización no provienen de la debilidad de las fuentes de
producción.
De lo
que padece y ha de morir, si no se remedia, es de la
distribución injusta.
Henry George
Génesis. (Isaías y San Pablo) De los libros Génesis, Isaías y las cartas de San Pablo. La Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1957.
Aún conociendo extraordinariamente el contenido del Antiguo Testamento,[1] a San Pablo se le pasó por alto la idea de que, en el plan original que Dios diseña para la vida y la convivencia de las personas en el jardín del Edén, el hecho de trabajar no figuraba. Deducimos que el trabajar no podía estar en el citado plan, al menos, por dos razones:
Toda esta explicación religiosa de como fueron concebidos los seres humanos y esa parte de la tierra que se convierte en cuna de las primeras experiencias sociales de la persona, indica que los hombres y las mujeres que habitaron durante esa primera época en el jardín Edén podían disfrutar de todos sus bienes sin esfuerzo, sin tener que trabajar en el sentido de que fuese una tortura. Pudiera decirse que la sobre vivencia humana en el paraíso, todo ese primer plan original de Dios para las personas, estaba concebido, proyectado y garantizado como si se tratase de una renta básica en su versión de modelo débil.
Pero es cuando los habitantes
del paraíso
caen en la tentación de transgredir el mandato de Dios,
“de todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del
árbol de la
ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de
él comieres
ciertamente morirás”, cuando van a perder el bienestar que
suponía vivir
sin tortura, sobrevivir sin la necesidad de tener que trabajar. Es la
trasgresión del plan original de Dios lo que da lugar al pecado
original, y con
él, a la expulsión de las personas del jardín de
Edén. De esta forma, la salida
del paraíso se convierte en un castigo para sus habitantes, con
la pérdida de
aquella RB. A partir de ese momento, Dios condena a las mujeres al
dolor del
parto, y a los hombres a sudar el pan que han de comer todos, los unos
y los
otros. Siguiendo con el Génesis:
Es decir, lo que se desprende de estos hechos es que el ser humano, en un momento histórico, decide preferir optar libremente por la trasgresión del plan original bíblico a cambio de perder la renta básica que disponía en el paraíso terrenal. Por tanto, a nadie debe sorprender que los laboriosos religiosos resientan y se opongan a la propuesta de devolver a los hombres y mujeres el derecho a esa renta básica. Aceptar esta concesión supondría para sus creencias el absolver a la humanidad del castigo bíblico impuesto por el propio Yahvé Dios.[5]
Isaías pone más el acento en la esperanza que en el castigo, en la idea de que los seres humanos recuperarán el paraíso del Génesis, gracias a la misericordia de Dios. El hombre, los hombres, al menos los del pueblo escogido, volverán a gozar de la presencia de Yahvé cuando Dios vuelva a convertir el Edén en el lugar donde se “juzgará en justicia al pobre y en equidad a los humildes de la tierra... el tirano y el impío serán juzgados por decreto... [Será un mundo de paz] donde el lobo habitará con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará... No habrá más daño ni destrucción en todo mi monte santo, porque estará llena la tierra del conocimiento de Yaveh, como llenas las aguas del mar”.
Si Isaías abre la puerta de la esperanza a un mundo con RB, San Pablo la cierra de golpe. Es bien conocida, y mucho más repetida por los defensores del trabajo compulsivo, la exhortación que hace a los Tesalonicenses para que persistan en la actividad laboriosa: “En nombre de nuestro Señor Jesucristo, os mandamos apartaros de todo hermano que vive desordenadamente y no sigue las enseñanzas que de nosotros habéis recibido. Sabéis bien como debéis imitarnos, pues no hemos vivido entre vosotros en ociosidad ni de balde comimos el pan de nadie, sino que con afán y con fatiga trabajamos día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros. Y no porque no tuviéramos derecho, sino por que queríamos daros un ejemplo que imitar. Y mientras estuvimos entre vosotros, os advertíamos que el que no quiere trabajar que no coma.[6] Porque hemos oído que algunos viven entre vosotros en la ociosidad, sin hacer nada, sólo ocupados en curiosearlo todo. A estos tales les ordenamos y rogamos por amor del Señor Jesucristo que, trabajando sosegadamente, coman su pan. En cuanto a vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.. Y si alguno no obedece este mandato nuestro que por la epístola os damos, a ese, señaladle y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no por eso le miréis como enemigo, antes corregidle como hermano”. (Tesalonicenses II. 3, 6-15).
San Pablo es el Apóstol por excelencia que va a establecer y difundir las bases de la moral cristiana.[7] De aquí que tracemos la influencia que sus enseñanzas doctrinales van a tener en la moral occidental y, especialmente, en condicionar esa actitud tan extendida de considerar el trabajo asalariado como una actividad que dignifica a las personas. Manteniéndose fiel a la condena de Yavé Dios, San Pablo denostará la condición femenina y dignificará el trabajo como base de la expiación del pecado original. Lo que da pié a que, entre los oponentes a la concesión de la RB, haya quién le cite textualmente para defender esta oposición. (Riechmann, Pág. 31)
Para San Pablo, sólo Dios es justo, pues es el que otorga justicia, e injustos los hombres, por estar sujetos al pecado original. Desde el momento de la expulsión del Edén por Yavé Dios, los hombres [gentiles y judíos] quedaron fuera del camino de la justicia; solamente alcanzarán la situación de justos cuando cumplan con la Ley de Dios: La justicia es una relación entre Dios y el hombre; la caridad es una relación que se da sólo entre los hombres. El hombre únicamente se podrá salvar por la fe en Jesucristo.
La justicia social nunca entró a formar parte de su credo doctrinario, de su moral judeocristiana; si la justicia era divina, no podía ser social. Esto no quiere decir que se puso de espaldas a la realidad social en la que vivía, sino a que consideraba el trabajo como un elemento de redención contra el pecado humano. Las relaciones de esclavitud y servidumbre que se manifestaban en las Escrituras y durante su tiempo de vida, aparecían reconocidas en los preceptos que Dios entregó a Moisés.[8] Más bien se puede decir que incluso tomaba partido, pues el Apóstol jamás se olvidaba en sus epístolas de recordar y encarecer a sus comunidades la obediencia que debían a las autoridades públicas, así como el espíritu de sumisión que los siervos habían de manifestar a sus amos:
Platón
(nacido por el 427-347 a.C.). The Republic. Penguin
Books.
Términos:
mechanical arts and fire as the
means of life; justice and reverence to
all
Términos en
castellano: artes mecánicas y el
fuego como medios de vida; justicia
y reverencia para todos
Justificación: “La Justicia es, para Platón, a la
vez una
parte de la virtud humana y el ligamen entre las personas y el
estado”. La
misma cualidad hace que el ser humano
sea bueno y social. Esta identificación es el principio de
partida y
fundamental de la filosofía política de Platón...
(p.45)
Esto
queda ilustrado en un mito que Platón pone en la boca de
Pitágoras, el sofista:
“Érase
una vez una época en la que únicamente había
dioses, no existían las criaturas
mortales. Pero cuando llegó el tiempo en que dichas criaturas
también debieron
ser creadas, los dioses las formaron a partir de tierra, de fuego y de
las
diversas mezclas que de ambos elementos había en el interior de
la tierra; y
cuando estuvieron a punto de llevar dichas criaturas a la luz del
día,
ordenaron que Prometeo y Epimeteo las equiparan, y que les
distribuyeran
separadamente sus propias habilidades y poderes”.
Epimeteo le dijo
a
Prometeo: “Déjame distribuir y tú inspeccionas”. La
propuesta fue aceptada, y
Epimeteo distribuyó. Hubo algunos seres a los que dió
fuerza sin ligereza,
mientras que equipó a los más débiles con
destreza; algunos fueron armados y
otros no; y legó a los últimos otros medios de
supervivencia, haciendo a
algunos grandes, siendo el tamaño su protección, y a
otros pequeños, cuya
naturaleza les permitiría volar en el aire o amadrigarse en la
tierra; esa
sería su vía de escape. Así los compensó,
con el objetivo de evitar la
extinción de ninguna raza. Y cuando los hubo proveído
para prevenir la
destrucción entre ellos, maquinó el modo de protegerlos
contra las estaciones
del cielo; vistiéndolos con pelo tupido y piel gruesa,
suficiente como para
defenderlos del frío invierno y capaces de resistir el calor
estival, de forma
que pudieran tener un lecho propio cuando quisieran reposar;
también los surtió
con pezuñas y pelo, y piel dura y
callosa bajo sus pies. Entonces les proporcionó un surtido de
alimentos:
hierbas del suelo a unos, a otros frutas de los árboles, y a
otros raíces, y a
otros de nuevo les dió otros animales como alimento.Y dispuso
que algunos
tuvieran pocos descendientes, en cambio sus víctimas eran muy
prolíficas; y así
es como las razas serían preservadas.
Así hizo Epimeteo, quien, no siendo muy inteligente, olvidó que había distribuido entre los animales irracionales todas las cualidades que tenía para repartir, y cuando llegó al hombre, que estaba todavía desproveído, quedó terriblemente perplejo. Mientras duraba su confusión, Prometeo apareció para inspeccionar la distribución, y opinó que el resto de animales estaban proveídos convenientemente, pero que únicamente el hombre iba desnudo y descalzo, y no tenía ni lecho ni medios de defensa. La hora convenida se aproximaba, en la que el hombre debiera salir a la luz del día; y Prometeo, no sabiendo qué tramar para su protección, robó las artes mecánicas de Hefaesto y Atenas, y con ellas el fuego (no hubieran podido ser adquiridas ni usadas sin el fuego), y se las concedió al hombre. Así el hombre tendría la sabiduría necesaria para el mantenimiento de su vida, pero carecía de buen criterio político; ya que éste se encontraba bajo el influjo de Zeus, y el poder de Prometeo no le permitía penetrar en la ciudadela del cielo, donde Zeus residía, el cual tenía además unos centinelas terribles; pero entró a hurtadilas al taller común de Hefaesto y Atenas, donde solían practicar sus artes preferidas, y se llevó el arte de Hefaesto de forjar el hierro, y también el arte de Atenas, y se los concedió al hombre. Y de esta forma el hombre fue surtido con los medios de vida. Pero se dice que luego Prometeo fue perseguido por hurto, a causa de la pifia de Epimeteo.
Ahora el hombre,
teniendo
una parte de los atributos divinos, era el único animal que
podría tener algún
dios, puesto que era de su misma naturaleza; y al que le
dedicaría altares e
imágenes. No tardó mucho tiempo en inventar palabras y
nombres; y también
construyó casas y vestimentas y zapatos y camas, y se
proveyó de sustento de la
tierra. Provistos de esta forma, los hombres vivieron en un principio
dispersos, y no había ciudades.[10] Pero la consecuencia fue que fueron atacados por
las bestias salvajes, ya que eran absolutamente débiles a su lado, y sus habilidades sólo
bastaban
para proporcionarles los medios de vida, y no les permitían
llevar a cabo la
guerra, y sus habilidades sólo bastaban para proporcionarles los
medios de
vida, y no les permitían llevar a cabo enfrentamientos con los
animales: hasta
ese momento, tenían comida, pero no el arte de gobernar, del
cual formaba parte
el arte de la guerra. Un tiempo después, el deseo de
auto-preservación los
agrupó en ciudades; pero una vez que estuvieron juntos, sin
artes de gobierno,
se trataban mal los unos a los otros, así que estuvieron de
nuevo en proceso de
dispersión y de destrucción. Zeus temió que la
raza en su totalidad fuera
exterminada, y les envió a Hermes, que estableció el respeto y la justícia como
principios de reglamento en las ciudades y
como lazos de unión y de concilación. Hermes
perguntó a Zeus cómo debería
impartir justícia y el respeto entre los hombres:
“¿Debería distribuirlas como
se distribuyen las artes, o sea, a únicamente unos pocos
hombres, una persona
hábil que supiera suficiente de medicina o cualquier otro arte
por cada muchos
individuos que ignoraran ese arte? ¿Debe ser este el modo en que
yo distribuya
la justícia y el respeto entre los hombres, o debo darselas a
todos?” “A todos”, dijo Zeus; “A
mi me gustaría que todos tuvieran una parte, ya que las ciudades
no pueden
existir, si sólo unos cuantos tienen estas virtudes, igual que
pasa en las
artes. Y además, haz una ley por dictamen mío, que diga
que quien no sea
reverente o justo debe ser asesinado, puesto que es una plaga para el
estado”.
(pp. 44-45)
Anaximadro de
Mileto (cerca del 590 a.C.)
1) En Giorgio de Santillana.
The
origins of
scientific thought. A
Según De Santillana,
“los Jónicos no intentaban
proponer un sistema científico, dado que a ninguno de ellos
alguien les había
explicado lo que era o debía ser la ciencia. Lo que
afirmaban era que existía
un orden de las cosas, que este orden era el de la justicia y la
reciprocidad,
en el mismo sentido que operaba entre las personas, y que nadie mejor
que estas
para entender y aplicarlo a la naturaleza… La frase única que se
preserva de
Anaximandro de Mileto, que incluimos abajo, y que podemos considerarla
como el
primer libro griego sobre la ciencia, dice”:
Aquello,
del cual todas las [personas] y cosas tienen su origen, es a su vez la
causa de
su finitud, y cada una de ellas ha de pagar un
atonement,
una contribución a cada una de las otras para compensar las
injusticias mutuas
que van apareciendo con el paso del tiempo.” (pp. 21-22)
2) En Bertrand
Russell. History of Western Philosophy. Allen & Unwin
Books. London 1965
“La
metafísica de
Heráclito, como la de Anaximandro,
está dominada por la concepción de una justicia
cósmica, que previene la
tensión entre opuestos y el que acabe predominando totalmente el
uno sobre el
otro”.[11]
(p. 62. B.R.) La frase que cita B.
Russell es:
Into that
from
which things take their rise they pass away once more, as is ordained;
for
their make reparation and satisfaction to one another for their
injustice
according to the appointed time. (p.
130)
3) En Ramón Valls Plana. La
Dialéctica: un debate histórico.
Montesinos Divulgación Temática. Barcelona 1981
“La frase
esboza dos
movimientos. Uno, el ciclo
nacimiento-muerte, como movimiento de generación y
corrupción. Surgen las cosas
desde lo indeterminado (ápeiron) como
matriz universal a la que regresan. El otro movimiento es el de la
retribución
o justo pago entre las cosas determinadas. Ambos movimientos no se
relacionan
de manera explícita en el texto, pero se sugiere que el primero
se lleva a cabo
mediante el segundo. En otras palabras, la acción mutua entre
las cosas es la
ejecutora de una necesidad superior, la del nacer y el perecer desde el
fondo
indeterminado de la naturaleza y hacia él. Ambos movimientos,
por otra parte,
se describen con palabras tomadas de la vida ciudadana, ley u
obligación, pago
de deudas o de culpas, como si las primeras palabras de que se dispone
para
hablar de la naturaleza sean precisamente términos tomados de la
vida
ciudadana. Una vida ordenada por un código o ley y unos valores
que deben
prevalecer”. (pp. 13-14) R. Valls traduce la famosa frase así:
De allí mismo de donde las cosas brotan,
allí encuentran también su destrucción, conforme a
la ley. Pues ellas se pagan
mutuamente expiación y penitencia por su injusticia, conforme a
la ordenación
del tiempo.
Protágoras
(nacido por el 490-480; muerto por el 420-411 a.C.). T.A. Sinclair. A
History of Greek Political Thought. Routledge & Keegan London
1951.
Términos: decency
(regard for others) and right
Término en
castellano: decencia (miramientos hacia los
demás) y
derecho
Justificación: “Pitágoras no ha dejado ningún
escrito que haya
perdurado. La bondad política se basa en la bondad moral, y este
descubrimiento
fue uno de los pilares sobre los que Platón edificó su República. Por supuesto que tuvo numerosos
principios que le guiaban,
algunos de los cuales se evidenciaron en la elaboración de la
constitución de
Atenas en tiempos de Pericles. Por lo tanto, si Platón elaboró
una constitución ideal, debemos estar seguros de que
tenía en mente tres
cosas, siendo las tres de extrema importancia:
1. Todas las personas son iguales
ante la ley, y responsables de sus actos
2.
Las personas mejor dotadas y entrenadas son más útiles
que las demás y merecen
honor y promoción consecuentemente.
3.
Aquello que sea socialmente beneficioso es éticamente sano (p.60)
"Protágoras no fue el
primero que consideró el Hombre como el centro del cosmos,[12] pero inició una nueva línea de
pensamiento al intentar solucionar algunos problemas de la
teoría política a la
luz de los orígenes de la realidad política...
[Primeramente, dijo que] ‘sobre
los dioses no puedo decir que existan o que no existan, dado que hay
muchos
obstáculos para alcanzar dicho conocimiento, en parte por la
falta de
certidumbre y, en parte, por la brevedad de la vida humana... [En
segundo lugar],
el Hombre es la medida de todas las cosas... [En tercer lugar], cada
hombre
tiene una parte de justicia y unas habilidades generales como
ciudadano... (pp.
56-57)
“Tomando como base al mito de
Prometeo, él lo adapta y lo expande libremente. Se percata de la
condición
miserable del hombre primitivo y las marcas sucesivas de
civilización
–religión, lenguaje, agricultura, elaboración del tejido,
construcción, y los
diversos medios que hacían la vida del hombre más
tolerable. Pero el peligro
representado por los animales salvajes proseguía, y no
podía ser superado más
que mediante la cooperación y la ayuda mutua; y todas las artes
que el hombre
había adquirido hasta entonces no
incluían el ‘arte político’.
Por tanto,
los humanos no ‘jugaron limpio’ y el primer experimento de convivencia
en
ciudades fracasó. Para salvar a la
humanidad del exterminio, Zeus envió a Hermes para dotar a los
hombres de decencia y justicia.
De ello inferimos que, el entrenamiento en las artes políticas,
sólo puede ser
dado cuando las cualidades morales necesarias están presentes. Y
esas dos
cualidades, aprendemos a continuación, inducen a la paz en las
ciudades y unen
a los ciudadanos con lazos de amistad, pero no hacen de sí
mismos una cura para
la decencia y la justicia. Para ello la educación y el
entrenamiento son
esenciales. El mito incluye lo siguiente: ‘Hermes le pregunta entonces
a Zeus
de qué forma debe distribuir la justicia y la decencia entre los
hombres, si
debe seguir el mismo plan que en la distribución de las
habilidades, es decir,
una persona hábil en medicina que preste servicio a un cierto
número de
personas que ignoran dichos conocimientos, y de igual modo con las
otras artes.
¿Debe poner la justicia y el derecho en el mundo de este modo o
debe otorgarlos
a toda la humanidad?’ ‘A toda la humanidad’, respondió Zeus,
‘todos ellos deben
tener una parte. Si únicamente unos pocos las poseyeran, como
pasa con las
artes profesionales, no habría ciudades. Y establécelo
como una ley dictada por
mí, y que cualquiera que sea incapaz de regirse con justicia y
decencia sea
asesinado como si fuese una peste nacional’”. (pp. 58-59)
Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C.). Cayo Suetonio (120 d.C.). Los doce césares. Sarpe. Madrid 1985.
Término:
congiario.[13]
Justificación: En cuantas ocasiones se presentaron dio testimonio a todos los órdenes de su liberalidad. Conducido a Roma por orden suyo el Tesoro real de Alejandría, derramó tal abundancia de numerario, que al punto bajó el interés del dinero y subió el precio de las tierras; más adelante, cuando el Tesoro público se vio aumentado con la confiscación de los bienes de los condenados, prestó gratuitamente, y por tiempo determinado, a los que podían responder por doble de su cantidad. Elevó el censo exigido para los senadores de ochocientos mil sestercios a un millón doscientos mil, completándolo, sin embargo, a aquellos que no lo poseían. Dio al pueblo frecuentes congiarios, pero sin que fuese siempre igual la cantidad; unas veces eran cuatrocientos sestercios por persona; otras trescientos, y algunas doscientos o solamente cincuenta. De estas liberalidades no excluía ni a los niños de corta edad, aunque se acostumbrara no incluirlos en ellas hasta la edad de once años. En épocas de escasez se le vio también distribuir raciones de trigo, frecuentemente a precio muy bajo., y duplicar al mismo tiempo la distribución de dinero.
“Lo que demuestra, sin embargo, que buscaba exclusivamente por este medio el bienestar del pueblo y no su favor, es que habiéndose suscitado quejas cierto día acerca del alto precio del vino, reprimió los gritos y dijo indignado: que al establecer su yerno Agripa muchos acueductos, había atendido suficientemente a que nadie tuviese sed. Otro día, habiendo recordado el pueblo la promesa que había hecho de un congiario, contestó que debían confiar en su palabra; pero como reclamase en otra ocasión la multitud algo que él no había prometido, censuróle en un edicto su bajeza y desvergüenza y declaró que no daría nada., aunque hubiese tenido antes intención de hacerlo. No mostró menor firmeza cuando, observando después del anuncio de un congiario que un gran número de libertos se habían hecho inscribir entre los ciudadanos, se negó a aceptarlos en una distribución que no se les había prometido, para que pudiese bastar la cantidad destinada a este uso. Una extraordinaria escasez obligóle, en cierta época, a echar de Roma a todos los esclavos en venta, a todos los gladiadores, a todos los extranjeros, exceptuando los médicos y los profesores, y hasta una parte de los esclavos en servicio. Cuando al fin tornó la abundancia. Concibió, según el mismo confiesa, el osado proyecto de abolir para siempre las distribuciones de trigo, porque la esperanza de tales distribuciones hacía descuidar el cultivo de las tierras. Renunció a su idea, convencido de que no dejarías sus sucesores de restablecer este uso con miras ambiciosas; pero desde entonces moderó el exceso, aunque conciliando el interés del pueblo con el de los cultivadores y negociantes”.(pp. 84-85)
Otros
cesares, especialmente
al principio
de sus reinados, buscarán el favor de la gente mediante la
aplicación de los congiarios. Se dice que Nerón
Claudio (37 d.C.- 68 d.C.) quiso
governar de
acuerdo con los principios de Augusto (dulzura y clemencia): para ello
“abolió
o disminuyó los impuestos demasiado onerosos… Hizo distribuir al
pueblo
cuatrocientos sestercios por persona. Aseguró a los senadores de
elevada
alcurnia, pero carentes de bienes, una renta anual… Estableció
distribuciones
de trigo mensuales y gratuitas para las cohortes pretorianas. El
día en que fue
a tomar la toga al Foro distribuyó el congiario al pueblo y el
donativo a los
soldados… [A su vez, aprovechaba cualquier fiesta para] distribuir al
pueblo
provisiones y regalos de toda clase: pájaros por millares,
manjares con
profusión, trajes, bonos pagaderos en trigo… De forma
esporádica, Tito
Flavio Domiciano (9 d.C. – 96 d.C.)
también
distribuiría congiarios entre la población, siempre
aprovechando el motivo de
una fiesta, celebración o victoria militar.
Pero, como es habitual en esta clase de personajes, la benevolencia no durará mucho tiempo. Una vez consolidados en el poder, el absolutismo ilustrado de los césares comenzará realmente a mostrar su poder autoritario, y todo lo que al principio eran dádivas se convertirá en tiranía, avaricia, petulancia, opresión.
1516. Thomas Moro (1478-1535). Utopía. Editorial Tecnos. Madrid 1987.
Justificación.
“Porque si cada cual, en virtud de unos títulos reconocidos, acapara para sí todo lo que puede cualquiera sea la provisión existente, los pocos que se la reparten entera entre sí dejan en la inopia a los demás; y ocurre precisamente que los segundos se merecen mucho más la suerte de los primeros, puestos que son rapaces, deshonestos e inútiles; los otros, por el contrario, hombres modestos, sencillos y, por su trabajo cotidiano, más rentables para la república y para sí mismos. ¡Tan firmemente estoy persuadido de que si no se suprime de raíz la propiedad no se pueden distribuir los bienes según criterio ecuánime y justo o disponer provechosamente los asuntos de los mortales! Sino que, si subsiste, subsistirá para la parte mayor y mejor con mucho de los hombres la ansiosa e ineluctable pesadumbre de la indigencia y de los infortunios. Así como confieso que esta pesadumbre puede aliviarse un tanto, sostengo que no puede suprimirse del todo. Vale decir, si se estatuyese que nadie tenga por encima de una determinada extensión de campo y que la cuantía de sus riquezas le esté a cada uno definida por la ley; si estuviera caucionado por algunas leyes que el príncipe no fuera arrogante; a todo esto que no se codicien las magistraturas ni se pongan en venta o se haga necesario realizar dispendios en ellas, de otra suerte se presta la ocasión para resarcirse del dinero mediante el fraude y las rapiñas, y se crea la necesidad de dar ventaja a los ricos para estos cargos, los cuales mejor estuvieran administrados por hombres prudentes. (p. 43)
“Aquí, empero, es preciso analizar más de cerca un extremo, para que no os llevéis a engaño. Porque es posible que pienses que, al trabajar únicamente seis horas, se seguirá alguna escasez de las cosas necesarias.[14] Lo que está tan lejos de ocurrir que ese tiempo no sólo es suficiente sino que sobra incluso para producir en abundancia cuanto se requiere así para el sustento necesario de la vida como para su comodidad. Esto lo veréis vosotros también si reparáis en la parte tan grande que la población, en otros países, pasa la vida inactiva. Lo primero, casi todas las mujeres, la mitad de la suma total; o, si en alguna parte las mujeres se dan al trabajo, son los hombres allí por lo general los que, en vez de ellas, roncan el día entero. Ítem más: de los que dicen sacerdotes y religiosos, ¡qué turba tan grande y tan ociosa! Añade los ricos todos, máxime los señores de los predios a los que vulgarmente llaman generosos nobles, entre los que has de incluir a su famulicio, esa jarcia, se entiende, de pelafustanes embroquelados. Agrega, finalmente, a los mendigos, robustos y sanos que pretextan una enfermedad cualquiera para su pereza… Toma razón ahora de qué pocos entre ellos desempeñan oficios necesarios, pues donde todo lo medimos con el dinero es necesario ejercer muchas artes fútiles y superfluas por completo, al servicio no más del lujo y de la sensualidad”. (pp59-60)
“En el campo, por el contrario, al estar más separados entre sí, comen todos cada uno en su casa, ya que a ninguna familia le falta nada para el sustento, como que de ellos proviene cuanto se come en la ciudad”. (p. 69)
“Por eso, cuando contemplo y medito sobre todas esas repúblicas que hoy florecen por ahí, no se me ofrece otra cosa, séame Dios propicio, que una cierta conspiración de los ricos que tratan de sus intereses bajo el nombre y título de república. Y discurren e inventan todos los modos y artes para, en primer lugar, retener sin miedo de perderlo lo que acumularon con malas artes; después de esto, para adquirirlo con el trabajo y fatigas de todos los pobres por el mínimo precio; y para abusar de ellos. Estas maquinaciones que los ricos han decretado que se observen en nombre del pueblo, esto es, también de los pobres, se hacen ya leyes”. (pp. 128-129)
“Sin embargo, estos hombres pervertidísimos, después de haberse repartido entre sí todo lo que hubiera alcanzado para todos, ¡qué lejos están de la felicidad de la república de los utopienses! De la cual, al extirpar enteramente, junto con su uso, toda codicia por el dinero, ¡qué montón tan grande de molestias se ha cercenado!, ¡qué cosecha tan grande de crímenes se ha arrancado de raíz! Pues, ¿quién no sabe que los fraudes, los robos, la rapiña, las riñas, los tumultos, las disensiones, las sediciones, las muertes, las traiciones, los envenenamientos, refrendados más que refrenados por los suplicios diarios, expirarían al mismo tiempo que se acabase con el dinero? Con ellos perecerían, en el mismo instante que el dinero, el miedo, la preocupación, los cuidados, las fatigas, las vigilias. Más aún, la pobreza misma, única que parece necesitar de los dineros, decrecería ella también el punto si se aboliese el dinero de todo en todo.
Para hacer esto más claro suponte un año estéril e infecundo en el que el hambre haya quitado de en medio a muchos miles de hombres. Sostengo abiertamente que, registrados al final de esta penuria los graneros de los ricos, se hubiera podido encontrar una cantidad de frutos tan grande que, de ser distribuida entre los que se llevó la escualidez y la enfermedad, nadie hubiera notado en absoluto aquella parquedad del cielo y de la tierra. ¡Así de fácil podría afrontarse el sustento si ese dichoso dinero, que por cierto fue gloriosamente inventado para que por medio de él se franquease el acceso al sustento, no fuese lo único que nos cierra el camino al sustento!”. (p. 131)
1525. Juan Luis Vives (1492-1540). Del socorro de pobres (De subvencione pauperum). hacer Editorial. Barcelona 1992.
Término:
limosna caritativa pública
Justificación. “Por cierto que es cosa fea y vergonzosa para nosotros los cristianos, para quien no existe más imperioso mandato que el de la caridad, y no sé si decir el único, topar en nuestras ciudades, a cada paso, con menesterosos y mendigos. Adondequiera vuelvas los ojos se te entran por ellos penurias, estrecheces y pordioseros que te obligan a largar la mano porque llenes la suya”. (p. 151)
“Le preguntará alguno: ¿Cómo piensas que se puede socorrer a tanta multitud? Si alguna valía tuviese en nosotros la caridad, ella sería nuestra ley no dictada a ningún amante; ella haría todas las cosas comunes y no miraría las necesidades ajenas con otros ojos que los propios”. (p. 153)
Beneficiarios y contraprestación. [Tendrían que recibir la limosna] “los pobres que viven en los hospitales, los que practican la mendicidad pública y los que soportan como pueden necesidades vergonzantes en sus casas, y aquellos que hayan caído de repente en alguna desgracia. Los mendigos vagos sin domicilio fijo, que gozan de salud, es una chusma infecta [que no debe recibir ayuda]... Ante todo se ha de decretar lo que impuso el Señor a todo el género humano, como por multa de delito, a saber: que cada uno coma su pan adquirido por su trabajo. De los mendigos sanos, los forasteros deben reexpedirse a sus pueblos de origen... A los indígenas se les ha de preguntar si saben algún oficio; los que no saben, se les ha de instruir. A los que malversaron su fortuna con modos feos y torpes, como el juego, rameras, lujos, gula, hay que alimentarlos... pero mándensele trabajos más molestos y déseles comida más tasada; no se les ha de matar de hambre, pero han de sufrir aguijones. Aquellos que aún no estuvieran destinados a ninguna obra o a ningún empresario, por un breve tiempo aliménteseles de las limosnas en aquella misma localidad, pero mientras tanto no huelguen por completo, no sea que por el ocio aprendan la desidia... Ni aun se ha de consentir que los ciegos estén o anden ociosos; son muchas las faenas en que pueden ejercitarse...A los enfermos y a los viejos señálenseles trabajos livianos, según su edad y el estado de su salud... A nadie le sea permitido regalarse con los bienes que se confirieron en otro tiempo para esa suerte de obra pía”. (pp. 155-163)
“Propínense a cada uno los remedios adecuados: unos necesitan alimentos y reconstituyentes; otros trato benigno y afable, porque se amansen poco a poco como las fieras; otros han de menester instrucción. Los habrá que necesitarán castigo y coacción física, pero con tal tino se les debe aplicar este tratamiento enérgico, que con ellos no se exalten y exacerben más aún; y por todos los medios y hasta tal punto que fuere posible debe introducirse en sus almas aquella placidez y sosiego con que fácilmente vuelven el juicio y la salud mental... A los necesitados que se están en su casa se les ha de proporcionar trabajo de las obras públicas o de los hospitales; ni les faltará de otros conciudadanos, y si se demostrasen que sus necesidades son mayores que lo que alcanza la retribución de su trabajo, se les ha de añadir lo que se calcule que les falta... [En cualquier caso], infórmense los administradores de las limosnas, o a quienes el gobierno lo encargare, y hágase la limosna según exigiere la necesidad, porque no sea que, andando el tiempo, venga a suceder que personas pudientes, con perdón de su propio dinero, pidan que de lo que pertenece a los pobres se dé a sus criados, familiares, afines, robándoselo a los que lo necesitan harto más que ellos y comience la influencia a excluir necesidades, cosa que hemos visto suceder”. (pp. 165-167)
Financiación. “Muy bien está lo que dices, replicará alguno; pero ¿de dónde se sacará el dinero para todo esto?... En otros tiempos, cuando aún hervía la sangre de Cristo, todos los fieles arrojaban sus riquezas a los pies de los Apóstoles para que ellos las distribuyesen según las necesidades de cada cual”. (p. 177)
“Varones muy graves y otras personas interesadas en el bien de la ciudad excogitaron algunas medidas saludables: reducción de gavetas, entrega de campos comunales a los pobres para que los cultiven; distribución pública de algún dinero sobrante, cosa que hemos visto en nuestro días. Pero para ello se necesitan oportunidades como muy pocas se presentan en nuestro tiempo; por ello es preciso recurrir a remedios más duraderos”. (p. 152)
“Hágase todos los años un conjunto de las rentas de los hospitales y, acumulando el valor de la mano de obra que hagan los que todavía tienen fuerza para ello, no solamente los réditos alcanzarán para subvenir a todos los asilados del respectivo establecimiento, sino que todavía existirá un sobrante para los de fuera, pues me dicen que las riquezas de los hospitales son tantas que, administradas con pulcritud, existe abundancia para socorrer todas las necesidades de los ciudadanos, ordinarias, imprevistas y extraordinarias... Los hospitales ricos y las personas acaudaladas den lo que les sobre a los dotados pobremente, y si estos no lo necesitaren, distribuyan sus sobras entre los pobres vergonzantes. Y cuando en sus localidades respectivas no hubiese con quién comunicar sus posibilidades, fuera bien que las enviasen a las vecinas, y aun a las alejadas, donde las necesidades fuesen mayores. Esta sí que es una obra específicamente cristiana”. (pp. 180-181)
“Existe la costumbre de que cada uno de los que mueren suele dejar algo a los pobres. Debería exhortárseles a cercenar algo de la pompa del funeral en beneficio de aquellos”. (p. 182)
“Si todos estos recursos no bastaren, pónganse cepillos en las tres o cuatro principales iglesias de la población que sean más frecuentadas, en dónde cada uno deposite todo cuanto la devoción le sugiriere... Y no se recoja todo cuanto se pueda, sino, a lo sumo, todo cuanto bastare para cada semana o un poquito más, porque los administradores no se acostumbren a manejar mucho dinero y les suceda lo que a algunos a cuyo cargo corre el cuidado de los hospitales. Lo que pasa aquí en Flandes, no lo sé, ni lo quiero averiguar, consagrado como estoy por entero a mis estudios; pero en España, oía decir a los ancianos que eran muchos los que, con las rentas de los hospitales, habían hecho crecer las suyas fabulosamente, manteniéndose a sí y a los suyos en lugar de los pobres, aumentando la población de sus casas y despoblando los asilos; todos estos abusos originolos la oportunidad de dinero tan copioso y tan fácil”. (p. 183)
“Si en alguna ocasión no fueren suficientes las limosnas, acúdase a los ricos en súplica de que ayuden a los pobres a quienes Dios recomendó con tal ahínco o que al menos presten lo que fuere necesario, que más adelante, cuando la limosna abundare más, les será devuelto, si así lo quisieren, con religiosa puntualidad... Además de esto, la corporación rectora de la ciudad cercene cuanto pueda los gastos públicos, como convites, regalos, agasajos, propinas, fiestas anuales, pompas, todo lo cual no conduce más que al pasatiempo, a la soberbia o ambición. Y si la ciudad no quisiera hacerlo, adelante un préstamo que recupere luego con un mayor crecimiento de limosnas”. (p.185) “Los mismos pobres que no trabajan aprendan a no tener provisiones para un tiempo largo que, al par que les dan una mentida seguridad, disminuye su confianza en Dios”. (p. 187)
Control y administración. “Nómbrese todos los años para censores a dos varones miembros del Senado, de mucha gravedad y de una probidad sin tacha, quienes se informen de las costumbres de los pobres, de los muchachos, de los mozos, de los ancianos; qué hacen los niños, cuánto aprovechan, qué costumbres tienen, de qué índole son, qué esperanzas dan y si algunos pecaren, de quién es la culpa: enmiéndenlo todo... Investiguen si los jóvenes y los viejos viven según las leyes que para ellos dictaron, averigüen los manejos de las viejas, artífices principales de la tercería y de la hechicería; con qué templanza y parsimonia vivan todos y todas; sean castigados los que frecuenten los juegos de azar y las bodegas y cervecerías. Si una primera y una segunda amonestación no surgieren efecto sean castigados con penas aflictivas... Quisiera yo también que esos mismos censores se informasen de la juventud e hijos de los ricos; fuera una gran conveniencia para la ciudad que se les obligase a dar cuentas a los magistrados como a padres de todos, de cómo, en qué artes, en qué ocupaciones consumen su ocio... [No debe permitírsele] a nadie que pase la vida ocioso”. (pp. 173-175)
Ventajas humanas y divinas de todos estos consejos. “Grande es el honor de la ciudad donde no se ve mendigo alguno... Se reducirá la estadística de robos, maldades, latrocinios, delitos de sangre y crímenes capitales; serán más raras las tercerías y los hechizos... Mayor será la quietud, porque se habrá procurado el bien de todos... Reinará una concordia inalterable, porque el más pobre no tendrá envidia del más rico; antes le amará como a su bienhechor... Será más seguro, saludable y gustosos asistir a los templos y recorrer toda la ciudad, porque no se meterá en los ojos aquella fealdad de llagas y enfermedades... La ganancia mayor será para la ciudad, porque los ciudadanos se habrán tornado más comedidos, más útiles a la patria, no maquinarán revoluciones ni sediciones, tantas mujeres y doncellas arrancadas a la vida airada, tantas brujas y celestinas redimidas del lenocinio y hechicerías... Y por terminar, la suprema ventaja será haber dado la religión y la libertad a muchas almas... Y por coronación de todas estas bienandanzas, aquel galardón celestial que demostramos estar aparejado a las limosnas, nacidas de las maternales en indiferentes entrañas de la caridad”. (pp. 211-215)
[Porque] no nos granjean la gracia de Dios los ayunos y las riquezas dadas al pobre, sino la caridad... Pues los dones que el Señor á su arbitrio da y quita, y que con liberal mano te ha concedido, pártelos con tu hermano, considerando que ambos sois hijos de Dios, que no te debe á ti más que á él, y que sólo te ha hecho administrador y procurador de lo que te ha otorgado para que tu prójimo más pobre tenga á quien pedirlo. Y nada se le da á Cristo más de veras que lo que se reparte a los pobres".[15]
1698.
John Locke (1632-1704). Two Treatises of Government.
A
Fundamentos. “Aunque la Tierra, y
todas las Criaturas inferiores sean comunes a todos los Hombres, cada
hombre
tiene la Propiedad de su propia Persona.
Así nadie tiene ningún derecho
sobre uno mismo. El Esfuerzo de su
Cuerpo, y el Trabajo de sus Manos,
podemos decir que son propiamente suyos. Aquellos recursos
proporcionados por
la Naturaleza convertidos en productos por la aplicación de su trabajo, los convierte en su Propiedad.
Lo que fuese producido por él
con su trabajo excluiría el derecho
común de los otros Hombres. Por este motivo, siendo el Trabajo la Propiedad incuestionable del Trabajador,
ningún Hombre
más que él puede tener derecho sobre lo que haya sido
transformado, como mínimo
mientras hubiere suficiente, y como un
bien dejado en común para otros”. (Versículo 27; 5, 10,
15)
“Si el Hombre es
tan
libre, [cabe preguntarse]: Siendo el Amo absoluto de su Persona y sus
Posesiones, igual que el mayor, y no estando sujeto a Nadie,
¿porqué debería
deshacerse de su Libertad?, ¿por qué abandonaría
este Imperio, y se sujetaría
al Dominio y Control de cualquier otro Poder? A lo que ‘esto tiene una
respuesta evidente, que aunque en el estado de la Naturaleza tuviese
ese
derecho, sin embargo el Disfrute de ello es muy incierto, y
constantemente
expuesto a la Invasión de otros. Si todos fueran Reyes igual que
él, cada
Hombre su Igual, y la mayor parte no Observadores de Equidad y
Justícia
estrictos, el disfrute de la propiedad que tendría en este
estado sería muy
inseguro. Esto le hace desear establecer una Condición
según la cual aunque
libre, está lleno de temores y peligros continuados; y ‘no es
sin razón, que
busque, y sea su deseo juntarse en Sociedad con otros que estén
ya unidos, o
tener una idea de unidad para la mútua Preservación
de sus Vidas, Libertades y Estados, lo que llamo por el Nombre
común de Propiedad”. (Versículo 123;
5,10,15)
“Sin embargo el
motivo
último e importante, el de que los Hombres se unan en
Sociedades, y se sometan
a sí mismos a un Gobierno, es la
Preservación de su Propiedad. Para lo que, en el estado de
la Naturaleza,
se requieran muchas cosas. Primero. Se requiere de unas normas,
principios establecidos, conocidos como Ley, recibidos
y aprobados por
consentimiento común, para que sean el Patrón del Bien y
del Mal, y la medida
común para dictaminar sobre todas las Controversias que surjan
entre ellos.
Porque, aunque la Ley de la Naturaleza fuera completa e inteligible
para todas
las Criaturas, sin embargo, los Hombres, habiendo sido sesgados por su
Interés,
e ignorantes para su estudio, no son aptos para utilizarla como Ley que
pudiera
ser aplicada a sus Casos particulares”. (Versículo 124; 5,10)
Versión
abreviada del ‘proviso’ de John Locke
“Aunque la
Tierra y todos los
animales que la pueblan
son propiedad de todos los seres humanos, cada uno es propietario
de su propia persona.
Nadie tiene más derecho a sí mismo que uno mismo. El esfuerzo que sale del cuerpo y el trabajo
de las manos son de propiedad privada. Desde el
momento que utiliza la mano de obra que es suya y la parte de los
recursos que
también son suyos, el producto que surge le pertenece, se
convierte en su
propia propiedad. Claro está que, para que no se pueda poner en
cuestión la
propiedad privada de todo aquello que produce, al tomar libremente los
recursos
naturales, cada individuo ha de dejar la suficiente riqueza y
recursos
comunitarios para el resto de la población!. (V. 27; 24-25)
“Si la
persona en el estado
natural es libre;
si es el absoluto señor de su persona y pertenencias; igual
al más
grande y sujeto a ninguno; ¿por qué ha de ceder lo que es
suyo y someterse al
dominio y control de una autoridad? La respuesta es obvia, si desea
evitar que
cualquier otra persona le robe, invada sus posesiones; lo normal es que
se alíe
con aquellos que desean preservar mutuamente sus vidas, su
libertad y
sus posesiones, lo que por su nombre general yo llamo la propiedad”.
(123, 104)
“De
aquí que concluyese
que "la preservación
de sus propiedades es lo más grande e importante, y por
tanto, de la unidad
de las personas en una commonwealth,
para acogerse a algún tipo de Gobierno”. (V. 124, 105)
1796. Thomas Paine (1737-1809). Agrarian Justice. En Collected Writings,
pp. 397-399. The Library of
Término:
ground-rent.
Término en castellano:
renta de la tierra
Justificación: “Lo más
abundante y lo más miserable de la raza humana se encuentra en
los países
llamados civilizados... La pobreza, por consiguiente, es algo creado
por lo que
es llamado vida civilizada”. (p. 397)
“En un
principio no podía haber cosas tales como fincas privadas. Los
hombres no hicieron la tierra, y pese a tener derecho natural a ocuparla, no tienen derecho a considerarla
como su propiedad de forma perpetua ninguna de sus
partes: el
Creador de la tierra no había abierto una oficina terrenal,
donde se firmaran
las primeras escrituras. ¿De dónde surgió entonces
la idea de la propiedad
privada de bienes inmuebles?”.(p. 399)
“Por
consiguiente, lo que debe hacerse ahora, para remediar las maldades y
preservar los beneficios debidos a la sociedad, es pasar de la forma
natural a
lo que se llama estado civilizado”. (p.397)
“Es
una opinión, que no debe generar controversia, que la tierra, en
su
estado natural incultivado era, y siempre tendría que haber
continuado siendo,
la PROPIEDAD COMÚN DE LA RAZA HUMANA. En este estado, cada
hombre habría
disfrutado de la propiedad. Habría sido un copropietario, junto
al resto de los
propietarios de la tierra: tal situación mancomunada le
haría propietario
comunitario de por vida con el resto de la comunidad, copropietario de
todas
las producciones naturales, vegetales y animales”. (p.398)
Financiación. “Pero la
tierra, en su estado natural antes comentado, es capaz de dar sustento
a sólo
una pequeña cantidad de habitantes, si se compara con lo que
podría hacer si se
cultivara. Y como es imposible discernir la mejora introducida por el
cultivo
de la tierra en sí misma sobre la que la mejora es realizada, la
idea de la
propiedad de la tierra surgió de esta conexión
inseparable; sin embargo es
cierto que es únicamente el valor de la mejora, y no la tierra
misma, la que es
de propiedad individual. Por tanto cada propietario de tierra cultivada
le debe
a la comunidad una renta
de la tierra; ya que no
conozco un término más adecuado para expresar la idea de
compensación por la
tierra que ocupa: y es por este alquiler de la tierra que los fondos
públicos
propusieron que procediera este plan”. (p.398)
1819. Robert
Owen (1771-1883). (i) Report
to the Committee for the Relief of the Manufacturing Poor (1817);
(ii) A Catechism of the New View of Society and
Three Addresses (1817); (iii) An
Address to the Working Classes (1819).
En A New View of Society and Other
Writings. Denton & Sons Ltd.
Fundamentos.
La mayor parte
de los
pobres han recibido hábitos malos y viciosos por parte de sus
padres; y
mientras su situación continúe, esos hábitos malos
y viciosos serán
transmitidos a sus hijos y, a través de ellos, a las
generaciones que les
sucedan. Cualquier plan, por tanto, para mejorar su situación,
debe impedir que
estos hábitos nocivos sean transmitidos a sus hijos, y
proporcionar medios para
que sólo se les transmitan los hábitos buenos y
útiles... para proporcionar
educación y entrenamiento útil para los niños,
para proporcionar un trabajo
adecuado para los adultos, para dirigir su esfuerzo y sus gastos de
forma que
produzcan el máximo beneficio posible para ellos mismos y para
la sociedad; y
para situarlos bajo las circunstancias que les alejen de tentaciones
innecesarias, y que unan firmemente su centro de interés y su
deber.
Estas ayudas no
pueden
ser concedidas a personas de forma individual ni a familias de forma
aislada, o
a grupos de muchos miembros. Sólo podrán ser introducidas
en la práctica de
forma efectiva cuando las medidas unan en una institución a una
población de entre
500 i 1500 personas; o como media de 1000”. (i; p. 159-161)
Estos pueblos,
como Owen
sugiere, deberán ser principalmente auto-suficientes.
Deberán ser agrícolas e
industriales, y deberán producir lo necesario para su propio
consumo, e
intercambiar los diferentes productos excedentarios con otros. Puesto
que se
basarán en principios racionales de educación, no
entrarán en competencia los
unos con los otros sino que cooperarán, y el objetivo
será tanto el de educar a
buenos ciudadanos como el de poner de manifiesto las necesidades de los
pobres.
Si esto se hiciera, Owen argumenta, la tasa de pobreza
desaparecerá rápidamente
y, por el mismo motivo, los cimientos para un nuevo y mejor orden
social para
toda la comunidad serán
establecidos
rápidamente." (p.xiii)[16]
“¿Estáis, por tanto,
preparados para mirar a vuestros congéneres, poderosos o no,
ricos y pobres,
sabios e ignorantes, buenos y malos, como seres formados
únicamente por las
circunstancias de su nacimiento, y que se han convertido en lo que son,
fuere
lo que fuere, por causas que excluyen la posibilidad del más
mínimo control por
su parte sobre la existencia de las cualidades y facultades que
poseen?”. (iii;
p. 150-151)
Financiación. “Hay diversos mecanismos
para llevar a término este
plan. Debe ser llevado a cabo por individuos: en parroquias, en
condados, en
distritos, etc., incluyendo más de una parroquia o un condado, y
a lo largo de
toda la nación, a través del Gobierno” (i; p.164)
“Me parece que
el país
posee medios suficientes como para alcanzar este objetivo, si se
utilizaran
para ello. Estos medios son los parados del campo; la tierra que sea
cultivada
de forma inadecuada; el dinero empleado inapropiadamente; el trabajo
ocioso,
desmoralizador, y que consecuentemente genera todo tipo de maldad en la
sociedad; y la fuerza mecánica o artificial, que es casi
ilimitada, estos
medios deben estar disponibles para los propósitos importantes.
Estos son los
medios que, convenientemente combinados y llevados a la
práctica, liberarían el
país de la pobreza y de los males que le acechan.” (ii; p.175)
“Lo primero que
se
necesita es reunir el dinero necesario para adquirir la tierra (o
alquilarla),
para construir las fábricas, granjas, y sus almacenes y para
proveer lo
necesario para iniciar el proyecto…
El dinero
necesario para
fundar los establecimientos basados en el principio ahora propuesto,
debe ser
obtenido de consolidar los fondos de asociaciones públicas; por
igualar los
impuestos bajos y hacer préstamos a su riesgo. Los pobres,
incluyendo a los que
son miembros de asociaciones públicas, deberían
empadronarse. Los fondos se deben
obtener de préstamos de personas que tengan en la actualidad un
capital
excedente sin utilizar; y de préstamos provenientes de cualquier
otro acuerdo
financiero que se juzgue adecuado. Los establecimientos
incrementarán su valor
por el trabajo de las personas en la tierra, y se convertirán en
un seguro
suficiente para gran cantidad del dinero que haya sido desembolsado
para este
propósito.
Desde ahora,
aparecerán
gran cantidad de fondos y mano de obra. Se debe inspeccionar el
país, y se han
de investigar cuáles son las mejores localizaciones para los
establecimientos
dedicados a la agricultura y a la manufactura”. (i; pp. 164-167)
1836. François
Marie Charles Fourier (1772-1837). Doctrina
Social (El Falansterio). Ediciones
Júcar.
Término:
mínimo de mantenimiento
Justificación.
“El primero de los derechos es el de
nutrirse; el
comer cuando se tiene hambre. Este derecho, negado en la
civilización por los
filósofos, fue consagrado por Jesucristo en estas palabras:
<<¿No
habéis vosotros nunca leído
lo que hizo David en la necesidad en que se vio cuando se vio acosado
Jesús, con estas
palabras, consagra el
derecho de coger, cuando se tiene hambre,
lo necesario allá donde se encuentra.[17]
Y este derecho impone al cuerpo social el deber de asegurar al pueblo
un mínimum
de mantenimiento.
“Puesto
que la
civilización le despoja
Dios ha
condenado al hombre a
ganar su
pan con el sudor de la frente; pero no nos condenó a ser
privados
El trabajo
es un derecho
acumulativo,
resultante de los cuatro derechos cardinales: caza, pesca,
cultivo y pasto, que tienden a garantizarnos esa
industria activa que nos rehúsa la civilización, o que
sólo nos concede en
condiciones irrisorias, como la del trabajo tributario, cuyo producto
es para
el amo y no para el obrero.
No
tendremos la equivalencia
de esos
cuatro derechos cardinales, sino en un orden social en el cual el pobre
pueda
decir a sus compatriotas, a su Falange natal: <<He nacido en esta
tierra;
reclamo mi admisión en todos los trabajos y la garantía
de gozar del fruto de
mi labor; exijo el adelanto de los instrumentos necesarios para ejercer
mi
trabajo y la subsistencia en compensación del derecho al robo
que me ha
otorgado la naturaleza>>. Todo armónico (ciudadano/a)
tendrá, por
arruinado que esté, el derecho de usar este lenguaje en su
país natal, y su
demanda será plenamente acogida.
Sólo a este precio la
humanidad gozará
verdaderamente de sus derechos; pero en el estado actual ¿no es
un insulto al
pobre asegurarle derechos a la soberanía, cuando sólo
pide el derecho de
trabajar para el recreo y placer de los ociosos?
Hemos
pasado, pues, siglos
discurriendo
sobre los derechos
Si la
clase obrera, si los
pobres no son
felices en el socialismo, lo turbarán por medio de la
malevolencia, el robo, la
rebelión; semejante orden fracasará en su objeto, que es
el de asociar la
pasión y lo material, conciliar caracteres, gustos, instintos y
desigualdades”.
(pp. 110-112)
Financiación. “
Justificación.
- ¿Qué
entendéis por derechos naturales
o divinos?
- Aquellos
derechos otorgados
por la Naturaleza o por la divinidad.
- ¿Y por derechos
sociales
o humanos?
- Los
derechos otorgados por la Sociedad o imaginados por el hombr
- ¿Cuáles
son los derechos
naturales?
- Los
principales son el derecho
de existir, y le derecho de poder ejercitar todas las facultades
físicas e
intelectuales.
- ¿Qué
entendéis por derecho a
existir?
- Entiendo el
derecho de usar de
todos los bienes creados por la Naturaleza para el sustento, el vestido
y el
alojamiento, y el derecho de defenderme contra toda especie de
agresión.
- ¿Qué
entendéis por el derecho
de ejerce todas las facultades físicas?
- Entiendo el
derecho de ir y
venir, de trabajar, de asociarse, de reunirse, en una palabra de hacer
todo lo
que plazca siempre que no perjudique a los demás.
- ¿Todos
los hombres tienen los mismos
derechos naturales?
- Sí, por
que estos derechos son
anejos a la calidad de hombre y todos los hombres son igualmente
hombres.
- ¿Sin
embargo, los hombres no
son desiguales, en fuerza por ejemplo?
- Es verdad;
pero la fuerza no
es un derecho, y mucho débiles pueden reunirse contra un fuerte;
los hombres
pueden ser diferentes en fuerza, en estatura, etc. Pero la
razón nos
enseña que son iguales en derechos a los ojos de la
Naturaleza.
- ¿La
Naturaleza ha repartido
la tierra entre los hombres?
- Ciertamente
que no: ella ha
dado la tierra a todo el género humano, sin designar a nadie
parte alguna.
Todos los filósofos reconocen que la Naturaleza ha dado todo
a todos sin
hacer ninguna partición. y que los bienes de la tierra han
formado una Comunidad
natural y primitiva.
- ¿Entonces
no es
la Naturaleza la que ha establecido la propiedad?
- Ciertamente
que
no: ella no ha establecido la propiedad, ni impuesto el comunismo: ella
ha
dejado la libertad a los hombres de disfrutar de los bienes de la
tierra como
ellos quieran, estableciendo la propiedad o conservando la Comunidad.
- ¿Cada
uno tenía
derecho a una parte igual de la tierra?
- Evidentemente
sí; porque todos son hijos y herederos de la Naturaleza.
- ¿Ha
habido
alguna vez una repartición real de la tierra entre los
hombres?
- No, cada cual
ha ocupado lo
que le convenía, sin consultar a nadie, sin obtener el
consentimiento de nadie,
y comúnmente sin que nadie lo supiese.
- ¿Qué
se entiende por derecho
de primer ocupante?
- Se entiende el
derecho de
ocupar lo que aún nadie ha ocupado.
- ¿Por
qué decís lo que aún
nadie ha ocupado?
- Porque se debe
respetar la
posesión del primer ocupante si se puede encontrar aquello que
uno necesita
entre los objetos sin ocupar.
- ¿Quién
arregla el derecho del
primer ocupante?
- La equidad
natural.
- ¿Qué
se entiende por equidad
natural?
- Es la
opinión que la Razón da
a todos los hombres en todas partes de lo que es justo o injusto, esto
es,
conforme o contrario a la Naturaleza y a la Igualdad natural.
- ¿Según
la
equidad natural, cada uno tiene el derecho a ocupar lo superfluo?
- Ciertamente
que
no; es una injusticia, usurpación, un robo, respecto a los que
les falta lo
necesario.
- ¿Y si
quedan
para otros partes iguales, de manera que cada uno tenga lo necesario y
hasta lo
superfluo?
- Entonces cada
uno puede ocupar lo superfluo, porque no perjudica a nadie, pero con la
condición de cederlo a cualquiera que se presente que no pueda
procurarse en
otra parte lo necesario.
- ¿El que
gozase
de los superfluo debería cederlo a los que
todavía no tuviesen lo necesario?
- Ciertamente: y
en esta caso, aunque la ocupación de lo superfluo hubiese sido
justa en su
principio, fuera una injusticia conservarlo, porque aquella
ocupación lleva en
sí el carácter esencialmente condicional. La
equidad de ninguna manera
puede tolerar que un individuo goce los superfluo, mientras muchos
otros no
tengan los necesario, y la conservación de loa superfluo en
perjuicio de los que todavía no
tienen lo necesario es
una injusticia y una usurpación repetida a cada momento.
- ¿Pero
si el
primer ocupante, poseedor de los superfluo, lo ha personalmente
trabajado...?
- No importa, tiene el deber de
devolverlo: lo
superfluo era la parte de los otros que empezarían a trabajarlo
si él lo
hubiese dejado vacante; su trabajo no puede darle el dominio de lo que
pertenece a otro, por el mero hecho de no tener éste lo
necesario; aquél lo ha
trabajado con la condición de devolverlo: él se ha
aprovechado de su trabajo
durante la posesión; nada puede privar a los otros de la parte
que les es
necesaria de los bienes comunes, dados por la Naturaleza a todos
sus hijos, y nada puede autorizar al poseedor de lo superfluo a
conservarlo.
- Acabáis de hablar de deber,
¿qué entendéis por
deber?
- Entiendo lo que cada uno está
obligado a hacer. Si
todos los hombres tienen derechos, todos han de tener deberes;
y todos
teniendo los mismos derechos, todos han de tener los mismos deberes:
todos, por
ejemplo, tienen el derecho a reclamar su parte en los bienes comunes,
y
todos tienen el deber de dejar a los otros las parte que a estos
pertenecen.
- La organización
de estas [sociedades actuales] es aún viciosa?
- Infinitamente, porque los unos lo tienen
todo y los
otros nada; la aristocracia (los ricos) tienen lo superfluo sin
trabajar,
y el Pueblo no tiene lo necesario trabajando excesivamente: los pobres
están
despojados de sus derechos naturales.
- ¿Los
hijos de los pobres
tienen aún en el día derechos naturales?
- Ciertamente:
en el día, como
siempre, los niños al nacer son todos hijos de la Naturaleza;
los
hombres de hoy día son hombres como los primeros hombres, todos
son iguales en
derechos naturales, todos tienen derecho a la misma parte de los bienes
de su
madre común; es para ellos todos para los que la Naturaleza, hoy
como siempre,
derrama la luz y el calor que fecunda la tierra y sin lo cual la
propiedad de
las aristocracias fuera inútil... Las leyes sociales que privan
a unos de lo
necesario para dar a los otros los superfluo son otras tantas
vías de hecho que
violan la equidad natural; pero los derechos son sagrados, inajenables
e
imprescriptibles; el despojado conserva su derecho, aunque no disfrute
de la
posesión, como el robado conserva su derecho en la cosa robada
por el ladrón.
Con
argumentos
contundentes, el autor explica con claridad porque y cuando
la propiedad privada de la tierra es un robo; también
añade las razones del
porque los derechos jamás prescriben. Pero que cada uno
interprete el texto a
su buen saber y entender.
Término:
derecho al trabajo
Justificación.
La moral de Flora Tristan es una moral
espiritual, humanitaria: ella le lleva a manifestar que “por instinto,
por
religión, protesto contra todo aquello que emana de la fuerza
bruta y no quiero
que la sociedad esté expuesta a sufrir la fuerza bruta dejada en
las manos del
pueblo, lo mismo que no quiero que tenga que sufrir la fuerza bruta
dejada en
manos del poder” (JB; L’UO). Es decir, como su moral no es
materialista, no se
preguntará por las causas de la miseria que pueden llevar al
pueblo a ejercer
la fuerza bruta contra los poderosos, como tampoco de donde proceda la
fuerza
bruta que ejerce diariamente el poder contra el resto de la sociedad.
Para F.
Tristan, “en la Constitución de 1830,
el obrero francés está a un nivel de perfecta igualdad
con sus conciudadanos;
Para
F.
Tristan, entonces, la cuestión
consiste en desarrollar un plan social para que los trabajadores salgan
de la
miseria; un programa de organización obrera, sin
distinción de sexo, oficio, o
nacionalidad; la construcción de los palacios donde se
instruirá a los
hijos de los obreros, se acogerá a los accidentados, los
enfermos y los viejos;
una organización piramidal, en la cual los militantes, sin
distinción de oficio
elegirán libremente sus comités, y estos comités
elegirán el Comité central,
el cual a su vez elegiría al Defensor, quién
deberá recibir una importante suma
(medio millo de francos por año), porque hay que hacerse con un
hombre de
primera fila, y porque deberá asumir unos gastos considerables;[18]
con una estrategia de financiación que demuestre como el
proletariado posee eso
que la sociedad moderna da al poder: el dinero; en definitiva, la Unión
Obrera será ese proyecto de la internacional de las obreras
y los obreros;
con él nace el grito ¡Proletarios, uníos!;
Su argumento es:
Para F.
Tristan, este
proyecto necesita
alianzas;
“Mi
religión
es
amar a mis hermanos en la humanidad, mi
fe, amar y servir a Dios en la humanidad; ¡vamos! una
religión tan sublime,
cuyas consecuencias son tan hermosas,
tan limpias de cualquier impureza, ¿no han de darme tanta fuerza y poder como los católicos, que aman a Dios
y sirven a los
pobres con vistas a la recompensa en el
cielo?”. (p. 55)
“Nada me
hubiese gustado
más que comenzar este librito
con una canción que resumiese mi
idea: LA UNION, y que tuviese por estribillo: <<¡Hermanos
unámonos! -
¡Hermanas, unámonos!>> El canto ejerce sobre los
obreros reunidos en masa
un efecto extraordinario que tiene algo de magnético. Con la
ayuda de una
canción se puede, a voluntad, hacer de ellos héroes
dispuestos para la guerra,
hombres religiosos inclinados a la paz”. (p. 69)
“Escuchadme:
desde hace
veinticinco años, los hombres
más inteligentes y más abnegados han consagrado su vida a
la defensa de vuestra
sagrada causa;[20]
ellos, con sus escritos, discursos informes, memorias, encuestas,
estadísticas,
han señalado, han constatado, han demostrado, al Gobierno y a
los ricos que la
clase obrera, en el actual estado de cosas, se encuentra material y
moralmente
en una situación intolerable de miseria y de dolor; han
demostrado que, de este
estado de abandono y sufrimiento, resultaba necesariamente que la
mayoría de
los obreros, amargados por la desgracia, embrutecidos por la ignorancia
y por
un trabajo que excede sus fuerzas, se convertían en seres
peligrosos para la
sociedad; han demostrado al Gobierno y a los ricos que no solamente la
justicia
y la humanidad imponían el deber de acudir en socorro de las
clases obreras
mediante una ley sobre la organización del trabajo, sino que
incluso el interés
y la seguridad general reclamaban imperiosamente esta medida.
¡Pues bien! Desde
hace veinticinco años… 7 u 8 millones de obreros exasperados por
el sufrimiento
y la desesperación, ¡un gran número de los cuales
se ve emplazado entre el
suicidio… o el robo!…
Obreros,
¿que se puede
decir ahora en defensa de
vuestra causa?… No queda más que una cosa por hacer: la de actuar conforme a los derechos escritos en la Carta.
Vuestra forma
de acción no es la revuelta a mano armada, ni el motín en
la plaza pública, ni
el incendio ni el saqueo. No, porque la destrucción, en lugar de
remediar
vuestros males, no haría más que empeorarlos… No
tenéis más que una posibilidad
de acción, legal, legítima, confesable frente a Dios y
los hombres: LA UNION
UNIVERSAL DE LOS OBREROS Y DE LAS OBRERAS.
Obreros,
vuestra
condición en la sociedad actual es
miserable, dolorosa: con buena salud, no tenéis derecho
al trabajo; enfermos, lisiados, heridos, viejos, tampoco
tenéis derecho a la hospitalización;
pobres, faltos de todo, no tenéis derecho
a la limosna, porque la mendicidad está prohibida por la
ley. ¡Aislados
sois débiles y caéis aplastados bajo el peso de toda
clase de miserias! ¡Pues
salid de vuestro aislamiento! ¡Uníos! La
unión hace la fuerza. Tenéis a vuestro favor el
número, y esto ya es mucho.
Yo
vengo a
proponeros una unión general de los
obreros y obreras, sin distinción de oficios, que vivan en el
mismo reino; una
unión que tendría por objetivo constituir
la clase obrera y construir varios edificios (Palacios de la UNION
OBRERA),
igualmente repartidos por toda Francia. En ellos se educaría a
los niños de
ambos sexos, desde los seis a los dieciocho años, y se
acogería a los obreros
lisiados o heridos y a los ancianos. Oíd hablar a las cifras y
os haréis una
idea de lo que se puede hacer con la UNION.
Hay en
Francia alrededor de 5
millones d obreros y
2millones de obreras. Que unan estos 7 millones de obreros su
pensamiento y su
acción para una gran obra común, en beneficio de todos y todas: que dé cada uno de ellos 2 francos
al año para esta
obra, y al cabo de un año LA UNION OBRERA poseerá la
enorme suma de catorce millones… ¿Cuál
es el obrero,
incluso entre los más pobres, que
economizando un poco, no podría dedicar 2 francos de
cotización, en el
transcurso de un año entero, para asegurarse una
jubilación en sus días de
vejez, alojar y alimentar a vuestros bravos
veteranos del trabajo y educar a los aprendices?
¡Ved que riqueza poseéis tan sólo por vuestro
número! Pero, para gozar de esta riqueza, es necesario que
el número se reúna, forme un
todo, una unidad.
Obreros,
pensadlo bien, el
esfuerzo que voy a intentar
ante vosotros para arrancaros de la miseria es probablemente el
último que pueda
hacerse, porque si no respondéis a esta LLAMADA DE UNION, si,
por egoísmo o por
despreocupación, no queréis UNIROS…, habría que
abandonaros pronunciando sobre
vosotros las palabras que se pronuncian a los muertos.
Es necesario
que el ejemplo
dado por los primeros
apóstoles de Cristo. Aquellos hombres, desafiando la
persecución y las fatigas,
tomaban las alforjas y el cayado y se iban de país en
país predicando la NUEVA
LEY: la fraternidad en Dios, la unión en
Dios ¡Pues bien! ¿por qué yo, mujer que me
siento llena de fe y fuerza, no
puedo ir igual que los apóstoles d ciudad en ciudad, anunciando
a los obreros
la BUENA NUEVA y predicándoles la fraternidad
en la humanidad, la unión en la humanidad?
En la
tribuna de las
Cámaras, en los púlpitos
cristianos, en las reuniones mundanas, en los teatros, y sobre todo en
los
tribunales, se ha hablado a menudo de los
obreros; pero todavía nadie ha intentado hablar a
los obreros. Es un medio que es necesario intentar. Dios me dice
que triunfaremos. Por eso inicio con confianza esta nueva vía.
Sí, iré a
buscarles a sus talleres, a sus buhardillas, les buscaré hasta
en las tabernas
si es necesario, y allí, frente a su miseria, les
conmoveré sobre su propia
suerte y les forzaré, a pesar suyo, a
salir de la espantosa miseria que les degrada y les mata”. (pp. 71-78)
“Hasta
ahora, la mujer no ha
contado para nada en las
sociedades humanas… El sacerdote, el legislador, el filósofo, la
han tratado
como verdadera paria… He aquí cómo,
desde los seis mil años que el mundo existe, los sabios entre
los sabios han
juzgado la raza mujer. De la misma
manera, durante seis mil años, los sabios entre los sabios han
mantenido un
juicio no menos terrible sobre otra raza de la humanidad: los
PROLETARIOS.
Antes del 89 [el proletario de la sociedad francesa era] un villano,
un patan, una bestia de carga,
pechero y sujeto a prestación
personal”. (pp. 110-112)
“Obreros, en
1791, vuestros
padres proclamaron la
inmortal declaración de los DERECHOS DEL HOMBRE, y a esta
solemne declaración
debéis el ser hoy en día hombres libres e
iguales en derechos frente a la ley.
¡Honor a vuestros
padres por esta gran obra! Pero, proletarios, os queda a vosotros,
hombres de
1843, una obra, no menor que llevar a cabo. A vuestra vez liberad
a las últimas esclavas que aún quedan en la sociedad
francesa; proclamad los DERECHOS DE LA
MUJER, y en iguales términos que
vuestros padres han proclamado los vuestros decid:
<<Nosotros, proletarios
franceses, después de
cincuenta y tres años de experiencia, reconocemos estar
debidamente
esclarecidos y convencidos de que el
olvido y el desprecio que se han hecho de los derechos naturales de la
mujer
son las únicas causas de las desgracias del mundo, y hemos
resuelto exponer en
una declaración solemne, inscrita en nuestra Carta, sus derechos
sagrados e
inalienables. Queremos que las mujeres sean informadas de nuestra
declaración,
para que no se dejen ya oprimir y envilecer por la injusticia y la
tiranía del
hombre, y para que los hombres respeten a las mujeres, sus madres, la
libertad
y la igualdad de la que ellos mismos gozan.
1º. Debiendo
ser
el objetivo de la sociedad la felicidad común del hombre y de la
mujer, LA
UNION OBRERA garantiza al hombre y a la
mujer el disfrute de sus derechos de obreros y de obreras.
2º. Estos
derechos son: la igualdad para la admisión en los PALACIOS de la UNION OBRERA, sea como niños,
heridos o ancianos.
3º. Para
nosotros, siendo la mujer la igual al hombre, por supuesto las
muchachas
recibirán, aunque de forma distinta, una instrucción tan
racional, tan sólida,
tan extensa en ciencia moral y profesional como los muchachos.
Obreros,
podéis estar
seguro de ello, si tenéis la suficiente equidad,
justicia, para
inscribir en vuestra Carta las pocas líneas que yo acabo de
trazar, esta declaración de los derechos de la mujer
pasará pronto a las costumbres; de las costumbres a la ley, y
antes de
veinticinco años veréis escrito al comienzo del
código de leyes que regirá la
sociedad francesa: LA IGUALDAD ABSOLUTA del
hombre y de la mujer.
Entonces,
hermanos míos,
y solamente entonces, la
UNIDAD HUMANA se habrá CONSTITUIDO.
¡Hijos
del 89, he
aquí la obra que vuestros padres os
han legado!”. (pp.132-133)
“Los burgueses
que ven son los que hoy constituyen la parte racional, sensata y
fuerte de
la nación. Si ocurre por desgracia, como se puede temer, que los
ciegos, a fuerza de meter la pata,
comprometan los intereses de la nación, el país
encontrará en el campo de los
que ven a unos hombres inteligentes, buenos firmes y capaces de salvar
una vez
más a Francia.
No es pues a
los [burgueses]
que ven a quienes me
dirijo desde aquí, sería injuriarles. Por otra parte, yo misma pertenezco a este campo. Nuestra divisa es
ésta: el orden, el respeto a cualquier clase de
prosperidad, justicia para todos, riqueza y prosperidad general del
país.
Únicamente con miras al orden quiero que la
clase obrera reclame su
derecho al trabajo y su
derecho a la instrucción moral y profesional, porque el
grado de
instrucción de esta clase depende necesariamente un aumento de
la producción, y
del trabajo de la clase más numerosa depende evidentemente la
riqueza y la
prosperidad del país. Quiero que la clase obrera reclame en nombre del derecho, para que no le ya ningún
pretexto para
reclamar en nombre de la fuerza.
Protesto,
por instinto, por
religión, por norma, contra
todo lo que emane de la fuerza bruta,
y no quiero que la sociedad quede expuesta a sufrir la fuerza bruta
abandonada
a las manos del pueblo, ni quiero tampoco que tenga que sufrir la
fuerza bruta
dejada en las manos del poder. En uno y otro caso, existiría una
injusticia y
consecuentemente desorden.
Si no se
quiere conceder al
pueblo el derecho a la instrucción y el derecho al
trabajo, ¿qué ocurrirá? Que el pueblo,
amargado por el sufrimiento, exaltado por lecturas que le
muestran el
horror de su posición sin indicarle ningún medio para
salirse de ella, se
volverá cada vez más brutal, grosero, vicioso y malvado.
En este estado, el
pueblo será para las clases ricas un enemigo
temible, y la seguridad general, la prosperidad del país
estarán
constantemente amenazadas. ¿Quién osaría pensar
sin aterrorizarse en la
perturbación espantosa que puede resultar para el país
del odio y la animosidad
de diez a doce millones de obreros sin instrucción, sin
dirección moral, sin garantía de trabajo?
Abandonados a esta
manera, los obreros se convierten, dentro de la sociedad francesa, en
un cuerpo
formidable del que podría disponer el primer intrigante
político que quisiera
enturbiar el orden; y lo mismo que los esclavos en la sociedad romana,
los
obreros siempre irían a alinearse bajo el estandarte del
Catilina que atacase
la sociedad.
Sí,
pido que la clase
obrera se constituya en corporación, se haga
representar en la Cámara, y,
aunque ciertos espíritus retrógrados puedan encontrar
esta medida muy revolucionaria, yo sostengo, y voy a
demostrarlo, que esta es, por el contrario, una medida de orden”.
(pp. 173-177)
“El primer
derecho que tiene
cualquier ser al nacer es
justamente el que se ha olvidado
inscribir en la Carta. Es pues este primer derecho el que hay que
proclamar.
Su
propiedad, la única
que puede temer, son sus brazos. ¡Sí, sus
brazos! ¡Este es su
patrimonio, su única riqueza! Sus brazos son los
únicos instrumentos de trabajo que posee. Son su
propiedad, y a esta propiedad no se
le puede, creo yo, poner en duda su legitimidad
ni, sobre todo, su utilidad, porque
si la tierra produce es gracias al
trabajo de los brazos.
Negar la propiedad de los brazos sería no querer comprender el espíritu del Art. 8º de la Carta. Sin embargo, no se pone en duda la propiedad de los brazos, y el día en que se pusiera en discusión, no habría más que una opinión al respecto. Más, para que la clase obrera pueda gozar con seguridad y con garantías de su propiedad, se le tiene que reconocer en principio (y también en la realidad) el libre disfrute y garantía de su propiedad. Ahora bien, el ejercicio de este libre disfrute de propiedad consistiría, para la clase obrera, en poder utilizar sus brazos cuando y como gustase, y para ello debe tener derecho al trabajo. En cuanto a la garantía de su propiedad, consiste en una sabia y equitativa organización del trabajo. (p. 91)
Término: limosna
Justificación
/ Financiación. No
son las estructuras, sino que es la
conducta individual la causa de la pobreza.
“Si en vez de decir el pobre, dijéramos la pobreza, seríamos más exactos y menos agresivos: porque los males que están en las cosas hacen pensar en grandes medios para evitarlos y mandan la tolerancia.
“Tenemos nociones exactas de lo justo y de lo injusto; a nuestros ojos aparece el vicio en toda su fealdad, la virtud en toda su belleza... Ante el tribunal de la divina justicia, nuestra causa ha de tener más difícil defensa que la de esa gente objeto de nuestra caridad, muchas veces desdeñosa... Para entrar en casa del pobre con humildad de corazón y de inteligencia, investiguemos si en su lugar nos conduciríamos mejor que él y, a la vista de sus faltas, de sus vicios, tal vez de sus crímenes, dirijámonos esta pregunta: ¿Los pobres serían lo que son, si nosotros fuéramos lo que deberíamos ser?... Detengámonos un poco a examinar hasta que punto es responsable el pobre de las faltas que le echamos en cara”:
“El pobre es muy material: ya sabe que tenemos comodidades, lujo y riquezas; pero mientras no las vea no le exasperan: por el contrario, nos agradece que en medio de la fortuna no olvidemos su desgracia y, cuando él no tiene zapatos nos perdona que tengamos coche, si nota, cuando vamos a verle, el polvo o el lodo en nuestro vestido”...
“Las cualidades necesarias para visitar el pobre se resumen todas en esta dulcísima palabra: la caridad; pero la caridad como la define San Pablo, la que no se ensorbece, no es ambiciosa, no es envidiosa, no busca sus provechos, no se mueve a ira, no piensa mal, no se goza en la iniquidad, sino la verdad, la que es paciente y benigna, la que todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta; la caridad que nunca fenece... He aquí el divino ideal de la caridad, que han realizado los grandes santos, el modelo de perfección que debemos tener siempre a la vista, para acercarnos a él cuanto posible sea”...
“El visitador del pobre ha de tener una inagotable dulzura, pero acompañada de una razonable severidad, y sin descuidar la exactitud en llevar los socorros materiales. Además, no sólo debe ser bueno, debe parecer perfecto; elegido por Dios como instrumento de su misericordia infinita, debe tener ese fanatismo de la caridad que se llama celo; y ser perseverante, virtud tan necesaria como difícil; la humildad con los pobres es otra virtud que nos enseñó el divino Maestro y sin la cual no podemos corregir a los pobres”...
“Nunca repetiremos bastante que el socorro material no es el bien mayor que podemos hacer al pobre y que debe ser mirado por nosotros más bien que como objeto, como medio... Nuestro objeto, nuestro grande objeto, es inspirar al pobre sentimientos religiosos, moralizarle, dirigirle, alentarle y sostenerle para buscar alivio a sus males, y consolarle en los que no tienen remedio...
“Completa tu felicidad con esa celeste alegría que Dios reserva a los que hacen bien... Si comunicaras con los desdichados en tus penas y en tus prosperidades, tus dolores serán menos acerbos y tus alegrías menos incompletas... Sé bueno en la prosperidad, para que Dios te bendiga y no sea maldita entre los hombres. Sé bueno en la desgracia, para quitarle lo que tiene de más acerbo; y cuando tus oídos estén sordos al consejo y al consuelo, que penetre en ellos la celestial melodía de una bendición. ¿Y no te parece que hay algo de repugnante y de impío en esa felicidad que olvida al infortunio? ¿Y no te parece que Dios debe negar la entrada en su reino al dichoso que no lleve sobre su cabeza la bendición de algún triste? No pases de largo por la puerta del afligido; entra aunque sea una vez sola; si eres dichoso, para ser bendecido; si eres infeliz, para ser consolado”.
“Mientras las leyes prohibían a las iglesias poseer bienes raíces, los obispos recogían las limosnas para distribuirlas inmediatamente según las necesidades. Por regla general se hacían tres partes: una para el culto y para las comidas públicas, especie de banquetes ofrecidos por la caridad; la segunda para el clero y la tercera para los pobres. El miserable, el viajero sin recursos, el encarcelado, el niño abandonado por sus padres, eran piadosamente socorridos”.
“Consolidado el poder de los godos; siendo ya la religión de Jesucristo la religión del Estado, la única puede decirse, el espíritu de caridad no halló ya obstáculos en el poder supremo, y los dos elementos, material y moral, que constituyen la Beneficencia, se robustecían cada día”.
Con el tiempo, “el espíritu de caridad (fue desapareciendo) por regla general de los establecimientos benéficos y con él la economía, el celo, la probidad y el orden. Por otra parte, los monasterios y conventos limitaban su humanitaria misión a dar limosna sin discernimiento a todos los vagos que llegaban a sus puertas a una hora dada. Los santos banquetes de la caridad habían descendido a la repugnante sopa, convertida en estímulo de la vagancia, más bien que en amparo de la miseria. La mendicidad se extendió por la nación entera como una lepra asquerosa y la ley intentó débilmente ponerle inútiles diques”.
También con el tiempo llegaría la legislación sobre la Beneficencia en España. En 1528, “los monarcas Carlos I y su madre Doña Juana promulgaron varias leyes sobre los hospitales de leprosos y la mendicidad... En tiempo de Felipe II se inauguró la primera discusión sobre el pauperismo, tomando parte en ella el abad Juan de Medina y el conocido Domingo Soto, catedrático de Teología en Salamanca. Quiere el primero que cada comarca sostenga sus pobres; que se asegure lo necesario al verdadero necesitado; que se eduque a los niños huérfanos y abandonados; que haya limosna pública y secreta; que la distribución se haga por personas acomodadas, de consecuencia y elegidas por las mismas personas de su clase, y que se persiga eficazmente la vagancia... En tiempo de Carlos IV se miró con algún interés la suerte de los expósitos; pero esta ley era bien dura con ellos disponiendo que se destinasen al servicio de la marina por la razón de que hacían mucha falta. Es decir, que al infortunado que no había tenido madre, que había pasado la niñez sin caricias, la vida sin libertad, sin goces, sin consuelo, comiendo para vivir, viviendo para padecer, la ley, en vez de indemnizarle hasta donde fuera posible, se apoderaba de él, dándole un destino que debía ser muy triste cuando nadie se hacía cargo voluntariamente”.
Pero “la ley del 19 de septiembre de 1978 sería fatal para la Beneficencia: manda vender los bienes de hospitales, hospicios, casas de misericordia, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos. Tampoco con la invasión francesa y la reacción de 1814 había que esperar mejores días para la Beneficencia. Los medios de la sociedad antigua no existen; los de la nueva no están organizados; el estado de nuestra Beneficencia es deplorable: la gran mayoría de los enfermos pobres sufre y muere sin recibir auxilio alguno; los expósitos mueren en una horrible proporción, hay autoridades que se felicitan por la economía que resulta de reducir el salario de las amas que los llevan a sus casas; los dementes están muy lejos de ser tratados, con la inteligencia y caridad que su estado exige”.
“En todos los establecimientos, y conforme a lo que la ley dispone, se sigue el fatal sistema de contratas, por el cual la codicia de los contratistas defrauda a la pobreza, la explota, y compra la impunidad con el fruto del crimen... Los artículos de consumo eran pésimos, excesivamente caros, dos clases de pesas sin contrastar, las raciones de los enfermos escasas y malas, el condimento no podía ser peor y el poco aseo de las cocinas llamaba la atención; el almacén de ropa no tenía surtido, los colchones escasos, apenas registros con la debida exactitud; en las enfermerías, las ropas de cama no estaban limpias o carecían de fundas las almohadas, los cadáveres se trasladaban desnudos al depósito, conducidos sin distinción de sexo en el mismo carro al cementerio; a esta falta de decoro, se convertía en objeto de tráfico el pelo y la dentadura de los muertos y de los enfermos; la botica mal servida , y los artículos malos.
“Han desaparecido los conventos, a cuyas puertas hallaba sustento el miserable. Los reyes, los grandes, los ricos no fundan hospitales, ni los dotan a su muerte para que esta santa obra pueda contribuir a la remisión de sus pecados”.
“La caridad oficial que se llama Beneficencia ha substituido a la caridad que, sostenida por el espíritu religioso, auxiliaba a los enfermos y a los necesitados. El Estado, representante de la nueva sociedad, ha recibido de la que se extingue la sagrada misión de amparar al desvalido. ¿Y cómo llena esta misión santa? La llena de tal modo, que hace sospechar que le falta el conocimiento de sus deberes, o la voluntad de cumplirlos”.
“Al buscar medios de aliviar a la humanidad doliente, hemos hallado todos los medios necesarios para tan santa obra. ¿Dónde y cómo están? Allí la caridad oficial hace el bien sin amor; acá la caridad privada hace el bien sin criterio; en otra parte las asociaciones caritativas obran en un círculo estrecho, aisladas entre sí y de la caridad oficial y privada, sin tendencia al proselitismo y a la expansión”.
“Separadas en mala hora la Beneficencia, la Caridad y la Filantropía, nos parece oportuno consignar la significación que para nosotros tienen estas tres palabras, que habremos de emplear muchas veces:
Principios. Beneficencia es la compasión oficial, que ampara al desvalido por un sentimiento de orden y de justicia. Filantropía es la compasión filosófica, que auxilia al desdichado por amor a la humanidad y la conciencia de su dignidad y de su derecho. Caridad es la compasión cristiana, que acude al menesteroso por amor de Dios y del prójimo”.
Pero, “la caridad privada y la Beneficencia pública están separadas; es preciso enlazarlas. ¿Bajo qué bases? Cuatro son los principios que, en nuestro concepto, deben seguirse para enlazarlas:
1º. Es un
deber de la
sociedad procurar a los desvalidos la mayor suma de bien posible.
2º. La
sociedad no comprende
su misión, si cree llenarla con sólo hacer bien material.
3º. El
Estado, aislándose de
la caridad privada, no puede auxiliar debidamente ni el cuerpo del
menesteroso
ni su alma.
4º.
Existen en la sociedad
los elementos necesarios para consolar todos los dolores; no hay
más que
armonizarlos”.
Campo de acción. “La acción respectiva del individuo, de la asociación y del Estado creemos que se deriva de los principios siguientes:
1º. En el
cuerpo social, como
en el humano, el bien resulta de la armonía en el ejercicio de
las diferentes
facultades.
2º. Las
facultades del alma,
como las del cuerpo, se desarrollan con el ejercicio.
3º. La
pobreza no es un
crimen. Al pobre no se le debe poner fuera de la ley”.
Medios para la acción. “Los medios de que han de valerse para que las disposiciones no sean ilusorias son, a nuestro entender, los siguientes:
1º.
Organización de
asociaciones filantrópicas; comunicación, comunión
de los compasivos; unidad y mutuo apoyo en sus esfuerzos.
2º.
Obligación impuesta a
toda asociación religiosa de ejercitarse en alguna obra de
caridad.
3º.
Publicidad en todo lo
concerniente al ramo de Beneficencia.
4º. Evitar
hasta donde sea
posible la aglomeración de los desvalidos.
5º.
Llamamiento al sacerdote
y a la mujer, como indispensables auxiliares.
6º. Dar a
la Beneficencia el
auxilio de las ciencias.
Concepción
Arenal (1820-1893). Carmen Díaz Castañón. Concepción Arenal. Tomo I, Biblioteca de Autores
Españoles.
Ediciones Atlas. Madrid 1993.
De Cartas a un obrero
(1871)
“Cuando
[tú obrero]
enciendes una hoguera para arrojar en ella los
títulos de propiedad, has de apagarla ¡desventurado! Con
tus lágrimas y con tu
sangre”.
“Todos
navegan por el mar de
los
acontecimientos; pero el fuerte oleaje que en el bajel del rico produce
sólo un
gran balanceo, sumerge tu barquilla” [de obrero].
“¿Dónde
están esas reformas radicales, esos
males cortados de raíz, esas transfiguraciones sociales, para
las que no se
necesitaba, al decir de sus apóstoles, sino que fuesen poder los
que amaban al
pueblo y poseían la verdadera ciencia social?
¿Cómo no estamos constituidos
según las teorías socialistas?”
“No te hablo
de
crímenes, ni de horrores, ni
de infamias; te hablo de impotencia absoluta, de no haber adoptado una
medida,
tomado una resolución, formulado un acuerdo, que realice, que
intente realizar
siquiera aquellas teorías de organización del trabajo,
conversión de la
propiedad individual en colectiva, etc. Ni un vuelo atrevido, n un
surco
profundo, ni una prueba de esa sinceridad en el error, que se llama
fanatismo y
que extravía, pero al menos no degrada”.
“Jamás poder anunciado
como revolucionario
conservó tan completo status quo; jamás hombres de
sistema, puestos en el caso
de realizarlo, dieron tan claras muestras de no tener fe en él;
jamás se dio
tan solemne escarmiento a la credulidad”.
“El triunfo
material, de los
que sostienen
cierto género de errores en su derrota en el orden de las ideas,
porque pone de
relieve su radical impotencia. Soberbios al negar, tímidos en la
afirmación,
nulos en la práctica, tales han sido, son y serán, los
que de cualquier modo, y
enarbolando ésta o la otra bandera, dicen al hombre que puede
vivir sin
propiedad, sin familia, sin trabajo, rudo, sin dolor, sin
resignación, sin
virtud, sin ley, sin Dios”.
De Cartas a un señor
(1880?)
“Es
señor el pobre de
bienes
materiales, pero rico de inteligencia o de instrucción, que
puede transmitirla
a los que de ella carecen; es señor, el que tiene autoridad, y
con ella medio
de contribuir de modo cualquiera al bien; es señor, el que por
el nombre que
lleva, por la posición que ocupa, tiene prestigio que puede
utilizar a favor de
sus semejantes; es señor, el que siente la inspiración
del arte, que puede
convertir en palanca poderosa para conmover el corazón y elevar
el sentimiento;
es señor, el que con alguna cantidad o valor cualquiera, puede
contribuir a una
buena obra; es señor, en fin, el que puede dar trabajo material
por no
necesitar todo el suyo. Es pobre, el que ninguna de estas cosas tiene
ni puede
dar, hallándose tan necesitado material e intelectualmente, que
cuanto posee ha
menester para sí, significando para él donativo
privación de lo necesario”.
“Usted,
caballero, yo, todos
hemos visto las masas hambrientas, haraposas, armadas, omnipotentes,
hacer
centinela en las casas de los ricos, sin robarlos, sin amenazarlos, sin
insultarlos siquiera. Todos hemos visto espumar la plebe, armar las
heces que
en la ebullición habían subido a la superficie, y no
durar más que un momento
aquella ignominia y aquel peligro, y desvanecerse la emanación
pestilencial al
soplo y noble aliento de un pueblo honrado”.
De El
pauperismo (1885?)
“Que la
situación
económica de los miserables es
consecuencia de su estado moral e intelectual; que aun cuando en el
círculo de
acciones y reacciones sociales el efecto llega a convertirse en causa,
la
primordial y más poderosa de la penuria que mortifica el cuerpo
es la del
espíritu, que hay un necesario psicológico, como
fisiológico, y que la raíz
primera y más profunda de la miseria física es
espiritual”.
“Puede haber
y hay
excepciones honrosas, fraternidades individuales entre personas muy
desiguales;
pero las clases, cuando distan mucho, se aprecian y se aman poco, y
menos
cuanto más se alejan”.
“Lo mejor
para la patria es
que los emigrantes no vuelvan por que, convertidos en indianos,
son un elemento social perjudicialísimo. Relativamente
ricos, sin educación ni instrucción alguna, con la salud
gastada y la moralidad
tal vez no muy robusta por haberse enriquecido donde hay poca... Por su
categoría pecuniaria entra en la clase media, siendo un elemento
que tiende a
rebajarla por su menor cultura y actividad, en pueblos donde ese
elemento es
influyente, el progreso es difícil; donde es preponderante, la
decadencia es
inevitable, y verán descender el nivel cultural y su moralidad”.
“La falta de
creencias
religiosas debilita un elemento social de grande y benéfica
influencia siempre
que la religión no se halla en antagonismo con la justicia... La
falta de fe en
los amigos del pueblo, y de amor a la libertad en los hombres
religiosos,
produce contradicciones, antagonismos, vacíos que más de
una vez se llenan con
lágrimas y con sangre, porque unos tienen humanidad sin
religión, y otros
tienen religión sin humanidad, contribuyendo todos a perpetuar
el pauperismo”.
Justificación. “La verdad es, y de esta verdad no puede haber escape, que no hay ni puede haber título justo para una exclusiva posesión del suelo, y que la propiedad privada de la tierra es una injusticia audaz, descarada y enorme, idéntica a la esclavitud corporal”. (p. 369)
“El examen que hemos hecho ha probado terminantemente que la propiedad privada de la tierra no puede justificarse por razones de utilidad y que, por lo contrario, es la causa a la cual debe atribuirse la pobreza, miseria y degradación, el malestar social y la debilidad política que tan amenazadores se manifiestan en el curso de la civilización. La conveniencia, por consiguiente, se une a la justicia para pedir que la suprimamos”. (p. 370)
“Si la tierra pertenece al pueblo, ¿por qué seguir permitiendo que los propietarios de la tierra cobren la renta o indemnizarles de ningún modo la pérdida de la renta? Considerad lo que es esa renta. No procede de la tierra espontáneamente; no es debida a nada que el propietario haya hecho. Representa un valor creado por la comunidad. Permitid, si queréis, que los propietarios conserven todo lo que la posesión de la tierra les daría, con la ausencia del resto de la comunidad. Pero la renta, creación de la comunidad, pertenece a la comunidad”. (p. 376)
“El haber comprado la tierra de buena fe no le concede derechos ni título alguno... Pero yo no propongo, y supongo que nadie propondrá, ir tan lejos como tomar todas las mejoras y lo demás que posean. Basta con que el pueblo recupere la propiedad de la tierra. Permitid a los propietarios conservar la segura posesión de sus mejoras y de su propiedad personal”. (p. 377)
“En todas las sociedades primitivas -dice M. De Laveleye como resultado de una investigación (Primitive Property), que no deja sin explorar parte alguna del mundo-, el suelo era la común propiedad de las tribus y estaba sujeto a una distribución periódica entre todas las familias, de manera que todas pudiesen vivir de su trabajo según los mandatos de la Naturaleza. De este modo, el bienestar de cada uno era proporcional a su energía e inteligencia; nadie, en ningún momento, carecía de los medios de subsistencia, y se precavía la desigualdad creciente de generación en generación”. (p. 382)
“Hemos averiguado que la pobreza y sufrimiento que reinan en todas partes entre las clases trabajadoras, los paroxismos periódicos de depresión económica, la escasez de ocupaciones, la parálisis del capital, la tendencia a los salarios al límite del hambre, que se manifiestan cada vez más intensos a medida que el progreso material adelanta, vienen del hecho de que la tierra, sobre la cual y de la cual todos tenemos que vivir, se haga propiedad exclusiva de algunos”. (p. 382)
“No propongo comprar ni confiscar la propiedad privada del suelo... No es preciso confisca la tierra; sólo es necesario confiscar la renta...[21] Por consiguiente, lo que yo propongo como remedio, sencillo pero soberano, que elevará los salarios, extirpará el pauperismo, abolirá la pobreza, dará trabajo remunerador a quien lo desee, y campo libre a las facultades humanas, disminuirá la criminalidad, elevará la moral, el sentido artístico y la inteligencia, purificará el gobierno y llevará la civilización a alturas más nobles, es: apropiarse la renta por el impuesto... Porque tomando el Estado la renta con los tributos, no importa a nombre de quién esté la tierra, ni en que parcelas se halle repartida, porque será en realidad propiedad común y cada miembro de la sociedad participará en los beneficios de su propiedad... En todo país civilizado, aún el más nuevo, el valor de la tierra, tomado en su conjunto, es bastante para hacer frente a todos los gastos del Estado”. (p. 418)
“El impuesto sobre el valor de la tierra [22] es, por lo tanto, el más justo y equitativo de todos. Pesa únicamente sobre los que reciben de la sociedad un beneficio particular y valioso, y pesa sobre ellos en proporción al beneficio recibido. Es tomar de la comunidad, y para uso de la comunidad, un valor que ella misma ha creado. Es la aplicación de la propiedad común a los usos comunes. Cuando, por medio del impuesto, toda la renta sea tomada para las necesidades de la comunidad, entonces se habrá alcanzado la igualdad ordenada por la Naturaleza. Ningún ciudadano tendrá ventaja alguna sobre los demás, salvo la que le dé su laboriosidad, destreza e inteligencia; y cada uno obtendrá lo que justamente gane. Entonces, y sólo entonces, conseguirá el trabajo su completa recompensa y el capital su natural fruto”. (p. 434)
Distribución. “Mas, por grandes que parezcan, las ventajas de transferir todas las cargas públicas a un impuesto sobre el valor de la tierra no pueden ser totalmente apreciadas, hasta que consideremos el efecto sobre la distribución de la riqueza”. (p. 451)
“Es decir, la riqueza producida en cada país se dividiría en dos partes. Una de ellas se distribuiría en salarios e interés entre los productores individuales, según la proporción en que cada uno interviene en la producción; la otra iría a la comunidad en conjunto para ser distribuida en públicos beneficios para todos sus miembros. De esta parte todos participarían por un igual -el débil como el fuerte, los niños como los ancianos decrépitos, el mutilado, el cojo, el ciego, tanto como el vigoroso-. Y esto con justicia, porque mientras que una parte representa el resultado del esfuerzo individual en la producción, la otra representa el mayor poder con que la sociedad, como conjunto, auxilia al individuo”. (p. 452)
“Me inclino a pensar que el resultado de confiscar la renta de la manera que he propuesto, sería hacer que la organización del trabajo adoptase la forma cooperativa dondequiera que se empleasen grandes capitales, puesto que la más igual difusión de la riqueza juntaría capitalista y trabajador en una misma persona. Pero importa poco que fuese o no así. La dura fatiga del trabajo rutinario desaparecería. Los salarios serían demasiado altos, y las posibilidades de empleo demasiado grandes, para que nadie tuviera que agotar y destruir las más nobles cualidades de su naturaleza, y, en cada ocupación, el cerebro auxiliaría a la mano. El trabajo, aun de la índole más basta, se volvería agradable, y la tendencia de la producción moderna a la subdivisión no implicaría la monotonía ni la limitación de la aptitud del trabajador, sino que sería aliviado por la corta duración, la variedad y la alternativa de las ocupaciones intelectuales con las manuales. Con esto no sólo se conseguiría utilizar fuerzas productivas ahora desperdiciadas, no sólo se aprovecharían por completo nuestros conocimientos presentes, ahora tan imperfectamente aplicados, sino que de la movilidad del trabajo y de la actividad intelectual que engendraría, en los métodos de producción resultarían perfeccionamientos que ahora no podemos ni imaginar”. (p. 480-481)
1919. Paul
Lafargue
(1841-1911). El
derecho a la pereza. Editorial
Fundamentos. Madrid 1973.
Término. derecho
a la
pereza
Fundamentos. “Una extraña pasión invade a las clases obreras de los países en que reina la civilización capitalista, una pasión que en la sociedad moderna tiene por consecuencia las miserias individuales y sociales que desde hace dos siglos tortura a la triste Humanidad. Esa pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo, llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su progenitura...
“Cuando en nuestra Europa civilizada se quiere encontrar un rastro de la belleza nativa del hombre, es preciso ir a buscarlo en las naciones donde los prejuicios económicos no han desarraigado aún el odio al trabajo... España, que, ¡ay!, también va degenerando, puede aún vanagloriarse de poseer menos fábricas que nosotros prisiones y cuarteles... Para el español, en quien el animal primitivo no está todavía atrofiado, el trabajo es la peor de las servidumbres...
“Los filósofos de la antigüedad enseñaban el desprecio al trabajo, esta degradación del hombre libre... Cristo, en su sermón de la montaña, predicó la pereza... Jehová dio a sus adoradores el supremo ejemplo de la pereza ideal: después de seis días de trabajo se entregó al reposo para toda la eternidad...
“En nuestra sociedad, ¿cuáles son las clases que aman el trabajo por el trabajo? Los campesinos propietarios, los pequeños burgueses, quienes, curvados los unos sobre sus tierras, sepultados los otros en sus casas de negocio, se mueven como la rata en la galería subterránea, sin enderezarse nunca para contemplar la Naturaleza... Y también el proletariado, la gran clase de los productores de todos los países, la clase que, emancipándose, emancipará a la Humanidad del trabajo servil y hará del animal humano un ser libre, también el proletariado, traicionando sus instintos e ignorando su misión histórica, se ha dejado pervertir por el dogma del trabajo... Duro y terrible ha sido su castigo. Todas las miserias individuales y sociales son el fruto de su pasión por el trabajo...
“Una de las primeras tareas al día siguiente de la revolución es la de pensar en divertirse... trabajar lo menos posible y disfrutar intelectual y físicamente lo más posible... Pero para que llegue a la conciencia de su fuerza, es necesario que el proletariado pisotee los prejuicios de la moral <<cristiana>>, económica y librepensadora; es necesario que vuelva a sus instintos naturales, que proclame los derechos a la pereza, mil y mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos derechos del hombre, concebidos por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se empeñe en no trabajar más de tres horas diarias, holgando y gozando el resto del día y la noche... Si desarraigando de su corazón el vicio que la domina y envilece su naturaleza, la clase obrera se alzara en su fuerza terrible para reclamar, no ya los derechos del hombre, que son simplemente los derechos de la explotación capitalista, ni para reclamar el derecho al trabajo, que no es más que el derecho a la miseria; sino para forjar una ley de hierro que prohibiera a todo hombre trabajar más de tres horas diarias, la tierra, la vieja tierra, estremeciéndose de alegría, sentiría agitarse en su seno un nuevo mundo... Pero, ¿cómo pedir a un proletariado corrompido por la moral capitalista una resolución viril?...
1892. Piotr Alexievich Kropotkin (1842-1921). La Conquista del Pan.
Término. derecho de vivir
Justificación. “Reconocer y proclamar de viva voz que cada uno, cualquiera que haya sido su etiqueta en el pasado, cualesquiera sean su fuerza o su debilidad, sus aptitudes o su incapacidad, posee ante todo el derecho de vivir; y que la sociedad tiene el deber de dividir entre todos sin excepción los medios de existencia de que dispone. ¡Reconocerlo, proclamarlo y actuar en consecuencia!... Obrar de manera tal que, desde el primer día de la revolución, el trabajador sepa que una nueva era se abre ante él: que a partir de ese momento nadie estará obligado a acostarse bajo los puentes, junto a los palacios; a estar en ayunas mientras haya alimentos; a tiritar de frío junto a las tiendas de abrigos de piel. Que todo pertenezca a todos, tanto en la realidad como en los principios; que por fin en la historia se produzca una revolución que piense en las necesidades del pueblo antes de señalarle cuáles son sus deberes”.
“Hemos dicho que trabajando cinco o cuatro horas por día hasta la edad de 45 o 50 años el hombre podría producir fácilmente todo lo necesario para asegurar la comodidad de la sociedad. Pero, ¿acaso valdría la pena la vida, con todas las penurias inevitables que ella implica, si el hombre no pudiera procurarse nunca, al margen del trabajo cotidiano, ningún placer de acuerdo con sus gustos individuales?... Si queremos la revolución social es por cierto y ante todo para asegurar el pan a todos... pero también para permitir el ocio, la posibilidad de desarrollar las capacidades intelectuales” de cada persona.
“El trabajo indispensable para la existencia es esencialmente manual. Por más artistas o científicos que seamos no podemos prescindir de los productos obtenidos manualmente: pan, ropa, caminos, barcos, luz, calor, etc. Hacer un trabajo manual significa encerrarse diez o doce horas por día en un taller malsano y permanecer aferrado a la misma faena durante diez años, treinta o toda la vida. Significa estar condenado a un salario mezquino, el paro... Comprendemos, pues, que en tales condiciones el trabajo manual (asalariado) sea considerado como una maldición del destino... En efecto, ¿qué interés puede tener este trabajo embrutecedor para el obrero, que desde la cuna hasta la tumba vivirá en la mediocridad, la pobreza, y la inseguridad acerca de lo que sucederá al día siguiente?... Precisamente, para acabar con esta separación entre el trabajo del pensamiento y el trabajo manual queremos abolir le sistema de salario, queremos la revolución social. Entonces el trabajo ya no se presentará como una maldición del destino, sino que será lo que debe ser: el libre ejercicio de todas las facultades del hombre”.
“Quienes estudiaron seriamente la cuestión no niegan ninguna de las ventajas del comunismo –con la condición, por supuesto, de que éste sea perfectamente libre, es decir anarquista. Reconocen que el trabajo pagado en dinero, incluso disfrazado bajo el nombre de <<bonos>>, en asociaciones obreras gobernadas por el Estado, conservaría el sello del sistema asalariado y sus inconvenientes... Quienes discuten nuestra posición admiten todo lo anterior. <<Pero el peligro, dicen, procederá de esa minoría de haraganes que no querrán trabajar, a pesar de las excelentes condiciones que harán agradable el trabajo, o que no aportarán al mismo su colaboración regular y constante. En la actualidad, la perspectiva del hambre obliga a los más refractarios a marchar junto a los demás. Quien no llega a la hora fija es despedido>>”, etc.
Examinaremos esta objeción y veremos si hay algo justo en ella. En primer término, ¿acaso no es evidente que si una sociedad basada sobre el principio del trabajo libre resultara realmente amenazada por los haraganes, podría protegerse sin necesidad de instaurar una organización autoritaria (el Estado) o de recurrir al sistema del trabajo asalariado?
Financiación mediante el trabajo. “Por ejemplo, una asociación que estipulara con cada uno de sus miembros el siguiente contrato: <<Estamos dispuestos a garantizaros el goce de nuestras casas, tiendas, calles, medios de transporte, escuelas, museos, etc., con la condición de que entre los veinte y los cuarenta y cinco o cincuenta años consagréis cuatro o cinco horas por día a uno de los trabajos reconocidos necesarios para vivir. Escoged vosotros mismos, cuando os plazca, los grupos en los que deseéis participar, o bien constituid uno nuevo, siempre y cuando se dedique a producir algo necesario. En cuanto al resto de vuestro tiempo, agrupaos con quien deseéis para cualquier tipo de recreación, de arte o de ciencia, según vuestro gusto particular. Mil doscientas o mil quinientas horas de trabajo por año en uno de los grupos que producen alimentos, vestidos y viviendas, o que se dedican a la salud pública, a los transportes, etc.: eso es todo lo que os pedimos para aseguraros todo lo que esos grupos producen o han producido. Pero si ninguno de los millares de grupos de nuestra federación quiere recibiros –por cualquier motivo-, si sois absolutamente incapaces de producir alguna cosa útil o si os negáis a hacerlo, pues entonces vivid como un ser aislado o como los enfermos. Si somos suficientemente ricos como para no negaros lo necesario, estaremos encantados de dároslo. Sois hombres y tenéis derecho a vivir. Pero, puesto que deseáis colocaros en condiciones especiales y salir de las filas, lo más probable es que vuestras relaciones cotidianas se resientan por ello. Os mirarán como un espectro de la sociedad burguesa, salvo que haya amigos que descubran en vosotros algo genial y se apresten a liberaros de toda obligación moral hacia la sociedad haciendo por vosotros el trabajo necesario para la vida. Si, por último, esto no os gusta, id a buscar en otra parte, a través del mundo, otras condiciones. O bien encontrad adherentes y constituid con ellos otros grupos que se organicen sobre nuevos principios. Nosotros preferimos los nuestros>>”.
“Esto es lo que debía hacerse en una sociedad comunista si los haraganes llegasen a ser tan numerosos en ella como para que sea necesario preservarse de ellos. Pero dudamos mucho de que sea preciso temer tal eventualidad en una sociedad basada realmente sobre la total libertad del individuo. En efecto: a pesar de la prima a la haraganería que representa la posesión individual del capital, el hombre perezoso es relativamente raro, salvo que se trate de un enfermo; pero entonces habría que tratarle como tal, como cualquier persona que padece una enfermedad”.
Finalmente, “una sociedad comunista, gracias a la educación integral para todos los niños, a las costumbres laboriosas de las sociedades civilizadas, con la libertad de escoger y de variar sus ocupaciones y el atractivo del trabajo hecho por personas en igualdad de condiciones para el bienestar de todos, una sociedad comunista no carecería de productores, quienes pronto multiplicarían por tres o por diez la fecundidad del suelo y darían un nuevo impulso a la industria”.
Mijail
Alexandrovitch Bakunin (1814-1876). “Los fundamentos económicos
y sociales del anarquismo”. En Irving L. Horovitz. Los
anarquistas. Alianza Editorial. Madrid 1975.
“Comoquiera
que el trabajo es
la única fuente
de valor, de utilidad y de la riqueza en general, el hombre, que es
ante todo
un ser social, debe trabajar para vivir”.
“La
civilización, sea
cual fuere su
naturaleza, sólo puede crearse por medio del trabajo organizado
y asociado de
esta forma. La razón de la productividad ilimitada del trabajo
humano consiste,
en primer lugar, en aplicar en mayor o menor grado la razón
científicamente
desarrollada (que, a su vez, es el producto del trabajo ya organizado)
y
también en la división del trabajo, pero a
condición de que, al mismo tiempo,
se combine o asocie ese trabajo dividido”.
“Nadie
podrá explotar el
trabajo de los demás;
todos tendrán que trabajar para vivir. Y todo el que no quiera
trabajar se
morirá de hambre, a menos que logre encontrar una
situación o comunidad que le
alimente por consideración o lástima. Pero en ese caso no
sería justo que se le
concediera ningún derecho político, puesto que, a pesar
de ser un hombre sano,
ha preferido la vergonzosa situación de vivir a expensas de
otros; los derechos
sociales y políticos se basarán en el trabajo aportado
por cada uno”.
Emil Durkheim (1858-1917). Socialism. Collier
Books. New York 1962
Fundamentos. “Podemos concebir dos formas distintas de
estudiar el socialismo. Podemos verlo como una doctrina
científica en la
naturaleza y en la evolución de las sociedades en general y,
más
específicamente, de las sociedades contemporáneas
más civilizadas… Este no será
nuestro punto de vista.
El socialismo
está, por
el contrario, completamente orientado hacia el futuro. Es por encima de
todo un
plan para la reconstrucción de las sociedades, un programa para
una vida
colectiva como la que todavía no existe o como se ha
soñado, y que se propone a
los hombres como la opción adecuada. Es un ideal. Le concierne
mucho menos lo
que es o lo que era que lo que debería ser. Indudablemente,
incluso bajo sus
formas más utópicas, nunca desdeñó el
soporte de los hechos e incluso,
recientemente ha afectado cada vez más a cierto cambio de fase
científico. Por
tanto, es indisputable que ha dado más servicios a la ciencia
social de los que
ha recibido, ya que ha incitado a la reflexión, ha estimulado la
actividad
científica, ha instigado la investigación, y ha
cuestionado problemas, y en
consecuencia desde más de un punto de vista su historia se
mezcla con la
historia de la sociología” (pp. 39-40)
“El socialismo
va más
allá del problema del trabajador, que en algunas de las
propuestas ocupa
únicamante un lugar secundario. Este es el caso de Saint-Simon,
que es
considerado el fundador del socialismo. También es el caso de
los socialistas
académicos, a quienes les concierne mucho más la
salvaguarda de los intereses
del estado que la protección de los desheredados. Por otro lado,
hay una
doctrina que procura practicar la igualdad mucho más
radicalmente que el
socialismo; es el comunismo, que niega cualquier propiedad privada y de
esta
forma, cualquier desigualdad económica. Pero, aunque a menudo
haya habido esta
confusión, es imposible ver el comunismo como una simple
variante del
socialismo. Platón y T. More, por un lado, y Marx, por el otro,
no son de la
misma escuela. A priori, no es
posible que una organización social, concebida teniendo en
cuenta las sociedades
industriales que podemos ver en la actualidad, se pudiera haber
imaginado
cuando estas sociedades no habían nacido. Finalmente, hay muchas
medidas
legislativas que no podrían ser vistas como exclusivamente
socialistas y que
también provocan la disminución de las desigualdades de
las condiciones
sociales. La tasa progresiva en las herencias y en los ingresos
necesariamente
tiene este resultado, y sin embargo no es concomitante del socialismo.
¿Que se
debería decir sobre los derechos garantizados por el estado,
sobre el bienestar
público y las instituciones de préstamo, etc? Si uno los
etiqueta como
socialistas, como ocurre a menudo en el curso de discusiones
acaloradas, la
palabra pierde cualquier tipo de sentido, puesto que toma una
connotación muy
amplia e indefinida”. (p.50)
“Así, de
hecho, nuestra
definición tiene en cuenta estos aspectos especiales que en
principio no
parecían entrar; pero ahora están en el lugar que les
corresponde, que es en un
segundo plano. El socialismo no se reduce a una cuestión de
salarios, o –como
ellos dicen- de estómago. Es por encima de todo aspirar a un
reordenamiento de
la estructura social, mediante el recolocamiento de la industria en la
organización social, sacándola de la sombra en la que
estaba funcionando automaticamente,
sacándola a la luz y sometiéndola al control de la
consciencia. Se puede ver
que esta aspiración no es sólo de las clases bajas sino
también del mismo
estado, el cual, a medida que la actividad económica se
convierte en un factor
de mayor relevancia en la vida diaria, es conducido por la fuerza de
las
circunstancias, por las necesidades vitales básicas, a
supervisar y regular
cada vez más estas manifestaciones económicas.
Del mismo modo que las clases trabajadoras tienden a acercarse
al estado,
el estado también tiende a ser arrastrado hacia ellas, por la
simple razón de
que siempre está extendiendo sus ramificaciones y sus esferas de
influencia.
¡El socialismo está lejos de ser exclusivamente
cuestión de gente de la clase
trabajadora! De hecho hay dos corrientes que influyen en la
formación de la
doctrina del socialismo: una que viene de abajo y se dirige hacia los
estamentos más altos de la sociedad, y la otra que viene de esta
última y sigue
la dirección inversa. Pero en los orígenes cada corriente
es sólo una extensión
de la otra, y mútuamente una implica a la
otra, puesto que son meramente diferentes aspectos de la misma
necesidad
de organización; una corriente no puede definir el socialismo
mejor que la
otra. Sin duda estas dos corrientes no conducen a sistemas
completamente
distintos: según el lugar que ocupe la persona que establezca la
teoría, si
está o no en contacto directo con los trabajadores, o más
bien atenta al
interés general de la sociedad, será una corriente
más que la otra la que tenga
más influencia en su pensamiento. El resultado son dos clases
diferentes de
socialismo: un socialismo de trabajadores o un socialismo de estado,
pero la
separación es una simple diferencia de grado. No hay trabajador
que no desee un
mayor desarrollo del estado; no hay socialismo desinteresado en los
trabajadores. Sólo son variedades del mismo género; pero
es el género lo que
estamos definiendo… [De cualquier modo] el socialismo se
definirá esencialmente
por sus conceptos económicos, pese a que puede extenderse
más allá”.
(pp.61-63)
Permanece una
pregunta
abierta: ¿cuál es el proceso por el cual se llega a este modelo
de
socialismo? E. Durkheim no se pronuncia sobre este aspecto, pues para
él el
socialismo tan sólo es un modelo ideal, la referencia hacia
donde construir...
1905. Juan
Babot y Arboix. Derecho
a la Existencia. Tipografía
Tarraconense 1909.
Término: derecho
a la existencia
Justificación. “Es injusta toda organización social en que sea posible, como en la presente, la coexistencia de hombres que posean capital excesivo y hombres que no puedan satisfacer sus necesidades... Para amparar a todos los necesitados, basándose en principios de justicia, es indispensable la implantación del Derecho á la existencia, lo cual no será difícil de conseguir, si los hombres justos y buenos se interesan, como es de esperar, por la protección de todos los niños, de todos los ancianos y de todos los imposibilitados para el trabajo que carecen de medios de subsistencia y por todos los hombres útiles que necesitan y carecen de trabajo”. (pp. 7-9)
Financiación. “Es difícil que el Estado pueda consignar [la cantidad necesaria]. Sería preferible que se consiguiera dicha cantidad, imponiendo á los asalariados y patronos contribución por utilidades, como seguro forzoso, destinando exclusivamente el pago de las pensiones del Derecho á la existencia, el importe de dicha contribución. Es justo que los que hayan de recibir un beneficio contribuyan á crearlo y por lo tanto, el derecho á la pensión exige el deber de contribuir á formarla”.
“Es decoroso para el pensionista haber contribuido él mismo á su bienestar y aún es más honroso y es un acto de altruismo, haber contribuido al bienestar de los demás. Es equitativo, conveniente y necesario que cada asalariado contribuya con su cuota ó seguro forzoso á nutrir los fondos del Derecho á la existencia”.
“Algunos patronos, debido muchas veces á circunstancias independientes de su voluntad pasan á ser asalariados y bastantes de ellos en edad que ya no son aptos para trabajar no pudiendo, por lo tanto, cubrir sus necesidades y las de su familia. Otros patronos al morir dejan á su esposa é hijos en condiciones poco halagüeñas y los nietos de algunos han de pedir limosna si no se les auxilia, por lo que sería justo que los patronos también contribuyesen á formar los fondos del Derecho á la existencia, pues algunos de ellos ó su esposa ó sus hijos ó nietos, habrían de ser socorridos con la pensión”.
“Podría fijarse
á cada asalariado la
cuota de medio por ciento de las cantidades que percibiese y á
cada patrono la
cuota del medio por ciento de las cantidades que satisficiese á
los
asalariados”. (pp.
28-30)
1917.
Bertrand
Russell (1872-19 ). Political Ideals. Unwin Books.
Término:
free sharing
Termino en
castellano: libre disposición
Justificación.
“A los sistemas económicos les
importa principalmente la producción y distribución de
bienes materiales.
Nuestro sistema actual es derrochador desde el punto de vista de la
producción,
e injusto desde el de la distribución. Implica una vida de
esclavitud hacia la
fuerza económica para la mayoría de la comunidad, y para
la minoría un nivel de
poder sobre las vidas de las otras personas, que nadie debería
tener”. (1963,
40-41).
“En el momento
de escoger
un medio de vida todas [las personas] deberían, en la medida de
lo posible,
tener la oportunidad de escoger lo que les sea atractivo; si el trabajo
remunerado no es atractivo, deberían ser libres para hacer poco
trabajo por
poco dinero, y utilizar su tiempo libre de la forma que escojan”.
(1966, 73)
“El concepto de
la compra
y el pago es tan común que la propuesta de dejarlo de lado debe
parecer una
fantasía. Sin embargo, no creo que sea tan fantasioso como
parece. Incluso si
todos pudiéramos obtener pan sin dar nada a cambio, no
querríamos más que una
cantidad bastante limitada. Tal y como son las cosas, el coste del pan
para los
ricos es tan pequeño en proporción a sus ingresos, que
prácticamente no tienen
que controlar su consumo; no obstante la cantidad de pan que consumen
se podría
suministrar fácilmente a toda la población si se
mejoraran los métodos de
cultivo. La cantidad de comida que la
gente desea tiene límites naturales, y el despilfarro en el que
se incurriría
probablemente no sería muy grande. Tal y como apuntan los
anarquistas, en la
actualidad la gente puede disfrutar de una cantidad de agua ilimitada,
pero muy
pocos dejan dejan los grifos abiertos cuando no los están
utilizando. También
se debe asumir que la opinión pública se opondría
a un despilfarro excesivo. Yo
opino que el principio del subministro ilimitado podría ser
adoptado con
relación a casi todos los productos, especialmente a todos
aquellos que pueden
ser fácilmente producidos. Y este sería el caso, si la
producción estuviera
organizada eficientemente, de lo necesario para la vida, incluyendo no
sólo
productos, sino también cosas como la educación. Incluso
si la educación fuera
gratuita hasta los estudios más elevados, los jóvenes,
excepto que fueran
trasformados de forma radical por el régimen
Anarquista, no estudiarían más que hasta un determinado
nivel. Lo mismo se
podría aplicar a los alimentos de
consumo habitual, la ropa necesaria y el resto de cosas que cubren
nuestras
necesidades elementales”. (1966, 74-75)
Viabilidad. “Pienso que debemos concluir que
no hay impedimento
técnico en el proyecto
Anarquista de la libre
disposición. Pero, ¿se
realizaría el trabajo que es
imprescindible, si a la gente se le asegurase un nivel de confort
general
estándar incluso aunque no trabajara?
La mayoría de la gente respondería a esta pregunta sin dudarlo y negativamente. Particularmente, los jefes que tienen la costumbre de considerar a sus empleados como una banda de gandules, borrachos y bárbaros, y que opinan que no podrían llevar a término ningún trabajo excepto bajo amenaza de represalias y consecuentemente inanición… Por supuesto, habría cierta proporción de la población que se decantaría por estar ociosa. Siempre que la proporción sea pequeña, no será motivo de preocupación. Y entre los que serían clasificados como ociosos se incluiría a los artistas, a los escritores de libros, y a los dedicados a conseguir un pensamiento intelectual abstracto, en breve, a todos aquellos a quienes la sociedad desprecia mientras están vivos y honra cuando están muertos. A tales hombres, la posibilidad de llevar a cabo su propio trabajo sin dar importancia al reconocimiento público sería de una utilidad inestimable. Cualquiera que observe cuantos de nuestros amigos han mantenido sus habilidades en la intimidad se dará cuenta de cuanta capacidad poética debe haber quedado sin desarrollar a causa de la pobreza; ya que sería absurdo suponer que los ricos están mejor dotados para la poesía por naturaleza. La libertad para tales hombres, que son pocos, debe contrarrestar el efecto de los que son puramente vagos”. (1966, 75-77)
1919. Nicolai Ivanovich Bukharin (1888-1938) y Evgenii Alexeievic Preobrazhensky (1886-1937). The ABC of Communism. Pelican Classics. Penguin Books. England 1969.
Expresión de referencia. de cada uno según su capacidad; a cada uno según se necesidad
Justificación. “El capitalismo está
basado en la explotación de los obreros. Una pequeña
minoría dispone de todo; las
clases trabajadoras no tienen nada. El capitalismo manda, los
trabajadores
obedecen. El capitalismo explota, los trabajadores son explotados. La
veritable
esencia de la sociedad capitalista está basada en esta
explotación despiadada y
de crecimiento continuo”.
En oposición, “la
base de la sociedad
comunista debe ser que la sociedad disponga de los medios de
producción e
intercambio…”
Nicolai Bukharin
Producción. “La producción
capitalista es un instrumento
práctico para la obtención de la plusvalía. Esta
avaricia no conoce límites. Es
la base, el motivo principal, de la producción capitalista”. En
el lugar
opuesto, “el método de producción comunista debe tener
las características
siguientes: en primer lugar deber ser una sociedad organizada;
no debe producir de forma anárquica, no debe haber
competencia entre empresarios, ni guerras, ni crisis. En segundo lugar,
debe
haber una sociedad sin clases, no una
sociedad en la que dos mitades están en continua enemistad, en
la que una clase
explota a la otra. Ahora bien, una sociedad en la que no haya clases, y
en la
que la producción esté organizada, sólo puede ser una sociedad de camaradas, una sociedad comunista basada en
el
trabajo…”
Evgenii Preobrazhensky
“El
carácter cooperativo
de la producción comunista está asimismo desplegada en
cada detalle de la
organización. Bajo el comunismo, por ejemplo, no habrá
directores de fábrica
permanentes, ni personas que hagan un único tipo de trabajo
durante toda su
vida. Bajo el capitalismo, si un hombre es zapatero, está toda
su vida haciendo
botas; si es pastelero, pasa toda su vida horneando pasteles; si es el
gerente
de una fábrica, pasa sus días dando órdenes y en
tareas administrativas; si es
un simple obrero, pasa toda su vida obedeciendo órdenes. Nada de
esto pasa en
la sociedad comunista. Bajo el comunismo la gente recibe una
formación
pluridisciplinar, y se dedica a diversas ramas de la producción:
hoy trabajo en
tareas administrativas, estimo cuántas botas de fieltro o
cuántos bollos deben
ser producidos el mes siguiente; mañana puedo estar trabajando
en una fábrica
de jabón, el próximo mes tal vez en una
lavandería, y el mes siguiente en una
central eléctrica. Esto será posible cuando todos los
miembros de la sociedad
hayan sido educados convenientemente…”
Distribución. “El método comunista
de producción también presupone que la producción
no es para el mercado, sino
para su utilización. Bajo el comunismo, desaparece el obrero o
el campesino de
forma individual; la producción está influenciada por la
gigante cooperativa
como un todo. Como consecuencia de este cambio, ya no hay
bienes,
sólo productos. Estos productos no se
intercambian por otros; no se compran o se venden. Están
simplemente
almacenados en los depósitos comunitarios, y son
consiguientemente distribuidos
a quienes los necesitan. En tales condiciones, el dinero ya no es
necesario.
‘¿Cómo puede ser?’ preguntaréis algunos de
vosotros. ‘En este caso una persona
puede tener demasiado y otra muy poco. ¿Qué sentido tiene
este método de
distribución?’. La respuesta es como sigue: en un primer
momento, sin duda, tal
vez durante veinte o treinta años, se harán necesarias
diversas regulaciones.
Tal vez ciertos productos se darán sólo a las personas
que tengan un registro
especial en su libro de trabajo o en su cartilla de trabajo.
Posteriormente,
cuando la sociedad comunista haya sido consolidada y desarrollada
completamente, tales regulaciones no serán necesarias.
Habrá una gran cantidad
de productos de todo tipo, nuestras heridas actuales se habrán
curado, y todo
el mundo será capaz de proveerse únicamente de lo que le
haga falta. ‘¿Pero la
gente no considerará de provecho coger más de lo
necesario?’ Ciertamente no.
Hoy, por ejemplo, nadie piensa que cuando quiere sentarse en un
tranvía, valga
la pena coger tres abonos y dejar dos asientos libres. Será lo
mismo para todo
tipo de productos. Una persona tomará del almacén
comunitario exactamente lo
que necesite, no más. Nadie tendrá ningún
interés en tomar más de lo que quiera
para vender el excedente a otros, ya que éstos pueden satisfacer
sus
necesidades cuando les plazca. El dinero no tendrá valor”.
“Lo que queremos decir es que en los primeros días de la sociedad comunista los productos serán distribuidos probablemente en proporción al trabajo hecho por el solicitante, lo que no significa que el trabajador vaya a recibir ‘todo el producto de sus trabajo’; sin embargo, en una fase posterior, serán suministrados en función de las necesidades de los camaradas, puesto que habrá abundancia de todo…” (pp. 113-117).
Este sería seguramente el momento de poder aplicar el importante criterio sobre la distribución socialista establecido por Marx en la Crítica al Programa de Gotha: “de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades”.
Disciplina
laboral fraterna versus vagancia. “La productividad de un país no está
únicamente
determinada por la cantidad de maquinaria, materia prima y otros medios
de
producción; su productividad también depende de la
capacidad de trabajo…”
“El
método capitalista de
producción mantuvo a los trabajadores en estado de servidumbre;
los obligó a
trabajar para sus patronos; les impuso, en efecto, la disciplina del
látigo…”
“Ha finalizado
el período
de destrucción de la vieja disciplina [capitalista]. Ahora se ha
inaugurado una
conducta nueva, no impuesta y mantenida por los patronos… o el flagelo
capitalista, sino por las propias organizaciones de trabajadores, por
los
comités de las fábricas y talleres, y por los sindicatos.
Al organizar la
producción, no podemos dejar de lado la organización de
los trabajadores en la
empresa…”
“Una disciplina
de
trabajo basada en la camaradería es uno de los recursos
básicos para la
organización de la producción social y para el incremento
de la productividad:
la disciplina basada en la camaradería debe estar
acompañada por una
espontaneidad absoluta de la clase trabajadora. Los trabajadores no han
de
esperar órdenes de arriba, no les ha de faltar la iniciativa.
Lejos de esto,
cada mejora en la producción, cada descubrimiento de nuevos
métodos para
organizar el trabajo, debe ser el camino por sí mismo… Todo lo
necesario puede
ser realizado de abajo a arriba instrumentalizado por las
organizaciones de
trabajadores.”[23]
“La
disciplina del trabajador se debe basar
en el sentimiento y la conciencia de que cada cual es responsable ante
sus
camaradas, teniendo en cuenta que la debilidad y la negligencia son una
traición a la causa común de los trabajadores. Los
capitalistas no existen más
como una casta dominante. Los trabajadores no trabajan más para
los
capitalistas, usureros y banqueros; trabajan para ellos mismos.”[24]
“Finalmente,
la disciplina del trabajador
debe estar basada en el control mutuo más
estricto. Desde el momento en que todos los camaradas saben que una
mengua
en la productividad del trabajo implicará la ruina de toda la
clase
trabajadora, que si fallamos en la mejora en este aspecto pereceremos
inevitablemente, todos deben supervisar con ojo de propietario las
tareas
comunes usando la energía que la naturaleza nos ha concedido. Ya
que el trabajo
es una batalla; una batalla frente a la naturaleza…”(pp. 338-340).
Karl
Heinrich Marx (1818-1883). Critica al
Programa de Gotha. Aguilera. Madrid 1971.
“La
distribución de los
medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la
distribución de las
propias condiciones de producción. Y ésta es una
característica del modo mismo
de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de
producción descansa en el
hecho de que las condiciones materiales de producción les son
adjudicadas a los
que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del
suelo,
mientras la masa sólo es propietaria de la condición
personal de producción, la
fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de
producción, la
actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia
natural. Si
las condiciones materiales de producción fuesen propiedad
colectiva de los
propios obreros, esto determinaría por sí solo, una
distribución de los medios
de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por
intermedio suyo,
una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a
considerar y tratar la distribución como algo independiente del
modo de
producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una
doctrina que gira
principalmente en torno a la distribución. Una vez que
está dilucidada, desde
hace ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas,
¿por qué volver a
marchar hacia atrás?”. (p.25)
“A igual
trabajo y, por
consiguiente, a igual
participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de
hecho más que
otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no
tendría que
ser igual, sino desigual... Pero estos defectos son inevitables en la
primera
fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad
capitalista
después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no
puede ser nunca
superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de
la sociedad por
ella condicionado”. (p.23)
“Entre la
sociedad capitalista
y la sociedad
comunista media el período de la transformación
revolucionaria de la primera a la segunda. A este período
corresponde
también un período político de transición,
cuyo Estado no puede ser otro que la
dictadura revolucionaria del proletariado”.
(p. 38)
“En la fase
superior de la
sociedad comunista,
cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los
individuos a la
división del trabajo, y con ella, la oposición entre el
trabajo intelectual y
el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida,
sino la
primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en
todos
sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a
chorro lleno
los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces
podrá rebasarse
totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la
sociedad podrá
escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus
capacidades; a cada cual,
según sus necesidades!”. (p. 24) Será el momento de pasar
del reino de las
necesidades al reino de la libertad.
Nota: Destacar
como
Marx era consciente de que una redistribución de la renta como
la que se
propone mediante el modelo fuerte de RB es imposible en el capitalismo.
Sólo en
una fase avanzada del comunismo, a cada
uno según sus necesidades, puede ser abordada la
cuestión del
igualitarismo.
August
Bebel (1840-1913).
La sociedad
futura. Editorial Progreso. Moscú.
Incorporación al
trabajo de todos los que pueden trabajar
“Tan pronto
como la sociedad se vea propietaria de todos los medios e instrumentos
de
producción, la ley fundamental de la
sociedad socializada será el deber general de trabajar, sin
distinción de sexo.
La sociedad no puede existir sin trabajo. En virtud de ello tiene
derecho a
exigir que todos los que quieran satisfacer sus necesidades participen,
en
consonancia con sus capacidades físicas e intelectuales, en la
creación de los
productos para eso. La absurda afirmación de que los socialistas
quieren abolir
el trabajo contradice enteramente el sentido común. Los
holgazanes y los
parásitos existen sólo en el mundo
burgués. En este sentido, el socialismo está de acuerdo
con la Biblia cuando
ésta proclama: quien no trabaja no come.
Pero el trabajo debe ser una actividad productiva útil. Por eso,
la nueva
sociedad debe exigir que cada cual se dedique a una determinada
actividad útil
en la industria, la artesanía, la agricultura, etc., mediante la
cual prestará
cierto servicio a la obra de satisfacer las necesidades existentes. Sin trabajo no hay satisfacción, sin
satisfacción
no hay trabajo”. (p. 22)
El porvenir de
la
religión
“La
ética y la moral pueden prescindir de la religión.
Únicamente los simplones o los hipócritas pueden afirmar
lo contrario. La ética
y la moral expresan los conceptos que gobiernan las relaciones entre
los seres
humanos y sus actos. La religión abarca las relaciones entre los
seres humanos
y los sobrenaturales. Pero el concepto de ética, lo mismo que la
religión,
viene determinado por las condiciones sociales en que vive el hombre.
El caníbal
considera que la antropofagia es una cosa muy moral; para los griegos y
los
romanos, la esclavitud era también una cosa moral, y para los
señores feudales
de la Edad Media, lo era la servidumbre de la gleba. En la actualidad,
el
capitalismo tiene por muy moral el sistema de trabajo asalariado, el
agotamiento de la mujer en trabajos nocturnos y la
desmoralización de los
menores en las fábricas. Cuatro fases del desarrollo social y
cuatro conceptos
distintos de la moralidad, sin que en ninguna de ellas prevalezca la
moral más
elevada. La condición moral más alta es cuando el hombre
se siente libre
respecto de los demás, se siente igual a los demás,
cuando el principio no hagas a los demás lo que no
quieras que
te hagan a ti penetra invariablemente todas las relaciones humanas.
En la
Edad Media, la genealogía determinaba la situación del
hombre; en nuestros
tiempos lo hace la propiedad, la riqueza, pero en el porvenir, el
hombre será
estimado por ser hombre. Y este porvenir pertenece al socialismo”. (p.
95)
Nota: Choca, y duele, ver que a
pensadores tan
lúcidos les cueste separar lo que Marx define como “la actividad vital del obrero, la manifestación misma
de su vida”,[25] de la
apropiación y conversión que hace cada modo de
producción de la actividad vital
para reducirla a mano de obra explotada. El esclavista, el señor
feudal, el
capitalista obligan al esclavo, al siervo, al proletario a trabajar
para vivir;
cada modo de producción los explota a su manera. Todos tienen
que someterse
para poder existir, para asegurarse los medios de vida necesarios.
Ninguna de
las personas considera la obligación de trabajar como parte de
su vida; para
cada una más bien es un sacrificio de su vida. Es una
mercancía que ha
adjudicado a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es
tampoco el
fin de su actividad. Trabajar, sea como esclavo, como siervo o como
obrero,
nunca ha de ser considerado como una actividad
vital en el sentido que le da Marx, en el sentido de que cada
persona pueda
expresar libremente su propia vida.
Mao
Tse-Tung (1893-1976). “Notas de lectura sobre el Manual de
Economía
Política de la Unión Soviética (1960)”. En La
construcción del socialismo: Vía china o modelo
soviético. Textos inéditos
presentados por Hu Chi-hsi. Anagrama. Barcelona 1975.
¿Es una
revolución
el paso al comunismo?
“En la
página 417 [del
Manual] está escrito.
<<Puesto que en el socialismo no hay clases ni grupos sociales
cuyos
intereses se hallen en contradicción con el comunismo, el
tránsito a la
sociedad comunista se opera sin ninguna revolución>>.
Evidentemente, el paso al
comunismo no
significa el derrocamiento de una clase por otra. Pero no puede decirse
que no
sea una revolución social, puesto que la substitución de
una relación de
producción por otra relación de producción es un
salto cualitativo, es decir,
una revolución. En China, la transformación de la
economía individualista en
economía colectiva y la transformación de la
economía colectiva en economía de
todo el pueblo representan revoluciones en el terreno de las relaciones
de
producción. No puede decirse tampoco que la conversión
del principio socialista
a cada uno según su trabajo en
principio comunista a cada uno según sus
necesidades no constituye una revolución en el terreno de
las relaciones de
producción. Como es obvio, el principio a
cada uno según sus necesidades deberá ser llevado a
la práctica de forma
progresiva. Es posible que cuando el aprovisionamiento de
artículos de primera
necesidad sea suficiente, los distribuiremos a cada uno según
sus necesidades.
Esta distribución se extenderá a los demás
artículos a medida que las fuerzas
productivas vayan desarrollándose.
Examinemos
el ejemplo el
desarrollo de las
comunas populares chinas. En el momento de la transformación del
sistema de
propiedad a nivel de equipo de base en sistema de propiedad a nivel de
la
comuna de base, ¿no se corre el riesgo de que una parte de la
población
provoque conflictos? Este problema merece ser estudiado. Para realizar
esta
transformación, una de las condiciones determinantes es que las
rentas que
provienen de la economía comunal sean más de la mitad de
las rentas globales de
la economía popular. La aplicación del sistema de
propiedad a nivel de la
comuna popular de base favorece a los miembros ordinarios de la comuna.
Por
ello estimamos que la inmensa
mayoría de
las personas no se opondrán a este cambio. Pero en el momento
del cambio los
antiguos cuadros de los equipos de producción perderán la
dirección de estos
equipos y su poder administrativo disminuirá en la misma medida.
¿Se opondrán
entonces a esta transformación?
Es posible
que en este proceso
de desarrollo
surja el problema de ciertos <<grupos que han adquirido
privilegios>>, y aun a pesar de que, en una sociedad socialista,
las
clases han sido abolidas. Los miembros de estos grupos, plenamente
satisfechos
con el sistema existente, no desearán cambiarlo. La
aplicación de los
principios: a cada uno según su trabajo
o ganar más trabajando más, por ejemplo, les beneficie
directamente. En
consecuencia, puede ser que no se sientan a gusto cuando estos
principios sean
desplazados por el principio de a cada
uno según sus necesidades. Ahora bien, el establecimiento de
todo nuevo
sistema exige, necesariamente, la destrucción del antiguo. No se
puede
construir sin destruir. Si se destruye, se provoca la oposición
de una parte de
la gente. El hombre es un animal extraño. Cuando se encuentra en
una situación
de privilegio, se muestra arrogante… No tener esto en cuenta es
tremendamente
peligroso”. (pp. 99-101)
El pretendido
<<estímulo material>>
“En la
página 486, el
Manual dice que durante el período socialista el
trabajo todavía se ha convertido en la primera necesidad vital
de todos los
miembros de la sociedad; de ellos se deduce que, para el trabajo,
todavía
signifique mucho el estímulo material.
No es cierto
que los hombres
necesiten cada día, cada mes o cada año
estímulos materiales. En los tiempos difíciles es
necesario trabajar y trabajar
a conciencia con menos estímulos materiales. El Manual trata el
problema del
estímulo material de forma parcial y absoluta. No da ninguna
importancia a la
elevación del nivel de conciencia. No puede explicar por
qué el trabajo que
realizan asalariados que pertenecen todos a la misma categoría
es, sin embargo,
distinto…
Nuestro
partido ha hecho la
guerra de forma continua durante más de
veinte años. Durante un largo período adoptó el
sistema de distribución
gratuita. Evidentemente, en esta época en la que nos
encontrábamos en nuestras
bases de apoyo, no podía aplicarse este sistema a toda la
sociedad. Pero
durante el período de la guerra civil, el número de
personas que estaban bajo
este sistema fue, como máximo, de varias decenas de miles.
Durante el período
de la guerra de resistencia contra el Japón, el número de
estas personas pasó
de un millón a varios millones. Durante los primeros años
después de la
Liberación, estas personas que estaban bajo el sistema de
distribución gratuita
llevaron, en términos generales, una vida igualitaria, trabando
duro y
combatiendo valerosamente. No se apoyaban en pretendidos
estímulos materiales,
sino en su espíritu revolucionario. Durante el segundo
período de la segunda
guerra civil tuvimos que padecer algunos fracasos. Pero antes y
después de este
período conseguimos victorias. Estas derrotas y estas victorias
no se deben a
la existencia o ausencia de estímulos materiales, sino al
carácter correcto o
erróneo de la línea política y de la línea
militar. Estas experiencias tienen
muchísima importancia para nosotros cuando queremos resolver el
problema de la
construcción del socialismo… (pp. 126-130)
Concepciones
erróneas sobre el determinismo de la distribución
En el
capítulo XX, el
Manual dice: <<Fue
una condición indispensable para el auge de la industria estatal
poner a
contribución el interés personal material de los obreros
en el desarrollo de la
producción socialista>>. En el capítulo XXI, el
Manual dice:
<<Desempeñaron un papel muy importante en la
industrialización del país
la implantación consecuente del cálculo económico
y la aplicación de la ley económica
de la distribución con arreglo al trabajo, que conjugaba el
interés personal
material de los trabajadores con los intereses de la producción
social>>.
En el capítulo XXV el Manual sigue diciendo: “El fin de la
producción
socialista… incita a los obreros a interesarse por elevar por todos
medios la
producción, alienta a los trabajadores a interesarse por los
resultados de su
trabajo desde el punto de vista de sus intereses materiales. En esto
reside la
poderosa fuerza motriz que hace desarrollar las fuerzas productivas del
socialismo>>.
Hablando de
esta forma tan
absoluta del
<<interés personal material>> se corre el riesgo de
desarrollar el
individualismo.
El Manual
dice también
que el principio a cada uno según su trabajo
incita a los
trabajadores, desde el punto de vista de sus intereses materiales, a
aplicar
con todo cuidado los planes que intentan incrementar la productividad.
Y esto
es considerado como una de las fuerzas motrices más importantes
de la
producción socialista. Creemos que es obligado hacernos la
siguiente pregunta:
puesto que las leyes económicas fundamentales del socialismo han
determinado la
orientación del desarrollo de la producción socialista,
¿cómo es que pueden
presentarse los intereses materiales personales como una fuerza
decisiva de la
producción? Considerar el problema de la distribución de
los productos de
consumo como una fuerza motriz decisiva es caer en una
concepción errónea del
determinismo de la distribución. Según las propias
palabras de Marx: “La
distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un
corolario de la
distribución de las propias condiciones de producción”.[26]
Es decisivo, por tanto, considerar quién controla los medios de
producción. La
distribución de los medios de producción determina la
distribución de los bienes
de consumo. Considerar que la distribución de los bienes de
consumo es una
fuerza motriz decisiva es revisar el punto de vista de Marx expresado
antes y
que estatalmente correcto. Por el contrario, el Manual comete un error
teórico”. (pp. 120-121)
Nota: “Estas
notas
de lectura de Mao fueron escritas, posiblemente entre 1961 y 1962,
después de
la tercera edición del Manual publicado en 1959 en la
Unión Soviética. Es de
sobra sabido que el Manual, que es una obra destinada a todos los
institutos de
enseñanza superior de la URSS y a la propaganda de masas, no ha
sido un
documento inmutable”, sino que se fue revisando de acuerdo con las
conveniencias de las autoridades soviéticas. Nota del
presentador de este
documento Hu Chi-hsi.
1928.
Bernard Shaw (1856-1950). The Intelligent
Woman's Guide to Socialism, Capitalism, Sovietism and Fascism. Pelican Book. Penguins Book.
Expresión: enough wealth for
everybody to be fairly respectable and well-to-do
Expresión en
castellano: suficiente
riqueza para que todos sean convenientemente respetables y acomodados
Consideremos por un momento que cualquier plan debe hacer lo posible para ser aceptable. Y en primer lugar, como todo el mundo excepto los Hermanos Franciscanos y las Hermanas Clarisas dirán que ningún plan será aceptable excepto que consiga la abolición de la pobreza (e incluso la pobreza franciscana debe ser voluntaria y no forzada), vayamos a estudiar brevemente la pobreza.
Está
comúnmente
aceptado
que la pobreza es una desgracia muy penosa para el pobre. Pero los
pobres,
cuando no están famélicos o no padecen un frío
severo, no son más infelices que
los ricos: son a menudo mucho más felices. Es fácil
encontrar a personas que
son diez veces más ricas a los 60 años que cuando
tenían 20, pero ninguna de
ellas dirá que son diez veces más felices. Todos los
pensadores asegurarán que
la felicidad y la infelicidad son consustanciales a la persona, y no
tienen
nada que ver con el dinero. El dinero puede paliar el hambre, pero no
puede
curar la infelicidad. La comida satisface el apetito, pero no satisface
al
alma. Un famoso socialista alemán, Ferdinand Lassale, dijo que
lo que le
frenaba para instigar a los pobres a que se sublevaran contra su
pobreza era
que ellos no lo requerían. Por supuesto que no estaban
satisfechos, nadie lo
está; pero no estaban suficientemente descontentos como para
tomar grandes
riesgos al intentar cambiar su situación…
Una pobreza como
la que
tenemos actualmente en todas las grandes ciudades degrada al pobre, e
infecta
con su degradación a todo el vecindario en el que vive. Y lo que
puede degradar
un vecindario, puede degradar un país y un continente y
finalmente todo el
mundo civilizado, que no es más que un gran vecindario. Los
ricos no pueden
escapar de los efectos perniciosos de la pobreza. Cuando la pobreza
produce brotes
de enfermedad virulenta e infecciosa, como siempre acaba haciendo
más pronto o
más tarde, los ricos se enferman y ven como sus hijos mueren de
esa enfermedad.
Cuando la pobreza genera violencia y crimen, los ricos se atemorizan y
gastan
ingentes cantidades de dinero en protegerse a sí mismos y a sus
propiedades.
Cuando se traduce en malos modales y palabrotas, los hijos de los ricos
los
adoptan, por mucho que sus padres intenten recluirlos, y esa
reclusión les hace
más mal que bien. Si los pobres y las mujeres jóvenes y
bonitas piensan, como
es el caso, que pueden ganar más dinero con el vicio que con el
trabajo
honesto, envenenarán la sangre de los jóvenes ricos que,
cuando se casen,
infectarán a sus mujeres y a sus hijos, y les causarán
todo tipo de problemas
físicos, que pueden acabar en desfiguraciones, ceguera e incluso
la muerte;
siempre producirán más o menos perjuicios…. Aunque el
sector rico de la ciudad
pueda evitar convivir con el sector pobre, no puede evitar una muerte
conjunta
cuando la plaga llegue…
Además, mientras exista la
pobreza nunca
estaremos seguros que no nos tocará a nosotros mismos. Si
cavamos un pozo para
otros, podemos caer en él; si dejamos un precipicio sin valla
protectora,
nuestros niños pueden caer cuando están jugando. Vemos
diariamente familias de
las más respetables cayendo en el pozo desprotegido de la
pobreza: ¿y cómo
sabemos que no seremos los siguientes?
Tal vez
la mayor insensatez de la que se puede culpar a una
nación es la de
intentar utilizar la pobreza como un tipo de castigo por faltas por las
que no
enviarían a esas personas a la cárcel. Es fácil
decir sobre una persona
perezosa ‘Oh, déjale ser pobre: le está bien empleado por
ser perezoso: eso le
servirá como lección’. Al decir eso, nosotros mismos
somos demasiado perezosos
como para pensar un poco antes de hablar. Bajo ningún concepto
podemos
permitirnos la existencia de los pobres, sean perezosos o trabajadores,
ebrios
o sobrios, virtuosos o viciosos, ahorradores o derrochadores, sabios o
locos.
Si merecen sufrir, dejémosles sufrir de otro modo; puesto que la
mera pobreza
no les dolerá la mitad de lo que afectará a sus vecinos
inocentes. Es una
molestia pública, además de una desgracia personal.
Tolerarlo es un crimen
nacional.
Distribución. “Por tanto debemos
considerar como condición indispensable para la
distribución perfecta de la
riqueza el que cada persona tenga lo necesario para mantenerse fuera de
la
línea de la pobreza.”
Esto no es nuevo del todo. Desde
los
tiempos de la Reina Elisabeth existe en Inglaterra una ley según
la cual nadie
debe ser abandonado a la miseria. Si alguna persona desamparada, aunque
sin
merecerlo, pide ayuda a los Guardianes de los Pobres, los Guardianes
deben
alimentar, vestir y albergar a esta persona. Deben hacerlo duramente y
a
regañadientes; deben ofrecer ayuda en las condiciones más
desagradables y
degradantes que se les pudiera ocurrir; deben obligar al pobre a
realizar
tareas odiosas e inútiles, y enviarlo a la prisión si se
niega; el alojamiento
debe ser en un asilo común, en el que se mezclen promiscuamente
los jóvenes y
los viejos, los sanos y los enfermos, las chicas inocentes y las
prostitutas
más endurecidas, y los vagabundos, de forma que se puedan
contaminar
mutuamente; se puede estigmatizar socialmente a los que reciban ayuda,
sacándoles el voto (si tienen), impidiéndoles ocupar o
ser elegidos para
determinados cargos públicos; deben, en resumen, forzar a que el
pobre
respetable prefiera cualquier situación antes de pedir ayuda;
pero deben ayudar
al desamparado por encima de cualquier consideración, si
así él lo solicita.
“En tal medida
la ley de
Inglaterra es en el fondo una ley comunista. Toda la severidad y el
exceso con
la que se lleva a cabo es un craso error, porque en lugar de salvar el
país de
la degradación causada por la pobreza, de hecho convierte a la
pobreza en más
degradante de lo que tiene que ser; de todos modos, la idea está
ahí. La Reina
Elisabeth dijo que nadie debe morir de hambre o por falta de cobijo.
Nosotros,
ricos o pobres, después de la terrible experiencia que hemos
tenido en toda la
nación como consecuencia de la pobreza, debemos ir más
allá y decir que nadie
debería ser pobre. A medida que día a DIA vayamos
repartiendo la riqueza, el
primer objetivo a conseguir debe ser que todo el mundo sea
convenientemente respetable y acomodado. Si
alguien hace o deja de hacer algo que dé pie a considerar que no
merecen este
reparto, impongámosle prohibiciones u obligaciones del mismo
modo como haríamos
con cualquier otro tipo de malhechores; pero no hagamos que, por el
hecho de
ser pobres, todo el mundo sufra a causa de sus errores”. (pp. 74-78)
1930.
John
Maynard Keynes (1883-1946). "Economic possibilities for our grandchildren". The
Collected Writings of John Maynard
Keynes. Volume IX, Macmillan.
Expresión:
to devote our further energies to
non-economic purposes / doing nothing
for ever end ever.[27]
Expresión en castellano: dedicar
nuestra energía sobrante a
propósitos no económicos / no hacer nada nunca más.[28]
Justificación. “La edad moderna
empezó, opino, con la acumulación de capital que se
inició en el siglo XVI… Al
mismo tiempo las mejoras tecnológicas en la manufactura y el
transporte se han
sucedido a mayor velocidad que en los diez últimos años
de la historia…. De momento
la gran rapidez de estos cambios nos está perjudicando y
conlleva problemas
difíciles de resolver…. En concreto, el desempleo
tecnológico…. Pero esta es únicamente una fase
temporal de desajuste. Esto
significa que a largo plazo la humanidad
está resolviendo su problema
económico. Yo predeciría que en los próximos
cien años el nivel de vida en
los países desarrollados será entre cuatro y ocho veces
como es hoy”.
“Por otro lado es cierto que las necesidades de los seres humanos parecen insaciables. De todos modos se podrían clasificar en dos tipos: las que son necesidades absolutas, en el sentido que las sentimos independientemente de la situación en que se encuentren las otras personas, y las que son relativas, en el sentido que las sentimos sólo si el satisfacerlas nos eleva, nos hace sentir superiores a nuestros congéneres. Necesidades del segundo tipo, las que satisfacen el deseo de superioridad, pueden ser verdaderamente insaciables; ya que cuánto más alto está el nivel general, mayores son las necesidades. Pero no es tan cierto respecto a las necesidades absolutas: llegará un momento, tal vez antes de lo que nos pensamos, cuando estas necesidades sean cubiertas, en que preferiremos dedicar nuestra energía sobrante a propósitos no económicos”.
“Deduzco que, en
el
supuesto de que no haya grandes guerras ni un gran incremento de
población, en
el plazo de cien años se resolverá el problema
económico, o como mínimo la solución
estará cerca. Esto significa que el
problema económico no es, si miramos al futuro, el
problema permanente de la raza humana”.
“Encontramos que
el
problema económico, la lucha por la subsistencia, ha sido
siempre hasta ahora
el problema más básico y acuciante de la humanidad…
[Pero], ¿sería beneficioso
que se solucionara el problema económico? [Vayamos a escuchar]
el epitafio
tradicional escrito por una criada vieja:
No
lloréis por mí, amigos, no os lamentéis nunca por
mí,
Ya que no voy a hacer nada
nunca más.
“Así por
primera vez
desde el inicio de la humanidad, la gente se enfrentará con su
problema real y
permanente: cómo utilizar su libertad, al liberarse de graves
problemas
económicos, cómo ocupar el tiempo libre, qué
ciencia y qué interés compuesto
habrá ganado para él vivir tan sabiamente, de manera
agradable y bien”.
“Los
obsesionados en
ganar dinero pueden arrastrarnos a todos con ellos al seno de la
abundancia
económica. Pero serán ellos, los que sobrevivan y
practiquen con gran
perfección el arte de la buena vida, y no se vendan para
sobrevivir, los que
disfrutarán de la abundancia cuando ésta llegue.”
“Sin embargo no
existe
ningún país ni ninguna persona, creo yo, que pueda mirar
hacia delante, hacia
la época del tiempo libre y de la abundancia, sin tener temor
alguno, puesto
que hemos sido entrenados durante mucho tiempo para intentar no
disfrutar.
Encontrar qué hacer es un terrible problema para las personas
corrientes, que
carecen de algún talento especial, especialmente si ya no se
tiene costumbre de
trabajar la tierra, ni hobbies, ni el hábito de seguir las
estimadas
convenciones de la sociedad tradicional. ¡A juzgar por el
comportamiento y los
logros de las clases acomodadas de hoy en día en cualquier
rincón del mundo, la
visión es muy deprimente!”
“Durante mucho tiempo el viejo
Adán
habrá
calado tan hondo en nosotros que todo el mundo tendrá que hacer algún trabajo, si quiere afirmarse como
persona. Tendremos que hacer más cosas para nosotros mismos de
lo que hacen
habitualmente los ricos de hoy en día, y estaremos muy contentos
de tener
pequeñas tareas y deberes y rutinas. Pero más allá
de esto, tendremos que
intentar hacer milagros para distribuir el trabajo que se debe realizar
tan
ampliamente como podamos. Con una jornada laboral de tres horas, o con
una
semana de quince horas para resolver estas pequeñas obligaciones
sería
suficiente para solucionar el problema durante bastante tiempo.
¡Tres horas al
día nos bastan a la mayoría para satisfacer al viejo
Adán que llevamos
dentro!”.
“Por supuesto que todavía
habrá mucha
gente con una obstinación intensa e insatisfecha que
perseguirán ciegamente la
riqueza, excepto que encuentren algún substituto plausible. Pero
el resto de
nosotros ya no estará más bajo ninguna obligación
de aplaudirles o avivarles”.
“Me imagino, por
tanto,
en días no tan lejanos, el mayor cambio que le haya ocurrido
jamás al conjunto
de la humanidad. Pero, por supuesto, todo ocurrirá gradualmente,
y no de forma
catastrófica. De hecho, ya ha comenzado. Lo que ocurrirá
será simplemente que
habrá clases y grupos de gente para quienes los problemas
económicos hayan
prácticamente desaparecido. El momento crítico del cambio
lo percibiremos
cuando esta condición sea tan general que la forma de
relacionarse de cada uno
con su vecino haya cambiado, puesto que será lógico
perseguir una mejora
económica para los otros después de que haya dejado de se
razonable para uno
mismo”.
1932.
Jacques
Duboin (1876-1976). Egalité
économique (1938); L'economie distributive de l'abondance
(1945)
Término: revenu
social / maximum vital
Término en
castellano: renta social / máximo vital
Justificación. No obstante,
esta situación injusta es tan necesaria para las empresas
capitalistas, que
ahora se trata de generalizarla: de todas partes vienen las propuestas
para
asegurar una renta mínima en todos los hogares. Cuando provenía de humanistas
exaltados al ver que
seres humanos morían de miseria al lado de montones de
excedentes, una
proposición tal no tenía ningún eco. Pero hoy, la
publicidad capitalista ha
sido tan eficaz, ha convencido tan bien que fuera del capitalismo no
cabía más
alternativa que la miseria, que se ha llegado a un consenso para
adoptar esta
forma de salvar todavía el sistema del mercado. Todos los
partidos políticos,
sean de derechas o de izquierdas, sindicalistas incluidos, se van a
poner de
acuerdo: las discusiones ya han comenzado sobre la cantidad del
mínimo a
garantizar; y abandonaran pronto las viejas discusiones sobre los
salarios ». p. 24. La Grande Relève des Hommes par la
Science.
Todo ser humano
tiene
derecho a la vida, nace de la naturaleza y por tanto tiene derecho a
tener su
parte de las riquezas del mundo. Todo ser humano vivo es heredero de un
inmenso
patrimonio cultural, obra colectiva acumulada durante siglos por una
cantidad
innombrable de investigadores y trabajadores, tácitamente
asociados para la
mejora de la condición humana. Es por tanto usufructuario de ese
patrimonio.
Los derechos políticos ya no bastarán para asegurar la
libertad del Hombre, ya
que lo más esencial es la libertad del espíritu, y no
tiene el espíritu libre
más que quien tiene la existencia material asegurada. Por tanto
los derechos
del ciudadano se deben completar con los derechos económicos,
puestos en
práctica a través de una renta social, de la que cada individuo se beneficiará desde la
cuna hasta la tumba. La renta social liberará a la mujer,
ninguna ley natural
la condenará a depender económicamente del hombre. En
contrapartida de esta
renta social, el ciudadano cumplirá un servicio social en el que
ofrecerá la
parte de su trabajo que reclama el aparato de producción y de
administración. L'économie distributive de l'abondance
(1945). Extractos de un artículo
publicado en La Grande Relève el 19 de abril
de 1958
y en La Grande Relève, Nº
fuera de serie, enero de 1992.
1936. Oskar Lange (1904-1965). “On the Economic Theory of Socialism”. The Review
of Economic Studies, pp.
53-71 y 123- 141, Volume IV. Reprinted by Kraus Reprint Corporation.
Término:
social dividend / free sharing
Término en castellano: dividendo
social / libre disposición
Justificación:
“En el sistema socialista…
tenemos un mercado genuino (en el sentido institucional de la palabra)
para los
bienes de consumo y para servicios de trabajo. Pero no hay mercado para
maquinaria y recursos productivos…Igual que en un régimen
competitivo e
individualista, el equilibrio se determina por dos factores. (A) En
base a
indicios dados de alternativas… tanto
los individuos que participan en el sistema económico como
consumidores y como
dueños del producto del trabajo, y los gerentes de
producción y los más remotos
proveedores… toman decisiones según unos determinados
principios. Se asume que
estos gerentes actúan como cargos públicos. (B) Los
precios (sean del mercado o
estimados) se determinan en el supuesto de que la cantidad solicitada
para cada
bien sea igual a la cantidad producida. Las condiciones que determinan
las
decisiones en el caso (A) son las subjetivas,
mientras que las del caso (B) son las condiciones de equilibrio objetivas. Finalmente, también tenemos
una condición C que expresa la organización social del
sistema económico.
Aunque los recursos para la producción externos al trabajo son
de propiedad
pública, los ingresos de los consumidores no están en
función de la propiedad
de estos recursos y la forma de la condición C está
determinada por los
principios sobre los salarios que se hayan adoptado. La posibilidad de
determinar la condición C de modos distintos da a la sociedad
socialista una
considerable libertad en materia de distribución de los
ingresos. Pero la
necesidad de mantener la libertad de elección de
ocupación limita el uso
arbitrario de esta libertad, ya que debe haber algún tipo de
conexión entre los
ingresos de un consumidor y los servicios de trabajo que haya prestado.
Parece
conveniente, sin embargo, considerar los ingresos de los consumidores
como
compuestos por dos partes: una que sea el recibo del trabajo realizado,
y la
otra que sea un dividendo social que
constituya la parte que le pertenece derivada del capital y las
riquezas
naturales que pertenecen a toda la sociedad. Asumimos que la
distribución del
dividendo social está basada en ciertos principios, y reservamos
el contenido
de esos principios para otra discusión. Así la
condición C está determinada y
determina los ingresos de los consumidores en términos de tarifa
por los
servicios prestados y por el dividendo social el cual, a su vez, se
debe
determinar por el rédito total del capital y de los recursos
naturales y por
los principios adoptados sobre la distribución de estos
réditos.” (p. 61)
Distribución. Así, “la
condición C
determina los ingresos de los consumidores según la tarifa de
los servicios de
las fuentes productivas finales y según los principios adoptados
para la
distribución del dividendo social”… Uno de los dos problemas que
“merece alguna
atención especial está relacionado con la menor manera de
distribuir el
dividendo social. Una vez asumida la libertad de elección de
ocupación, la
distribución del dividendo social puede afectar la cantidad de
solicitudes de
empleo ofrecidas a diversas industrias. Si ciertos puestos reciben un
mayor
dividendo social que otras, el trabajo se desviará hacia las
ocupaciones que
reciban más dividendo social. Sin embargo, la
distribución del dividendo social
debe hacerse de modo que no interfiera con la distribución
óptima de trabajo
entre diversas industrias y ocupaciones. La distribución
óptima es la que hace
que el valor del producto marginal del servicio del trabajo en
diferentes
industrias y ocupaciones sea proporcional a la disutilidad marginal de
trabajar
en esas industrias u ocupaciones. Para asegurarlo no sólo en el
salario pero
también en el dividendo social recibido por los individuos, debe
establecerse
alguna relación con la disutilidad marginal del tipo de servicio
realizado en
particular. El dividendo social que se pague a cada individuo debe ser
tal que
no interfiera la proporcionalidad del precio de suministro de los
diferentes
servicios de trabajo y de la disutilidad de realizarlos. Esto se
alcanza
haciendo que el dividendo social sea un porcentaje
fijo sobre el sueldo. Como resultado de este principio de
distribución del
dividendo social, el ingreso monetario ganado en diversas ocupaciones
será
proporcional al valor del producto marginal de los servicios de trabajo
realizados en cada ocupación, pero no igual a él. El
ingreso económico que
sobrepase el valor del producto marginal de los servicios prestados es
el
dividendo social”. (Pp.64-65) [29]
“La idea de
distribuir
bienes y servicios por libre disposición[30] suena utópica, ciertamente. Sin embargo, si
únicamente la aplicamos a una parte de los bienes, la libre
disposición deja de
ser un sinsentido como pareciera a primera vista… La demanda de muchos
bienes
es, a partir de cierto punto, bastante inelástica. Si el precio
de un bien es
reducido y los ingresos del consumidor están por encima de
cierto mínimo, el
bien es tratado por el consumidor como
si fuera gratuito. El bien es
consumido hasta que el deseo de consumo esté totalmente saturado. Tomemos como ejemplo la sal. La gente bien
estante hace
lo mismo con el pan o con la calefacción en invierno. No dejan
de comer pan en
el momento en que la utilidad marginal de la rebanada iguale a la
utilidad
marginal del precio, ni desconectan la calefacción por
ningún motivo similar.
¿Acaso una disminución del precio del jabón hasta
un valor nulo les incitaría a
utilizarlo más? Aunque el precio fuera nulo, la cantidad de sal,
pan,
combustible y jabón consumido por la gente acomodada no se
incrementaría de
forma notable. Con tales productos, el nivel de saturación se
alcanza incluso
cuando deben pagarse. Cuando el precio es tan reducido, y los ingresos
tan
elevados, que las cantidades consumidas de tales productos están
en el nivel de
saturación, la libre disposición
puede ser utilizada como un método de distribución. En
nuestra sociedad actual
ya hay ciertos servicios que están distribuidos de este modo. Si
una parte de
los bienes y servicios se distribuye por el método de libre
disposición, sólo
será necesario confinar al sistema de precios a los restantes.
Sin embargo,
aunque la demanda de bienes distribuidos por libre disposición
sea, dentro de
unos límites, una cantidad fija, se debe tener en cuenta el
coste para poder
encontrar la mejor combinación de factores y la escala
óptima de producción. El
sueldo de los consumidores se debe reducir en función del
equivalente de los
costes de producción de esos bienes. Esto significa simplemente
que la libre
disposición proporciona, para decirlo de algún modo, un
“sector socialista” de
consumo el coste del cual se calcula por tasación (ya que la
reducción de los
ingresos monetarios de los consumidores que ha sido mencionado
anteriormente es
exactamente la tasa para cubrir el consumo por libre
disposición). Tal sector
existe también en la sociedad capitalista, comprendiendo por
ejemplo la
educación gratuita, atención médica gratuita a
través de la seguridad social,
parques públicos, y todo lo colectivo en el sentido entendido
por Cassel (por
ejemplo la iluminación de las calles). Se puede concebir
bastante bien que a
medida que la riqueza aumente, este sector aumente también, y un
número cada
vez mayor de bienes sean distribuidos por el método de la libre
disposición
hasta que, finalmente, todas las necesidades básicas sean
proporcionadas de
este modo, y la distribución por el método del precio se
reduzca a los
productos de calidad superior y a los lujos. Así, nos
aproximaríamos
gradualmente a la segunda fase del comunismo de Marx: de
cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus
necesidades”.
(pp. 141-142)
Simone Weil
(1909-1943). “Our
Father”. Waiting on God. Collins
Término: derecho
a la compensación
Justificación:“Perdónanos
nuestras deudas así
como nosotros
perdonamos a nuestros deudores… En
el momento que rogamos por el perdón [celestial] tenemos
nosotros que haber ya perdonado
todo lo que nos deben [en el ámbito terrenal]. Esta
condonación no sólo incluye
la absolución de todos los agravios que pensamos se han cometido
con nosotros,
sino también de aquellas acciones en que hicimos el bien a los
demás, y de
forma general también lo hemos de aplicar a todo aquello que
esperamos de las
gentes y de las cosas, a todo aquello
que consideramos que se nos debe sin por ello sentir
ningún sentimiento
de frustración. Toda esta indulgencia con las deudas del pasado
es lo que nos
legitima a disfrutar del derecho de compensación en el futuro.
[De aquí deduzcamos
que]:
“Este principal
derecho
que creemos tener sobre el universo se basa en la necesidad de
garantizar la
sobrevivencia de nuestra persona. Este derecho conduce y conlleva al
resto de
los derechos… En la medida que el institnto de autopreservación
nos pide una
garantía para continuar viviendo, exigimos que esta necesidad se
convierta en
un derecho… Esto, a su vez, nos lleva a desarrollar unas expectativas
de que la
sobrevivencia sea una realidad materializada por el derecho a las
compensaciones. De lo contrario, la realidad de la muerte se
convertiría en un horrible
hecho sino tuviéramos la seguridad de unas compensaciones… Dios
puede olvidar
nuestros pecados en la medida que nos acercamos al estado de
perfección… Pero
Dios sólo perdonará nuestros errores en la misma medida
que perdonamos a
nuestros deudores de los suyos con nosotros”. (pp. 174-175)
Erich
Fromm (1900-1980). (a)
Psicoanálisis
de la sociedad contemporánea. Fondo
de Cultura Económica. México
1956. Título original: The
Sane Society. Rinehart & Co., In., Nueva York 1955.
Término:
garantía universal de
subsistencia
Justificación. “Por lo que respecta a la situación económica del ciudadano individual, la idea de la igualdad del ingreso no ha sido nunca un postulado socialista y no es, por muchas razones, ni práctica ni deseable. Lo necesario es un ingreso que sirva de base a una existencia humana digna. Por lo que afecta a las desigualdades de ingreso, parece que no deben rebasar el punto en que las diferencias en el ingreso conducen a diferencias en la experiencia de la vida. El individuo con un ingreso de millones, que puede satisfacer cualquier capricho sin siquiera detenerse a pensarlo, siente la vida de un modo distinto al hombre que, para satisfacer un deseo costoso, tiene que sacrificar otro. El individuo que no puede viajar nunca más allá del término de su población, que no puede permitirse nunca ningún lujo (es decir, algo que no sea necesario), también siente la vida de un modo diferente a su vecino, que puede hacerlo. Pero aun con ciertas diferencias de ingreso, la experiencia básica de la vida puede ser la misma, siempre que dichas diferencias no pasen cierto límite. Lo que importa no es tanto un ingreso mayor o menor como tal, sino el punto en que las diferencias cuantitativas de ingreso se convierten en diferencias cualitativas de experiencia de la vida.
Es necesario decir que el sistema de seguros sociales, como existe ahora en Gran Bretaña, por ejemplo, debe ser conservado. Pero eso no es bastante. El sistema existente de seguros sociales debe extenderse hasta constituir una garantía universal de subsistencia.
Todo individuo sólo puede obrar como agente libre y responsable si se suprime uno de los principales motivos de la actual falta de libertad: la amenaza económica del hambre, que obliga a las gentes a aceptar condiciones de trabajo que de otro modo no aceptarían. Ho habrá libertad mientras el propietario de capital pueda imponer su voluntad al hombre que no posee otra cosa que su vida, porque este último, no teniendo capital, no tiene más trabajo que el que le ofrece el capitalista.
Hace cien años era generalmente admitida la idea de que nadie tenía ninguna obligación con su vecino. Se suponía –y los economistas lo “demostraban” científicamente- que las leyes de la sociedad hacían necesaria la existencia de un gran ejército de gentes pobres y sin trabajo, para que la economía pudiera marchar. Hoy, difícilmente osará nadie sustentar ya este principio. En general, se admite que nadie debe quedar excluido de la riqueza de la nación, ya sea por las leyes de la naturaleza o por las de la sociedad. Las racionalizaciones corrientes hace cien años, de que el pobre debía su situación a su ignorancia, a la falta de responsabilidad –en una palabra, a sus “pecados”-, están anticuadas. En todos los países occidentales industrializados, se ha implantado, un sistema de seguros que garantiza a todo el mundo un mínimum de subsistencia en casi de desempleo, enfermedad y vejez. No es sino un paso más el postular que todo el mundo tiene derecho a recibir medios de subsistencia, aunque no se presenten aquellas situaciones. Hablando en términos prácticos, eso significaría que todo ciudadano puede reclamar una cantidad suficiente para tener un el mínimum de subsistencias aunque no esté desempleado ni enfermo, ni sea un anciano. Puede reclamar esa cantidad si ha dejado el trabajo voluntariamente, si quiere prepararse para otro tipo de trabajo, o por cualquier razón personal que le impida ganar dinero, sin caer en una de las categorías de beneficios del sistema vigente de seguros; en suma, puede reclamar ese mínimum de subsistencia sin necesidad de alegar ninguna “razón”. Se limitaría a un período determinado de tiempo, digamos dos años, para no fomentar una actitud neurótica que rehuye todo género de obligaciones sociales.
Quizás parezca esto una propuesta fantástica,[31] pero lo mismo le habría parecido a la gente hace cien años nuestro sistema de seguros sociales. La principal objeción que puede formularse contra esta idea es que si todo el mundo tuviera derecho a recibir una ayuda mínima, las gentes no trabajarían. Este supuesto se apoya en la falacia de la pereza inherente a la naturaleza humana; en realidad, aparte de personas neuróticamente holgazanas, serían muy pocos los que no quisieran ganar más que el mínimum y que prefirieran no hacer nada a trabajar.
Pero el recelo contra un sistema que garantizara un mínimum de subsistencia no carece de fundamento desde el punto de vista de quienes quieren emplear la propiedad del capital para obligar a los demás a aceptar las condiciones de trabajo que ellos ofrecen. Si nadie fuera obligado nunca más a aceptar el trabajo para no morirse de hambre, el trabajo tendría que ser suficientemente interesante y atractivo para inducir a uno a aceptarlo. La libertad de contratación sólo es posible si ambas partes son libres para aceptar o rechazar el contrato, y no es este el caso en el actual régimen capitalista.
Pero ese sistema no sólo sería el comienzo de la libertad de contratación entre patronos y empleados, sino que reforzaría también enormemente la esfera de la libertad en las relaciones interpersonales, entre persona y persona, en la vida diaria.
Veamos algunos ejemplos. Actualmente, un persona empleada, y a quien le desagrada su trabajo, con frecuencia se ve obligada a seguir en él porque no dispone de medios para arriesgarse al desempleo aun sólo por uno o dos meses, y, naturalmente, si abandona el trabajo, no tiene derecho a los beneficios del desempleo. Pero, en realidad, las consecuencias psicológicas de esa situación son mucho más profundas: el hecho mismo de que no puede arriesgarse a ser despedido tiende a hacerlo temeroso respecto de su patrono o de cualquier persona de quien dependa. Procurará no ser respondón y tratará de ser agradable y dócil, a causa del miedo sin cesar presente de que el patrono lo despida si hace valer sus derechos. O tomemos el caso del hombre que a la edad de cuarenta años decide cambiar su trabajo por otro enteramente distinto, y para el cual necesita prepararse durante uno o dos años. Puesto que, en las condiciones de un mínimum garantizado de subsistencias, esta decisión implicaría tener que vivir con un mínimo de comodidades, serían necesarios un gran entusiasmo e interés por el nuevo campo elegido, y así únicamente los bien dotados y que se sintieran verdaderamente interesados la tomarían. O pensemos en la mujer que vive una vida matrimonial desgraciada y cuya única razón para no separarse de su marido es la incapacidad para sostenerse a sí misma ni siquiera por el tiempo necesario para prepararse para algún trabajo. O el del adolescente que vive en medio de graves conflictos con un padre neurótico o destructivo, y cuya salud mental se salvaría si tuviera libertad para dejar su familia. En resumen, habría que suprimir la fundamental coerción en el terreno económico de los negocios y en las relaciones privadas, y que devolver a todo el mundo la libertad para obrar.
Financiación.
¿Y en cuanto a los costos? Puesto que ya hemos admitido el
principio para el
desempleado, el enfermo y el anciano, sólo habría un
grupo marginal de personas
que hiciera uso de este privilegio: los particularmente bien dotados,
los que
sufren una dificultad pasajera, y los neuróticos que no tienen
sentido de la
responsabilidad ni interés por el trabajo. Teniendo en cuenta
todos los
factores que intervienen, parecería que el número de
personas que haría uso de
este privilegio no sería extraordinariamente elevado, y mediante
una
investigación cuidadosa hasta podría calcularse hoy
aproximadamente. Pero hay
que advertir que esta propuesta ay que tomarla juntamente con los otros
cambios
sociales que [en este trabajo] sugerimos, y que, en una sociedad en que
el
ciudadano individual participe activamente en su trabajo, el
número de personas
no interesadas en el trabajo sería una fracción del que
hay en las presentes
circunstancias. Sea cualquiera el número, parece que el costo de
semejante
sistema difícilmente superaría a lo que los grandes
estados han gastado en
sostener ejércitos en las últimas décadas, sin
tener en cuenta el costo de los
armamentos. Tampoco debiera olvidarse que en un sistema que restablece
para
todo el mundo el interés por la vida y por el trabajo, la
productividad del
trabajador individual estaría muy por encima de la que se
registra hoy como
resultado de unos pocos cambios favorables en la situación de
trabajo; además,
serían considerablemente menores nuestros gastos ocasionados por
la
delincuencia y por las enfermedades mentales o psicosomáticas”. (pp. 276-279)
1964. James Edward Meade (1904-1965). (a) Planning and the Price Mechanism, George Allen
& Unwin Ltd.
Término: equal
social dividend
Término
en castellano: dividendo social
equitativo
Justificación:
Dice JE. Meade
que empezó a estudiar económicas “porque aborrecía
el desempleo de
masas y quería saber porqué
la sociedad
estaba fallando a la hora de evitar la estupidez de los holgazanes y
las
máquinas, a la vez que había enormes necesidades reales
de los productos de
esos hombres y máquinas. Ahora bien, los problemas actuales son
distintos, de
forma que serían las enormes y crecientes desigualdades de
riqueza entre los
países ricos desarrollados y los países pobres
subdesarrollados del mundo los
problemas que probablemente le habrían motivado a estudiar
economía si
estuviera ahora empezando de nuevo desde el principio”. (c. p. 13)
“En los
países
industrializados altamente desarrollados una proporción
sustancial de la
producción neta se añade a las pertenencias de los
dueños de propiedades, y la
propiedad está distribuida muy desigualmente. Hay, sin embargo,
un problema. El
patrón de tasas de salarios netos requerido para alcanzar
niveles de eficiencia
puede conducir a niveles muy elevados de ingresos netos por cabeza para
un
número muy reducido de ricos dueños de propiedades”. (b;
p. 25)
El estado del
bienestar
implica que “la tasación de los ingresos de los ricos
(podría) subvencionar
directamente los ingresos de los pobres”. Pero, aunque “el sistema
pudiera ser
utilizado para igualar ingresos, no igualaría directamente la
posesión de
propiedades. Según mi punto de vista, desigualdades extremas en
la posesión de
propiedades son indeseables, dejando de lado las desigualdades de
ingresos que
implicarían. Una persona que posea muchas propiedades tiene un
gran poder de
regateo y un gran sentido de seguridad, independencia y libertad; y
disfruta de
ello no sólo respecto a sus conciudadanos carentes de
propiedades, sino también
respecto a las autoridades públicas. Puede enfrentarse con
aquellos con quienes
debe contar para sus ingresos, ya que siempre podrá vivir
durante un tiempo
gracias a su capital. La persona que carece de propiedades debe
procurarse sus
ingresos continuamente y sin interrupción, trabajando para un
empresario o
cumpliendo los requerimientos para recibirlos de una autoridad
pública. Una
distribución desigual de la propiedad implica una
distribución desigual del
poder y del estatus, aunque se hubiese intentado evitar una
distribución de
ingresos demasiado desigual”. (c; p. 38-39)
“Consideremos
ahora la
Posesión Social de Propiedades como
un
método alternativo para combinar un nivel de eficiencia en las
tasas de
salarios con una distribución equitativa de ingresos. Supongamos
que por efecto
de una varita mágica alternativa, la posesión de todas
las propiedades fuera
transferida de individuos privados al Estado. La tasa de salarios se
colocaría
al nivel que permitiría utilizarlo exclusivamente como una
guía ‘de eficiencia’
para el uso del trabajo. Si este nivel ‘de eficiencia’ es bajo,
entonces gran
parte de los ingresos nacionales aumentaría en forma de
beneficios en todo tipo
de capitales. Pero esos beneficios irían entonces al Estado, que
podría usarlos
para pagar un dividendo
social equitativo a
cada
ciudadano. En ambos casos los ingresos de las propiedades
estarían divididos
equitativamente entre todos los ciudadanos…. En caso de que la
propiedad
estuviera en manos privadas, para conseguir un presupuesto con
superávit se
requeriría incrementar las tasas; y el incremento de las tasas
podría tener
efectos negativos en los incentivos económicos. Por otro lado,
en el caso de la
posesión social de la propiedad, todos los ingresos derivados de
la propiedad pasarían
al Estado. El Estado puede, por consiguiente, generar un nivel de
ahorros
públicos a través del presupuesto con unas tasas
inferiores y consecuentemente
con menos efectos adversos en la eficiencia,
en el supuesto de que la posesión de propiedad fuera
Estatal, que en el
caso de una distribución de propiedad privada equilibrada” (c;
pp. 66-67)
“Se
debería evitar el
riesgo de hacer más proselitismo de sus propios análisis
de lo que realmente se
pueda. El arte de la política económica está en
escoger modelos que combinen
simplicidad y relevancia hacia ciertas características del mundo
real. El
economista nunca puede estar seguro de conocer la respuesta. Pero si ha
elaborado una cierta cantidad de modelos que entre ellos incorporen, a
través
de diversas combinaciones ingeniosas, todas las características
principales del
mundo real que él considere relevantes en el tema que
está examinando, y cada
uno de esos modelos conduce al mismo veredicto sobre una
política económica
dada, entonces puede tener alguna confianza en que este veredicto tiene
más
posibilidades de ser cierto que erróneo”. (C; p.23)
“Gran parte de
la
política económica se basa en una elección
acertada de las medidas que
garantizan una distribución tolerable de los ingresos sin
perjudicar demasiado
la utilización de los precios como una guía para el uso
eficiente de recursos.
La forma más completa de enfrentarse a la contradicción
es, sin duda, actuar
fundamentalmente sobre la distribución de la posesión de
la propiedad. Si, en
nuestro ejemplo, la tierra estuviera poseída por igual por todos
los
ciudadanos, los precios se podrían utilizar para perseguir la
eficiencia
económica sin detrimento de la distribución de los
ingresos. Lo que el
ciudadano tipo perdería por el descenso de su sueldo,
aumentaría por un aumento
en sus rentas. O si toda la propiedad fuera de propiedad estatal y las
rentas
recaudadas por el Estado se utilizaran en pagar servicios sociales para
todos
los ciudadanos, el efecto sería el mismo. Lo que el ciudadano
tipo perdería por
el descenso de su sueldo, aumentaría por el aumento de los servicios
sociales”. (C;
p. 191)
“Una medida
más directa
sería gravar los ingresos de los
terratenientes ricos y usar lo recaudado para pagar los servicios
sociales para
los miembros más pobres de la sociedad.
Esto podría tener un pequeño efecto adverso en la
eficiencia económica aparte
de alterar de algún modo el equilibrio entre el trabajo y el
ocio para aquellos
cuyos ingresos fueran gravados, e incluso se podría evitar este
efecto si se confinara
el gravamen a los ingresos por rentas”. (c;
p. 191)
“Supongamos
finalmente
que los ingresos recibidos como servicios
sociales y como sueldo se pudieran gastar en un mercado libre donde
poder
adquirir los productos de diversas empresas y granjas. Las
características
esenciales de este acuerdo serían (i) que el salario neto del
trabajador
variaría directamente en función del valor del producto
marginal del trabajo
que realizara y (ii) que esto no estaría equilibrado por una
neutralización de
variaciones en los servicios sociales recibidos por él y su
familia”. (c; p.232)
“De modo similar
sería
posible que el trabajador indicara a la Autoridad Central si por
salario neto
por hora que estuviera recibiendo (y que correspondería al valor
de su producto
marginal) preferiría más trabajo o más ocio. Hasta
la medida de lo
administrativamente posible, la Autoridad Central podría
entonces ajustar las
horas trabajadas en la dirección deseada”. (c; p. 233)
“Pero,
¿sería
equitativa
la distribución de los ingresos? Una característica
esencial del acuerdo
anterior para conseguir un despliegue eficiente del trabajo es que los
ingresos
recibidos como dividendos sociales o servicios sociales no
deberían ser
ajustados para tener en cuenta las diferencias en los salarios. La
razón es
obvia. Un hombre que esté considerando la posibilidad de cambiar
de empleo,
digamos por ejemplo, de un trabajo agradable mal pagado a un trabajo
desagradable bien pagado, llegaría a la decisión correcta
si las dos
condiciones se cumplieran: (i) los dos salarios reflejaran los
diferentes
productos marginales de los trabajos y (ii) si el que cobra el salario
ganan el
total (ni más ni menos) del incremento del sueldo recibido si
cambia de
trabajo. Pero si el dividendo social
o beneficios sociales de esta persona se reducen cuando sus ingresos
por
salario aumentan, el trabajador no tendrá todo el incentivo que
debería tener
para cambiar de empleo con un producto marginal bajo a uno con producto
marginal elevado. La solución eficiente pasa por que (i) los
salarios deben ser
iguales a los productos marginales y (ii) los dividendos sociales y
beneficios
sociales deben fijarse independientemente de los salarios”. (c; p.235)
“Las
condiciones
básicas en la economía deben ser tales que los salarios
representen una proporción mucho más grande de los
ingresos nacionales que los dividendos sociales y
servicios pagados
fuera de los ingresos por propiedades… El hecho de gravar
progresivamente de
altos salarios para suplementar los servicios
sociales para los pobres adormecerían los incentivos para
eficiencia que
dependen de variaciones en ganancias acumuladas correspondientes a
variaciones
de los productos marginales del trabajo realizado”. (c; p. 235)
1971. John Rawls. (1921-2002). Teoría de la Justicia. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 1995.
Principios: de mayor libertad equitativa; de
igualdad
de oportunidades; de diferencia
Justificación: Van Parijs destaca la rigurosa, impresionante y para él sumamente valiosa aportación de John Rawls dentro de la tradición solidaria. Tanto en el sentido de desahuciar al utilitarismo como interpretación de la libertad, como para formular una teoría imparcial de la justicia que suponga una recuperación política de la filosofía liberal auténtica. Sus dos líneas de argumentación son:
Por el contrario, Van Parijs va a encontrar en la tradición solidaria que desarrolla J. Rawls, y que denomina liberalismo igualitario, una interpretación que responde plenamente a sus dos convicciones señaladas más arriba:
Ahora bien, “estos principios habrán de ser y estar dispuestos en un orden serial, dando prioridad al primer principio sobre el segundo. Esta ordenación significa que las violaciones a las libertades básicas protegidas por el primer principio no pueden ser justificadas ni compensadas mediante mayores ventajas sociales y económicas” (Rawls, 1978, 83), al mismo tiempo que “los arreglos del libre mercado deben tener lugar dentro de un marco de instituciones políticas y jurídicas que regulen las tendencias generales de los sucesos económicos y preserven las condiciones sociales necesarias para la justa igualdad de oportunidades”. (Rawls, 1978, 83)
Conjuntamente, Rawls considera que estos dos principios deben reconocerse públicamente: “una concepción de la justicia es estable cuando el reconocimiento público de su realización en el sistema social tiende a producir el correspondiente sentido de la justicia” (Rawls, 1978, 206). Apoyándose en la necesidad que las personas tienen del respeto por si mismas, la autoestima, que para este autor “puede ser el más importante de los bienes primarios” (Rawls, 1978, 62,92,440), y que son básicamente quienes se respetan a sí mismos y quienes respetan a los demás, Rawls establece que “un rasgo deseable de la concepción de la justicia es que debería expresar públicamente el respeto mutuo entre los hombres” (Rawls, 1978, 208) para proporcionar a las personas un sentido firme de su propio valor y la confianza en sí mismas necesaria para el logro de sus fines. Añade que el reconocimiento público “da un mayor apoyo al respeto que los hombres tienen por si mismos, lo que a su vez repercute aumentando la efectividad de la cooperación social” (Rawls, 1978, 208), para concluir que estos “dos principios logran este objetivo, ya que cuando la sociedad los observa, se incluye el bien de cada uno dentro de un esquema de beneficio mutuo y este reconocimiento público e institucional de las aspiraciones de cada hombre apoya la estimación por si mismo”. (Rawls, 1978, 208)
Las dificultades que el mundo real presenta para que se cumpla el principio de Igual Libertad requieren, por tanto, de un sistema de gestión de las desigualdades (Principio de Diferencia) que redunden en beneficio de todos y cada uno de los sujetos sociales, sistema que ha de ser público y reforzar la autoestima de los sujetos. Van Parijs considera que la RB es un mecanismo que permite que se cumplan estas condiciones de la justicia. Una RB individual, igual para todos e incondicional permite la igualdad de oportunidades que exige la justicia.
Nótese que estas dos teorías, propietarista y liberalismo igualitario, tienen en común la defensa de la libertad del individuo, consistente en el reconocimiento de las libertades civiles y ciudadanas, destacando entre todas ellas el derecho a la propiedad privada. Por tanto, una vez bien reafirmados y reestablecidos como pilares inamovibles de la justicia el principio de libertad y el derecho a la propiedad privada, añadidos ambos al principio de igualdad de oportunidades, a juicio de estos autores, las injusticias que genera el capitalismo ya pueden ser abordadas sin destruir la esencia del propio sistema: propiedad y beneficios privados. A la luz de estas teorías, la RB se convierte en un instrumento competente para enfrentar muchas de estas desigualdades dentro del capitalismo actual. De aquí su idoneidad como mecanismo redistributivo, así como su virtud para que la RB sea justificada éticamente. Son teorías e instrumentos que persiguen la reducción de las desigualdades sociales, más que la erradicación de las causas generadoras de injusticias. Es en este sentido, y sólo en este, que convenimos con la crítica que Jon Elster hace de las reflexiones de Van der Veen y Van Parijs, cuando dice que “la propuesta de [la RB] no pretende incorporar valores diferentes a los del capitalismo salarial. La propiedad privada de los medios de producción se deja intacta, como en el sistema de regateo entre trabajadores y propietarios. Además, no se pretende que el resultado del equilibrio a largo plazo del regateo sea más justo o equitativo que bajo el capitalismo salarial”.[33]
1974.
Robert
Nozick .Anarchy, State, and Utopia. Basic Books Inc., Publishers.
Término:
compensation
Término en castellano: compensación
Justificación: “El objeto de la justicia de las pertenencias consiste en tres temas principales: El primero es la adquisición original de pertenencias, la apropiación de cosas no poseídas. Esto incluye las cuestiones de cómo cosas no tenidas pueden llegar a ser poseídas, en el proceso, o los procesos por medio de los cuales cosas no tenidas pueden llegar a ser tenidas, las cosas que pueden llegar a ser poseídas por estos procesos, el alcance de lo que puede ser poseído por un proceso particular, etcétera. Nos referimos a la complicada verdad sobre este tema, la cual no formularemos aquí, como el principio de justicia en la adquisición. El segundo tema se ocupa de la transmisión de pertenencias de una persona a otra. ¿Por qué procesos puede una persona transmitir pertenencias a otra? ¿Cómo puede una persona adquirir una pertenencia de otra persona que la tiene? Aquí aparecen descripciones generales de intercambio voluntario, obsequio y (por otro lado) fraude, así como referencias a detalles convencionales particulares establecidos en una sociedad dada. A la complicada verdad acerca de este tema (con poseedores de lugares para detalles convencionales) la llamaremos el principio de justicia en la transparencia…
Si el mundo fuera completamente justo, las siguientes definiciones inductivas cubrirían exhaustivamente la materia de justicia sobre pertenencias:
1)
Una persona
que adquiere una pertenencia, de conformidad con el principio de
justicia en la
adquisición, tiene derecho a esa pertenencia.
2)
Una persona
que adquiere una pertenencia, de conformidad con el principio de
justicia en la
transferencia, de algún otro con derecho ala pertenencia, tiene
derecho a esa
pertenencia.
3)
Nadie tiene
derecho a una pertenencia excepto por aplicaciones (repetidas) de 1 y
2. (p.
154)
“La
exigencia de injusticias
pasadas
(anteriores violaciones a los dos primeros principios de pertenencias)
da
origen al tercer tema principal de la justicia de pertenencias: la
rectificación de injusticias en las pertenencias. Si la
injusticia pasada ha
conformado las pertenencias presentes de varias formas, algunas
identificables
y algunas no ¿qué debe hacerse ahora, si puede hacerse
algo, para rectificar
estas injusticias? ¿Qué obligaciones tienen los que
cometieron la injusticia
hacia aquellos cuya posición es peor que la que hubiera sido si
no se hubiera
cometido la injusticia? ¿O de la que habría sido si se
hubiera pagado la
compensación rápidamente?”. (p. 155) El
principio de rectificación, “presumiblemente, hará
uso de su mejor
estimación de información
subjuntiva
sobre lo que hubiera ocurrido (o una distribución probable de lo
que habría
podido ocurrir usando el valor esperado) si la injusticia no se hubiera
cometido”. (p. 156)
Los rasgos generales de la teoría de justicia de las pertenencias son que las pertenencias de una persona son justas si tiene derecho a ellas por los principios de justicia en la adquisición y en la transferencia, o por el principio de rectificación de injusticia (tal y como es especificado por los dos primeros principios). Si todas las pertenencias de la persona son justas, entonces el conjunto total (la distribución total) de las pertenencias es justo. (p. 156)
“Si la teoría particular de la apropiación de J. Locke puede ser elaborada o no con objeto de hacer frente a varias dificultades, supongo que cualquier teoría adecuada de justicia de la adquisición contendrá una estipulación similar a la más débil de las dos que hemos atribuido a Locke. Un proceso que normalmente da origen a un derecho de propiedad permanente y legable sobre una cosa previamente no poseída, no lo hará si la posición de otros que ya no están en libertad de usar la cosa empeora con ello. Es importante especificar este modo particular de empeorar la situación de otros, porque la estipulación no cubre otros modos. No incluye el empeoramiento debido a oportunidades más limitadas de asignar (la primera manera antes señalada que corresponde a la condición más rigurosa), y no incluye como empeoramiento la posición de un vendedor si asigno materiales para hacer algo de lo que él vende y, así, entro en competencia con él. Alguien cuya apropiación violaría de otra manera la estipulación aún puede apropiar, siempre y cuando compense a los otros de tal manera que su situación no sea empeorada por ello; a menos que compense a esos otros, su apropiación violará la estipulación del principio de justicia de la adquisición y será ilegítima. Una teoría de la apropiación que incorpora esta estipulación lockeana manejará correctamente los casos (objeciones a la teoría que carece de estipulación) cuando alguien se apropia de todo el abasto de algo necesario para la vida”. (p. 179)
Con los pertinentes matices que R. Nozick menciona, “una teoría que incluye esta estipulación en su principio de justicia en la adquisición tiene, también, que contener un principio más complejo de justicia en las transferencias” (p. 180) y el oportuno principio de rectificación.
1983. Philippe Van Parijs. Marxismo, ecologismo y transición directa al comunismo. mientras tanto, 26, Mayo 1986, pp. 107-129
Término:
asignación universal
(l'allocation
universelle)
Concepto. “Las medidas cuyas implicaciones propongo explorar consiste en suprimir todo tipo de asignaciones familiares, de desempleo, pensiones, créditos de impuestos, etc., y sustituirlos por una asignación de alcance universal concedida a todo el mundo -cualesquiera que sean su edad, su estado civil y su situación económica-, asignación cuyo importe dependería únicamente de la edad y, llegado el caso, del grado de invalidez. Su cuantía habría de ser suficiente para satisfacer las necesidades fundamentales de todos”. (p. 118)
Justificación. Apoyándose en Charles Fourier, la RB sería “la justa compensación por el hecho de que el orden civilizado ha arrebatado al hombre las "cuatro ramas de la subsistencia natural" que son la caza, la pesca, la recolección y el pastoreo. Y, por otro lado, puede remontarse, en una versión más estatalista, hasta Edward Bellamy (1888, 1897), para el que, mediante su incorporación durante veinte años al "ejército industrial", todos los ciudadanos tienen el derecho de participar por igual del producto de los recursos naturales y del progreso técnico en forma de una renta garantizada”. (p. 118)
Financiación. Dicha
asignación sería financiada
mediante “un impuesto progresivo
sobre cualquier otra renta, y su introducción iría
acompañada de una
flexibilización drástica del mercado de trabajo
(derogación del salario mínimo
garantizado, supresión de las cotizaciones sociales,
remoción de los obstáculos
administrativos que se oponen al trabajo a tiempo parcial)”. (p. 118)
1986.
Robert
J. Van der Veen
and Philippe Van Parijs.
Término: universal
grant
Término en
castellano: Dádiva, beca universal
Concepto. “Si, por otro lado, los ingresos garantizados
adquieren la forma de beca universal, concedida incondicionalmente a todos los
ciudadanos, las cosas son verdaderamente distintas. Puesto que los
ciudadanos
tienen derecho absoluto a esta beca, independientemente de sus ingresos
por
otras fuentes, empiezan a ganar ingresos netos adicionales tan pronto
como
empiezan a trabajar, por poco y por mal pagado que esté.
Combinado con alguna
desregulación del mercado laboral (supresión de los
obstáculos administrativos
para el trabajo a tiempo parcial, eliminación del salario
mínimo obligatorio,
de la edad de jubilación obligatoria, etc.), la beca universal
haría posible la
generalización del empleo remunerado mucho más de lo que
está actualmente. En
consecuencia, si el ingreso garantizado se materializa de esta forma,
su
necesidad de crecimiento no generará tensiones agudas entre los
que trabajan
mucho y se sienten explotados y los parados que se sienten excluidos.
Además,
también resulta que, por paradójico que parezca,
otorgando un ingreso
básico [35] a todo el mundo resulte ser, bajo las condiciones
apropiadas, [la mano de obra será] mucho ‘más barata’ (en
términos de tasas
marginales), y por ende más realista, que otorgándolo
sólo a los que lo
‘necesitan’”. (pp. 643-644)
Justificación. “Como consecuencia, si debemos aproximarnos al comunismo desde una sociedad capitalista, debe ser mediante un incremento tan grande como sea posible de los ingresos garantizados en forma de beca universal. Nótese que esta maximización podría ser concebida en términos absolutos o bien relativos. Se podría justificar la maximización de los ingresos garantizados en términos absolutos en base al conocido ‘principio de la diferencia’ de John Rawls: se llegaría a eliminar todas las desigualdades de ingresos que se requiere si los menos aventajados, identificados aquí como los que no tienen ingresos, en moneda o especias, aparte del mínimo garantizado, estuvieran tan bien proveídos como fuera posible. Un modo tan elegante de combinar los imperativos de igualdad y eficiencia puede parecerles a muchos atractivo. Pero no coincide con el objetivo Marxiano de abolir la alienación, lo que implica en cambio, como mínimo en una primera aproximación, que el ingreso garantizado debería ser maximizado en términos relativos. Se alcanzará el comunismo cuando el producto social en su conjunto sea distribuido independientemente de la contribución de cada persona, no cuando la parte que cada uno recibe independientemente de su contribución alcance cierto umbral absoluto”. (p. 644)
Nota. El término equivalente a universal grant, traducido al castellano por Zona Abierta Nº 46/47, es el de subsidio universal. Otros vocablos utilizados en la versión traducida, pero que los autores matizan su correcto empleo para precisar cuando son sinónimos, son: renta social, subsidio incondicional, y renta garantizada.
1992. Philippe Van Parijs.
"Competing Justifications of Basic
Income" en Arguing
for Basic Income: ethical foundations for a radical reform. Verso 1992.
Término: basic
income
Término: ingreso
básico
Concepto. El ingreso básico es una cantidad que se paga a
todo el mundo de manera individual, sin necesidad de
ninguna condición o exigencia laboral. En
otras palabras, es una forma de ingreso mínimo garantizado que
difiere de los
que existen actualmente en diversos países europeos por ser
concedida:
1.
a
individuos y no a cabezas de familia;
2.
independientemente
de cualquier ingreso proveniente de otras fuentes;
3.
y sin
requerir la realización presente o pasada de ningún
trabajo, ni la
obligación de aceptar ningún trabajo que pudiera ser
ofrecido.
Justificación. "Por ingreso básico normalmente se entiende un ingreso que no solamente es incondicional respecto a la voluntad de trabajar de las personas, sino también en relación a los ingresos que proceden de otras fuentes (diferencia esencial con un impuesto negativo sobre la renta), por ejemplo, de su lugar de residencia y de su situación familiar... Si la libertad real es un asunto relativo a los medios, no exclusivamente a los derechos, los ingresos de las personas adquieren mucha importancia. Sin embargo, la libertad real que nos preocupa no se refiere solamente a la libertad para comprar o para consumir. Es la libertad para vivir como a uno le puede gustar vivir. Por consiguiente, de ahí surge la importancia de garantizar ese poder de compra con independencia del trabajo realizado por esa persona o de sus disposiciones para el trabajo... En consecuencia, se da, tal como vengo sugiriendo, una estrecha conexión entre la concepción de la justicia y la demanda de introducir un ingreso básico". (p. 51).
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